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La dulce Julia, buena esposa y madre (II)

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De aquel evento organizado por la empresa, me llevé dos cosas.

Por un lado, la sensación agridulce de saber que Julia sentía algo por mí, pero que no estaba dispuesta a continuar, aunque fuese en secreto, una relación conmigo. Ni siquiera a vernos una vez más.

Por otro lado, el descubrimiento de que merecía la pena conocer más a Cindy, la asistente del director financiero en Londres.

No era la más lista de la clase, e inicialmente me aburrió hablar con ella. Pero más tarde, después de mi breve conversación con Julia, me volví a encontrar con ella. Estaba fuera de duda de que era un cañón de mujer, pero aparte me acabó haciendo reír. La simplicidad de sus conversaciones, la despreocupación sobre las cosas, la sencillez con que afrontaba la vida, me sentí cómodo.

Cindy era muy diferente a Julia. A parte de lo obvio, que era inglesa, tenía 27 años, media algo más de 1.70 cm, tenía el pelo rubio y ondulado, melena bien cuidada que le llegaba hasta casi la mitad de la espalda. Le gustaba vestir atrevida. Estaba claro que pasaba bastante tiempo en el gimnasio, tetas de tamaño normal, buen culo y piernas largas. Tenía los ojos verdes, bonita nariz puntiaguda, labios amplios y carnosos, y piel de tono rosado.

Empezamos a quedar, a escondidas, ya que yo no quería que se supiese en la oficina. No estábamos saliendo, simplemente éramos dos personas que se caían bien, probando cosas. Yo tenía 6 años más que ella, por lo que mis gustos eran algo diferentes. A ella le encantaba salir a clubs, beber, trasnochar. Era algo alocada y muy suelta. Yo por el otro lado, desde que empecé a salir con Lilly, dejé de interesarme por hacer tanta vida nocturna. Al final nuestro contacto se quedó en quedar a follar. Y no me podía quejar.

Cindy hacía unas mamadas de escándalo. Esa boca había recorrido mucha carretera. Yo, por otro lado, la abrí a un nuevo mundo. Un viernes noche, estando yo ya dormido, me llamó, con alguna copa de más, quería verme y que conociese a sus amigas. Era como una niña, infantil y se reía demasiado. Me molestó que me despertase, por lo que le dije que no, y que si quería que viniese a mi casa. Para mi sorpresa, lo hizo. La traté como una mierda, me la follé sin ninguna delicadeza, y como venganza final por joderme el sueño, la puse a 4 patas y me la follé por el culo. Era virgen por ahí, pero entre las copas, y las aparentes ganas que tenía de verme, la cosa no fue tan mal. De hecho, follármela por el culo fue una delicia. Tenía un culo duro de gimnasio, piernas fuertes, y una melena muy bonita que daba una preciosa imagen de ella ahí a 4 patas delante de mí. Estaba tan relajada y con tantas ganas, que pude follármela a buen ritmo. A ella, aunque al principio se quejó del dolor, le acabó gustando y acabó gimiendo como una loca hasta que no pude aguantar más, y me corrí placenteramente en su culo. Una sorpresa que fuese todo tan bien en la primera vez. Supongo que algunas han nacido para esto.

Cuanto peor las tratas, más se enamoran…Cindy empezó a salir menos, y a querer quedarse a dormir en mi casa los viernes. No siempre la dejé, pero alguna vez no venía mal. A parte, descubrí otra cualidad suya. Se conocía todos los cotilleos de la oficina, por lo que los sábados que me despertaba con ella al lado, me actualizaba con la última.

Habían pasado 5 meses desde el evento en el que vi a Julia por última vez. Con Luis, mi relación era normal. Seguía trabajando y entrenando con él como si nada. Sinceramente, llamadme frío, pero no tenía remordimiento alguno por lo que le había hecho. Para mí, Julia y Luis eran temas separados, aunque fuesen marido y mujer.

El siguiente sábado por la mañana me desperté, con Cindy a mí lado. Me pidió por primera vez que fuese a entrenar al gimnasio con ella. Iba a un famoso gimnasio que estaba de moda. Había escuchado a más gente hablar de él. Era grande, moderno, quien quería ser alguien, tenía que ir a ese gimnasio. Y por supuesto, Cindy tenía que ir allí:

Por qué no vienes mañana a entrenar al gimnasio conmigo?

No, paso. Además ya sabes que no pueden vernos juntos. Creo en las coincidencias, y seguro que hay alguien del trabajo que va a tu gimnasio

No digo que estemos todo el rato juntos. Además, nunca he visto a nadie del trabajo. Solo a una alguna vez, no es ni del trabajo, creo que es la mujer de alguien de la oficina, la ví en el evento de hace unos meses. Seguro que no nos la encontramos, el gimnasio es muy grande, y si te viese, ni te reconocería.

Como bien decía, creo en las coincidencias, o mejor dicho, en el destino. Seguí preguntando a Cindy:

Quién? Cómo es? Sabes de quién es mujer?

No sé de quién es mujer, mide unos 1.60 cm, morena de piel, pelo muy moreno, seguro que es española. Suele venir los domingos por la mañana. Pero tranquilo de verdad, seguro que no te reconoce. Y no estaré todo el rato al lado tuyo.

No hacía falta que me dijese más. Las probabilidades de que fuese Julia eran altas. Vivían cerca del gimnasio, y como me dijo Luis y yo mismo fui capaz de comprobar de primera mano, Julia se había tomado en serio el entrenamiento después de su segundo embarazo.

La verdad, aunque extrañamente Cindy había conseguido distraerme y despejar mi mente, pero seguía pensando en Julia normalmente. Esta era una oportunidad de verla otra vez, incluso hablar con ella. Si no era ella, al menos pasaba el domingo por la mañana entrenando. Le dije a Cindy que iría con ella al gimnasio el domingo. Se alegró muchísimo. Pobrecilla.

Quedamos el domingo muy pronto para ir al gimnasio. Inocentemente, le saqué a Cindy que había visto a esa mujer en el gimnasio solo los domingos muy temprano, casi al abrir cuando menos gente había.

Le dije que prefería ir lo antes posible, para evitar aglomeraciones. Quedamos en vernos ya dentro, para que no nos viesen entrar juntos. Tenía que seguir con la excusa de cara a Cindy, pero a este punto, me daba igual que Julia me viese con ella. Recuerdo cómo me miraba en el evento cuando me puse a hablar con otras.

Estaba ya en las máquinas, cuando vi llegar a Cindy, con una tremenda sonrisa. Le hizo mucha ilusión que fuese a entrenar con ella. Era una chica que afrontaba la vida de forma sencilla, y estos pequeños gestos le gustaban.

Pero por supuesto, tenía que ser la atracción. Aquí se acababa cualquier elemento de discreción que quisiese tener. Leggins de gimnasio color negro ajustados que dejaban poco a la imaginación, con un top deportivo de color blanco. La verdad que estaba muy buena, y era muy guapa. Me pregunto por qué se había pillado por mí. Yo estoy muy bien y en forma, pero soy 6 años mayor y me interesan cosas diametralmente opuestas a lo que le interesa a ella.

Estuvimos trabajando en las máquinas un rato, mientras observaba alrededor. No veía a Julia. Le dije a Cindy que quería ir a dar una vuelta para conocer el gimnasio, mientras ella se podía quedar en las máquinas.

Paseé por distintas áreas, hasta que llegué a la zona con máquinas de correr. Y de repente la vi. Estaba de espaldas a mí, en la cinta a unos 15 metros. Llevaba unos pantalones negros de deporte cortos, que dejaban a la vista sus muslos. Llevaba una camiseta rosa de deporte. La forma de vestir era lo contrario a Cindy. Julia era más sencilla y discreta. Se notaba que estaba en forma, tal y cómo la recordaba. Se me vinieron a la mente imágenes de su cuerpo desnudo, de sus tetas balanceándose debajo de mí, de mi pelvis chocando contra su culo, de mis labios besando los suyos. Me puse nervioso. Julia tenía el extraño don de dejarme indefenso. Era la única mujer que en los últimos años me había dejado embobado, y esto me atraía, a la vez que me asustaba.

Me quedé unos minutos mirándola. Vi cómo su cinta empezó a bajar el ritmo. Parece que iba a dejar de correr en breve. Lo que todos hacemos al dejar de correr es ir a llenar la botella de agua, así que localicé donde estaba la fuente, fui allí e hice como si fuese a llenar mi botella.

Esperé. Tardó unos minutos más en bajarse de la cinta. Cuando vi que se daba la vuelta para venir a la fuente, me puse de espaldas a ella, para fingir como si no la hubiese visto. Apareció a mi lado, giré la cabeza y me quedé mirándola, fingiendo sorpresa.

La verdad, no me costó poner cara de asombro. Ver su preciosa cara de cerca me dejó sin palabras, un escalofrío me recorrió el pecho. Ella giró su cara, y vi la misma reacción. Hasta me pareció ver que se le mojaban los ojos. Julia no utilizaba casi maquillaje, su belleza era natural. Tenía la cara sudorosa de correr.

Ninguno de los dos alcanzó a decir nada durante unos segundos. Pero yo fui el primero que habló, ya que estaba algo más preparado que ella para la sorpresa:

Julia, qué haces aquí?

Qué haces tú aquí?

Ese ligero acento canario nunca me dejará indiferente. Cómo lo había echado de menos.

He venido a entrenar. Sueles venir a este gimnasio?

Pues sí, domingos por la mañana y miércoles tarde. Tú vives lejos, por qué has venido a este gimnasio?

Me esperaba esta reacción, aunque su tono era más duro de lo que imaginé. De ninguna manera quería hacerle creer que esto no era una coincidencia.

He venido con alguien que suele venir a este gimnasio, me ha invitado.

Con quién?

Con alguien

Hice una ligera pausa antes de contestar esto último, y miré ligeramente hacia un lado cuando lo dije, como si no quisiese darle importancia y continué hablando antes de que siguiese preguntando.

Cómo te van las cosas?

Van bien, todo va muy bien, gracias

Me hablaba ahora con un tono tajante y seco, y me miraba con cara muy seria. Su reacción estaba siendo muy diferente a la de hacía unos meses. Parece que algo había cambiado. Solo quería verla, y me había imaginado una conversación distinta a esta. Decidí ir fuerte:

Oye vale, solo estoy intentando ser cordial contigo. Pero si me vas a hablar así, mejor me voy

Me giré a mi izquierda y empecé a caminar. En medio segundo Julia me agarró del brazo diciendo con tono mucho más suave.

No, espera! Perdona, no era mi intención, es solo que me ha sorprendido mucho encontrarte aquí

Seguro… pensé. Nadie reacciona inicialmente de esa manera tan brusca, y posteriormente tan apaciguadora, si no hay un tema personal involucrado.

En ese momento, y como si lo hubiese planeado, vi pasar a Cindy, que estaba buscándome. Me vio, sonrió, y se acercó a mí:

Hola! Te estaba buscando

No había reconocido a Julia, pero se había dado cuenta de que yo estaba hablando con una mujer atractiva, y quiso marcar su territorio. Me dio un morreo ahí mismo, delante de ella.

Antes de que Cindy reconociese a Julia y dijese más de la cuenta, hablé yo y le presenté a Julia como la mujer de Luis. Cindy se dio cuenta en ese momento, se puso roja, me miró de reojo y se presentó a Julia. Yo la miré como si estuviese enfadado, pero en realidad estaba en éxtasis.

Cindy empezó a hablar intentando aparentar normalidad. Julia no decía nada. Pero su cara lo decía todo. Si pudiese ponerse a llorar ahí mismo, lo haría. Julia era una mujer muy tranquila, delicada, y era incapaz de ocultar sus emociones.

Viendo su reacción inicial al verme, luego la reacción cuando amenacé con irme, y esta última reacción al conocer que Cindy estaba conmigo, no me quedaba ya ninguna duda de que no había conseguido olvidarme.

No puedo imaginarme el conflicto interno en el que vivía. Tenía la vida perfecta, un marido ideal, dos bonitas niñas, un trabajo de prestigio… y no podía quitarse de la cabeza al compañero de trabajo de su marido.

Cindy, que estaba muerta de vergüenza pensando que nos había delatado y que yo estaría enfadado con ella, finalmente se despidió poniendo como excusa que empezaba su clase de spinning.

Entonces miré a Julia, que por fin soltó una lágrima:

Estás con ella?

Respondí sin miramientos. Directo, sin pensarlo.

Por qué lloras? Qué pasa Julia?

Julia se desmoronó. Meses de luchar contra sus sentimientos, de mentir, de ocultar. Empezó a llorar. No podía arriesgar que nadie conocido nos viese así. La cogí de la mano y la llevé a unos servicios que había visto antes, en un área apartada y no muy concurrida.

Eran unos servicios con un solo baño, uno para hombres y otro para mujeres.

Entramos en el servicio de mujeres, y cerré la puerta:

Julia, qué pasa? Por qué lloras así? Por favor dime qué pasa

Por qué no me has llamado? Por qué no me has escrito ni un mensaje? – dijo entre sollozos

Cómo voy a hacer eso? Eres una mujer casada, y tu marido es mi compañero de trabajo. No puedo arriesgar que lo descubra. Además, lo dejaste bien claro la última vez que nos vimos, recuerdas?

No puedo quitarte de mi cabeza – dijo en voz baja – No puedo dejar de pensar en tí, no te puedo olvidar – empezó a llorar otra vez

Casi me hizo llorar a mí. La abracé, y ella enterró su cabeza en mi pecho. Volví a tener la bonita sensación que tuve cuando se quedó dormida sobre mí. Sentía sus tetas bajo su camiseta y sujetador contra mi cuerpo. Nos quedamos abrazados un rato.

El pomo de la puerta giró, pero el cerrojo estaba echado. Esto nos despertó. Miré a Julia, y Julia me miró con sus bonitos ojos negros. Otra vez esa sensación de no poder controlar mi cuerpo. Acerqué mi boca y la besé en los labios. Inicialmente no reaccionó, y me separé. Quizá la había cagado.

Pero entonces ella se acercó a mi y me besó. Nos besamos apasionadamente, sus brazos rodearon mi cuello. No tardé en poner mis manos en su culo. Meses de pasión contenida fueron liberados.

Le quité la camiseta. Llevaba un sujetador deportivo. Tenía el mismo cuidado vientre plano que recordaba. Ella me quitó el pantalón primero, era más directa. Zapatillas fuera, su pantalón también fuera, mi camiseta fuera mientras seguíamos besándonos. Pasé mis manos por su espalda, desabroché, pasé mis manos por sus hombros y deslicé. El sujetador cayó al suelo, y por fin volví a ver las preciosas tetas de Julia. Estaban como las recordaba, quizá algo menos voluminosas. Bonitas, con pezones centrados. No perdí tiempo y cogí ambas tetas con mis manos, mientras seguía besando a Julia. Las estrujé, apreté, acaricié. Me volvían loco. Julia cogió mi bóxer y lo bajó. Cogió mi polla con su mano y empezó a pajearme. Me empujó al WC, sentándome con mi polla ya erecta. Se bajó los panties deportivos. Tenía el coño bien depilado como la última vez. Abrió sus piernas y comenzó a sentarse frente a mí. Cogió mi polla con su mano y la apuntó hacia su coño.

Primero, la punta de mi polla tocó la entrada de su coño. Julia soltó un suspiro. Me encantaba ver su cara juvenil, ojos negros, nariz delicada, melena morena hasta los hombros, boca fina de labios suaves, disfrutar con la sensación de estar a punto recibir mi polla dentro. Era la dulce Julia, mujer de Luis, madre de dos hijas, pero también era mi Julia.

Mi polla empezó a entrar poco a poco en su coño. Julia iba bajando, mi polla iba entrando cada vez más profunda, hasta que Julia se sentó sobre mis piernas, con toda mi polla dentro. Yo tenía mis manos puestas en su culo, pero las separé para ir a sostener sus bonitas tetas. Julia me sonrió. Había echado de menos esta sonrisa. Volvió a levantarse para empezar un lento sube y baja, sacándose mi polla para volver a metérsela hasta el fondo. Nos íbamos besando mientras tanto. Cuando subía, sus tetas quedaban a la altura de mi cara, y las lamía, succionaba, besaba, me comía sus pezones.

Empezamos a acelerar el ritmo, por lo que volví a poner mis manos en su culo, ayudándola a bajar y subir. Nos estábamos calentando, y Julia estaba gimiendo considerablemente. Le dije que no hiciese tanto ruido, nos iban a pillar.

Otra vez alguien intentó entrar en el baño. No podíamos arriesgarnos a ser descubiertos. Julia consiguió ahogar sus gemidos, pero la veía disfrutar enormemente. Después de todos estos meses, por fin se liberaba.

Tras unos 5-10 minutos metiéndose y sacándose mi polla, tuvo un potente orgasmo. Era una mujer de orgasmo rápido, sobre todo conmigo. Quedó rendida sobre mí, todavía con mi polla dentro, piernas bien abiertas, abrazada a mi cuello, su cabeza sobre mi hombro:

Quiero correrme dentro de ti

Y yo cariño. Pero no puedes esta vez, me puedo quedar embarazada. Ven

Se levantó, me puse también de pie. Se sentó, y me quedé frente a ella. Cogió mi polla, que estaba cubierta de sus flujos, y con una preciosa sonrisa, mirándome a los ojos, se la metió en la boca. Esta vez se la metió hasta el fondo. Luis no era ni un mero lejano recuerdo en su cabeza.

Empezó a chupar lentamente, desde la base hasta la punta, dándole un beso cuando se la sacaba de la boca, para volver a metérsela hasta el fondo. Tras un rato así, empezó a lamerme los huevos, mientras me hacía una paja. No sé si es que había estado yendo a clases extraescolares o la vez anterior estaba cortada, pero la mamada que me estaba dando ahora era de película.

Volvió a meterse mi polla en su boca, hasta el fondo, para empezar a chupar con mucho más ritmo.

Yo sujetaba sus tetas, las manoseaba, jugaba con sus pezones. Otras veces le empujaba la cabeza siguiendo el movimiento de la mamada, o le acariciaba la espalda. Algunas mujeres no quieren que les empujes la cabeza, pero Julia se dejaba hacer de todo, al menos conmigo. Vi en sus ojos lujuria. Estaba realmente concentrada en chuparme la polla, era lo único que importaba en su vida en ese momento. Chupaba a un ritmo descontrolado. Así no iba a tardar nada en correrme.

Mientras Julia seguía con una mano apoyada en mi pierna, la otra sujetando la base de mi polla, y sus labios recorriendo una y otra vez arriba y abajo a una velocidad de vértigo, sentí que me iba a correr inmediatamente. Puse mis manos sobre sus tetas que se estaban balanceando al ritmo de la mamada, sujetándolas, y las apreté. Julia hacía fuerza con sus labios rodeando mi polla, arriba y abajo.

De repente, sentí cómo un chorro salió de mi polla, directo a la boca de Julia, que en ese momento estaba realizando el movimiento hacia la base. Le tuvo que llegar hasta la garganta.

No paró el ritmo, subió, y en el siguiente movimiento de bajada hacia la base, solté otro. Julia lo estaba aguantando bien, tragando el chorro según me corría en su boca. Volvió a subir y bajar y solté uno más. Aquí, solté una mano de su teta, y la puse en la cabeza de Julia, empujando. Me corrí una última vez, sujetando su cabeza contra mi vientre, con toda mi polla dentro de su boca. Este último no lo pudo aguantar, y tosió. La dejé ir, sacó mi polla de su boca, y vi cómo le caía semen por la boca hacia la barbilla.

Ojalá hubiese tenido un móvil, era una imagen perfecta de la esposa y madre ideal.

Podría haberse enfadado por esto último, pero estábamos a otro nivel. Me sonrió tímidamente, con semen en labios y barbilla. Se limpió, y empezamos a vestirnos.

No podíamos arriesgarnos a que nos viesen salir juntos del baño. Salió ella con cautela primero, y yo me metí rápidamente en el de hombres. Quedamos en que me escribiría luego:

Adiós cariño – me dijo dándome un beso en la boca

Un poco después, volví al vestuario, y miré mi móvil. Tenía 5 llamadas perdidas de Cindy, y varios mensajes, pidiéndome perdón, no quería que me enfadase con ella. Se pensaba que me había ido por haberla “cagado” al darme un beso delante de Julia.

Me entró pena por Cindy. Y algo más… me sentía culpable de haberla utilizado. Me vinieron a la mente imágenes de ella, de conversaciones que tuvimos, de cómo me hacía reír, de su cuerpo desnudo, de lo mucho que disfrutaba del sexo con ella.

Quería ir a buscarla inmediatamente, y decirla que no estaba enfadado, simplemente verla e ir a tomar algo.

Según iba pensando esto, mi móvil volvió a sonar. Era un mensaje. De Julia.

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