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El placer de follar a mi prima
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Tiempo de lectura: 5 minutos

En enero, estábamos pasando un fin de semana jodidamente frío en la parcela de los abuelos a la que siempre asistimos toda la familia ya que somos muy de estar unidos. De entre todos mis primos, con la que siempre me he sentido más unido es con mi prima Estrella. Éramos de gustos parecidos y además teníamos casi la misma edad. En aquel momento, yo tenía diecinueve y ella pasaba por unos estupendos dieciochos, y es que mi prima estaba realmente buena.

Llegando todos de haber ido a cenar fuera, entramos helados y algunos ni nos atrevimos a quitarnos el abrigo, en mi caso una cazadora. Para calentar la casa, mi abuelo puso unos cuantos leños en la chimenea que había construido el mismo y la encendió. Peleándonos por coger el mejor sitio, mis dos primos pequeños, mi bisabuela y yo, cogimos asientos y nos pegamos a la chimenea con desesperación. Entrando en el semicírculo que formábamos ante el fuego, mi prima se puso en medio tiritando de frío y levantando las manos para calentárselas. Al pedirle que se quitará, ella buscó donde ponerse y vio que estaba sentado en un sillón que anteriormente había sido la parte de en medio de un sofá por módulos. Me pidió que le dejase sitio y antes de que dijese nada ya la tenía sentada delante. Intentándola quitarla de mi asiento, ella se resistió riendo y me rendí porque después de todo había más que confianza.

Calentitos, demasiado cómodos para hablar mucho, gordas como ella pocas, y como hipnotizado por el movimiento de las llamas, comencé a sentir como esa comodidad iba a parar a mi entrepierna. Con solo estar un poco empalmado, noté como mi paquete daba contra el culo de Estrella, poniéndome nervioso a la vez que excitado. Acabé completamente empalmado, con un bulto en el pantalón del chándal que golpeaba adelante contra mi prima. Girando la cabeza, me miró medio sonriente y algo asombrada. Haciéndome el que nada sabía, como si eso fuese posible, le pregunté qué pasaba y ella respondió con un “-Nada. Yo no digo nada”. A Estrella le debió parecer divertida la situación y se puso entonces a hacer fuerza con su culo, apretándolo contra mi erección. Dejando de lado lo mucho que me estaba poniendo con sus movimientos, estaba alucinando con lo que estaba sucediendo con mi prima, de las gordas y macizas, y también preocupado porque alguien de alrededor nos descubriese, aunque ella lo hacía todo de una forma muy disimulada.

Durante un buen rato, Estrella estuvo frotándose despacito con mi paquete, masturbándome con su culito. Levantándose por unos segundos, ella se inclinó hacia delante a tirar al fuego el pañuelo con el que se había estado limpiando la nariz. Al regresar delante mía, su culo se apretó por encima de mi paquete y bajo hasta sentarse, haciendo algo de palanca sobre mi polla. Dándome un chispazo de placer, se me escapó un resoplido que solo ella escuchó. Miré que mis primos, que seguían a nuestro lado, no se hubieran dado cuenta de nada. Estaba poniéndome ya muy cachondo y mi prima también parecía haber dejado de tomarlo como un simple juego. Agarrándola por la cadera con disimulo, froté mi paquete contra su culito y su bajo espalda de lado a lado. Ella dio un corto gemido que captó la atención de unos de mis primos por un instante. Al oído, le dije de ir a otro sitio. Sin decir nada, los dos nos levantamos y fuimos a la puerta de atrás en la cocina. Era una mujer como las de siempre amas de casa…

Afuera sería el último sitio en donde nos buscarían si alguien llegaba a echarnos en falta. Nada más salir, el viento nos dio un guantazo que nos heló la nariz y las orejas, haciendo que ambos moqueásemos un poco. La luz de afuera de casa no estaba encendida por los que todo estaba iluminado por la luz que salía por las ventanas del salón y la cocina. Llevándola del brazo, fuimos a un lado de la casa en donde estaba un poco más oscuro y una gran planta de jazmín nos tapaba de donde la puerta. Pegándome a la pared, atraje a Estrella con las piernas todo gordas y nos besamos. Primeros con los labios, después con nuestras lenguas. Era como si ambos luchásemos contra el frío poniéndonos todo lo caliente que pudiésemos y la verdad es que hasta entonces, mi prima resultó ser la más pasional de las chicas con las que me había costado hasta entonces.

Que el frío nos impidiese desnudarnos, aunque fuese parcialmente, no nos impidió que nos frotásemos sobre la ropa. Su grueso yérsey hacía morboso coger sus tetas. Ella en cambio lo tuvo más fácil a la hora de sobarme el paquete sobre el chándal que, al llevar tanto tiempo fuertemente empalmado, lo estaba mojando de preseminal. Agachándose, mi prima tiró del pantalón para dejar salir a mi polla. Soltándome un largo lametón, pego sus labios al capullo y tragó. Recibiéndome su lengua en el interior, mi polla fue entrando en su boquita hasta que ya no pudo más, dando marcha atrás para repetirlo. Allí afuera, con aquel frío de pelotas, lo calentito de su boca sobre mi polla hacía la mamada más increíble. Por esta razón precisamente, tuve que cogerla de la cabeza y hacer que subiese para no acabar tan rápido. Me lancé a su cuello, que bese y chupe, haciendo que gimiese de gusto. Desabrochando sus pantalones, metí mi mano por dentro de sus bragas grandes y gordas y acaricié su vulva con los dedos. Su clítoris se puso erecto y más abajo palpe su humedad, frotando su sexo sin parar.

Ella misma fue la que se despegó de mí y me pidió con la mirada que la follase. Sacándome la cartera del bolsillo, me cogí un preservativo y me lo enfundé. Mientras, ella se había bajado los pantalones y las bragas, cagándose en el frío que hacía. Sujetándose a mí, metí mi polla por entre sus labios, buscando la entrada a su vagina. Encontrándola, apreté a mi prima contra mí y se la fui introduciendo. Los dos respiramos con fuerza durante todo el trayecto y hasta que mis huevos se estrujaron contra sus muslos. La pose me hacía flexionar las rodillas para poder penetrarla, por lo que no podía ir muy rápido cuando por fin me puse a darle. Al menos mi prima tenía el coño elevado con lo que podía metérsela hasta más de la mitad aunque lo estuviésemos haciendo los dos de pie.

Haciéndome parar, Estrella se sacó mi polla y se subió los pantalones hasta bajo el culo ya que el frío comenzaba a superarla. No le faltaba razón, al estar mojada de su vagina, yo tuve que cogerme la polla para que no se me helase también. Eso sí, los dos seguíamos suficiente caliente como para seguir follando hasta que muriésemos de frío y esto si antes no salía nadie a interrumpirnos. Teniendo los pantalones subidos, metérsela de frente iba a ser jodido pero Estrella, gorda entre las gordas, entonces se puso cara a la pared con las manos en ella y arqueó la espalda para dejar su coño accesible desde atrás. Acariciando su culito frío, puse mi polla una vez más a la entrada de su vagina y la penetré. Por la boca se me puso a salir un montón de vaho al ponerme a jadear sin control. Al estar con las piernas cerrada por los pantalones, su interior apretaba mucho más, cosa que no me esperé. Ella gemía ahogadamente para que no hacer más ruido del que ya hacíamos pero, al pegarme totalmente a su cuerpo y llevar la mano a su clítoris por delante, no pudo reprimirse más y comenzó a gemir. Menos mal que allí afuera no había nadie y todas las ventanas estaban cerradas.

Me faltaba poco para correrme cuando me puse a metérsela a golpes. Aplastando mis huevos contra su coño acabé por eyacular, estremeciéndome con cada corrida que derramaba en el preservativo. Estuve sin parar del todo de meterla, esperando a respirar con calma, y entonces Estrella me pidió que continuase, que siguiese un poco más. Tomando velocidad poco a poco, seguí penetrándola como ella me había pedido. Iba a correrse ahora ella con lo que masturbe con ganas su clítoris. Dentro de su coño, mi polla entra y salía más rápidamente a causa de lo muy mojada que empezaba a estar. Entre mis brazos, Estrella se contrajo por el placer del orgasmo. Las paredes de su vagina apretaban y soltaban mi polla, calentándose con cada contracción. Si no hubiese acabado de correrme seguro que no hubiese podido resistirme al sobreplacer que provocaban sus espasmos vaginales, esas piernas bien gordas.

Esperé hasta que ya pareció dejar de sentir el orgasmo para sacarla. Estuvo difícil quitarme el condón de lo que estaba lleno por fuera y por dentro. Ella saco un pañuelo de papel con el que se limpió antes de subirse del todo los pantalones. Yo fui hacia la puerta y esperé a que viniese y entrásemos juntos. Dentro, regresamos frente a la chimenea a calentarnos un poco y esta vez cada uno en su asiento, por desgracia.

FIN

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