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Mi hermano Ricky

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Me tomó un buen rato prepararme. Tenía puestos mis jeans favoritos, unos negros y realmente ajustados, así como una blusa blanca sin mangas y algo corta. Maquillaje, perfume, selfie. Todo perfecto. Tenía que ser perfecto.

Era mi primera cita secreta con mi hermanito menor.

Siempre he sido muy cercana a Ricardo. Un chico adorable, alegre y energético, 18 años, quien suele invitarme a sus partidos de fútbol, porque sabe que yo le animo con todo mi entusiasmo. Con frecuencia me dedica sus goles y me agradece por ser su inspiración.

Todos esos detalles han pasado sin mucha importancia para mí, aunque su caso no era el mismo. Descubrí lo mucho que yo le importaba hasta que un día, hace poco, me confesó lo atractiva que yo le resultaba.

—Me gustas mucho. Tanto, que desearía que fueras mi novia —me confesó, mientras volvíamos de uno de sus partidos y él se había retirado la camiseta sudada, mostrando su abdomen tonificado.

—¿Qué rayos dices? Soy tu hermana. Eso es algo mejor, ¿no crees?

—Claro que no. Porque si eres mi hermana no podría descubrir el sabor de tus labios.

Le hice que se callara tras esa atrevida frase. Lo que nunca admití es que me había gustado en realidad.

Los siguientes días fueron especiales… Sentí que su trato hacia mí fue aún mejor que nunca. Era caballeroso, lucía mejores prendas de vestir y me ayudaba con el oficio de la casa que me correspondía. Sin dejar de lado esas miradas que me lanzaba. Ricardo es un chico lindísimo en verdad.

Una noche de luna llena en que yo había salido al patio a revisar mi teléfono, mi hermanito también salió y se sentó junto a mí. Se veía sereno.

—¿Te molesta si te hago compañía? —preguntó con timidez.

Sin alterarme respondí: —Claro, no hay problema.

Tras un rato en silencio, me confesó:

—Sabes que yo te amo, ¿verdad?

—Claro, y yo también te amo. Eres mi hermanito.

—No. Te amo más que eso. Me gustas con tanta pasión… Verte me vuelve loco y me hace desear darte un gran beso en la boca.

—Ya deja eso, ¿quieres? No es correcto.

—Eso lo sé, pero ¿no sería bellísimo si lo fuera? ¿Si pudiéramos darnos todo el cariño que en verdad sentimos uno por el otro?

Él tenía razón. Ricky siempre me pareció guapo, mucho más que algunos de los chicos con los que he estado, y en más de una ocasión imaginé cómo sería besarme con él para terminar con remordimiento por esa loca idea. ¿Debería probarlo?

Quizás.

—¿En verdad quieres un beso?

—Sí

—Está bien. Pero sólo será una vez.

—Okey —respondió con nerviosismo. De seguro no esperaba que yo aceptara. Se movió un poco para quedar frente a mí. Ambos estábamos sonrojándonos. Empezamos a acercarnos, cerramos los ojos y nuestros labios se juntaron con suavidad. Mi tierno hermano tiene un exquisito sabor en sus labios, mejor del que imaginé. Mi boca le invitó a prolongar el beso, a llevarme al cielo con su saliva y su lengua. Fue un largo y hermoso minuto de puro amor.

Al separarnos, Ricky lucía una luminosa sonrisa, de esas que tan bonito le hacen ver.

—Gracias.

—¿Te gustó?

—Sí. Fue… Lo mejor del mundo.

—No creas. Hay besos mejores.

—¿En serio? No lo creo.

—Entonces mira…

Lo halé de la camiseta y le di otro beso, más largo, fuerte y salvaje. Dejé que sus manos recorrieran mi espalda ya que las mías hacían lo mismo. Fue diez veces mejor que el primero, y lo notaba en la forma en que mi hermano jadeaba de emoción. Diablos, juro que me lo habría comido de lo mucho que lo gocé.

Por fin nos separamos. Solo la luna había contemplado ese momento prohibido.

Ricky comentó: —Creo que… Ahora sí ya somos novios, ¿verdad?

Yo reí y le respondí: —Sí. Ya soy tu novia.

Sus tiernos ojitos brillaban de felicidad.

—¡Gracias! Ya verás que siempre te haré feliz, y que vamos a divertirnos mucho.

Entró a la casa a toda velocidad, y yo me sentí muy feliz. Finalmente había dejado de negar mis propios sentimientos y había abrazado mis anhelos más oscuros, los cuales ahora me parecían bellos.

Llega la hora de acostarme, y tras ponerme mi pijama (una pequeña blusa gris y unos shorts rojos bastante pequeños) alguien llamó a mi puerta. Era Ricardo, aún sin cambiarse. Verme vestida así le debió dejar sin aliento, ya que no dijo nada en varios segundos.

—¿Qué pasó, Ricky?

—Oye… Ya que ahora somos novios… ¿Te gustaría tener una cita?

—Me encantaría. ¿Dónde nos vemos?

—En el centro comercial, si quieres —respondió, sin dejar de escudriñar mi cuerpo.

—Okey. Hasta mañana

—Chao.

Cerré la puerta con lentitud y dándole una tierna sonrisa.

Me acosté y seguí pensando en cuanto a esa alocada noche. ¿Yo, novia de Ricky? Sonaba absurdo, pero era algo hermoso en realidad. Me había dedicado a recordar la tierna carita de mi hermanito cuando escuché la puerta de mi cuarto cerrarse, y con llave.

Era él. Entró en mi cuarto, y vi su oscura silueta abalanzarse sobre mí. Estuve a punto de gritar, pero él me advirtió.

—Tranquila. Es solo que… No me puedo resistir.

Fue en ese momento que sus labios se presionaron nuevamente contra los míos, pero de una forma más impetuosa. Quiere forcejear, pero él había sacado fuerzas que nunca le había sentido, y no le costó mucho dominarme. Y ese beso. Con todo y su torpeza, lo disfruté mucho…Fue increíblemente intenso y salvaje, algo que no esperaba en ese momento.

Al dejar de besarme, contemplé su rostro tierno mirándome a los ojos con admiración, y le noté respirar pesadamente. Con una de sus pequeñas manos, acarició una de mis mejillas con timidez.

Había llegado el momento de dirigirle.

Tomé su mano y la coloqué sobre uno de mis pechos. Aún sorprendido, tardó unos segundos en empezar a acariciarlo, y en aumentar la velocidad y la fuerza de su tarea. Entonces ocupó también la otra mano sobre mi seno restante, y posteriormente procedió a retirar mi blusa, dejándolas al descubierto.

—Son grandes y hermosas —comentó Ricky.

—Y saben bien —respondí con picardía. Con eso logré tenerlo besando y chupando de mis dos tetas por un buen rato. Fue algo exquisito, y terriblemente excitante.

—¿Te puedo… desnudar?

—Hazlo

No tardó en cumplir. Me fue bajando los shorts despacio, como si cuidara mi cuerpo. Al quedar desnuda por completo, él se dedicó a admirarme de pies a cabeza.

—Sabía que tú eras la chica más bella del mundo.

—Y yo quiero saber si tú sabes qué hacer ahora.

Él negó con timidez, así que lo conduje desde ese momento.

Abrí las piernas, y le vi desnudarse también. Su adorable físico quedó al descubierto, incluyendo su miembro, pequeño pero apetecible, y erecto por completo. Seguramente le había gustado mucho lo que vio, porque además pasó un buen rato besando y acariciando cada parte de mi ser, con énfasis en mis piernas, mi trasero y mi vulva.

Le avisé cuando debiera detenerse, acercarse a mi abdomen y meter su pene. Lo hizo con lentitud, y la sensación que ambos compartimos fue deliciosa, a la vez que prohibida. Mi hermanito pequeño, mi tierno Ricky, ahora era mi hombre. Yo era su mujer.

Empezó a sacarlo y a meterlo, cada vez más rápido, y cada vez más fuerte. Ricky, mi atlético Ricky, mostraba una gran energía en darme placer. Mi pelvis era golpeada cada vez más fuerte, y tuve que apretar los labios para no emitir algún gemido apasionado. Lo detuve, y ahora yo le monté. Él se maravillaba con el movimiento de mis grandes pechos, los cuales empezó a tocar cuando tuvo oportunidad. No me detuve. Ya era inevitable el final.

—Creo que… Va a pasar algo.

—No te detengas. Me encanta, Ricky.

Se vino dentro de mí. Sentí con deleite sus tibios fluidos entrando por mi cuerpo, y eso me hizo sonreír. Nuestro incestuoso pecado había culminado con excelencia.

—Te amo —confesó mi hermano.

Respondí: —Yo también, amor.

Nos besamos nuevamente. Tras unos minutos él se despidió de mala gana, como si hubiera preferido seguir conmigo toda la noche.

Por eso me arreglo tan bien este día de cita. Mi hermanito Ricky es ahora mi novio, y voy a hacerle el chico más feliz de la tierra.

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