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La historia de Ángel, solo era un muchacho (22)

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A pesar de que Álvaro no parecía molesto por los pelitos que tenía en el ano, y puesto que tenía que ir al pueblo para pasar por la academia de conducir, cuando Eliseo me llevó le pregunté por un salón de belleza.

Primero pasamos por la academia, me presentarían para el examen después de las fiestas navideñas y de fin de año, y le preguntamos a la chica que nos atendió en el mostrador por la dirección del salón de belleza que necesitaba.

Tenía que esperar a que me pudieran atender y Eliseo me dejó solo para irse a hacer otros recados, cuando me llegó el turno me atendió una muchachita joven, no sabía lo que tendría que pagar y fui preguntándole los precios, tenía poco dinero de lo que Eduardo me daba cuando salía con Rubén y no sabía si sería suficiente.

Tenía bastante para que me hicieran lo básico, los pelitos que habían llamado la atención de Álvaro y luego le dejé que ella decidiera lo que necesitaba como más urgente.

Cuando terminó conmigo Eliseo me estaba esperando, por su irónica sonrisa sospeché que me gastaría alguna broma, como así fue.

-¿Te has puesto guapo para la llegada de Pablo? -no le respondí salvo una ligera sonrisa y me senté a su lado en el coche mientras él continuaba hablando.

-Seguro que te verá mejorado, ahora sin bromas, que no quiero que te molestes conmigo, te han sentado muy bien los días que has pasado aquí. -seguramente tendría razón, Victoria y Mateo se preocupaban constantemente de mi y me hacían comer más de lo que necesitaba.

-¿Sabes cuándo llegará Pablo? -me miró por el rabillo del ojo, sin dejar de prestar atención a la carretera, y otra vez sonreía como un viejo zorro.

-Llegará esta misma semana, a finales cuando saquen las últimas notas, por ahora va obteniendo muy buenos resultados. -en el tono de su voz se le notaba lo orgulloso que se sentía por Pablo.

Echaba en falta que no me llamara a menudo y me contara lo mismo que a su tío, pero al escucharle, mi corazón aceleraba los latidos, tenía ganas de verle, unos deseos locos de abrazarle.

Esa noche le pedí algo de dinero a Álvaro, me había gastado todo lo que tenía en la nota del salón de belleza, en lugar de entregarme una cantidad, me enseñó una caja de madera donde guardaba unos cientos de euros y me dijo que cuando necesitara dinero podía cogerlo de allí.

No me preguntó para que lo necesitaba pero me sentí en la obligación de darle una explicación.

-Eliseo me ha llevado a un salón de belleza en el pueblo, quería que me quitaran los pelitos que me viste en el ano. -se me quedó mirando con cara de sorpresa.

-Te dije que no me importaba que los tuvieras, pero si así te sientes mejor puedes hacerlo, también quiero que te cuides y estes apetitoso, ven dame un beso y no pongas esa carita. -me acerqué a su lado mimoso frotándome contra el.

-Mi vida, ¿ves por qué te llamo gatito? Eres como ellos, si te ves mejor sin vello pues muy bien puedes hacer lo que deseas. -me beso con dulzura los labios y me elevó cogiéndome por las piernas y el pecho.

-Eliseo me dijo que me ponía guapo por la llegada de Pablo, pero no es cierto, fue por lo que tu me dijiste…, también quiero que cuando llegue me encuentre bien. -me costaba decirle la verdad completa y me violentaba poniéndome rojo, reconocerle que pensaba en Pablo.

-Eres tan dulce y entregado, siempre piensas en tener contentos a todos, mi vida, te quiero. -según me tenía abrazado me llevó hasta la cama y nos tendimos en ella.

-Ya que te has quitado los pelitos quiero ver el resultado mi amor. -le aparté un segundo para quitarme la ropa y me coloqué arrodillado en la cama abriéndome las nalgas con las manos.

-Te lo han dejado precioso, antes también lo estaba pero ahora se le ve tan limpito y suave. -colocó los dedos sobre el ano y comenzó a pasarlos con suavidad y delicadeza, ya no podía sentir los pelos, pero si la rugosidad y el fuerte fruncido que lo cerraba.

-Se ve delicioso mi vida, mira como me pones la verga. -se quitó la ropa y de verdad que su polla la tenía a reventar de dura, con el grande rojo-granate muy hinchado.

No se conformó con pasar los dedos y su boca los sustituyó dándome un besito que sonó como un disparo, sacó la lengua y me la pasó por lo arrugadito del ano.

-¡Ayyy! Álvaro, mi vida que gustito más rico. -alcancé con mi mano su cabeza y se la apreté contra mi culo.

-Chúpalo mi amor, mi culito es tuyo.

-Te lo voy a volver a estrenar, está tan cerradito.

-Sí amor, ábremelo con tu lengua, así, si, si, pero que rico mi vida, prepáralo para tu verga rica. ¡Ummmm! que delicioso me chupas.

Álvaro me estaba volviendo loco y él también lo estaba, le miraba entre sus piernas como se masturbaba el pene, preparándole para conectarse con él en mi cuerpo y sin dejar de lamerme el ano y metiendo la lengua.

-¡Que rico siento! y mi culito tan abierto mi amor, métemela cuando quieras. -intenté apartarme para tumbarme y cogerle entre mis piernas, pero él me sujeto de la cintura y se puso de rodillas con la polla metida entre mis nalgas.

-No te muevas voy a montarte por atrás. -sentí un escalofrío al escucharle su voz imperativa de macho ordenándome, iba a tomarme montándome por detrás como si fuera una yegua…, rendí el pecho sobre la cama y elevé el culo ofreciéndoselo al macho que deseaba montarme de esa forma animalesca.

-Así estás bien para que te entre hasta el fondo. -me dio tres golpes con la verga, primero en el abierto ano y luego en las nalgas, se colocó acuclillado para apuntar la polla en el ano y se dejó caer enterrando lentamente la verga en mi culo.

Le sentía avanzar cuando el gordo glande me acariciaba las paredes del recto, su verga no era tan grande como la de Pablo, pero tenía en cambio ese glande gordo que suplía perfectamente la mayor longitud de la otra polla.

Cuando la tuvo metida toda ella, y sentí la bolsa de sus huevos pegando en el perineo se deslizó para quedar de rodillas detrás de mi culo y se tumbó sobre mi espalda.

-Qué rico culo gatito, que delicioso calorcito mi amor, abrázame la verga con tu ano mi vida. -me daba pequeños pero duros empujones llenándome de placer mientras me susurraba en el cuello besándome la espalda.

-¡Ayyy! mi Álvaro, siento tu polla recorrer mi tripa, que rico me follas mi amor, no te detengas, no pares de cogerme amor mío.

Estuvo unos minutos en esa postura con la que me dominaba totalmente, cubriéndome como si fuera su hembra, a veces abrazándome la tripa con los brazos, dándome fuertes topetazos sacándola unos centímetros, otras colocando las manos sobre mis hombros, entonces extraía casi toda la carne de mi culo para enterrarla seguidamente con fuerza tirando de mi y doblándome la columna.

-¡Ooooh! Mi amor dame duro mi vida, haz que te sienta en mi tripa, mátame de placer Álvaro. -eso le excitaba acelerando el ritmo de la cogida, hasta que ya no podía más y sentía que el gusto que su verga me daba me llevaba al orgasmo.

-Me voy a correr Álvaro, me viene la leche mi vida, dame la tuya, déjamela en mi culito.

-Sí, si, toma mi leche, toda para mi gatito goloso. -me dio una fuerte estocada y se quedó clavado comenzando a llenarme el culito como le había pedido, en ese momento me llego el orgasmo, estábamos sincronizados como dos relojes, gritando los dos de placer y temblando haciendo que la cama crujiera.

Esa noche me dormí inmediatamente cuando nos volvimos a la cama, después de ducharnos y ya me sentí abrazado por sus brazos, y con su polla dormida pegada a mis nalgas.

-Te amo gatito lindo, te amo mucho.

-Yo también Álvaro.

Por otro lado, según pasaban los días, me ponía más nervioso al acercase la fecha de la llegada de Pablo. A Eliseo se le notaba contento también por el mismo motivo, ya me había acostumbrado a sus bromas que a veces me producían sonrojo.

Todos los días, a la tarde, pasaba a buscarme y si él no podía enviaba a alguno de sus hombres, por cierto nunca envió a Marcos a recogerme, seguramente no le quería ver cercano a mi.

Ese viernes al mediodía, mientras comíamos, me distraía hasta el punto que Victoria me habló alarmada.

-Ángel cariño, te sucede algo, te sientes mal. -desperté de mis ensueños consternado al ver a los dos mayores observándome.

-¡Perdona! No te escuchaba. -la mamá de Álvaro me sonrió comprensiva.

-No estas comiendo y se te ve como dormido, ¿quieres que avisemos a Álvaro? -me encontraba bien, solo que pensaba en el momento en que viera a Pablo, me sentía impaciente y tenía taquicardias.

-No te preocupes, es un ligero dolor de cabeza sin importancia. -me esforcé en llevar la comida a la boca para que se quedaran tranquilos.

En mi habitación no podía permanecer sentado y paseaba intranquilo como un león enjaulado, a ratos miraba el paisaje blanco por la nieve que caía intermitente, dejaba de nevar y un momento después volvía a precipitarse en enormes copos; si por lo menos Eliseo hubiera enviado a alguien a buscarme.

A pesar de estar la calefacción encendida y los radiadores que quemaban, sentía pasar el frío por los grandes ventanales, me puse un jersey de punto y bajé en busca de don Mateo para entretenerme jugando con él.

Pasaba el tiempo y no podía atender al juego, ya me había ganado dos partidas, y estaba a punto de darme “jaque al rey” en la tercera cuando escuché el ruido de un vehículo deteniéndose.

Me levanté para ir a la ventana y no me lo podía creer, aunque lo esperaba impaciente, que la persona que se acercaba a la puerta fuera Pablo, llegaba a pasó rápido huyendo de la nieve que en ese momento caía, traía una bolsa en la mano y entró rápidamente en la casa.

Cuando entró en el salón se detuvo un momento y me miro mostrando su hermosa sonrisa, pero primero fue donde Victoria para abrazarla y luego donde don Mateo, el último fui yo.

Solamente me abrazó sin hablarme, tampoco hacía falta en ese momento tan emocionante, porque me hubieran salido las lágrimas y así las pude contener.

-Déjame que te mire cariño, cada vez te veo más cambiado. -Victoria salvo el momento de emoción donde ninguno nos atrevíamos a hablar. Le sujetó del brazo para llevarle a la mesa cercana a la chimenea, donde estaba extendido el tablero de ajedrez.

-¿Álvaro, no ha vuelto aún?

-Algunos días regresa tarde, los enfermos se multiplican en esa época del año. -estuvieron hablando unos minutos mientras Victoria le sujetaba la mano, sobre todo respondiendo a las preguntas de Victoria interesada por las notas que había sacado, y como se encontraban Ana María y Eduardo.

-Pero no te he preguntado si quieres tomar algo, o mejor si te vas a quedar para la cena y así verás a tu amigo.

-Esperaré a que llegue Álvaro para verle, luego debo marchar, mi tío me está esperando. -deseaba que se hubiera quedado para seguirle mirando un tiempo más, hablar, poderle explicar., ¿el qué?, Me estaba volviendo loco pensando en los hombres que amaba y ahora estarían ambos a mi lado…

Unos minutos más tarde recogió la bolsa que había traído y que dejó en el suelo.

-Tengo que entregarte lo que te envía Eduardo, y hablar. -se dirigía a mi y Victoria se dio cuenta de que Pablo deseaba hablarme en privado.

-Subid arriba, estaréis más tranquilos y Ángel podrá enseñarte como está instalado. -no hicieron falta más palabras, nos levantamos a la vez y Pablo se disculpó mientras me seguía hasta para subir al primer piso.

Sin darme cuenta entré en la habitación de Álvaro en lugar de a la mía y al entrar Pablo cerró la puerta.

-Ven pequeño, abrázame. -resultó un momento muy intenso cuando me sujetó por los hombros para estrecharme, y luego cogerme de la barbilla para besarme los labios, un beso que me supo a nada por lo inexplicablemente corto que fue.

-¡Ohh! Pablo, al fin has llegado.

-Solo para unos días… -me llevó sujetándome de los hombros hasta sentarnos sobre la cama.

-Tengo que contarte muchas cosas pequeño. -comencé a hacerle mimitos abrazándome a su cintura mientras él acariciaba mi pelo.

-Déjame que te entregue los regalos que me han dado para que te traiga. -me solté de él dejándole que fuera sacando distintos paquetes de la bolsa que había traído.

-Esto son unos libros de tus profesores para que vayas leyendo, como no son importantes es mejor que abras éste que te envía Eduardo. -comencé a desempaquetar uno pequeño, por la caja supe que era un móvil y antes de abrirlo me quedé mirando a Pablo.

-No quiere que vivas aislado, ya lo tienes con los teléfonos de todos grabados, solo falta que comiences a hacer llamadas. -mi móvil, un presente de Eduardo. -Ya lo verás cuando empieces a manejarlo.

Resultaba increíble que ahora pudiera comunicarme con el mundo, comenzaba a darme cuenta del cambio que se había producido en mi vida desde que Álvaro intervino en ella, también lo mucho que Pablo había ayudado.

-Gracias Pablo!

-Te equivocas pequeño, ya te he dicho que el regalo es de Eduardo.

-No es por el teléfono Pablo, es por lo que os debo a Álvaro y a ti. -y volví a abrazarme a él sin querer soltarlo.

-Espera, espera que aún hay más. Todos se acuerdan de ti y muchos vendrán a pasar unos días pero será por verte. David y Oriol esperan impacientes para abrazarte. -quería que le soltara y yo me resistía a dejarle de sentir pegado a mi.

-También hay un regalo de Andrés, el último que recibirás por hacer esos favores…, no sabes lo molestos que se sintieron al enterarse de que habías dejado de pertenecer a la organización, Andrés y Millán corrieron la voz de tus bondades y muchos miembros querían estar contigo. -me entregó un paquetito más pequeño que el anterior, y al desenvolver el estuche final, adiviné que era algo semejante a los pendientes que me regaló Millán.

Me quedé atónito mirando la bonita joya que contenía, una gargantilla parecida a la que llevaba Oriol, pero más bonita y con la cadena más larga, la cogí del estuche y la cadena resbaló entre mis dedos metiéndose entre ellos.

-Es muy bonito, pero no se si debo usarlo…

-¿Por qué no? Te lo supiste ganar, es tuyo. Ven que te lo coloco. -me cogió de la mano y me llevó a la silla del escritorio donde me sentó, me retiró el jersey para abrirme la camisa quitándome los botones más altos.

Sentí el frío del metal precioso sobre mi piel y sus dedos en el cuello cerrando el cierre de la cadena, luego me giró para mirarme.

-Estas precioso, queda muy lindo sobre tu piel, te servirá como placa de identidad para que los que te hablen sepan tu nombre. Ven a mirarte y ver como te queda.

Me levantó y me llevó al baño colocándome frente al espejo, el diamante colocado como acento en la letra Ángel deslumbraba, y el nombre escrito en oro amarillo, sobre el del fondo blanco de la cuadrada plaquita, en una línea muy fina de letra inglesa, resultaba espectacular.

-¿Qué me dices ahora? Esas tan guapo como siempre Ángel, o más como dice mi tío. -estaba detrás de mi pasando las manos por mi abdomen y bajo la cabeza para besarme el cuello, me hizo sentir la dureza de su entrepierna entre mis nalgas.

-¡Ohhh! Pablo… -pasé la mano detrás de mi cuerpo y la coloque sobre la verga intentando sujetársela.

-Tu verga Pablo.

-¿Te has acordado de ella?

-Mucho… ¡Ummmm!

-¿Te gusta?

-Sabes que sí, que me vuelve loco…

-Pero ahora tienes a Álvaro…

-Sí, pero quiero tu polla, la necesito Pablo. -sus labios no se apartaban de mi cuello llegando a lamerme el pendiente y el lóbulo de la oreja. En ese momento se apartó y me volví para mirarlo de frente.

-¿Qué pasa Pablo, ya no me deseas como antes?…

-Más, mucho más precioso, y en este momento me es difícil contenerme, no he estado con nadie desde que te secuestraron y estoy a reventar de deseo por ti.

-¿Y don Manuel y Ana María?…

-¿Aún le das vueltas a eso? Don Manuel tiene a Yasin y a todos los chicos que quiera, puede pagarse los caprichos que se le antojen por caros que le resulten. Ana María ha encontrado a su hombre, o cree que lo ha encontrado en el dueño del casino donde gasta a manos llenas el dinero de Eduardo.

-Yo te amo a ti Ángel, ¿no te has dado cuenta? -le miré terriblemente sorprendido y quise acercarme a él pero dio unos pasos hacia atrás hasta tropezar con el marco de la puerta.

-¡Pablo! Te dije una vez que te quería y me prohibiste que te lo dijera, que tenía que olvidarlo. -deseaba abrazarle pero me daba cuenta, sin saber el motivo, que él evitaba que entráramos en contacto y me contuve.

-Ahora puedo decírtelo, antes era tu instructor y tu estabas fuera de mi alcance, Álvaro te ha hecho libre y ya es diferente.

-¿Entonces por qué me rehuyes? No quieres que me acerque a ti y yo te deseo Pablo, y también puedo decirte que te amo, como al principio.

-No digas eso Ángel, quiero estar junto a ti, pero antes tengo que hablar de esto con Álvaro. Estas en su cama todas las noches, él también te ama y tenemos que arreglarlo, sabiendo que cuando tu elijas a uno de nosotros seguiremos siendo amigos. -me daba cuenta del tremendo enredo en que estábamos metidos.

-Pero yo os amo a los dos Pablo y no os quiero perder, no podría vivir sin uno de vosotros, no podéis ponerme en el dilema de tener que elegir, no quiero contemplar esa alternativa. -ya no podía contenerme y las lágrimas comenzaron a deslizarse por mis mejillas.

Pablo se acercó y me sujetó de los hombros zarandeándome para abrazarme a continuación contra su pecho.

-¿Pero qué podemos hacer? Alguno tiene que salir perdiendo.

-¡No, no Pablo, por favor! Vosotros encontraréis la solución. -le obligué a que bajara la cabeza abrazándole el cuello y pegué mis labios a los suyos.

-Os quiero mucho Pablo, buscaréis alguna manera para que estemos los tres juntos, ¿verdad que sí? -besaba desesperado su cara queriendo arrancarle una promesa que parecía imposible.

-No sabemos lo que opinará Álvaro, mi precioso pequeño, tengo que hablar con él y estar todos conformes. -al escucharle sentía que un rayo de esperanza empezaba a abrirse paso entre las sombras que antes veía impenetrables.

Nos mantuvimos abrazados esperando la llegada de Álvaro, pensaba que quizá este fuera a ser uno de los días que llegaba tarde, pero como si supiera que le esperábamos escuchamos llegar su coche antes de lo que pensaba. Le esperamos en su habitación, sabíamos que sus padres le dirían donde estábamos.

Escuchamos como subía los escalones de dos en dos y apareció en la puerta, nos vio sentados sobre su cama muy cerca el uno del otro, con la cara desolada y triste contrastando con la suya donde la sonrisa le ocupaba medio rostro.

-¡Ya llegaste! -se adelantó a la vez que Pablo se levantaba, se fundieron en un abrazo fuerte de hombres donde Álvaro resultaba más expresivo, luego me abrazó a mi y me levantó la cara para besarme en los labios ante la mirada de Pablo.

-¡Vamos, pero que os sucede? Esto parece un funeral en lugar de un encuentro de buenos amigos.

-Tengo que hablar contigo, en realidad los dos tenemos que hablarte y quizá no te guste lo que vamos a decirte. -observé como la cara de Álvaro se volvía preocupada.

-¿Tan urgente es?

-Creo que si. -Pablo volvió a sentarse en la cama y Álvaro acercó la silla del escritorio, yo me senté también en la cama pero algo alejado de Pablo.

-Os escucho, ahora me tenéis intranquilo y muerto de impaciencia…

Pablo comenzó a hablar, a decirle todo lo que según él sucedía, lo que yo pretendía y quisiera que pasara y Álvaro, según escuchaba podía verle sonreír a veces, pero no hablaba, solo prestaba atención a lo que Pablo decía apoyándome en mis pretensiones sin dejar que yo interviniera.

Cuando terminó de hablar, y estuvo más de quince minutos en un monólogo donde las palabras se le atropellaban, se paró de repente.

-Esto es todo, tenemos que buscar una solución, un arreglo que sea bueno para Ángel. -los dos mirábamos a Álvaro que parecía estar pensando, mirándonos.

-No quiero que os sorprendáis pero ya había pensado en esto, no cabe duda de lo que Ángel siente, nosotros somos el mayor problema, tenemos que pensar las consecuencias a que nos llevará una posible convivencia.

Pablo y yo nos miramos, pensábamos que todo iba a ser peor y Álvaro ya estaba dando vueltas a lo que presentía que en algún momento llegaría.

-Es mejor que lo pensemos esa noche y mañana lo hablamos tu y yo, ¿estás de acuerdo? -me admiraba la tranquilidad con la que Álvaro encaraba el problema, sin exaltarse y admitiendo que podría haber una solución que dependía de ellos.

-Ahora es mejor que bajemos a cenar o mis padres pueden llegar a enfadarse con nosotros, eso sería peor, ¿te quedas a cenar? -a la vez que terminaba se ponía de pié y tiraba de la mano de Pablo para levantarle y volver a unirse en un abrazo de amigos.

-No quiero que nuestra amistad se termine Álvaro.

-Tranquilo, yo tampoco lo quiero.

Pablo no se quedó para la cena, como había le dicho a Victoria se despidió de nosotros quedando para verse el día siguiente a la mañana. En la cena pude comprobar que Álvaro no pareció alterado en ningún momento y hablaba con naturalidad de su trabajo, pensaba que podría coger algún día libre durante las fiestas y su tranquilidad era contagiosa para mi.

-Acércate a mi gatito. -me había quedado estático en la cama, muy diferente a lo que hacía otros días que era abrazarme a él. Hice lo que me pedía y apoyé la cabeza en su pecho escuchado los pausados latidos del corazón.

-No quiero que terminéis enfadados por mi culpa, os quiero mucho a los dos Álvaro. ¿Llegaréis a un acuerdo verdad? Dime que sí por favor.

-Vale, pero primero me ha gustado mucho el regalo que te ha hecho Pablo. -cogió la placa en sus dedos y la miró con detenimiento.

-No ha sido de Pablo, también Eduardo me ha regalo un móvil. -seguía con la plaquita entre sus dedos dándola vueltas.

-Ángel, muy bonito regalo y te va muy bien en el cuello. Sabes una cosa gatito…, creo que podremos compartir tu amor, y tu vas a tener suficiente para dárnoslo a los dos.

-Álvaro mi vida, te amo. -esa noche no me hizo el amor y me dormí sintiendo que él no podía conciliar el sueño aunque no dejé de sentir sus brazos a mi alrededor.

Seguirá…

 

 

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