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Vivo amando una ilusión

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Todo lo vivido con ella está en el pasado. Y no desaparecerá jamás de mi mente.

Mi amor inolvidable. Sé que siempre una parte de mis sueños serán para ti.

Qué paradoja, pienso. Aquellos fríos días de mayo te trajeron sorpresivamente hasta mí como una cálida y agradable brisa. Y te encontré sólo para perderte prontamente.

Esta noche estoy otra vez perdiendo el sueño por ti… reviviendo momentos preciosos que conocimos. Han pasado tantos años… y sin embargo el perfume de tu flor aún sigue aquí. Es extraño pero en medio de tanta gente me siento solitario y te recuerdo a cada minuto. En la penumbra busco y espero a cada instante descubrir de nuevo tus grandes ojos negros asombrados al ver mi locura y mi obsesión por ti.

Estoy delirando. Te transformaste en una ilusión. Asumo que ya nada puedo hacer para volver a tenerte y como un loco trato de ubicar tu presencia en los laberintos de mi mente.

Esta historia es mía. Me pertenece. El relato es lo que de verdad ocurrió, y ahora sólo siento la necesidad de contarlo por lo que significa para mí y porque forma parte de mi vida. Sin duda uno de los pasajes más hermosos de mis momentos de juventud.

Ocurrió hace varios años. Conocí a una jovencita que vino a mi provincia. Estuvo de paso, solo permaneció en mi tierra por unos días, visitando a familiares. No mencionaré su nombre. No aquí. Lo que sigue es absolutamente verídico. Ruego consideren la importancia que para mí tiene esto que hoy decido relatar.

Ella llegó a mi mundo sorpresivamente. La vi y me enamoré. No pude evitarlo.

Tenía ante mí a una chica bellísima que con su grácil figura me deslumbraba. Nada más verla y quedé prendado. Nada exuberante pero tan linda como ninguna. Nos presentaron y cuando dije su nombre me sonrió de una manera especial. Desde ahí, mi sangre empezó a circular mucho más rápido. Charlamos un poco y tuve la suerte de salir a bailar con ella y otros amigos de mi barrio. En el diálogo que tuvimos me contó que estaba de novia allá, a cientos de kilómetros donde ella residía. Con tristeza me confió que su familia no aceptaba esa relación y que sufría mucho por eso, pues estaba muy enamorada. Hablábamos de todo un poco. Me contó cosas de su provincia y de su vida. Su padre había dispuesto que viajara aunque ella no quería. Antes de venir había discutido con su novio y eso le amargaba más aún.

Durante su estadía busqué desesperadamente estar con ella todo el tiempo posible. Afortunadamente en ese invierno hubo una fiesta familiar con los suyos y estuve invitado. Bailé con ella toda la noche. Me volvía loco. Me perdí con su simpatía y su forma de ser. Bailé abrazándola y tomando su cintura. Mezclando mi rostro con el negro de su cabello y al ritmo de la música sentía que yo era el más afortunado del mundo.

Yo tenía veinte años igual que ella. Nunca había conocido una mujer así. Arrolladoramente hermosa. No podía dejar de mirar sus ojos negros que me atrapaban. No sé si a alguien le ocurrió algo así, para mí tan extraordinario. Han pasado muchos años y yo aquí y ahora en mis oídos puedo escuchar su dulce voz y su risa. Juro que desde que la vi, imaginé lo que podría llegar a sentir si besaba esa boca. Perfecta, hermosa, tentadora y para mí; prohibida.

Ella me atrapó. No me pude resistir. Desde que la conocí todo lo demás en mi vida pasó a un segundo plano. Sólo tenía sentido estar cerca de ella y extasiarme con su perfume y la belleza incomparable de su rostro. Una dulce mujer que cualquier hombre quisiera conocer y disfrutar.

Estuvo compartiendo conmigo durante todos los días y salíamos a caminar conversando sobre cosas que nos pasaban a los jóvenes de ese tiempo. Nuestra generación que no conocía celulares, ni internet ni redes sociales. Pasábamos los minutos y las horas hablando y analizando nuestro pequeño universo con alegrías y tristezas.

Debo admitir que casi siempre la charla desembocaba en lo relacionado con su novio y lo que les tocaba soportar.

Muy dentro de mí sentía celos y no podía dejar de pensar la fortuna de tener esa princesa enamorada. Yo me esforzaba y sabía que se iría pronto, por lo tanto tenía que insistir para tratar de conquistarla. Tenía poco tiempo.

Una noche en que fuimos a bailar, la besé sutilmente en la comisura de sus labios aprovechando la penumbra del lugar. La música, unos tragos y el ambiente me ayudaron. Supongo que también su tristeza o nostalgia influyeron y me besó. Primero con desconfianza pero luego con algo de pasión. Me di cuenta que le atraía algo de mí. Sin dudar la besé apasionadamente apretándola contra mi cuerpo. La sentí vibrar y suspirar. Yo estaba al borde de la locura. Me parecía un sueño. Una especie de embrujo me atrapaba porque la piel de terciopelo de su rostro generaba en mí una magia o algo parecido. Una cosa que nunca me había sucedido.

Pasaron las horas y así estuvimos. Ella se negaba por momentos a lo que estábamos haciendo porque recordaba a su hombre amado y no quería traicionarlo. Nos fuimos. En el camino discutió no sé por qué cosas con su hermano y decidió quedarse a dormir en mi casa. Mi madre le acondicionó rápidamente la habitación de mi hermano que por esos días no estaba y allí pasó la noche.

No pude dormir. A pesar del cansancio y la hora yo estaba desvelado. La tenía tan cerca y a la vez tan lejos. Y era así porque me pareció incorrecto acercarme a su lugar de descanso. Con qué argumento voy, me dije. Con qué excusa podría invadir yo su intimidad y avanzar sobre algo que podría tener otras consecuencias. Mis padres, su familia. La confianza. Su noviazgo. En fin. No era prudente dar un paso así.

La verdad es que perdí la noción del tiempo y del espacio. Ni el frío de la madrugada me detuvo. No sé en qué momento sucedió. De repente me vi de pié junto a su lecho contemplando con ternura cómo dormía, y comencé a besarla y a acariciarla como enajenado. Despertó asombrada. El sueño interrumpido y sus grandes y hermosos ojos negros como la misma noche me miraban sorprendidos. Me besó. Su boca tibia y su aliento cálido me recibieron para que nuestras salivas se mezclaran. Mis manos actuaban rápido y a conciencia recorrí su piel de punta a punta. Con urgencia deslicé su bombacha sobre sus piernas y la besé por todos lados. Mis labios se extasiaron con sus encantos. Desde sus pequeños pies hasta sus rincones más íntimos y húmedos, perfumados como pétalos de rosa. Ahora casi como que las palabras estaban demás. Sólo sus suspiros y mi afán por poseerla. Las caricias en silencio inundaron de lujuria el pequeño cuarto donde la temperatura había subido ya a niveles muy altos, a pesar del frío.

Estaba a mi merced. Confundida o excitada o ambas cosas, pero se mostraba rendida bajo mi cuerpo mientras sus brazos me envolvían. Apenas en una especie de susurro alcanzaba a pronunciar mi nombre y un no que jamás me convenció. Un escenario intenso y diferente en el que los dos entendíamos que había que aprovechar preciosamente el tiempo.

Mientras afuera el frío de la noche era despiadado, en nosotros crecía el fuego y parecía que nos devorábamos.

No te puedo olvidar… Mi vida! Éramos solo tú y yo… El resto del mundo que nos rodeaba a esa hora dormía, ignorando lo que estábamos haciendo.

Nos unimos sin preámbulos, sin previas… sólo el deseo fuerte produciendo respiraciones agitadas y miradas llenas de vértigo. Una locura temporal desembocando en un descarado frenesí.

En un momento para mí soñado logré penetrar en su cuerpo. A pesar de mi febril deseo lo hice muy despacio. Lentamente. En forma sutil y saboreando ese momento sublime.

Yo estaba ingresando en el paraíso. Se estremeció. Sus pequeñas manos apretaron fuerte mis hombros y un gemido que dejó escapar me encendió como una hoguera mientras sus uñas casi me lastimaban. Me sentí como un ladrón. Un asaltante. Me estaba apropiando de sus encantos. Probando la delicia de un fruto exquisito pero ajeno. Sentí que era su primera vez.

Mordió mis labios y mi cuello. Su vergüenza y el doloroso placer se mezclaron, y entonces la belleza de ese rostro y su piel quemante me otorgaban una oportunidad nueva para admirarla y desearla aún más. Con ardiente anhelo y sintiendo que no volvería a tenerla, la amé como un loco y la hice mía en medio de esa fría madrugada. Con desesperación me hundí en su cuerpo disfrutando la profundidad de sus ojos y perdiéndome en lo dulce de sus labios. Momentos intensos impulsados por la fantasía y la imaginación, con sus ruegos y gemidos ahogados que indicaban su llegada a las más altas zonas de placer. Pude experimentar la irrefrenable sensación de querer retener esa atmósfera de pasión, misterio y locura. Fueron solamente unos minutos. Instantes interminables en que los dos sucumbimos atrapados por ese fuego sagrado.

Después los días pasaron rápido. Me di cuenta que en su conciencia las culpas le pesaban y hasta le costaba mirarme. Y un día se fue. Y ya nunca volvió.

Yo sabía que lo nuestro era una locura y que en la distancia después todo se perdería. Cómo podría yo olvidar esos días de mayo. Con nuestra juventud conquistábamos el mundo. La vida era generosa con nosotros. Días de risas, juegos, suspiros y palabras románticas con las que quería conquistarla.

No puedo dejar de pensar en aquello. Cuántas veces he imaginado tenerla de nuevo entre mis brazos con su respiración agitada y la piel sudada. He vuelto a ver nuestros cuerpos fundidos mientras el deseo se apodera de mi voluntad. De nuevo siento su furia, sus ganas y me veo perdiendo la razón al saciarme y embriagarme con el néctar de su hermosa juventud. Todo eso que permanece en el pasado me acompaña inexorablemente y sé que son reales esas huellas imborrables de aquella breve, pequeña e inolvidable historia de pasión y locura junto a ella.

Han pasado muchos años. Hoy esa princesa seguramente es flor perfumada y bella pero de otro jardín. Nunca más la vi. Son incontables las veces que sentí la necesidad de volver a ese cuarto donde la hice mía. Ese lugar que fue testigo de lo que juntos hicimos. A dónde fueron a parar esos momentos tan maravillosos? En dónde están?

Ahora tengo otra vida. Y sé también que desde hace años otro disfruta de sus mieles.

Seguramente alguien dirá… son cosa viejas. Historias añejas.

Amor mío. Es muy probable que nunca leas esto. Aquí sin nombres te escribo. Estarás enamorada de otro, indudablemente. Y seguro tu vida ya es también de otro.

Mi amor inolvidable. Siempre una parte de mis sueños serán para ti. Qué paradoja, pienso. Los fríos días de mayo te trajeron sorpresivamente hasta mí como una cálida y agradable brisa. Y te encontré solamente para perderte.

Quizás no te acuerdes de mí. No te olvidaré, lo juro. Siempre serás mi gran recuerdo y te puedo asegurar que eternamente estarás en mi mente.

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