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Me pierden los uniformes
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Cerró la puerta de casa y se desplomó contra ella en el suelo. Estaba hecha un lío. Quería creer que el abandono de su pareja de los últimos cinco años, no se debía a que no la quería. Suspiró cogiendo aire profundamente y decidió darse una ducha antes de salir a dar una vuelta por la playa.

Paseaba despacio, el tacto de la arena bajo sus pies descalzos la transportaba a aquellos veranos siendo niña cuando todo era perfecto, o así lo recordaba ella. Alzó la vista alejándose de lo que le hacía sentir la fina arena, y vio cómo dos policías de uniforme impoluto recorrían el paseo…

«¡Vaya! Por esos dejaba que me detuvieran, me esposaran o lo que les pareciera más oportuno dentro de los límites de la ley… o no».

Se acercó disimuladamente hacia las escaleras y pasó junto a ellos dejando una mirada perdida, llena de intenciones mientras humedecía sus labios, a uno de ellos. Su compañero no pareció darse cuenta, pero él no pudo evitar sonrojarse tímidamente.

Cada tarde a la misma hora decidió salir a pasear por la playa,

«Sí, es reciente la ruptura pero… ¿qué hay de malo en un parche mientras olvido? Los uniformes siempre me han puesto…».

Y como cada tarde, siempre el mismo ritual hasta que un día el compañero que no parecía darse cuenta de nada decidió dar el primer paso.

—Perdona, esta noche hay una fiesta en la playa al acabar nuestro turno, ¿vienes y te tomas una copa con nosotros?

—Vaya… creía que los polis comulgabais contra el alcohol… -De nuevo aquella sonrisa pícara recorriendo sus labios con su lengua mientras veía como su poli se ruborizaba.

—Mi compañero no podrá negarle una copa a alguien como tú, aunque sea sin alcohol.

Estaba nerviosísima, llevaba demasiado tiempo fuera del mercado, pero desde luego había comprobado que sus cualidades seguían igual que hace cinco años.

«Ojalá lleve aún el uniforme… ¿todo esto es solo por eso?».

No lo sabía, pero tampoco le importaba. Se maquilló, sus cremas aromáticas se desprendían por todo su cuerpo y su precioso vestido ibicenco, blanco impoluto, hacía el resto.

Bajó despacio las escaleras oyendo de fondo la música intentando verles antes de que la vieran a ella. No se lo podía creer…

«¿Hemos vuelto al instituto?».

Quien le había invitado estaba frente a ella con su poli de espaldas; hablaban mientras la miraba y sabía que le estaba describiendo cómo iba vestida. Se acercó despacio y cuando se encontraba a poco más de medio metro, él se volvió.

—¡Qué bien que hayas venido!

—Mmm… ¡qué bien que llevéis los uniformes! —Andrea se sorprendió de que su mente no fuera capaz de filtrar nada antes de hablar, ¿ya? ¿Tan pronto sin ni siquiera una copa?— Me encantan, siempre me han gustado.

—Huy, me está vibrando el móvil… os dejo chicos, luego os veo. —Definitivamente sabía muy bien cómo hacer de celestino.

—¿Damos un paseo los dos solos? —La expresión en los ojos de su poli no parecía dejar lugar a dudas.

Caminaban despacio, Andrea se apoyó en su brazo para descalzarse y pudo ver cómo su brazo tonificado originaba las que esperaban, fueran solo las primeras contracciones entre sus piernas. Era una conversación puente, de aquellas que solo llevaban a lo que ambos ya sabían. Un rato después, que para Andrea fue eterno, se vio frente a una caseta de esas como las que salían en los vigilantes de la playa, y lo quiso interpretar como una señal (o eso se dijo a sí misma).

—No sabían que existían de verdad, nunca había visto ninguna sin Pamela corriendo cerca. —Ambos rieron y por fin parecía haberse roto la tensión entre ellos— ¿Podemos echar un vistazo o nos detendrán por algo así como allanamiento de propiedad?

Ambos rieron mientras subían las escaleras sin que él dijera nada.

«¿De verdad es así de soso?»

Abrieron la puerta y antes de darse cuenta, se vio contra la pared con su lengua siendo cacheada sin previo aviso. Cogió sus muñecas y las puso sobre su cabeza mientras Andrea no podía salir de su asombro. Él no dejaba de deslizar su cuerpo de arriba abajo frotando su erección sobre su cuerpo provocando que Andrea gimiera en su oído mientras aquel beso apasionado no parecía tener fin…

—Con lo tímido que parecías…

—Me gusta pillar a la gente por sorpresa…

Estrechó sus muñecas con solo una mano mientras con la otra se desabrochó el pantalón y dejando respirar a su sexo.

—Me encanta tu vestido, no hará falta que te lo quite…

Andrea creyó morir al ver cómo su mirada se adentraba en lo más profundo de ella y no vio venir esa primera embestida que vaya si la había cogido por sorpresa…

—¿siempre estás así de preparada?

—Solo para los polis…

Mientras una mano seguía maniatando sus muñecas la otra estrechaba sus pezones y los acercaba a su lengua; pequeños mordisquitos despegaban sus pezones erguidos por él, la situación, su uniforme… sin que las embestidas cada vez más profundas, cesaran…

—No pares por favor, no pares…

—No pienso hacerlo, solo quiero atravesarte más fuerte.

Andrea no pudo evitar gritar sintiendo una excitación, como nunca antes, que quería desprenderse de ella deshaciendo su cuerpo en jirones exhaustos de placer. Ambos gimieron y cayeron sobre el suelo a metros de aquella arena que tan inocentes recuerdos le habían traído hace semanas.

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