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Mi hermana querida (Parte 2)

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Mi hermana actualmente tiene 30 años. Yo tengo 23. La última vez que estuvimos juntos, habíamos tenido una experiencia íntima bastante satisfactoria, pero al regreso del viaje donde sucedieron 'cosas' entre ambos, no habíamos vuelto a estar juntos.

Ella está separada hace algunos años y bastante ocupada con su empresa (beneficio de la separación de su marido). Es una mujer hermosa y desinhibida.

—Hola hermanito. Hace mucho que no nos vemos —me dijo cuando entré a su departamento.

— Estaba por la zona y decidí hacerte una visita. —contesté.

— Sentate. Te serviré un trago.

Fue al mueble-bar y regresó con dos copas. Estaba vestida con un pijama de seda y descalza. El saco dejaba, por el descubierto de un par de botones, ver el inicio de sus hermosos pechos. Se sentó frente a mí en uno de los mullidos sillones de su living y el cabello abanicó sus hombros.

Seguía tan hermosa como siempre.

—No pensé que te fueras a dormir tan temprano. Veo que ya estás con ropa de cama —comenté.

Me comentó que se ponía cómoda al llegar de la empresa y le molestaba la formalidad de la vestimenta diaria.

Tomamos un par de copas y una picadita informal acompañó el alcohol.

—Contáme algo de vos, hermanito. ¿Estás saliendo con alguna chica? ¿Estás de novio? —preguntó.

—No, para nada.  ¿Y vos?

—Tampoco. Cada vez, me siento más sola. En el medio en que me muevo, pareciera que los hombres son todos putos. Me estoy resignando a estar sola y carecer de la pasión del sexo opuesto. —Comentó bajando triste la mirada y agregó— somos los hermanos desamparados.

—Me parece que una mujer sensual y atractiva como vos, es mentira que pueda estar sola. —Dije mientras me sentaba junto a ella.

Le acaricié la cabeza suavemente y tomé su mano. Los tragos estimulaban el desenfado de Patricia y acurrucándose en mi pecho dijo:

—¿Te gusto como hembra? ¿Te calienta una mujer como yo? Contestáme francamente. Olvidate que eres mi hermano.

—Sos una hembra fabulosa —afirmé— y si no fuera tu hermano, estaría dándote para que tengas y guardes.

—Decime, hermanito (siempre me llamaba "hermanito" cuando quería algo de mí) —dijo mimosa— ¿Es muy disparatado que te olvides los lazos de hermandad que nos unen?

—Es lo más fácil del mundo, contigo —y pregunté— ¿Sabés como que sos capaz de excitarme muchísimo?

—Es malo controlarse tanto —dijo sonriendo cautiva— Acariciame que te necesito. Necesito amor, afecto, pero también pasión.

Con mi mano izquierda acaricié su espalda desnuda bajo el pijama y con la derecha, desprendí los botones que aún tenía abrochados. Cuando sus pechos firmes quedaron al descubierto, me incliné y besé sus pezones endurecidos.

—Quiero que me sientas tu hembra, hermanito —casi gritó— estoy excitada y caliente como una perra.

Se inclinó a lo largo del sillón y le saqué lentamente el pantalón de seda. Fui bajando su tanga diminuta, mientras besaba su vientre. Tenía frente a mi cara su pubis y besé sus labios vaginales con ternura.

—Quiero que me comas la vagina. —Pidió— bebe mis jugos y hazme lo que quieras. Penetrame con tu lengua, por favor. —y exclamaba— Así, asíiii, aaahh no te detengas. Sigue, Sigue.

Éramos dos animales desesperados en la lujuria. Yo excitado con una erección colosal y ella presa de su abstinencia desatada. Su vagina humedecida intensamente pedía recibir el miembro ansiado.

—Te gusta? Estás disfrutando Patricia? —murmuré a su oído, mientras lentamente entraba al nido amoroso de su vagina sedienta…

—Cogéme fuerte. Violentamente. Te necesito así. —Gritaba— Más... Asiii No pares... Aaahhh.

Fue un encuentro violento. Un mete y saca intenso llegando al éxtasis. Orgasmos intensos, saturados de pasión. Sus uñas en mi espalda dejaban surcos apasionados. Nuestras bocas abiertas se besaban con lenguas enfrentadas embebidas en saliba. El vientre de Patricia, se empujaba contra mi pelvis.

Seguimos en el dormitorio. Casi toda la noche tuvimos sexo vaginal y también anal. Yo necesitaba también una intensidad gratificante como esta. Tendidos en el lecho humedecido de eyaculaciones desbordadas, quedamos agotados.

—Hermanito —musitó— Necesitaba esto. Me has hecho muy feliz.

—Vos a mí. —y agregué— pocas mujeres son tan hembras sexuales como vos.

Quedamos abrazados con ternura y sin culpas de incesto ni pecado.

Danino

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