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Bella

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Con el permiso de Bella.

Su correo decía:

«Tengo diecinueve años, mido un metro setenta y ocho centímetros, soy delgada, morena, y guapa. Hace años que le doy al dedo. La verdad es que no tengo una gran imaginación. Me hago un dedo después de ver un buen paquete marcado en un pantalón ajustado, un buen culo, después de ver una cara bonita. Mirando revistas subidas de tono, viendo videos porno...

Un día se me dio por leer un relato erótico suyo. Era muy bueno y mientras lo leía me subió un cosquilleo por la espalda. Acaricié las tetas por encima del picardías. Luego metí un dedo en el coño, que ya estaba mojado, y me acabé corriendo. Desde esa noche leo un relato suyo para amarme a mi misma cuando el cuerpo me lo pide.

He tenido desde entonces una relación lésbica con mi mejor amiga, y gracias a usted, ya que leímos a medias y en voz alta un relato lésbico suyo y nos pusimos tan perras que nos acabamos comiendo los coños en un delicioso 69. Se preguntará a donde quiero llegar con esto, y se lo diré. Quiero sentir su lengua en mi boca, en mi cuello, en mis tetas, en mi ombligo, en mi coño, quiero que me folle el coño con ella. Quiero que con ella vaya haciendo sitio para que su polla entre despacito dentro de mí. Quiero sentir su leche dentro de mi coño. Quiero sentir un orgasmo vaginal que enloquezca mi mente. Quiero que use toda su experiencia para que cuando me la meta en el culo llegue a sentir un orgasmo anal. En resumen, lo he elegido para que me desvirgue el coño y el culo y morirme de gusto mientras lo hace.

Soy gallega, como usted. Iría en mi auto a donde me indicase.

P. D.- Por sus relatos sé que tiene más de sesenta años. Me muero por conocerlo en persona».

Mi respuesta fue:

«En... X, en el hotel... X, Sábado... X, a las 10 de la noche.

P. D. -Toma precauciones. Follo a pelo».

La lluvia se estrellaba contra la ventana cuando Bella llamó a la puerta de la habitación. Le abrí vestido con un traje gris y unos zapatos negros limpios como patenas. Ella vestía un abrigo color crema de piel sintética que cubría una falda y una chaqueta de color marrón, y una blusa blanca, marrones también eran sus zapatos. De su brazo derecho colgaba un bolso del mismo color que el abrigo. Sonriendo, me preguntó:

-¿Quique?

-El mismo que viste y calza.

Entró en la habitación, se quitó el abrigo y puso abrigo y bolso sobre la cama. Fui hasta donde estaba la cubitera, abrí la botella de champán. Llené dos copas, fui hasta la cama, donde se había sentado, y ofreciéndole una, le dije:

-Encantado de conocerte.

Cogiendo la copa, me respondió:

-Lo mismo digo. Lo imaginaba más bajo, con barriguita y algo calvo, pero veo que no es así.

Me senté a su lado.

-De tú que me haces más viejo de lo que ya soy.

-Como quieras.

Bella, era una muchacha sumamente hermosa. Su cabello era negro y corto. Sus gruesos labios estaban pintados de rojo carmín, y sus ojos negros de un azul clarito. De los lóbulos de sus orejas colgaban dos grandes aros de oro. Su cuerpo, bajo la ropa, lo adivinaba perfecto. Su perfume era embriagador.

Se levantó, cogió mi copa y la suya y las puso encima del mueble donde estaba la cubitera con el champán. Se quitó la chaqueta, la puso encima de una silla. -su culo era perfecto en su redondez- Cogió el bolso y el abrigo, los puso junto a la chaqueta, se volvió a sentar a mi lado, me acarició la verga por encima del pantalón y acercando su boca a la mía, me dijo:

-Cuando quieras empezamos.

La besé. Sus labios eran tan frescos que la pastilla de Viagra que me había tomado hizo efecto al instante. Bella, al sentir que se me ponía dura, la sacó. Con ella en la mano, me dijo:

-Es magnífica.

Me besó y me la sacudió. La empujé hacia atrás con la verga tiesa. Bella se puso a lo largo de la cama. Le quité un zapato, le acaricié la planta del pie y se la besé por encima de la medias negras. -se quitó la blusa blanca- Hice lo mismo con el otro zapato y con la planta. Le quité la falda y quedó cubierta por una lencería fina, de color negro. Nunca había visto una mujer más sensual. Me di cuenta de que en mi vida tendría de nuevo algo tan dulce y tan tierno al alcance de mis manos. Me desnudé -Bella, me miraba, era como si estuviese examinando mi cuerpo, y por su manera de sonreír, no le desagradaba en absoluto.

Me eché a su lado en la cama. La besé en la frente, en los ojos, en la punta de la nariz, en el mentón, le besé y lamí el cuello, le mordí, los lóbulos de las orejas. Bella ya había cerrado los ojos y se dejaba ir. Le quité el sujetador. Sus tetas eran redondas, duras y tirando a grandes. Sus pezones estaban erectos y sus areolas color carne estaban abultadas. Puse mi mano sobre su coño y noté bajo la negra braga de seda su vello púbico, la metí dentro y acaricié el monte de Venus. Bella, abrió los ojos, y me dijo:

-Lo dejé crecer porque sé que te gustan los coños peludos.

Se ve que había leído unos cuantos relatos míos.

Besé y chupé los pezones mientras acariciaba su clítoris. Le mamé las areolas como si fuese a quitar leche de ellas. Bajé besando su vientre y me detuve en el ombligo, se lo besé y jugué con la punta de mi lengua sobre él. Al echarle las manos a las bragas levantó el culo para facilitar que se las sacase. Vi que su coño rodeado de vello negro estaba mojado, como mojadas estaban las bragas, que fueron a parar al piso de la habitación. Le abrí las presillas del liguero, le quite una media y después la otra. Metí mi cabeza entre sus piernas y besé y lamí el interior de sus muslos, y alrededor de su coño. Bella levantaba la pelvis buscando mi lengua, pero mi lengua y mis besos siguieron bajando hasta llegar a sus pies. Le masajeé las plantas, los tobillos, entre los dedos. Besé, lamí la planta y besé y chupé los dedos uno por uno. Los gemidos de Bella eran dulces, excitantes, embriagadores y mi polla, mojada, latía. Le di la vuelta y subí besando y lamiendo sus pantorrillas, sus muslos...

Al llegar a su culo, redondo y prieto, le besé y lamí las nalgas, después se las abrí con las dos manos y le lamí el periné y el ojete, para al ratito follárselo con la punta de mi lengua. Me encantó sentir como su ojete se abría y se cerraba y Como Bella levantaba el culo para que la lengua le entrase y le saliese de él. Llegó un momento en que si sigo se me corre. Sus gemidos así me lo decían. Le volví a dar la vuelta. Se abrió de piernas. Le separé los labios del coño con dos dedos. Vi como la vagina se le abría y se le cerraba. Despacito, le lamí un labio y después el otro, le lamí el clítoris, le metí y le saqué varias veces la punta de la lengua en la vagina y después le pasé la lengua plana de abajo arriba por el coño empapado. Me cogió la cabeza. Levantó la pelvis y moviéndola alrededor, de abajo arriba y de arriba abajo, se corrió en mi boca. No era de las que al correrse echan cantidad de jugo, al contrario, no lo sentí caer en mi boca, lo que sentí fue sus desgarradores gemidos, y lo que vi fue cómo se retorcía con el placer que estaba sintiendo.

Al acabar de correrse dejé que descansara. Salí de la cama, empalmado, y fui a echarme una copa de champán, me la había ganado.

Al volver a la cama mi verga colgaba a media hasta Bella ya se había quitado el liguero, que descansaba en el piso de la habitación junto al sujetador, las medias y las bragas.

Me miró con cariño y me dijo:

-Me alegro de haberte escogido.

-Y yo me alegro de que lo hicieras.

Bella era de pocas palabras. Me cogió la verga y me la mamó hasta ponerla dura.

Mi verga es puntiaguda y se va haciendo gorda hasta la corona y aún más gorda después.

Se abrió de piernas. Le acerqué la punta a la vagina y se la frote entre los labios y contra el clítoris. Me dijo:

-Me podría correr de este modo.

-Lo sé, no serías la primera.

Seguí frotando y cuando estaba muy mojada le metí la puntita en el coño. No se quejó. Seguí empujando, y ahora sí, ahora se quejó. Le metí el glande. Exclamó:

-¡Duele!

Me eché sobre ella y junté mi boca con la suya. Con el glande dentro de su coño, sin sacar ni meter, nos besamos sin decir palabra, y sin decir palabra, se la fui metiendo milímetro a milímetro hasta llegar al fondo. Al tenerla toda dentro, le di la vuelta y la puse encima de mí. Le acaricié las tetas y se las mamé. Bella sintió mi polla latir dentro de ella, y me dijo:

-Puedes correrte dentro si quieres. No hay riesgo.

La saqué hasta la mitad, y cuando la llevé de nuevo hasta el fondo, me corrí. Bella, sintiendo como la llenaba de leche, me besó en el cuello, en los ojos, en la punta de la nariz, en la boca, en el mentón... Era una joven dulce como la miel.

Al acabar de correrme, mi verga perdió volumen. Bella comenzó a follarme lentamente. La leche haría de lubricante. Algo así como media hora después, de besos, de mamadas de tetas, de meter y sacar y con la verga dura de nuevo, Bella, comenzó a temblar, sus ojos se pusieron vidriosos. Me quiso besar y no pudo. Su coño apretó mi polla, y abriéndose y cerrándose sobre ella, se volvió a correr.

Estuvimos abrazados y besándonos con la verga dentro de su coño un par de minutos, luego, mirándome a los ojos, me dijo Bella:

-Me apetece un poco de champán.

-Y a mi, Bella.

-¿Bella? Me gusta el nombre, Bella, Bella, Bella. Suena bien.

Nos levantamos. Eché dos copas de champán. Después de tomar un sorbo, me dijo:

-¿Serás capaz de darme un orgasmo anal?

-Le respondí:

-Hay mujeres que los tienen y otras que no, pero si tú los puedes tener enseguida lo sabremos.

Se fue hacia la cama y yo fui detrás de ella. Su culo era perfecto, redondo y ni pequeño ni grande. Tenía un tatuaje en su nalga izquierda, obviamente no puedo decir de que era. Al mover las caderas y con ella las nalgas, en el corto trayecto hasta la cama mi verga no paró de latir. Aquel culo ponía. En el borde de la cama la cogí por la cintura. Bella subió a la cama y se puso a cuatro patas. Subí también yo y me puse detrás de ella. Le agarré las tetas, y magreándolas, le lamí de nuevo el coño, el periné y el ojete. En el ojete le metí y le saqué la punta de la lengua. Luego hice círculos sobre el agujero con mi dedo gordo, para acto seguido metérselo todo dentro. Le follé el culo con el dedo y comenzó a gemir de nuevo. Al quitar ese dedo, le volví a follar el ojete con la lengua. Bella, ya estaba muy excitada. Su ojete se abría y se cerraba. Al dedo gordo le siguieron dos dedos... y luego tres... y más tarde cuatro. Fui haciendo hueco. Cuando dejé de follarle el culo con cuatro dedos y se lo follé con la lengua, el ano se dilató y ya la sin hueso entró hasta casi la mitad. Bella, con la voz entrecortada y entre gemidos, me dijo:

-Me voy a correr. Voy a sentir un orgasmo anal.

Le acerqué la punta de la verga al ojete, empujé y entró la cabeza sin producirle dolor. A la cabeza le siguió el resto del cuerpo. Entraba tan apretada como le había entrado en el coño. Bella gemía sin parar. En mi verga se marcaban las venas azules llenas de sangre. Mirando como mi verga entraba y salía de su culo, y sin poder evitarlo, me volví a correr. Bella, sintiendo la leche calentita dentro de ella, sin decir palabra, se derrumbó sobre la cama y sacudiéndose, se corrió.

Después de corrernos, me eché boca arriba sobre la cama, Bella, se dio la vuelta, y mirando al techo, me dijo:

-El sexo anal fue más placentero de lo que me imaginé en mis sueños eróticos. ¿Podrás continuar follando después de un pequeño descanso?

Pude. La noche acababa de comenzar.

Quique.

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