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Sexo con el nieto de la segunda esposa de mi abuelo

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Ya estaba yo preparado para ir a visitar a mi abuelo, aprovechando el fin de semana con puente, lo que me daba cinco días para pasarlo bien y acompañar a mi abuelo, pensando que andaría muy solitario por su casa y su campo.

Dice mi padre, que en verdad es muy divertido, que soy exagerado vistiéndose para ir medio desnudo, le digo que me gusta exhibirme, que me miren y mientras hablan de mí, se lo ahorro a otros. Mi padre se troncha con mis paridas y yo con las suyas que somos tal para cual. Cuando salí de casa con mi mochila, me había dicho:

— Joel, y no te folles al abuelo.

Mi madre se desespera cuando nos ponemos en este plan. Pero mi padre sabe cómo contentarla y más si yo no estoy, entonces la casa es solo para los dos, porque esos no piensan en follar sino en estar follando siempre por todos los rincones de la casa. Mi madre no es para nada una mojigata, sino más bien es una maniaca sexual, que me lo ha contagiado, hasta tal punto que cuando me compra un jean o un short vaquero, me los pongo y voy diciéndole donde quiero los desgastes y los agujeros, siempre ha de haber algo en una nalga. Con eso consigo pasar de las prendas y series y tener prendas totalmente originales; además, me lo hace muy bien y a veces más atrevido de lo que le indico.

Tengo 20 años, soy guapo, porque me han hecho un calco de mi madre que es guapísima, si me visto sus prendas con peluca y me arreglo —lo he hecho muchas veces—, hasta a mi padre puedo confundir. Tengo la cara aniñada, o eso dicen, porque no creen que tenga 20 años, me hacen menos y si me miran mis piernas sin pelos, totalmente lisas, ya creen que son como máximo 14 años. Soy muy flaco como mi madre, voy al gimnasio y no consigo músculos y eso que trago todo lo que me echen por delante, pero no engordo; tengo reguero en mi delantera desde el esternón hasta arriba del pubis, marcadas mis diminutas tabletas del abdomen y por mucho que le dé duro en el gym no consigo ni bíceps ni tríceps, ni sixpack notables. Todo lo consumo creciendo, 1.89 y si crezco más tendré que cambiar mi cama de nuevo. Solo tengo tres cosas grandes, estatura, culo y polla, ah, sí, y mis dedos de pianista, largos también; por eso llego adentro hasta donde me gusta llegar.

Para viajar me vestí con uno de mis shorts muy corto que tiene bolsillo trasero roto y un agujero por el que muestro media nalga. En la parte superior llevaba un crop top, una de esas camiseta que enseñan el ombligo. Siempre voy muy depilado, depilación total, excepto la cabeza, ahí lo acumulo todo, aunque sin melena; uso gorra y gafas oscuras con cristales circulares. En los pies zapatillas con caña semi abrochadas. Pulseras en la derecha y mi Apple Watch en la izquierda. En mi mochila va mi iPhone, mis condones, un perfume y tres tangas cuerda. Pienso que en casa de mi abuelo podré ir desnudo, me comprará lo que necesite y no quiero nada más, ni ropa siquiera.

Me subí al bus hacia el interior. Después de dos horas y media de estar tocándome los huevos al final del bus, llegamos; me apeé en la entrada del pueblo, tal como me indicó mi padre. Como desconozco el lugar porque voy muy a la larga y hacía tiempo que no había estado, entré en la primera tienda que vi, era un pequeño supermercado pero bien abastecido, había un señor en la caja cerca de la puerta y dos personas comprando una vieja que se me quedó mirando con desagrado y un chico que ni se volvió cuando entré y saludé.

Yo presumo de buena educación, porque siempre que entro a un lugar o me encuentro con gente, acostumbro a saludar y muchos otros detalles para hacer la vida agradable, pero al parecer a todos no les gusta ver a un chico de 20 años vestido con un short agujereado, enseñando media nalga y con un crop top, piensan que eso es de mujer, ¡putos idiotas! Ya el conductor del bus me miró con cara de perro pero le pagué como todos los que subieron y se calló, solo su cara era canina. Es lo mismo que el tío de mediana edad que me dijo cuando subíamos al bus:

— La próxima vez vienes desnudo, chaval.

Ganas de contestar tenía, pero me callé, ni me volví a responder a alguien que habla por la espalda y no da la cara. Ni merecen caso, para ellos la indigencia es mi homenaje.

Pasé primero a comprar una botella de agua y una lata de cerveza para hacer luego una pregunta:

— Señor, ¿puede decirme que dirección debo tomar para ir a la cada de don Fabián Riquelme?

— Eso está lejos, —responde.

— Por favor, indíqueme cómo llegar que me va eso de caminar.

Cuando el señor iba a hablar, viene corriendo el chico que compraba y dice:

— Yo te llevo, que también voy allí.

Mientras me tomaba la cerveza, acabó de comprar, pagó y le ayudé a cargar las cosas en el coche.

— Yo soy Joel, nieto de don Fabián Riquelme.

— Yo soy Lorenzo, nieto de dona Juliana Figueroa, —me contesta.

Nos damos la mano, lo miro de frente. Guapo, guapo, guapo, como no los hay. Más flaco que yo, más bajito que yo, Más sonriente que yo. Piel muy blanca, ojos achinados, nariz recta y ancha, boca grande y unos dientes blancos de envidia. Vestía un short azul que le marcaba suavemente la punta del paquete, una camiseta y unas chanclas. Me quedé viéndole y él me miraba también. Para romper el fuego pregunté:

— ¿Quién es doña Juliana Figueroa?

— Mi abuela —me dice.

— ¿Vive tu abuela por allí también? —pregunto.

— Es la mujer de tío Fabián —me contesta.

— ¿Como que mujer? ¿Mi abuela? Hace años que murió…

— No; es mi abuela, se ha casado con tío Fabián, sin ceremonias de ninguna clase, viven como esposos y he venido a visitar a mi abuela, —me explica.

— Entonces… ¿qué somos tú y yo? —pregunto.

— Lo que quieras, eres guapo, vistes divertido, eres gay, —prescribe con seguridad.

— Sí, y tú, ¡joder! que no lo puedes disimular, —le dije por lo amanerado que era.

Subimos al coche, dentro me besó, le besé y enroscó su lengua, yo le di lengua, le pasé la mano por el paquete, él lanzó sus manos por debajo del crop top y pellizcaba mis pezones. El beso fue largo, grato…; cómo llegaba el puto maricón hasta mi garganta. Comencé a pensar cómo meterme la polla que notaba por encima del short de nylon, la supuse grande y esponjosa. Ya sentí deseos de meterme esa polla y me dediqué a abrir la cremallera de su short y se acordó:

— Vamos rápido que se va a descongelar todo lo que he comprado.

Nos sonreímos y llegamos a la casa. Me indicó que le ayudara a dejar las cosas en la cocina, que su abuela lo guardaría todo y él me presentaría a su abuela. Me pareció bien, me presentó, me dio dos besos húmedos en cada cara, me dijo que era mi tía Juliana y así se me quedó de momento. Luego Lorenzo fue a ver a mi abuelo y nos hizo pasar al salón, me reconoció y me abrazó. Luego dijo:

— Lorenzo, ya tienes compañía, acomódalo donde quieras…

— En mi cuarto hay mucho espacio, tío.

— He dicho donde quieras, —respondió mi abuelo que sabía el doble de la mitad.

Así que nos metimos en su cuarto donde había una cama de las llamadas de matrimonio, suficiente para los dos. Me mostró el ropero y me dijo que dejara mis cosas en la parte de la izquierda. Como no llevaba tanto, metí la mochila.

— ¿Para cuantos días vienes?, preguntó.

— Casi cinco…

— ¡Qué pena!, ¡joder! esperaba que vinieras para dos o tres semanas…

— Llamaré a mi padre para saber qué piensa, dije para consolarlo.

— Tu abuelo siempre habla de ti, casi todos los días me cuenta cosas tuyas de cuando eras pequeño, pero hace unos días que anda algo triste y me preocupa; si te quedaras más tiempo…

— Hecho; se lo diré a mi padre, pero piense lo que piense de aquí no me voy hasta que no me echen.

— Vamos a mostrarte todo.

Llegamos a la parte trasera de la casa y descubrí una piscina, limpia, agua azul, con motor para hacer circular el agua. Me iba explicando que mi abuelo había hecho esta piscina para que sus nietos vinieran a verlo, pero de ocho que tiene no viene nadie, que yo había ido hace once años, que entonces no tenía piscina. Que varias veces había llamado a sus cuatro hijos, pero nadie se decide a ir a pasar unas vacaciones con él. Me dio pena y me prometí a mi mismo que vendría todos los años.

Luego me llevó al bosque, nos tumbamos en un claro, mirando las copas de los árboles y el cielo azul. Lorenzo puso su mano derecha sobre mi short encima de mis genitales. Yo le imité, pero al momento me saqué mi short para que me sobara la polla y los huevos. No fue perezoso y se quitó su short de baño. Nos dimos media vuelta, nos pusimos de frente y nos besamos, nos enredamos a besos y me atravesó con su lengua toda mi boca. Me gustaba su sabor, su saliva, su lengua, el tacto de sus manos. Se movió sin ponerse de pie y me hizo un 69, me mamó la polla y me la puso dura, mientras yo le preparaba su culo, metiendo la lengua y de vez en cuando las yemas de los dedos. Cuando le había metido el dedo índice lo sentí gemir y al meterle la lengua se removió todo su cuerpo como si hubiera tenido calambres. Luego soportó mejor la preparación y pensé que estaba a punto. Me moví y nos pusimos en actitud fetal, paseando mi polla por el rafe del culo.

Supe que con esta postura no iba a entrar mi polla en ese culo y decidí tumbarme e invitarlo a que se clavara en mi polla enhiesta. Se puso en cuclillas sobre mi y le ayudé y clavó muy rápido todos culo. El muy bruto, como se cogía de las manos, levantó sus pies y quedó atravesado totalmente, con mucho dolor, notando yo el peso de su culo sobre mi pubis. Tuve que tirar de él para que pudiera apoyar de nuevo los pies en el suelo. Me sonrió y me dijo:

— ¡Ah!, ¡joder!, esto ha estado bueno.

Yo le sonreía y comenzó a cabalgar y cuando se cansó, pasé ha follarlo yo, levantando mi cadera cada vez. El tipo la gozaba y sin avisar se corrió encima de mí, me llenó el pecho y la cara de su lefa. Lo que cayó en mis labios lo probé, salada, rica, muy rica y me animé a follar más deprisa y acabar:

— Me corro, me corro… ya ya va, levántate…

Se sentó, no me permitió moverme y tuve una perfecta corrida en su interior que fue mi verdadero placer. Se me echó encima y me besó. Le dije que tomara de su esperma de mi cara para darme a gustar. Lo hizo y con un beso nos mezclábamos saliva y esperma. Se incorporó, se dio la vuelta como en 69 y me chupaba mi polla tragándose todo lo que allí quedaba. Al rato comenzó a escurrir mi semen de su culo y me lo dejé caer todo sobre la cara, algo probé. Pero como la estocada había sido tan penetrante, de allí venían trocitos de caca de mi amigo y dejé de comer mierda.

Estábamos sucios, muy sucios de semen, hierbas, hojas de los árboles, sudor y yo, además, de mierda. Así que buscaba dónde podría haber algún lugar para lavarnos. Le pregunté. Me dijo que no, pero que por allí no pasaba nadie a esas horas y que podíamos irnos a casa desnudos. No pasa nadie, pero nos cruzamos con un viejo que montaba un burro, con un señor en bicicleta, con un tío que nos miró riéndose y con un chico que al pasar por nuestro lado comenzó correr. No solo es que íbamos desnudos, sino que las ganas habían llegado y la teníamos de nuevo muy levantada y de vernos los dos en plan, la erección fue total. Llegamos.

Entramos a la parte de la piscina, nos duchamos y nadamos. Hicimos más cosas, las dejamos de momento, pues una piscina en casa para nosotros dos, una cama amplia para nosotros dos, un baño para nosotros dos y dos abuelos contentos con nosotros dos… merecía todo esto que me quedara siete semanas. Si os lo cuento todo os aburriríais, pero descubrí que Lorenzo tenía aviesos planes y conocía a más gente para realizarlos.

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