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(14) Pensamientos

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Grafiti pintarrajeado por descerebrados, enfrentada a Daria, ambas dos son contrapuestas. Zahr es más sensible y le dije que se tapara, podía herir la sensibilidad de los censores.

En cuanto a TENDED_EROS, aprovecho para explicar la causa de que le escriba de esta forma, ya que parece que no lo ven. Tiene que ver con Eros, y he aprovechado la palabra y que encierra todo lo que tiene que ver con la ropa lavada y puesta a secar en cuendas, resumiendo es el tendedero.

En cuanto al conjunto de ropa interior, se estudia para hacerle más atractivo a la mirada masculina, y nadie pone pegas en ese sentido, soy experto en ello y en un importante centro, en la planta de las féminas, tuve cierto roce que saltaron chispas de la señora que atendía la zona de ropa interior femenina.

Ya de entrada se sorprendió cuando vio que llevaba datos, es decir medidas de quien pensaba regalar bragas y miraba de reojo a los sujetadores, todo de fantasía, y de colores entre el negro, escarlata, azul oscuro y plata, rojo brillante con ribetes dorados y una larga combinación de colores intensos.

La señora opuso resistencia, no quería sacar muestrario, y se me terminaba el tiempo, por tanto a otra empleada le pedía que avisara a la jefa de planta, y era la que me atendía, esta sonrió, entonces dije que llamara al jefe de los jefes de planta y que tenía prisa.

Y apareció un tipo estirado, y escuchó mi reclamación, ver muestrarios de ropa íntima femenina, este miró a la señora, esta se alejó murmurando, el jefe de los jefes hizo una llamada con su móvil dándome la espalda y procurando quitar hierro al asunto ocupó el tiempo suficiente para que aparecieran en escena de tías jóvenes, no más veinte años calculé, charlatanas y pasando por encima de su jefe me cogieron del brazo y me llevaron hasta un mostrador, una de ellas desapareció y la otra me interrogó que era lo que buscaba.

Y le puse al corriente de mis ideas de las dos piezas, incluso de dos fulares de seda negros transparentes, hizo un gesto, dije que podía encargarse de buscarlos, preguntó que tenía que ver con las prendas interiores, le dije que servían para dos cosas, una para atarla a la cama y la otra por si acaso no le gustaba el conjunto, se lo pondría en su lugar, no iría desnuda debajo del vestido.

La otra había llegado y no había perdido nada de mi respuesta, ambas dos cruzaron una mirada de inteligencia, y volvió desaparecer en busca del fular.

El conjunto era de color negro que no cubría nada, además tampoco ocultaba nada a la mirada, muy suave y con deshilados dobles que le daban cierto aspecto de gastado, y la que fue en busca de todo, dijo que gastado de ponerse y quitarse, aunque ese desgaste era más de arrancarse que de quitarse con cuidado.

Reímos la ocurrencia, el jefe de los jefes de planta no, pero no vi reacción alguna, otro muermo pensé. Además las dos chicas lo envolvieron con ciertos detalles que daban a las cajas cierta duda en su contenido, dijo una de ellas que estaba pensado, parecía una caja de zapatos, y me dio que pensar, pero con ese conjunto y unos zapatos no lo veía claro, de nuevo ellas dos cruzaron otra mirada y preguntó ¿zapatos de baile?, ahora el sorprendido fui yo y el jefe de los jefes mostró cierto interés, aquella venta prometía.

Y respondí que no fueran como los de cenicienta, ambas dos rieron y no dejaron de reír cuando les dije que ese regalo tenía gato encerrado, posiblemente terminara en una subasta, la fiesta era de fin del invierno, y no había reglas, el año anterior uno quiso subastar a su chica, no causó sorpresa alguna, pero le convencieron de que no lo hiciera, las leyes lo impedían.

Y la misma escapó en busca del calzado, cuatro cajas de zapatos y un par sirvieron, finos de medio tacón fino y además hacia juego, de color negro con un ribete en el borde de color plata.

Total 137,50 €, el jefe de los jefes se despidió contento, ambas dos me dijeron que volviera a contarles el final y lo hice dos semanas después. El regalo fue un éxito total, y lo que más le gustó fue eso que dijo la espabilada, que esas prendas no se quitaba, se arrancaban, acto que producía cierto descubrimiento de sensaciones nuevas y más si el siguiente acto entraban en juego los fulares, pero no para atarla, no, para cegarla, cubrir sus ojos y que viera todo a través de un velo negro, y el siguiente paso fue otro día, ya que me di cuenta que debía de rizar el rizo.

Una tarde con esa lencería, la lleve a ver una exposición, abrió la boca debido a la suma de lo que vio, la tarde gris y viejos coches fúnebres. Le dije que echar un polvo de forma experimental, en el lugar donde se colocaba los féretros.

Es otra historia que he abreviado mucho, de veintidós páginas a un párrafo de tres renglones y poco.

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