Nuevos relatos publicados: 12

De chico a puta: Así salió la mujer que llevo dentro

  • 9
  • 23.529
  • 9,38 (13 Val.)
  • 5

Esta es mi primera experiencia que publico abiertamente. El objetivo último de ella no es buscar la excitación del lector, sino abrirme públicamente para así poder liberarme, y de una vez por todas abrir las puertas de esta prisión en la que tanto tiempo me he sentido encerrado. Soy un chico de 20 años recién cumplidos, sin muchos estudios y actualmente sin trabajo. Alegre al que le gusta la música, el baile y el buen cine. Pero sobre todo, y siendo esta la razón que me trae aquí, soy desde que cumplí los 18 años gay en privado.

Y digo en secreto porque hasta ahora nadie, salvo los hombres con los que he tenido sexo, saben acerca de esta realidad. Yo tampoco lo sabía, y siempre desde pequeño me he considerado un chico heterosexual. Sin embargo, desde hacía un tiempo, habitaba en mí un sentimiento que no era capaz de reprimir, y es que en cierta medida, aparte de ser hombre, y de querer seguir siéndolo, habita una parte de mujer dentro de mí. Puedo decir que parte de mi ser se siente mujer, y esa parte de mí que por fin he aceptado, no es otra que mi faceta sexual. Por fin lo he aceptado, soy una mujer en la cama, es un hombre lo que deseo. A partir de aquí, esta es mi experiencia de como comencé sintiendo curiosidad, hasta que por fin pude consumarme como mujer y ofrecer mi virginidad a un hombre.

El proceso fue tan rápido, que ni siquiera yo mismo soy aún muy consciente de todo lo que ha pasado. Pero bueno, vayamos por partes, y es que toda historia tiene un comienzo.

EL COMIENZO

Todo empezó durante el verano que yo cumplí 18 años. En ese tiempo yo estaba pasando por una mala racha en mi vida. No tenía éxito en los estudios, no encontraba trabajo, mi madre (es madre soltera) tenía problemas con su pareja, y un sin fin más de cosas que hacían que mi vida fuese un infierno. Antes de todo esto yo tenía pareja, sin embargo, algo ocurrió. La atracción hacia esa chica desapareció, y a pesar de todo el sentimiento que tenía hacia ella, la falta de relaciones sexuales terminó rompiendo nuestra relación. Por alguna razón, era totalmente incapaz de tener erecciones a su lado. Algo extraño, porque a pesar de todo, no había desaparecido mi atracción hacia las mujeres, y diariamente tenía secciones de masturbación.

El mal momento me hizo caer en una especie de depresión, adelgacé, perdí el contacto con la gente, y me encerré en mi habitación. Todo se volvió un infierno para mí. Y fue en ese ambiente, en ese entorno de oscuridad de mi habitación, donde comenzó a aflorar mi homosexualidad, y a nacer la mujer que llevo dentro. De pronto, sin razón alguna aparente, comencé a perder mi apetito sexual hacia las mujeres, y allá donde antes corría mi imaginación y fantasía, se convirtió en monotonía y aburrimiento para mí. Sin darme cuenta, nació en mí el apetito hacia los hombres. Al principio era algo a lo que ni siquiera le hacía caso, algo pasajero, sin sentido para mí, y que ni siquiera me preocupaba. Sin embargo la cosa fue a más. Cada vez que veía un hombre no podía evitar fijarme en él. No podía parar de mirar su entrepierna, su culo, buscaba su bulto en las piernas. Todo esto fue un trauma para mí, algo contra lo cual no podía luchar, pero que a la vez, me gustaba. Me estaba empezando a dar cuenta de que era gay.

LA MASTURBACIÓN

No sabía qué hacer, estaba confuso, sin poder aceptar aquello, y las horas pasaban para mí encerrado en mi cuarto, metido en mi cama, y sin tener apenas vida con el exterior. Sólo oía las discusiones entre mi madre y su pareja, un hombre de unos 50 años con el que nunca he tenido una buena relación. Fue ahí donde comenzó mi masturbación femenina. No era capaz de tener erecciones, y masturbarme como hombre era completamente ineficaz. Sin embargo el deseo en mí aumentaba, y me quemaba por dentro. Necesitaba un cambio, y fue entonces cuando comencé a ver videos de mujeres transexuales. Algo cambió en mí, y pude volver a tener erecciones como antaño. Por alguna razón, no podía evitar sentir el deseo al ver dos penes juntos, como el semen salía del pene dominante, cómo éste fuertemente penetraba al sumiso, y como gritaba con expresión de dolor la parte sumisa al ser penetrada. Tanto me gustó, que no pude evitar querer tener esa sensación en mi propio cuerpo. Recuero perfectamente mi primera masturbación anal.

Era de noche, mi madre y su pareja ya estaba en la cama, y yo estaba sólo en mi habitación, acostado en mi cama tapado con una manta y las luces apagadas. Lentamente entonces decidí bajar mis pantalones, hasta la rodilla, dejando mi pene y sobre todo mi culo a la intemperie. Lamiendo un poco mis dedos antes, lentamente llevé estos hasta el orificio de mi ano y comencé a acariciarlo. Por fin! Nunca olvidaré ese momento. De repente, todas mis preocupaciones y problemas desaparecieron de mi cabeza. Sentí un escalofrío recorrer mi cuerpo al sentir el dedo de mi mano rozar mi ano por primera vez de esa forma. Las caricias duraron más de media hora, y finalmente, decidí penetrarme. Lentamente introduje mi dedo corazón en mi ano. Sintiendo una gran incomodidad que me obligó a parar. Había perdido por completo mi erección. Pensé que no me gustaba el sexo anal.

Pasaron unos días sin volver a intentarlo, y simplemente me dedicaba a masturbarme como hombre viendo porno gay. Pero entonces un día, en una de esas largas secciones de masturbación, justo cuando estaba a punto de correrme, sin pensarlo rápidamente introduje mi dedo en mi culo. Jamás había sentido algo igual. Algo sin sentido que sólo alguien que lo haya experimentado puede entender. Esa práctica se volvió común en todas mis secciones de masturbación, hasta convertirse en algo totalmente necesario durante esas prácticas. Comenzó a gustarme meterme el dedo por el culo, y poco a poco aprendí a hacerlo sin sentir dolor. No tenía lubricante, ni dinero para comprarlos, por lo que comencé a utilizar toda aquella sustancia liquida que encontraba por mi casa, aunque pueda parecer extraño, aceite o jabón. Eso ayudó mucho, y lo que antes era sólo un dedo, se transformó en dos dedos, lápices o bolígrafos. No fueron sólo eso, sino que otros objetos empezaron a ser comunes en mis masturbaciones, como unas pequeñas pelotas de ping-pong que disfrutaba metiendo en mi ano y después expulsando con fuerza. Ahora sí podía decirlo, me gustaba el sexo anal.

EL TANGA DE MI MADRE

Día a día me masturbaba, tenía eyaculaciones penetrando mi ano al masturbarme. Pero poco a poco la cosa fue cambiando. Cada vez, era para mí más complicado tener erecciones incluso cuando introducía objetos en mi ano. Sin embargo, yo seguía penetrándome analmente, disfrutando de como mi culo se abría más que nunca, del pequeño dolor que se siente cuando los objetos son expulsado, del roce con la entrada. Cada vez, mi masculinidad era menor, había perdido cualquier deseo de penetrar a nadie, hombre o mujer, y sólo podía disfrutar de mí penetrándome. Me había vuelto, sexualmente, una mujer que de lo único que es capaz es de recibir. Sólo quería, ser una perrita sumisa e indefensa ante un gran pene.

Necesitaba dar un paso más, aquello ya no era suficiente para mí. Y el siguiente paso en mi camino, fue el de vestir la ropa de una mujer. Cuando estaba sólo en casa una tarde, me dirigí al cuarto de mi madre y su pareja. Allí, abrí un de los cajones del armario, y saqué de él la prenda que consideraba más femenina. Era un pequeño tanga de hilo, de color negro con unas pequeñas flores naranjas en la parte delantera. Pronto el deseo de usarlo se apoderó de mí, y en un arrebato de ansiedad me desvestí rápidamente para proceder a ponerme la prenda. Entonces me di la vuelta y me miré al espejo. Allí estaba yo, completamente desnudo, vistiendo sólo aquella pequeña prenda de mi madre. La sensación al principio era algo incomoda, y sentía el hilo de aquel tanga rozarme mi culo, así como este oprimía fuertemente mi pene pequeño pene flácido. Pero me gustó, me estaba sintiendo como hace tiempo quería, de la misma forma en la que se siente una mujer. En un momento de fantasía, me puse a cuatro patas sobre la cama. Lo primero que vino a mi cabeza es la imagen de mi madre, con aquella misma prenda, a cuatro patas y con su pareja, el macho que la dominaba y que noche tras noche desfogaba en ella haciéndola mujer. Poco a poco la imagen de mi madre y aquel hombre fue desvaneciéndose, y en su lugar estaba yo. Estaba yo, con aquel mismo minúsculo tanga, imaginando como un hombre maduro como la pareja de mi madre me penetraba a embestidas mientras jadeaba intensamente disfrutando de mi ano.

PRIMERA NOCHE DE PUTA

Así pasaron los días, y aun vistiendo ropa de hombre, comencé a salir a la calle vistiendo en el interior ropa femenina que me compraba en secreto. Disfrutaba yendo en especial a centros comerciales, entrar en baños de mujer, y orinar sentado en el inodoro de igual manera que lo hace una mujer, sentada con el tanga en las rodillas. Estas experiencias de masturbación y ropa femenina duraron un año aproximadamente, el tiempo justo hasta que tuve que dar el siguiente paso.

Estaba preparada (a partir de ahora hablaré en femenino) para poder entregar mi primera vez a un hombre. No sabía cómo hacerlo, ni siquiera sabía si sería capaz de llevarlo a cabo, hasta que un día, en internet, encontré en mi ciudad un local en el cual se organizaban fiestas para personas homosexuales.

La noche llegó, y me dirigí hacia aquel local donde ese día se organizaba una fiesta. Me había preparado durante todo el día. Sabía a donde iba, y sobre todo lo que estaba buscando, por lo que ese día por la mañana me había depilado completamente. Fui hacia el local vestido aún como chico, una camiseta negra y unos pantalones vaqueos simples. Debajo, cómo no, un tanga, esta vez de encaje y color blanco...

CONTINUARÁ...

Este es el primero de dos relatos en los cuales contaré como fue mi proceso completo de aceptación de mi homosexualidad. En el próximo contaré como fue mi primera vez como un hombre. Espero que os haya gustado el relato, lo leáis por completo, y me deis su opinión para saber qué os ha parecido. Es para mí un gran esfuerzo este acto de sinceridad, pero es algo que considero necesario para poder liberarme de una vez. Próximamente continuaré la historia y contaré el final.

También si lo deseáis podéis escribirme a mi correo [email protected]

Besos.

(9,38)