Nuevos relatos publicados: 6

Con un compañero de oficina casado

  • 7
  • 23.966
  • 9,91 (34 Val.)
  • 2

Cuando empecé a trabajar en esa oficina yo contaba con 30 años y estaba divorciada después de 10 años de matrimonio, se podría decir que fue un matrimonio bonito, pero se tornó muy monótono y ambos decidimos separar nuestras vidas por el bien nuestro.

En fin como les decía yo estaba recién divorciada y a los hombres en mi país les llama mucho la atención las mujeres divorciadas, porque según ellos son más fáciles de usar me entienden ¿verdad?, pero se llevaron muchas desilusiones conmigo, porque aunque este mal que yo lo diga, no soy una mujer de fácil convencimiento, soy más bien dada a la cosa de conquístame primero y luego de varias salidas veremos que hacemos.

En varias oportunidades estuve tentada de salir aunque sea para divertirme un rato, pero me aterraba la idea de salir con casados porque lamentablemente el mejor material masculino estaba casado.

Paso un año de trabajar en esa oficina entre flirteos y coqueteos, hasta que un día me di cuenta que uno de los que allí trabajaba, que era casado y que parecía bastante fiel a su mujer y fiel padre de familia me llamo poderosamente la atención, por su forma de ser, de tratarme; cada vez que estaba a su lado sentía un terrible cosquilleo en todo el cuerpo y me di cuenta que a él le pasaba lo mismo.

Un día nos fuimos de juerga entre cuatro, mi jefe, una amiga mía que por cierto estaba bastante enamorada de él, mi amor imposible y yo, fuimos a cenar a un restaurante alemán porque mi jefe era alemán y le gustaba mucho recordar su juventud y después terminamos en una disco, estuvimos un tiempo prudencial divirtiéndonos sanamente y luego yo dije "bueno tengo que retirarme"; a lo que mi amor imposible al que voy a llamar William contesto muy gentilmente "te llevo", el solo pensar en subirme a su carro fue para mí como si me estuviera diciendo móntate aquí que te cojo y sentí un calor en el cuerpo que hasta el momento no puedo describir, obediente me subí al carro y partió para mi casa; al subir una cuesta que había casi al llegar a mi casa, paro en seco el carro y me dijo, "lo siento, pero las ganas que tengo de hacer esto son más grandes".

De pronto sentí su boca rozar mi boca y no pude resistirme me colgué de su cuello y respondí con un beso apasionadísimo, no sé si producto del gusto que sentía por ese hombre o por la abstinencia sexual a la que estuve sometida por mucho tiempo, creo que había ambos sentimientos, pero con ese beso estuve a punto de hacer lo que ninguna mujer que se decía decente como yo hubiera hecho, por lo que un poco bruscamente le dije que no debía hacerlo, que su situación, que era casado y bla bla, lo único que él dijo fue "Tu lo querías tanto como yo, ambos estamos descontrolados y no tienes que cohibirte, siento como tiemblas en mis manos, siento como te estremeces cuando me acerco a ti en la oficina”, tuve que admitirlo y romper con todos los escrúpulos que yo misma me había puesto encima.

“Bueno –dijo- tengo que dejarte me esperan, puedo invitarte a salir el domingo”, el domingo, imagínense los domingos ningún hombre bien casado o feliz sale de su casa, pero supongo que cuando se trata de tener una aventura inventan cualquier cosa. En realidad no me importo, lo único que yo quería es tener un momento a solas con ese hombre que me estrujaba los sentidos más íntimos.

Llego el domingo esperar ese día para mí fue como esperar un regalo en mi cumpleaños, me encontraba en casa de una amiga, hasta que escuche la bocina de su carro, salí corriendo como si me estuvieran liberando de un encierro, me subí a su carro como elevada por un pedestal, ni siquiera le pregunte donde íbamos, cuando me di cuenta estábamos en la puerta de un motel, mi corazón latía tan apresuradamente que no tenía ni fuerzas para decirle porque, mi razón luchaba con mis deseos, hasta que nos vimos dentro de una habitación bonita, cómoda con un enorme jacuzzi y todas las comodidades que te puede dar un hombre apasionado.

De pronto sus manos rodearon mí no tan esbelto cuerpo, tengo que reconocer que no tengo un cuerpo como todas las heroínas de los cuentos eróticos más bien un cuerpo rellenito, pero eso si mis méritos son tener dos hermosos, grandes y redondos pechos, acompañados de dos larguísimas y sexys piernas, ¿dónde iba? ¡¡Ah!! me rodeaban sus manos y sus brazos, que rica sensación, que calor, ¡¡¡que gusto!!!, estaba al borde del éxtasis, con manos de experto iba desabrochando mi blusa, sin dejar de acariciar mi culito que se estremecía de placer al sentir manos tan varoniles, mi blusa cayó al piso y sus ojos se agrandaron de placer al ver el espectáculo que le mostraron mis bien dotados pechos.

Se puso de rodillas al piso para con su lengua acariciar mi vientre y jalar con sus dientes mi falda que ya estaba casi del todo abierta, el placer hacia que mi corazón latiera cada vez con más fuerza y le pedía casi a gritos que hiciera conmigo lo que quisiera, me veía despojada de casi toda mi ropa, solo quedaba para salvar la poca decencia que quedaba en mí, una braguita pequeña que dejaba ver mi tímida y bien guardadita rajita, pero él estaba tan ansioso de mí que sus manos no dejaban de acariciar y estrujar mis pechos, mis pezones estaban tan parados que no sentía ningún dolor cuando él los mascaba como si se tratara de un suculento bocado su lengua los recorría una y otra vez, yo ya me había encargado de sacarle toda su ropa y nos encontrábamos tendidos en la cama, que buen trabajo el hacía conmigo, sus dedos dejaron un momento mis ansiosos pechos para bajar a mi vientre y luego uno a uno se encontraban acariciando mi rajita, la cual a esas alturas se encontraba húmeda y loca por ser penetrada por ese hombre tan bien dotado.

Sus dedos se encontraban en mi coñito acariciando mi clítoris y masturbándolo, no podía razonar le gritaba que me penetrara, que acabara con esa agonía de amor a la que me tenía sometida, pero él no iba a dejar que ningún lugar de mi cuerpo dejara de gozar de tan enorme, poderoso e inenarrable placer, empezó a bajar poco a poco de mi vientre a mis pies, su boca se encontraba chupando uno a uno los dedos de mis pies lo hacía con tantas ganas.

De pronto lamiendo mis piernas, hasta sentir su cabeza entre mis muslos, separo mis piernas y con su riquísima lengua empezó a comer mi coñito, él estaba tan sediento como yo, su respiración era caliente y me transmitía ese calor hasta el interior de mi vientre sentía como su lengua entraba y salía de mi rajita, chupando, mordiendo e invadiéndome de todo ese placer que solo un amante sediento sabe dar, de pronto se sentó frente a mí y separando mi piernas puso su gran pene erecto, caliente y duro en mi entradita toda mojada y chorreando mis jugos como si hubiera tenido diez orgasmos con todo ese chupeteo.

No pude contener sentir ese miembro todo hinchado y caliente en mí, que levantando mis caderas introduje todo ese portento dentro mío, lo sentí gritar de placer, arremetió contra mí una y otra vez no dejaba ningún lugar dentro mío sin tocar, nuestros movimientos eran como si un terremoto los estaría guiando, sus manos no dejaban de estrujar mis pechos y yo no dejaba que ningún movimiento de sus caderas se escapen del compás de las mías, de pronto sentí como toda su leche caliente invadía mi vientre, mi coñito se estremeció de tanto calor y empezó a sentir unos hermosos espasmos de placer.

Todo mi cuerpo se estremecía por el éxtasis y el orgasmo que estaba sintiendo, esto duro unos cuantos segundos como dura todo lo bueno en el mundo, luego nos dejamos caer en la suave cama y el con todo el cariño que puede sentir un amante por su pareja me abrazo y acaricio la cara, indicando que todavía no había sido suficiente y estuvimos así repitiendo esa misma hazaña por casi 4 horas, porque no podía dedicarme más tiempo, ya saben estaba casado.

Esa fue la primera vez que salí con mi hombre ideal.

(9,91)