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La historia de Ángel, solo era un muchacho (1)

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Había salido poco antes de la escuela y caminaba despacio, mis relaciones con mi amigo Alejandro no terminaban de concretarse y me tenía preocupado. Ninguno de los dos nos decidíamos a dar el primer paso, o el decisivo, todo se reducía a sentirnos a gusto estando juntos, aunque a veces discutiéramos por las diferencias de criterio sobre muchas cosas, demasiadas tal vez.

Esa relación, cogida con alfileres y sin afianzar, ni estar bien cosida, hacía aguas como el casco roto de una embarcación, además de irse resquebrajando mas y más hasta diluirse.

Podía echar la culpa sobre mi amigo encontrado en internet, Álvaro, que en poco tiempo se había colado en mi vida aunque estuviéramos tan alejados, pero sabía que eso era lo más sencillo. Lo complejo era que me encontraba y sentía mejor con él que con Alejandro mi amigo de hacía años, con Álvaro pasaba mas tempo, teníamos más contacto y me encantaba leer los largos correos que me enviaba, donde notaba su cariño reflejado, sus sugerencias sexuales que hacían que me calentara deseándole.

Ensimismado en mis pensamientos no me daba cuenta del automóvil que me seguía, ni puse atención a las miradas que algunas chicas y chicos me dirigían al salir de la escuela, esas miradas que conocía tan bien y las dejaba de lado.

La de Miguel, por ejemplo, que en un descanso entre clases me había pedido coger con él, chicos que se sentían calientes y deseaban meter la verga donde fuera. Eso era lo de siempre, pero lo que yo deseaba era otra cosa aunque el sexo me encantara.

Me alejaba de la escuela y el camino se iba quedando vacío de personas, mi casa aún estaba lejos y aceleré el paso. No tuve tiempo para reaccionar y salir corriendo, ni darme cuenta del coche que se detenía a mi lado y del se bajaron dos hombres.

Todo fue muy rápido, solo pude escuchar el ruido que hicieron las ruedas del automóvil al frenar con violencia, ver las siluetas de los hombres y luego la oscuridad me envolvió, un fuerte olor a algo dulzón, a alcohol o cloroformo penetró por mis fosas nasales y perdí el conocimiento.

Desperté y continuaba sin poder ver, un miedo irrefrenable me atenazó el pecho. ¿Qué hacía yo allí? ¿Había sido secuestrado? Mi familia no eran suficientemente rica para pagar un rescate si se trataba de eso. ¿Simplemente pensaban matarme? Era mucho el trabajo que se tomaban para tan poco resultado. Había leído sobre secuestros para vender los órganos del secuestrado. Un escalofrío de terror me hizo temblar. Intenté serenarme sin conseguirlo al principio.

Tenías las manos atadas por algo que se incrustaba en la carne de las muñecas y me hacía daño, la cabeza tapada con algo flojo, ¿una capucha o un saco de tela?, aún podía oler lo que me dieran para dormirme y estaba tumbado en el suelo de algo que se movía con pequeños traqueteos.

Dejé de pensar al no encontrar respuestas para tantas preguntas que me hacía, e intenté relajarme para evitar, dentro de lo que podía, el dolor de las ataduras y la dureza de donde estaba tumbado.

No podía calcular el tiempo transcurrido, pero el cuerpo me dolía todo él por la postura, y el de las muñecas se me hacía inaguantable. El vehículo donde estaba, eso si que lo notaba por el movimiento y el ruido de un motor acelerando, se detuvo con brusquedad y la inercia me desplazó golpeándome en la cabeza contra algún objeto duro.

-Tenemos que esperar para embarcar el paquete. -escuché una voz ronca y agitada de hombre.

-No ha sido tan difícil, no tienes que preocuparte, lo entregamos y que nos paguen para desaparecer una temporada. -era otra voz diferente más tranquila y sosegada.

Todo se quedó en silencio, solo escuchaba algún ruido de garganta, y pasó otro tiempo.

-Arranca el coche, nos están haciendo señas. -el vehículo volvió a ponerse en marcha y avanzó despacio, volvió a detenerse sin apagar el motor.

-¿Todo bien? -era una tercera voz.

-Atrás va la mercancía podéis recogerla, ¿el dinero? -de nuevo la voz tranquila.

-Está bien no lo voy a contar ahora. -la misma voz.

-Te avisaremos para el próximo trabajo, ahora alejaros unos días hasta que abandonen la búsqueda, la policía se cansa enseguida. -sentí el ruido de unas puertas que se abrían y unas manos que tiraban de mis piernas, no pude evitar una queja de dolor.

-Está despierto.

-Vuelve a dormirlo. -y otro vez el olor a éter o anestésico me llegó un instante antes de volver a desvanecerme.

Desperté y lo primero que sentí fue el olor a salitre, a olor marino, lo segundo los pinchazos que sentía en todo el cuerpo al ir reaccionando, y que seguía sin poder mover las manos o no las sentía.

-Ya vuelve en si. Quítale la capucha y las ligaduras, no creo que se pueda mover demasiado.

El dolor era terrible y al principio volví a cerrar los ojos cegado por la claridad de una lámpara en el techo, intenté mover las manos con cuidado pensando que no existían y lentamente fui tomando consciencia de que estaba tumbado sobre una mesa.

Recordé lo que había pensado durante el trayecto, del reportaje que leí sobre la venta de órganos humanos, mis peores augurios se hacían realidad. Estaba totalmente desnudo con dos hombres delante de mi observándome.

Abrí la boca y dejé escapar un grito de terror, me iban a descuartizar, allí mismo y vivo, creo que los dejé sordos.

-Tranquilo pequeño, no pasa nada.

Por instinto reaccioné intentando llevar las manos a mi pubis y taparme los genitales, desistí, las tenía tan lastimadas que me dolían solamente con moverlas.

-No me maten por favor, ¿qué quieren de mi? -hablaba balbuceando y empecé a llorar, lo que no había hecho hasta ahora.

Uno de ellos dejó salir una risita y se me acercó.

-Nadie piensa en matarte, nos eres más valioso vivo, vamos a curarte las heridas de las muñecas y la que tienes en la cabeza, permanece tranquilo y no pasará nada.

Me limpiaron las heridas y me vendaron las muñecas como habían dicho, luego me pasaron todo el cuerpo con toallitas húmedas de papel.

-Esos tipos son unos ineptos además de salvajes, podían haberle dejado marcas utilizando esas bridas de nylon tan cortantes para atarle las manos. -protestaba uno de ellos mientras con delicadeza me iba limpiando las heridas.

-Tendrán que cambiar de suministrador si queremos recibir la mercancía sana como debe ser. -siguieron hablando entre ellos hasta que dieron por finalizado el trabajo. Después el que parecía ser el jefe se dirigió a mi.

-Tendremos que tenerte unos días encerrado hsta que se curen las heridas, tienes que prometer que no intentarás escapar, ni moverte de tu habitación, no quiero que nos obligues a volverte a atar. -me miraban los dos esperando una respuesta, solo moví la cabeza asintiendo. ¿Dónde me iba a mover si no sabía donde estaba?

Me ayudaron sujetándome para llegar a otra habitación que tenía una cama bastante pequeña, sin ventanas y con una lámpara fluorescente en el echo.

-Aquí permanecerás hasta que te recojan. -me traían tres comidas al día y no me trataban mal, la comida era buena y además me destinaron un aseo con ducha en el pasillo cerca de la habitación. Durante el día me permitían salir a un pequeño patio con jardín y por la noche me encerraban con llave, no podía salir al baño.

Me desesperaba viendo pasar el tiempo sin que me rescataran, esperaba ver entrar a la policía de un momento a otro y que me llevaban a mi casa, una noche entré en pánico y comencé a aporrear la puerta desquiciado.

Me inyectaron alguna sustancia que me dejo dormido y cuando desperté estaba inmovilizado con una camisa de fuerza, de las que colocan a los locos violentos. Durante unos días me tuvieron así y me daban ellos de comer.

Mis esperanzas de salir de aquel encierro comenzaron a desaparecer, no llevaba la cuenta del tiempo que llevaba prisionero y el pánico y miedo se convertía en resignación.

-Vamos a quitarte la camisa de fuerza, tu verás si quieres que volvamos a colocártela. -con la convicción, ya firme, de que no tenía otra opción que seguir allí me quedé tranquilo.

Me entregaron ropa para ponerme, volvieron los paseos por el patio y me hablaban con cierta amabilidad.

Un día me tomaron fotografías vestido y desnudo, fueron muchas, y a pesar de estar ya acostumbrado a que me vieran sin ropa, supe lo era pasar vergüenza, pero ya poco me importaba, me había convertido en una persona mansa y humilde, aceptando con sumisión el destino que me reservaran.

Calculé que tenía que haber pasado mucho tiempo, más de un mes, y una mañana me habló el que parecía ser el jefe.

-Vas a tener suerte con lo que te ha tocado, has gustado a gente importante que te trataran como a un príncipe si sabes comportarte, en caso contrario te devolverán. -se detuvo un momento para inspeccionarme.

-Sería una pena que no cooperaras y te mandaran de vuelta, con otras personas lo podrías pasar mal. Un muchacho tan lindo como tu merece la vida que te van a dar, te aconsejo que colabores y no te irá mal.

¿Qué podía hacer yo si no sabía donde estaba?, ¿habrían dejado de buscarme?, mis padres lo seguirían haciendo pero la policía tenía muchos secuestros que resolver cada día, yo era uno más que con el tiempo transcurrido estaría ya olvidado.

A la tarde, como me habían anunciado, llegaron a recogerme, era solamente un señor vestido de gris y negro que imponía por su seriedad. En la calle, prácticamente desierta esperaba un imponente coche y el chofer abrió la puerta para que pasáramos a la parte de atrás.

-Procure ir rápido Damian, el señor y don Manuel nos estarán esperando. -el señor le hablaba al chofer y este inclinó la cabeza en señal de respeto.

Todo el viaje lo hicimos en silencio, aquellos hombres eran unos mandados, servidores de alguien más importante. Llegamos hasta unas puertas enormes de hierro y el chofer las abrió con un mando.

No había reconocido los lugares por donde habíamos pasado, y si aún guardaba alguna esperanza de escapar, las perdí cuando aquellas puertas se cerraron detrás de nosotros. Después de recorrer un trayecto que me pareció largo llegamos ante una enorme casa de dos plantas. El señor que me había recogido me pidió que le siguiera.

Estaban dos señores mayores en una enorme biblioteca, sentados con un vaso en las manos.

Uno de los señores con bigote se levantó.

-Al fin llegaron, don Manuel estaba ya intranquilo. Por favor Tomás, dígale a Pablo que le quiero ver.

El tal Tomás salió y el señor de bigote se me acercó, levantó la mano y mi instinto temeroso hizo que diera un paso atrás.

-No tengas miedo pequeño, aquí nadie te hará mal. -se adelantó y me cogió de la barbilla..

-De verdad Manuel que resulta delicioso, más hermoso que lo que enseñan las fotos. -el otro señor se levantó.

-Te lo dije Eduardo, es una preciosidad de muchacho.

-¿Cómo te llamas pequeño?

-Ángel señor.

-Un bonito nombre que hace justicia a tu cara. Mira Manuel que piel tan delicada, es un digno regalo para un rey, un presente de rasgos exótico además.

-Espero que el doctor lo sepa apreciar.

-Lo hará Manuel, lo hará. Nuestro joven líder lo reconocerá en lo que este muchacho vale, aunque ahora no deje un momento a Oriol y a su amigo Alberto. Una belleza especial como esta le animará cuando Oriol esté fuera.

Había terminado de hablar y se abrió la puerta, entro un muchacho quizá algo mayor que yo, tenía el pelo moreno y corto y era de complexión robusta y fuerte, de anchísimas espaldas, la cara varonil pero algo tosca y sin embargo aniñada.

-Me mandaste venir. -se dirigía al señor de bigote.

-Sí, voy a encargarte un trabajo especial. Cuidarás de este muchacho, se llama Ángel y le enseñarás lo que será su trabajo, hazlo bien como tú sabes.

Me di cuenta de que el señor Manuel miraba a aquel chico con lujuria y se lo comía con los ojos.

-Nunca te he fallado Eduardo. -entonces el chico se acercó, era más alto que yo y mucho más fuerte.

-Me llamo Pablo, no te preocupes Ángel, seremos amigos y con nosotros lo pasarás bien. -me tendió la mano y cogió la mía muerta y perdida en la suya grande y fuerte.

Entonces Eduardo hizo algo que no esperaba, me sujetó otra vez la barbilla y me besó los labios.

-Saben dulces y suaves, harás las delicias de nuestro gran líder. Llévale a la habitación que ocupaba Oriol, así estará cerca de nosotros. -se volvió al asiento que ocupaba cuando entré y Pablo me llevó cogido de la mano.

Salimos y atravesamos dos grandes salones hasta llegar a un largo pasillo, se detuvo ante una puerta y la abrió ofreciéndome que pasara yo delante.

-Está será tu habitación, está como la dejó Oriol y con todas sus cosas, tu estatura es parecida a la suya, podrás usar alguna de su ropa hasta que la compremos para ti.

Pablo parecía muy amable, me caía bien, por su delicadeza al tratarme, la verdad es que todos, hasta ahora, eran simpáticos y parecían querer que me encontrara a gusto entre ellos, y también porque su cara aniñada, aunque tosca, resultaba agradable, y según le veía moverse su cuerpo resultaba varonil y muy atractivo.

Me mostró el baño que tenía para mi en mi habitación y comenzaba a darme cuenta del lujo y grandiosidad que había en aquella mansión.

-Pruébate alguna ropa de Oriol para ver si te sirve. -cogí una camisa de color salmón y pantalón verde claro que me gustaban, tenía un enorme vestidor lleno de ropa de todo tipo. Me comencé a quitar la que llevaba y miré cohibido a Pablo que me miraba fijamente.

-No tengas vergüenza, tienes que acostumbrarte a estar desnudo y mostrarte con naturalidad, ya te contaré sobre tu trabajo poco a poco. Te han traído para que sirvas las apetencias sexuales de los que dirigen la organización, pero lo pasarás bien si aprendes a adaptarte a esta vida, que no es mala. -sin más me quité la ropa.

-Quítate también el slip que llevas y ponte uno de los de Oriol, son más eróticos y bonitos. -ese chico que tanto oía nombrar, y que ya quería conocer, tenía un verdadero almacén de cosas, cogí un tanga con hilo que se metía entre las nalgas de color hueso, era de seda y una verdadera preciosidad.

-Eres muy hermoso Ángel, tanto o más que Oriol, volverás locos a muchos machos que se te disputarán y querrán tener tus favores. -sus palabras me subían los colores, eran demasiado elogiosas.

Me coloqué la ropa y me miré en el gran espejo del vestidor, el pelo me había crecido durante este tiempo y ya tapaba mis orejas, lo llevé con las manos para colocarlo apartándolo de la cara con gesto coqueto, me gustaba mi transformación metido en aquella ropa cara y de calidad.

-Colócate estas sandalias. -Pablo me ofrecía unas zapatillas deportivas en tela verde más oscuro que el pantalón.

-Bellísimo Ángel, vas a causar sensación. Ven te voy a enseñar la casa, los lugares por donde puedes andar sin problemas.

Me cogió de la mano y no me soltaba, me enseñó los grandes salones por donde habíamos pasado, uno con una gran escalinata que llevaba a la galería del piso superior, la cocina con sus servicios y me presentó a Berta la cocinara y Alicia una chica joven que era su ayudante.

Estábamos hablando y sentí que algo tiraba de el cordón de mi zapatilla.

-El es Dulce, le has gustado, era el perro de Oriol, ahora se lo ha quedado Eduardo, pero creo que ya sabe con quien quiere estar. -me incliné para acariciarle la nuca, él se puso de pie sujetando con sus patitas mi brazo, era suave como un algodón, algo precioso.

Me fue enseñando el resto de la casa solo la primera planta, la zona de gimnasio con la piscina cubierta y acristalada por el exterior dejando ver el jardín trasero a la que se accedía desde el pasillo de mi habitación, me enseño la suya, la de Eduardo y las demás eran para invitados.

Cuando salimos al jardín por la puerta principal, me di cuenta de que en realidad solo me había enseñado parte de la casa y se lo hice notar.

-Bueno esa parte son las habitaciones de Ana María, la mamá de Oriol, ya la conocerás. -el parque o jardín que rodeaba la casa principal era enorme pero todo cerrado con altos muros de seguridad, con cámaras de vigilancia colocadas por todas partes, en los lugares estratégicos, aquello parecía un búnker inexpugnable.

En la cena conocí a Ana María, una dama increíblemente bella, de menos de cuarenta la calculé, pero podía pasar por treinta y cinco, fue amable pero un poco seca y que me habló lo imprescindible.

-Esa noche iré un rato al casino, ¿me acompañarás? -se dirigía a Eduardo.

-Iré si no es para pasar mucho tiempo, ya sabes que la noche me mata.

Cené poco, la verdad es que no sabía manejar muy bien tanto cubierto aunque miraba a Pablo hacerlo, se dio cuenta de mi ignorancia y me hacía señas disimuladas para que le mirara a él. Le envié una sonrisa para agradecerle lo amable que era.

Estaba en mi habitación mirándolo todo, no dejaba de asombrarme, Oriol tenía de todo y el baño era increíble, disponía de artilugios especiales para limpiarse el culito, cremas especiales, jugué un poco con aquellos dispositivos y sentía curiosidad por saber como sería meter aquello en el ano para limpiarlo, no era difícil adivinarlo, me sentí un poco excitado por la situación, además hacía muchos días que no me había masturbado. La última vez fue leyendo un correo de Álvaro y preparando mi respuesta, no lo puede evitar, pero de eso hacía mucho tiempo. Álvaro y Alejandro quedaban perdidos en el tiempo.

Me desnudé y procedí a utilizarlo, resultaba sencillo conectar la cánula al flexo de la ducha y con una crema introducirlo en mi cuerpo, había varios modelos, de bola me llamaba la atención pero escogí uno de tubo con perforaciones en toda su longitud.

Resultaba muy agradable sentir el agua caliente entrado en mi recto con el efecto ducha del tubito. Defequé varias veces hasta que me cansé de jugar y terminé de ducharme.

Curioseé un escritorio con libros de estudios, cuadernos con apuntes, un enorme ordenador que logré poner en marcha pero no tenía conexión a internet, lo dejé funcionando y entró a funcionar el salva pantallas proyectando fotografías de hermosos chicos jóvenes y machos, entre ellos las había de Pablo, tenía una buena polla, podía examinarle con atención, era un chico marcado y duro con algo de pelo en el pecho. La verdad estaba muy bueno.

Estaba un poco intranquilo, y no podía dormir cuando tocaron a la puerta, Pablo entró sin esperar mi respuesta.

-No quiero molestarte, pero no puedo dormir.

-A mi me pasa lo mismo, será por todo lo que estoy encontrando y que estoy nervioso. -se acercó a la cama.

-¿Hablamos un ratito?, igual así consigues dormir. -me aparté dejándole sitio a mi lado.

Se colocó de costado y miró las imágenes que aparecían en la pantalla del ordenador, luego cambió la mirada y me miraba a mi.

-Cuando tengan confianza en ti te permitirán usar internet.

-¿Cómo sabes que he intentado conectarme?

-Es fácil suponerlo Ángel, es lo que cualquiera haríamos. -entonces comencé a llorar, a permitir que las lágrimas salieran mansamente de mis ojos, Pablo me abrazó.

-Lo siento Pablo, recuerdo a mis padres, a mis hermanos.

-Tranquilo Ángel, llora si quieres, todo esto pasará, no adelantas nada poniéndote triste.

Con sus caricias me fui tranquilizando, me sentía protegido abrazado por él.

-Gracias por enseñarme como usar los cubiertos en la cena.

-No estés dándome siempre las gracias, no es necesario, lo hago con gusto, es un placer ayudarte sabes. -colocó sus labios sobre los míos en un beso de un segundo, creo que cuando se retiró le seguía en su camino buscando que siguiera con el beso. estaba tan necesitado de cariño.

-La mamá de Oriol es muy guapa.

-Si que lo es, también para mí es como si fuera mi mamá, bueno y algo más que eso. -al hablar de Ana María sentí como su pene a mi costado respondía endureciéndose.

-Entonces amas a la mamá de Oriol.

-La amo y cuando ella quiere la hago el amor, me la cojo, necesita algunas veces un macho que la cubra y la calme. -no podía opinar al respecto, no sabía cuales eran las relaciones entre aquella gente que apenas empezaba a conocer, lo que si que sabía es que Pablo me encantaba y me sentía muy a gusto y protegido a su lado.

-Estoy muy bien a tu lado Pablo, eres una buena persona. -se puso a reír.

-No soy alguien especial, también te gustarán Rubén, Erico y muchos más, ya verás cuando los conozcas, esos son los primos de Oriol. -la conversación iba decayendo pero sentía que Pablo a veces me apretaba contra él dándome seguridad.

-Ángel, no te molestes peto quería preguntarte algo.

-¿Cómo me vas a molestar? Puedes preguntar lo que quieras.

-Tu eres homosexual, eso es evidente, ¿pero has estado ya con algún hombre? -sentía que el calor me sofocaba y que me ponía rojo.

-Si no quieres responderme no lo hagas, no deseo violentarte.

-He estado Pablo, hace mucho tiempo y solo con dos novios que tuve, solo me la han dado dos veces. No conozco mucho de eso.

-Tienes que aprender, saber como dar placer a los machos que te cogerán. -para ese momento Pablo acariciaba mi pecho y pasaba los dedos por mis tetitas acariciadores y con ternura.

-Eres tan hermoso Ángel, tan increíblemente bello y excitante, tan lindo. -sus palabras si que lo eran y dichas con una extraña dulzura como nunca me habían dicho. Se fue inclinando hasta unir nuestras bocas, me incendiaba lo bonito y dulce que besaba, noté como empujaba con la lengua y abrí la boca para dejarle que entrara.

-¡Oh! Pablo, me gusta. -seguro que no me escuchaba pero me equivoqué otra vez.

-Tu boca es fácil de besar precioso, tu saliva sabe dulce y muy rica.

Sentí que me estremecía y temblaba todo el cuerpo, me trataba como si fuera un cristal precioso a punto de romperse, y deseaba como nunca hice sentirme de ese muchacho, apenas unos años mayor que yo.

Me quitó la chaqueta de dormir que me había colocado, era cierto que la ropa de Oriol parecía hecha para mi y había cogido un trajecito de pantalón corto y chaquetita de manga corta con dos botones, todo en seda.

-Que tetitas más bonitas. -comenzó a chuparlas con suavidad y a morderlas con los labios.

-¡Qué rico Pablo!

-Tu si que estas rico precioso. -no podía aguantar más y moví la mano para cogerle la verga, me entorpecía su ropa, quería sentirla de verdad, no como la enseñaba la pantalla del ordenador.

-Quítate la ropa Pablo. -me obedeció con rapidez y le vi de rodillas quitándose la chaqueta igual que la mía, su polla era preciosa con el glande gordo y redondo, húmedo de lo que salía por la uretra.

La boca se me hizo agua, era un chico varonil y guapo, más que guapo, sensual y deseable, un excelente macho bien dotado, su verga tendría unos diecinueve centímetros, el grosor proporcionado, y con venas enraizándose en el fuste, el vello le llegaba un poco más abajo de la mitad de la polla, y los testículos se movían airosos muy negros.

Ya había chupado algunas vergas además de las de mis novios, pero ninguna tan hermosa y tentadora como aquella, quise chuparla, lamerla, pero el macho que mandaba era Pablo y él tenía otra idea.

-Colócate arrodillado y saca el culito, quiero comértelo con la boca antes de darle la verga. -hice lo que me pedía sin dudarlo, obedecía a aquel joven macho que sabía mandar sin gritar, dominar la voluntad con palabras suaves, controlar la situación como si fuera un experimentado semental.

Lo primero que sentí fue el soplo de su aliento, cálido casi quemando en mi hoyito.

-Tienes un culito divino Ángelito, con un embudo perfecto para llevar la verga a su centro. -pasó la lengua logrando que diera un gemido.

-Riquísimo, te lo has lavado bebito, sabes como funciona esto, resultarás un prodigio.

Yo gemía y Pablo rugía comiéndole el culo, no podía controlarlo y sentía abrirme para su lengua.

-¡Qué rico Pablo! ¡Qué rico me la das! ¡Ayyy! ¡Ayyy! ¡Ayyy! Pablo, me muero, ¡Qué gusto!

-¿Te lo hago bien precioso?

-¡Ayyy! ¡Ayyy! ¡Ayyy! Sí, sí, sí, quiero tu lengua Pablo. -miraba entre mis piernas viendo su polla goteando líquidos, los testículos que se le movían con sus movimientos al forzar los hombros para meterme la lengua.

-¡Pablo! ¡Pablo! ¡Pablo! No te detengas, no, no, no, vas a conseguir que me corra, ¡qué placer! Ummmm, rico, rico, rico.

Me volvía loco y para no correrme cerraba el ano aprisionándole la lengua.

-¿Te gusta bonito, te gusta? -casi no le entendía por el chapoteo húmedo que su boca producía. Vaya que si me gustaba, nunca, nunca, nunca me habían hecho esto, ni Alejandro me había chupado de esta manera, no sabía que se pudiera gozar tanto con una lengua maestra en el ano.

Pensé en las veces que había sido cogido, tan rápido, tan sin sentido y ahora esto era distinto, otro nivel más arriba, el cielo mismo. Sonó un beso sonoro, muy fuerte, fortísimo mientras aspiraba mi ano, sentía las tripas removerse y la angustia del placer inaguantable.

-Por ahora basta, precioso, te voy a meter la verga. -me propinó un cariñoso azote sin fuerza y sujetándome por la cintura me dio la vuelta, dejándome la espalda sobre la cama. Me recogió las piernas sobre el pecho dejándome el ano expuesto, se chupo dos dedos y me penetró con ellos, era muy placentero sentirlos deslizarse hasta el fondo y luego como los estiraba, como un maestro, para ancharme el ano al tamaño de su herramienta.

-Estas abierto pequeño, no necesitas lubricante. -se agarró la polla y no sabía si mirar aquel ariete de carne que ya me apuntaba en la diana del culo, o su cara húmeda de las babas y saliva con las que había lubricado mi culo. Se la masturbó unos segundos para ponerla más dura y dejo caer saliva sobre ella, sentía la necesidad de lamerla, estaba tan roja, con las venas para explotarle.

-Déjame que te la chupe, muero por mamarla, ¡que rica se la ve! -dejó salir una risita de la boca.

-Habrá tiempo para todo, no desaparecerás mañana, ahora dale gusto a mi polla con tu culito. -se inclinó hasta rozar la punta de la nariz con la mía.

-¿Estás preparado?

-Sí, sí, sí, dámela ya, métela en mi culito. -se bajó hasta mi boca y me besó metiéndome la lengua. Sabía deliciosa y la tenía muy caliente por haber estado jugando en mi culo.

-¿Te gusta el sabor de mi boca?

-Sí, me gusta me vuelve loco.

-Sabe a tu culito, así sabe tu rico culo. -lo nombraba y era como si lo llamara para que se abriera para recibirle. Me tenía en un estado de tensión inaguantable.

-Por favor Pablo métela ya. -se colocó arrodillado y embocó la verga en mi hoyo, en lugar de dejarse caer para enterrarse en mi y clavarme, fue tirando de mis piernas haciendo que yo me moviera.

Sentía la presión en mi culo, el glande ocupando toda la cavidad del mi hoyito, el glande esponjoso y redondo haciendo presión, sus manos tirando de mi acercándome sin remisión y gemí al estirarme el anillo y sentir la punta invadiéndome el ano.

-¡Ayyy!

-¿Te he hecho daño? Solo ha entrado la punta.

-Sigue por favor, estoy bien. -estaba bien pero con una presión increíble, agarré sus brazos y yo mismo me empujaba a la vez que el lo hacía.

-Despacio precioso, no quiero romperte ni lastimarte. -era tan delicado y a la vez tan potente, mi culo se resistía a pesar de saber quien sería el vencedor de esta batalla.

Sin descanso seguía entrando, resbalando dentro de mi cuerpo, metiéndose sin descanso ni tregua, solo se detenía micro segundos, dándole tiempo al anillo de mi culo para aceptarle su caliente y duro ariete de carne.

Fue cambiando la postura para estar paralelo sobre mi.

-Ahora ya falta poco. -musitaba y veía su esfuerzo para sostenerse en el aire, e irse dejando caer lentamente enterrándose en mi culo.

Sentía los pelos de la parte baja de su verga en la entrada y ya no pudo entrar más aunque era suficiente.

-Ya te tengo bien cogido, descansa un momento y ve tu moviéndote para hacerte a la verga. Me miraba y yo sofocado le sonreía.

-Estás más hermoso así bien cogido.

-Pablo, me siento tan bien, lleno de ti, de tu verga, ¡que ricura tu verga Pablo! Tus testículos, son tan gordos y duros.

-Están llenos de leche precioso, para ti, para llenarte el culito si tu quieres.

-¡Ayyy! Que rico lo que me dices Pablo, que rica tu polla. puedes follarme si quieres.

-Aflójate un poco más, será mejor y más rico.

-No voy a aguantar mucho Pablo, los huevos me duelen, necesito venirme.

-No importa, habrá otras veces y aguantarás más. -empezó el mete y saca con lentitud, sin salirse del todo, metiéndose otra vez hasta el fondo, haciéndome sentir su potencia, sin dejar de mirarme y estudiando mis reacciones, sonriendo cuando me veía morderme los labios para contener los gemidos.

Mi verga se rozaba al entrar en su abdomen, el roce de su pene me trastornaba de placer, no podía casi respirar.

-Pablo, me viene, me voy a correr, te voy a manchar, ¡Oh Dios mío! ¡Qué gusto! Queeeeee. ¡Ayyyyy! -me moría y Pablo no se detenía, ahora no le importaba que muriera de gusto y placer. La leche me salía a borbotones en cantidad inaudita, mi abdomen se contraía y cerraba el culo con fuerza.

¡Ayyy! Pablo, por favor detente, me matas. -pero Pablo no paraba solo me miraba sonriendo, disfrutando él mismo del placer que sabía producirme. Cuando me relajé un poco y aún seguía temblando empezó a follarme el culo de verdad, con una macho semental auténtico, con la cara roja, la boca abierta cerrando los ojos para emplear toda su potencia en destruirme el culo.

Y rugió como un venado en la brama, como un macho descargado en el vientre de su hembra, como una hombre entregado a la fecundación imposible, clavado y queriendo entrar más. como el arado en la tierra estéril.

Aún no había salido de mi, aún sentía palpitar el pedazo grande de carne en mis entrañas expulsando las últimas gotas de su savia.

Le sujeté del cuello y abracé su cabeza sobre mi clavícula.

-Gracias Pablo, gracias. -respiró con dificultad sin levantar la cabeza.

-¿Qué te he dicho antes?

-Lo siento pero no puedo evitarlo.

¿Crees que yo no lo he disfrutado?, ¡precioso tontito! He gozado como una animal, estás riquísimo Ángel. -luego se quedó quieto sobre mi, besándome de vez en cuando el cuello y yo intentado abarcar con mis brazos la inmensidad de su ancha espalda.

-¿Nos duchamos y dormimos? Tengo que enseñarte muchas cosas.

-¿Volverás a quererme así?

-Sí, si precioso, pero tienes que conocer otras cosas, otros hombres que te encantarán, otras vergas maravillosas que te harén soñar y delirar. Estas entrando en un mundo mágico y yo te llevaré de la mano.

Esa noche se quedó a dormir a mi lado, me dijo que no me acostumbrara a eso, que tenía que abrir mi corazón a otros placeres que no vendrían de él. En parte me dejó algo triste y también deseoso de conocer ese mundo del que me hablaba. Pensé en Alejandro un solo instante, para reconocer que mi nuevo amigo era mucho mejor amante que él.

Seguirá

 

(9,40)