Soy Renzo, tengo 20 años y mi hermana 2 años menos, mi madre tiene 45 y mi padre 40.
Desde que era pequeño me ha gustado saber sobre sexo. Escuchaba a mis padres cuando lo hacían, solo que entonces no sabía que era eso. Vamos, que no sabía que era el sexo.
Así cumplí los 18, y me eché novia. Cuando lo hicimos por primera vez, le pedí que se pusiera ella encima, pero estaba tan perdida como yo, y no disfruté mucho, aunque me corrí fuera de ella. No teníamos condones.
Dos años más tarde, ocurriría lo que quería contaros. Mi madre estaba trabajando y mi padre también. Cada uno tenía un trabajo distinto.
Serían las once de la mañana o así cuando sonó el móvil. Era mi padre, me llamaba para decirme que mi madre se había caído al suelo y creían que se había roto una pierna. Su voz era preocupada, pero me dijo que me tranquilizara. Estaban esperando la ambulancia. Mi padre se iba para el trabajo de mi madre en ese momento.
Mi hermana tenía clase, y en un principio me puse tan nervioso que no se me ocurrió avisarla.
Me vestí y salí corriendo para el trabajo de mi madre.
Cuando llegué, mi madre estaba sobre la camilla y estaban subiéndola a la ambulancia. Me cogió de la mano y me dijo que estuviera tranquilo, que no le dolía mucho. Yo imaginé que sí, que debía dolerle mucho y más dependiendo de qué hueso se hubiera roto.
Se fueron en la ambulancia y yo cogí un taxi hasta el hospital.
Después de unas horas nos dijeron que se había roto la tibia y parte del peroné. Tendría que esta escayolada una temporada.
Dos días más tarde volvió a casa. Aunque ya era julio, mi padre tenía que seguir trabajando. Cogería sus vacaciones en agosto, por lo que mi hermana y yo tendríamos que pasar casi todo el día con ella ayudándola.
A los pocos días, mi hermana no estaba mucho por la labor, la verdad y en cuanto podía, se largaba con su novio.
Los primeros días, mi padre pudo ayudarla a meterla en la ducha, porque lo hacían por la noche, pero luego me pidió que la ayudara yo a meterla en la ducha a eso del mediodía, antes de comer.
Yo estaba cortado, nunca había visto a mi madre desnuda, aunque ella lo hizo todo más fácil.
Se puso un plástico en el yeso y una bata, ya sin ropa y el primer día la metí sin problemas y ella antes de salir, volvió a ponerse la bata. Todo perfecto.
Una semana después, estaba meándome y salí corriendo al baño. Después de orinar, me dio por tocarme y empecé a masturbarme, mi madre estaba sentaba con la pierna en alto en el salón, viendo la tv. Me senté en la taza, mientras terminaba de llegar al orgasmo.
En ese momento, oí como algo golpeaba la puerta, era la muleta de mi madre que tocaba para entrar. Se me había olvidado echar el pestillo y estaba abriéndola. Me di la vuelta e intenté taparme la polla, pero ella ya estaba dentro, cuando empecé a eyacular.
Al verme así, se giró y salió de nuevo. Yo no sabía dónde meterme.
Cuando me atreví a salir del baño, ella seguía en el sofá viendo la tv, como si nada.
Cambió de canal y en la pantalla salió una película donde una pareja hacía el amor. No cambió de canal mientras seguían haciéndolo y cuando la escena terminó, apagó la tv.
-Tu padre me ha contado que nos has visto haciéndolo. Y sonrió.
Yo no dije nada.
-Mi niño es un voyeur.
No sabía dónde meterme. Si con mi padre me daba corte, con mi madre era peor.
-Te has pasado unos años mirándonos. ¿Cuantas pajas te habrás hecho con tu madre, eh?
-Mamá, no digas eso. Ninguna.
Ella se quedó mirándome con deseo. Estaba claro que me había visto la polla tiesa.
No volvió a decir nada y terminamos de ver la película. Luego me dijo que estaba muy cansada y que la ayudar a acostarse. Así lo hice.
A la mañana siguiente me desperté tarde. Estaba medio empalmado y después de mear con dificultad, no me la meneé, me fui a desayunar.
Estaba con el desayuno, cuando mi madre me llamó.
La saqué de la cama y me pidió que la llevara al baño. Dejó la muleta a un lado y me dijo que le bajase el pantalón del pijama y las bragas. Era raro, porque siempre lo había hecho ella sola.
Pude ver su coño depilado aunque no quisiera, porque se quedó de pie sobre la taza antes de sentarse.
Iba a salir, pero me pidió que me quedara y que la ayudara a limpiarse. Aquello se estaba poniendo muy feo.
Después de lavarnos las manos, me dijo que le apetecía ducharse antes de desayunar. Se quedó en pelotas delante de mí sin cortarse.
Se agarró a mi hombro para meterse en la ducha y pude verla por primera vez de frente, desnuda, como dios la trajo al mundo. En mis escapadas nocturnas solo había podido verla de espaldas.
Aquello fue lo más. Tenía dos tetas de al menos una talla 100, grandes, caídas un poco, pero suficientes para poner la polla de un adolescente tiesa como un mástil, aunque este fuera su propio hijo.
Ella lo hizo aposta y me dijo que nos ducháramos juntos.
-Mamá, que dices.
-Anda hijo, métete conmigo en la ducha.
Yo intenté huir, pero ella me arrastró dentro. El agua caía sobre mí, vestido y me bajó el pantalón del pijama y el calzoncillo y pese a su rotura de tibia y peroné, se inclinó y me chupó la polla. Una chupada tierna, suave, de una madre a su hijo.
No duré mucho y me corrí sobre su cara, aunque fue lo mejor, porque en ese momento la puerta de casa se abrió. Era mi hermana que volvía de juerga.
Yo salí corriendo de la ducha y mi madre se limpió la cara con el chorro.
-La próxima vez quiero tenerte dentro, me dijo en voz baja, con una cara de viciosa increíble.
No iba a tardar mucho en estar dentro de ella.
Esa misma tarde, después de comer todos juntos, mi hermana me dijo que se iba con su novio al cine. Mi padre había quedado con unos compañeros a terminar un trabajo, aun le quedaba casi todo el mes para terminar de trabajar.
Al final mi madre y yo nos quedamos solos en casa.
Mi madre llevaba un vestido vaporoso por el calor. La escayola también debía de darle mucho calor. Estábamos viendo una serie algo rollo. Yo estaba empezando a cabecear. Entonces mi madre me habló.
-Voy a hacer palomitas. Ayúdame a levantarme.
Me levanté y me giré para ayudarla a bajar la pierna y pude ver cómo abría un poco sus piernas. La muy guarra no llevaba bragas. Ya no recuerdo si se las había puesto cuando salió de la ducha.
Me fui para la cocina con ella e hizo que se caía y se agarró a mi culo.
-Vamos cariño, me dijo, quiero que me des tu polla.
-Mamá, por favor, eres mi madre. ¿Qué estás diciendo de mi polla?
-Quiero que me folles. Que me folles bien, mi niño.
-¿Pero es que es papá no te folla bien?
-Muy bien, pero quiero probar las dos pollas de mis hombres.
Aun así, metió una bolsa de palomitas en el microondas, y luego me bajó el pantalón del pijama y el calzoncillo, dejándome desnudo de cintura para abajo.
Intentó agacharse a chupármela, pero no le fue posible como en la ducha, le dolía la espalda.
Yo me quedé mirándola y decidí hacérselo fácil. Subí de culo a la mesa de la cocina y como si fuera yo el que se lo comiera a ella, le facilité la labor.
Mi madre chupaba y chupaba mi polla. Yo estaba en el cielo, pero si ella quería probarla dentro de verdad, no iba a permitir correrme ahora.
La eché para atrás, y me levanté. La pegué contra la lavadora y la levanté el vestido. Como no llevaba bragas fue fácil.
Ni siquiera pensé en usar condón con ella. No sabía si tomaba la píldora, pero imagino que sí, no vi el brillo del condón cuando los veía follar.
Cogí mi polla con la mano y la guie a la entrada de su coño. Separé sus labios con mi otra mano y los acaricié. Mi madre se mordía los labios. Sobé su clítoris, y se la metí despacio, lentamente.
Cuando estuve dentro del todo, me miró con cariño y me besó en la boca. Estaba muy excitado y solo podía pensar en bombear.
Comencé a follármela. Había encendido la lavadora, aunque sin ropa. No me preocupé de si podía romperse o no.
Con su vestido subido por ella, y mis empujones, aquello era super excitante. Me olvidé al poco de que estaba follándome a mi madre, la que me había dado la vida.
No duramos mucho, la verdad. Cuando la lavadora empezó a temblar, yo estaba a punto de terminar.
Mi madre me miraba con cariño, mientras se moría de gusto.
Terminé de follármela, y mientras tenía su orgasmo, me agarró fuerte y me clavó las uñas.
-Mi niño, mi niño, aaaah, que gusto me das, que gustooo.
-Mamá me corro, me corro…
-Si, si, siii.
Los dos acabamos casi a la vez. Acabamos exhaustos, pero satisfechos.
Me limpié el pene y luego mi madre me llevó al salón.
No sabía que tenía pensado.
Me sentó en el sofá y como pudo, se sentó sobre mí.
-Métemela ahora por el culo. Tu padre nunca quiere hacérmelo así.
Yo no sabía dónde meterme. ¿De verdad me estaba pidiendo que se la metiera por el culo? No podía creerlo. Ni en mis más retorcidas fantasías podría haber imaginado algo como eso.
Pero no podía hacerlo así. Necesitaba lubricante. La levanté como pude de mí y me fui al baño. Busqué en los cajones del armarito y encontré una crema que creí que podría servir.
Volví con ella y volvió a sentarse sobre mí, de espaldas. Mojé un dedo con la crema y se lo metí despacio por el culo. Al principio le dolió, pero luego entró todo. Evidentemente mi polla no era mi dedo, por lo que no sabía que daño podía hacerle.
Ella seguía animándome y finalmente, con la polla bien lubricada, se la metí.
Mi madre gemía, pero de dolor no de placer, pero seguía subiendo y bajando sobre mí.
A los cinco minutos, ya no le dolía, porque empezó a jalearme.
-Mi niño, me folla el culo, mi marido no quiere. Si, si, siii, fóllame el culo. Fóllamelooo. Me corro cabrooon. Me corrooo.
Sus fluidos me salpicaban, se estaba corriendo pero bien.
Yo aguantaba mucho después de mi corrida. Creía que iba a romperle el culo, pero no era así. Se deslizaba mi polla toda dentro de él.
-Me follas, decía casi sin voz. Me follas el culo, el culo, el culo de tu mami, siii, siii, me voy, me voy, mi niño me folla el culooo, aaahhh.
Termino de moverse y mi polla eyaculó fuerte. Aún tenía leche dentro.
Se salió de mí y se giró.
-Ojalá tu padre nunca coja vacaciones, me dijo, y que no me quiten la escayola en mucho tiempo.
Aquello fue fantástico. Tenía a mi madre loca por mí y como dije: Mi madre me prefiere ahora.
Para Lara, mi más fiel lectora.