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Incesto tras incesto

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Esteban era un joven gallego de 18 años, moreno, de ojos negros, alto y muy guapo, que no sabía si era de carne o si era de pescado.

Principios de agosto de 1971.

Esteban estaba en el monte tumbado a la bartola mientras las cabras apastaban, llegó a su lado su tío Arturo, un hombre pelirrojo, bajito, de 25 años, casado y sin hijos. Se sentó a su lado y le preguntó:

-¿Ya te estrenaste, Esteban?

-Aún no.

Se lo dejó caer sin anestesia.

-¿Quieres estrenarte con tu tía?

Aquello era algo que jamás esperaría que le dijera su tío.

-¡¿No te importaría?!

-No.

-No creo que ella quiera.

-Fue ella la que me dijo que te lo peguntase. Quiere enseñarte a follar.

-¿Y eso a qué se debe?

-Es una fantasía que tiene.

-¿Cuándo sería?

-Mañana a la tarde te estará esperando.

-¿Tú vas a estar?

-No, mañana no puedo.

Le volvió a preguntar:

-¡¿Seguro que no te importa?!

-Seguro. Si ella es feliz, yo soy feliz.

-Me cuesta creer que seas tan abierto sin un motivo. ¿No hay algo más, tío?

-Para ser tan joven no se te clavan tan fácil. Lo cierto es que me pilló con tu prima Julia, y este es el precio que tengo que pagar si quiero seguir con tu tía. Estrenándote con ella me harías un favor.

Al día siguiente, Esteban, llegó a casa de sus tíos. Su tía María le abrió la puerta.

-Buenas tardes, tía.

-Lo serán. Pasa.

Entró en la casa y la mujer cerró la puerta. Estaba vestida con una funda blanca de las que usaba su marido para trabajar de pintor. El cabello negro lo llevaba recogido en dos trenzas largas que le bajaban hasta la cintura y calzaba unos tenis blancos. En el comedor, le preguntó:

-¿Quieres beber algo, Esteban?

-No.

María bajó la cremallera de la funda y Esteban le vio las tetas, unas tetas grandes a las que no se les veía las areolas marrones, ni por supuesto, los grandes pezones. Esteban se puso más nervioso de lo que ya estaba y comenzó a tragar saliva. María, sonriendo, le preguntó:

-¿Estás nervioso?

-Mucho.

-Relájate que lo vamos a pasar muy bien. Dime: ¿Es verdad que aún no cogiste con una mujer?

-Sí, es verdad.

María, le rodeó el cuello con los brazos y le dio un morreo que le puso la polla a temblar.

-¿Nunca te había besado con lengua una mujer?

-Ni mujer ni hombre. Ni con lengua ni sin lengua.

María, le echó la mano al paquete. Se encontró con la polla dura cómo una piedra, lo volvió a besar, y después, le dijo:

-Se nota, cariño, se nota.

Lo tomó de la mano.

-Ven, te voy a enseñar cómo se coge con una mujer.

Al llegar a la habitación, de pie, al lado de la cama, cogió la teta izquierda con una mano, y le dijo:

-Pasa tu lengua por el pezón -se la pasó- ahora por la areola y chupa -hizo lo que le dijo- Coge las dos tetas, magréalas y lame y chupa.

Lo tuvo mamando sus tetas grandes y esponjosas unos minutos, después se quitó la funda, los tenis y se echó boca arriba sobre la cama.

-Ahora te toca aprender a comer un coño y un culo.

Le dijo dónde estaba el clítoris y cómo lamerlo y chuparlo, lo que eran los labios mayores y menores y como lamerlos, la vagina y como follarla con la lengua. Cómo lamer y follar el ojete, donde estaba el periné... La lección duró más de media hora y no duro más porque enseñándole cómo le gustaba más que jugase con su clítoris, exclamó:

-¡¡Y así se corre una mujer!!

Esteban vio cómo su tía jadeaba y se convulsionaba y cómo acababa de correrse con las manos en el coño y en posición fetal.

María tenía una sonrisa de oreja a oreja cuando acabó de correrse. Descansó un par de minutos, durante los cuales no abrió la boca más que para respirar. Recuperada, le dijo:

-Desnúdate que ahora voy a enseñarte a follar.

Se desnudó. María, al ver la polla empalmada y mojada no se pudo resistir, la cogió y le hizo una mamada. No tuvo que esmerarse mucho. Unas chupaditas, unas lamidas de periné y ojete, unas lamiditas de pelotas, y de la polla de Esteban salió un chorro de leche que casi llega al techo. Fue la única leche que se perdió, el resto se lo tragó María.

La mujer pensó que se le iba a bajar, pero la polla seguía dura como si no se acabara de correr. Fue a lo suyo:

-Follar no es solo meter y sacar, Esteban, bueno en el culo, sí, con menos o más rapidez, o con más y menos fuerza, follar es... Échate encima de mí y métemela. -se echó y se la metió- Ahora no te muevas y bésame -se besaron unos minutos- ¡Joder qué bueno estás! Mejor no te digo nada y vete aprendiendo mientras follamos.

Esteban, se envalentonó y le dio a su tía, le dio duro, y le dio suave y se la quitó y se la comió... Y la tía lo cabalgó al galope, al trote y al paso, y se la quitó y se la chupó... Y ella se corrió seis veces y Esteban le llenó el culo de leche tres veces... Y quedaron para hacer el trío.

Esteban seguía sin saber si era de carne o si era de pescado.

Finales de agosto de 1971.

Esteban había cogido el tifus. Eran las once de la noche y estaba en cama sudando y tiritando. La hermana de su abuelo, Matilde, una mujer de cincuenta y cinco años, se metió en cama para darle calor. Esteban se abrazó a ella y le puso las manos sobre las tetas, que eran grandes y fofas. La polla se le puso dura. Esteban, poco después ya no temblaba. Matilde, al sentir la polla en su culo, se puso cachonda... Haciendo que se acomodaba, echaba su gordo culo hacia atrás para provocarlo. Esteban, le subió el camisón y le bajó las bragas. Le hizo con el dedo en el ojete lo mismo que le había hecho su tío a él. Matilde se dejaba. Probó a ir más lejos. Metió la cabeza debajo de las sábanas y le lamió el ojete. La mujer se encendió, y le dijo:

-Mete la punta de la lengua dentro.

La metió y supo a que sabía... Sabía a lo que sabía.

Matilde echó el culo para atrás y le folló la lengua... Esteban le echó la mano al coño y se encontró con una charca de jugos. Matilde le cogió la mano por la muñeca, la llevó a la boca, se la lamió por ambos lados, se puso boca arriba, y le dijo:

-Come mi coño.

Esteban, le hizo una comida de coño que Matilde acabó agarrando la almohada para ahogar sus gemidos de placer cuando se corrió, ya que su marido estaba mirando la televisión en la habitación de al lado.

Después, Matilde, se puso de lado, Esteban, volvió a lamer y a follar el culo con la lengua... Matilde, comenzó a gemir de nuevo, muy bajito. Esteban, le acercó la polla al ojete, empujó, se la metió hasta el fondo y comenzó a follárselo, muy, muy despacito para que la cama no se moviese.

Matilde estaba chorreando. Metió dos dedos dentro del coño y empezó a masturbarse.

Estaba con la polla dentro de su culo y los dedos dentro de su coño, cuando llegó a la habitación, Víctor, su marido, que había sentido sus gemidos. Encendió la luz, y al verla con los ojos cerrados, y a Esteban pegado a ella, le pregunto:

-¿Duermes? -Matilde, no le contestó- ¿Estas bien?

Matilde, seguía gimiendo y con los ojos cerrados. Sintió la leche de su sobrino llenar su culo y sin poder evitarlo comenzó a correrse.

-Oooooh, oooohh.

Víctor, no salía de su asombro viendo la cara de placer de su mujer.

-A saber con quién estás soñando. En fin, todos tenemos sueños húmedos.

Apagó la luz y se fue.

Tía y sobrino se echaron a dormir.

Esteban seguía sin saber si era de carne o si era de pescado.

Septiembre de 1971.

En las fiestas del pueblo, Conchita, una mocita muy guapa, de ojos marrones, tetas medianas, con media melena rubia, estaba bailando con Esteban, ‘Yo soy aquel’, la canción de Raphael. Apretado a él, y mirando para una pareja que bailaban muy acaramelados, dijo:

-Hijo de puta.

-¿Qué te pasó con Alfredo?

-Me engañó.

-Yo no oí eso.

-¿Qué oíste?

-Que le metiste los cuernos y por eso te dejó

-Sí, pero eso no le daba derecho a llenarme el culo de leche antes de decirme que me dejaba.

Esteban quiso corroborar lo que acababa de oír.

-¡¿Dijiste el culo?!

-Sí, el culo, me desvirgó el culo antes de decirme que sabía lo que hiciera.

Esteban, se empalmó, y cómo estaban bailando pegados, Conchita, sintió la cosa dura pegada a su coño. Se separó de ella y le dijo:

-Perdona, prima.

Conchita puso las manos en el culo de Esteban y lo apretó contra ella.

-No hay nada que perdonar. Me gusta saber que te excito.

-En ese caso, te diré que me gusta saber que te gusta que te excito.

-Sabes, primo, en casa no hay nadie y yo tengo ganas.

A Esteban le acababa de alegrar la noche.

-¿Voy yo primero?

-No, voy yo. En cinco minutos ven tú.

Cuando Esteban llegó a casa de su prima se oía al vocalista de la orquesta cantar: Un sorbito de champán, de los Brincos. La puerta estaba abierta. La casa olía a carnero asado. Sentado en una silla, con los dos brazos y la cabeza sobre la mesa dormía la borrachera el padre de Conchita, un cabronazo cincuentón que a la mínima le bajaba las bragas, sacaba el cinto y le daba hasta que le ponía el culo al rojo vivo, y después, excitado, el muy cerdo, follaba a su mujer, sabiendo que su hija escuchaba los gemidos de la madre.

Esteban no se creía lo que estaba viendo. Conchita estaba desnuda, de pie, al lado de su padre, con un cinto de cuero en la mano. La miró de abajo arriba. Sus piernas eran perfectas. En su pubis tenía una pequeña mata de vello rubio. Su cintura era estrecha y sus caderas anchas. Sus tetas medianas tenían pequeñas areolas rosadas y sus pezones, era gordos. Su cuello era de cisne y su cara preciosa. Oyó cómo le decía:

-Cierra la puerta con llave.

Esteban, temblando, cerró la puerta y después fue junto a Conchita. La muchacha le dio el cinto, se dio la vuelta, y le dijo:

-Dame en el culo con él.

-Se va a despertar tu padre.

-No te preocupes, ya se podía caer la casa que antes de dos o tres horas no despierta.

-¡¿Sabías que estaba aquí?!

-Sabia

-Me mentiste, dijiste que no había nadie en casa.

-Si no estuviera no te traía.

-Deja que te coma las tetas.

Conchita, seguía a lo suyo.

-¿Después me darás con el cinto?

No le respondió a la pregunta.

-¿Me dejas o no?

-Come, pero solo un poquito.

Esteban le magreó y le comió las tetas tal y cómo le enseñara su tía. Conchita, le dijo:

-¡Joder que bien sabes comer las tetas! Dame un beso, hombre, dame un beso.

Esteban le dio un beso con lengua que la dejó sin aliento. Después se agachó, y le comió el coño mojado. Conchita, poco duró, duró hasta que comiéndole el coño le metió un dedo en el culo. En ese momento, le dijo:

-¡Qué bien lo haces, que bien lo haces¡ Que... ¡¡Me corro!

Se corrió en la boca de Esteban mientras su cuerpo temblaba. Fue una corrida larga e intensa.

Al acabar de correrse, la dulzura de sus gemidos dio paso a su voz grave. Cogió el cinto en el piso, se lo dio, y le dijo:

-¡Ahora castígame por haber sido una guarra, lame coños!

Esteban, no estaba por la labor.

-Yo no sería capaz de pegar a una mujer.

-¡Qué me des con el cinto, hijo de puta!

Mil peleas tuviera Esteban por llamarle puta a su madre, y Conchita lo sabía.

-No le llames eso a mi madre que te breo.

Conchita parecía una gata rabiosa.

-¡Hijo puta, hijo puta, hijo puta!

-¡La madre que te parió!

Le largó con ganas. El cinto chasqueó en sus nalgas:

-¡¡Traaaas, traaaas, traaaas!!

Esteban ya se había calentado, y si se despierta el padre de Conchita, que era un medio metro, le pasa la borrachera a golpes.

-¡A ver si callas, coooño!

-Hijo puta -¡trassss!- Hijo puta, hijo puta -¡traaas, traaaas!- Hijo puuuta. ¡traaaaas, traaaas ¡Aaaaay!

Después de que le dejara al rojo vivo el culo, Conchita, se puso en cuclillas, le bajó la cremallera, sacó la polla empalmada y se la mamó hasta que le llenó la boca de leche. Después puso las manos y las tetas sobre la mesa, abrió las piernas y con su cara al lado de la cara de su padre, oyendo al vocalista de la orquesta cantar: Cerca de las estrellas, de los Pekenikes, le dijo:

-Rómpeme el coño, papá.

Esteban, también sabia lo de las palizas con el cinto que le daba el padre a Conchita, lo que no sabía era que fantaseaba con él. Le importó una mierda, Se la clavó de un golpe y después le dio sin piedad, a romper... Conchita, poco después, sintiendo que le venía, le levantó la cabeza a su padre, que estaba en lo mejor del sueño, y le dijo:

-Mira cómo me corro, papá.

Quien vio cómo se corría fue Esteban. Vio cómo se abrían y se cerraban su culo y su coño, y cómo el coño echaba jugos mucosos que no dudó en lamer, saborear y tragar... Al acabar de correrse se la metió en el culo, y al ratito, se corrió dentro.

Mientras se oían bombas y el vocalista de la orquesta cantaba Anduriña, una canción de Juan y Junior, se la sacó del culo y se la metió en el coño. La follo despacio, aprisa, con fuerza, suave... Le dio cañita de la buena... Ya se oía Black is black, de los Bravos, cuando Conchita, besando a su padre, se volvió a correr. Esteban, la sacó y se corrió en la entrada del ojete.

Diciembre de 1971.

Juan, el padre de Esteban, que era viudo y tenía 45 años, había vuelto de Suiza casado con un pibonazo. Una rubia, veinte años más joven que él, alta y con un cuerpazo de escándalo. Solo tenía un defecto, no hablaba una palabra de español y menos de gallego, que era lo que se hablaba en el pueblo.

Creo que en el mes escaso que estuvo en el pueblo, cayeron más pajas de las que habían caído hasta el día en que llegó.

El día que entró su madrastra en su casa y le dio un beso en la mejilla y olió el perfume que llevaba, se le puso la polla dura como una piedra, y la cosa iba a ir de mal en peor, ya que la voz de la francesa era tan sensual que al oír palabras cómo mon cheri (querido) mon amour, (mi amor) y cosas así, deseaba tirarse encima de ella y que fuese lo que Dios quisiera.

La ocasión dicen que la pintan calva, pero a él le apareció peluda y en forma de coño. Fue un día que su padre se fuera de caza con sus viejos amigos. Esteban iba a ir con su padre, pero a última hora fue otro en su lugar para espantar las perdices.

Esteban llegó a casa y sintió gemidos. Venían de su habitación. Fue a mirar. Abrió la puerta y vio a su madrastra, con el culo hacia él, a cuatro patas, con un dedo metido en el culo y otros dos metidos en el coño. Su madrastra se estaba masturbando, eso era obvio. ¿Pero por qué lo hacía en su habitación? Cómo dije, la ocasión se le presentó peluda y en forma de coño.

Sin hacer ruido, se acercó y la cogió por la cintura. A Madeleine casi le da un infarto. Se echó boca arriba sobre la cama y tapó los pezones con un brazo, y el coño con el otro. Esteban vio una foto suya sobre la cama. Su madrastra se estaba masturbando pensando en él. Cogió la foto y la tiró al piso. Madeleine dijo unas palabras en francés que Esteban, por supuesto, no entendió. Lo que hizo fue subir a la cama, cogerle la mano que tenía sobre su coño peludo, y apartarla sin que Madeleine ofreciera resistencia. Le quitó el brazo de las tetas y vio una maravilla de mujer. Imagina una diosa y sabrás lo que vio Esteban.

Le comió y le magreó las tetas... Después bajó y comenzó a comerle el coño. Madeleine, pensado que no sabría comerle el coño. Le apartó la cabeza, le señaló el clítoris con un dedo, echó la lengua fuera y la movió de abajo a arriba. Esteban le lamió el clítoris hasta que le señaló el ojete. Se lo lamió y se lo folló. Le folló el coño con la lengua, y ya sintió los primeros gemidos de su madrastra... Ya se vino arriba, ojete, coño, clítoris... Hasta que oyó:

-¡¡¡Oui!!! (¡¡¡sí!!!)

Madeleine le cogió la cabeza, y moviendo la pelvis le frotó el coño en la boca, en la nariz... Se la frotó por toda la cara mientras gemía sin parar.

Al acabar de correrse, se volvió a poner a cuatro patas. Esta vez, Esteban, no tuvo dilema ninguno. Madeleine le puso la polla en la entrada del ojete y empujó con el culo hacia atrás. Esteban la cogió por las tetas y se la clavó hasta el fondo.

Tiempo después, a Madeleine, que tenía dos dedos dentro del coño, le empezó a temblar todo el cuerpo, Sus jadeos eran de perra. Se corrió y Esteban se corrió dentro de su culo... Luego, se la quitó del culo, se la metió en el coño, y le dijo a Madeleine:

-Soy de carne.

Madeleine, giró la cabeza, y le preguntó:

-¿Quoi? (¿Qué?)

-Sí, lo quooiste.

La folló hasta que se volvió a correr. Esta vez, sin pesar en las posibles consecuencias, le llenó el coño de leche.

¿Tú qué crees? ¿Esteban era de carne o era de pescado?

Comentar no es perjudicial para la salud.

Quique.

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