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Quería jugar pero él no me dejó

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Hoy quería jugar, pero él no me dejó, me puso a cuatro patas y se agachó detrás de mí. Sentí su lengua por mis músculos y me dejé hacer, agachándome y dejando mi culito en pompa, de manera que mi sexo sobresalía en esa postura… todo para él.

Y su lengua enseguida reaccionó a mi postura y encontró mi sexo, que lo recorrió despacio, de arriba abajo, deteniéndose en mi ano, para volver a descender, perdiéndose cuando intentaba llegar a mi oculto clítoris.

Pero lo que era inaccesible a su lengua no lo fue a su mano. La puso sobre mi sexo y su pulgar entró suavemente en mi bien lubricado sexo, mientras que el resto de los dedos se perdían entre mis muslos, intentando llegar a mi clítoris, buscando mi placer.

Le ayudé separando un poco mis piernas, y su mano empezó a acariciar suavemente mi sexo, despacio, con movimientos suaves, mientras que su pulgar hurgaba profundamente en mi vagina.

Cuando intentó juntar el pulgar con el índice y el medio se encontró que mi vagina le impedía lograrlo, pero por el contrario, la presión que ejercía el pulgar en el interior de mi músculo vaginal, en esa zona carnosa tan sensible que tenemos las mujeres, y a la vez el movimiento alternativo de los dedos que tenía fuera sobre mi clítoris provocó que la excitación se disparara.

Si seguía así seguramente me correría, y pensé en retener mi orgasmo, pero al comprender que esa caricia me estaba volviendo loca me deje llevar y enseguida alcancé el clímax. La verdad que esa zona carnosa del interior de mi vagina es de las más sensibles que tengo.

Sacó su dedo empapado de mi sexo y se puso detrás de mí, penetrándome suavemente. Con sus rodillas puestas a los lados de mis piernas hizo presión obligándome a cerrarlas, y sentí su pene muy dentro de mí.

Me agarró de mis pechos y me incorporó un poco, mientras comenzaba un movimiento suave de vaivén que lo sentía intensamente después de mi reciente orgasmo.

Sus manos acariciaban mis pechos, pellizcando mis pezones, estirándolos, retorciéndolos despacio. Acercó una mano a mi boca, y le chupé y mojé los dedos, de manera que cuando volvió a pellizcar mis pezones estos se escurrían de entre sus dedos.

Él me agarró de los dos mofletes del culo y los separó hacia los lados, de manera que consiguió una penetración muy profunda y muy placentera para mí.

Aproveché que había dejado mis pechos para agacharme y separar un poco mis piernas. Él me dejó separando un poco sus piernas, y aproveché para empezar a acariciarme suavemente el clítoris.

Que yo me masturbara es algo que le gusta mucho. Le gusta sentir en esta postura que mientras está penetrándome yo busco mis propios orgasmos con mis dedos.

Y buscarlos es fácil porque enseguida me llegan. El acariciar intensamente mi clítoris a la vez que me penetras me produce un placer intenso y puedo provocarme orgasmos uno tras otro, pero prefiero alargar un poco más la mano y acariciar sus testículos.

El tocárselos desde esta postura le provoca una excitación muy grande y enseguida aumenta el ritmo de sus movimientos, lo cual me excita aún más.

Cada vez que me corro mi sexo se inunda de mi jugo de placer, y su pene se desliza más fácilmente. Entra y sale con mucha facilidad, y mientras a mí ese movimiento me provoca cada vez más placer, más y cada vez más intensos orgasmos, también me dilato más y él siente menos en su pene.

Con sus dedos al lado de mis labios exteriores, y la palma de su mano estirando a los lados, con mi sexo muy abierto, decide apretar, penetrarme muy profundamente.

Y eso provoca un orgasmo muy intenso, muy fuerte. Es muy difícil de describir la sensación que me provoca ese movimiento. El orgasmo viene de dentro, de muy dentro, y estalla, pero como no se mueve y me siento llena, no acaba de explotar.

Me quedo en el clímax, sin poder llegar a correrme del todo, sintiendo un placer extremo, sintiendo que no puedo respirar, e instintivamente llevo la mano a mi clítoris y me acaricio intensamente, apretando, como una loca, logrando hacer estallar mi orgasmo, recuperando la respiración en medio de jadeos de placer.

Pero ese orgasmo sólo fue mío, porque él continuó sin correrse. Pero se fijó en un detalle, que cada vez que me corro, mi esfínter anal se dilata por el placer.

Así que lo mojó un poco con saliva y lo empezó a lubricar así. El jugo de mi placer que rezumaba de mi sexo también sirvió para esa lubricación. Empecé a sentir la caricia de su dedo despacio, alrededor de mi esfínter, apretando un poco.

Que me acaricien en mi ano cuando estoy en esa postura y tan excitada me resulta muy placentero. Enseguida sentí que su dedo me penetraba por detrás y empezaba a acariciar su pene desde dentro.

Dejaba el dedo quieto mientras se movía con su pene dentro y fuera y el placer era indescriptible. Salía del todo y volvía a entrar y cuando entraba sentía como su dedo acariciaba su glande a través del más que muy sensible pedacito de carne que separaba mi ano de mi vagina, y el placer que me proporcionaba era muy intenso.

Esa caricia me relajaba, pero no me provocaría un orgasmo. Sentía que podría estar en esa posición horas y me dejé hacer.

Sacó su pene de mi vagina. Mis jugos mojaban mus muslos, empapados por el placer de mis orgasmos, y humedeció un poco sus dedos para acabar de lubricar mi ano. Apoyó su pene durísimo sobre él y empujó suavemente.

Sentí un poco de presión, pero relajada como estaba mi esfínter cedió fácilmente a la presión y su pene entró en mi ano despacio pero inexorablemente. Pensé que nunca llegaría al fondo pero al final lo consiguió. Lo hizo despacio, con su pene muy lubricado de mis jugos, hasta llegar a introducirlo del todo.

Lo sentí tan dentro de mí, sentí que me llegaba a partes de mi vagina a las que jamás llegaría desde otro lado, y me sentí llena.

Empecé a acariciarme con la mano. Estaba empapada y mis dedos entraban sin dificultad en mi sexo, e incluso podía sentir con su tacto el movimiento de su pene dentro de mi culo.

Cuando me lo hacen por ahí no tardo en correrme. Son orgasmos distintos, intensos, cálidos, largos, que me vienen muy de dentro. El no poder hacer fuerzas con mi ano al correrme por tenerlo lleno los convierte en orgasmos muy largos, que parece que no se acaban nunca, y que se enlazan uno tras otro.

Volvió a cerrarme las piernas y saqué el culo hacia fuera, por lo que la penetración fue muy profunda. Cada movimiento que hacía sentía que me movía todo mi interior. En esa postura su pene se alejaba un poco de mi vagina, pero eso no impedía que los orgasmos se encadenaran uno tras otro.

Pero también era cierto que en esa postura perdía el control, ya que con las piernas cerradas y su pene fuera de mi vagina, pero acariciándome intensamente desde atrás, no tenía forma de provocar, acelerar o controlar mis orgasmos, que venían uno tras otro, dejándome sin respiración.

Mi realidad se alejaba de mí, me sentía flotar fuera de control, en un mar de placer del que deseaba salir, explotando en un intenso y placentero orgasmo.

Me incorporé sobre mis manos, y él aprovechó para agarrarme los pechos. Ese momento de echarse hacia delante hizo que su pene se acercara a mi vagina, recuperando el control.

Hice un poco de fuerzas con mi vagina y el orgasmo que me provocó fue espectacular, intenso, inagotable. Sentí que él también se corría a la vez, y sentí su semen muy caliente en mi tripa, mientras continuaban los espasmos de mi placer.

Fue un polvo espectacular, la verdad.

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