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La historia de Ángel, solo era un muchacho (37)
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Tiempo de lectura: 11 minutos

Jamás pensé que los gruñidos varoniles de un macho al penetrarme me excitaran tanto, ni que la fuerza que una gran verga empujando para abrirse camino en mi vientre me hiciera sentir tan a gusto. Mi sorpresa era tanta que mi boca lo expresaba abriéndose en forma de O y con la cabeza hacía atrás, los ojos cerrados, disfrutaba los latigazos de semen que Eliseo me iba dejando muy adentro.

Permaneció quieto, solo temblaba, mientras los últimos chorros de leche le salían de la verga, y podía sentirla moverse dentro de mi en sus postreros estertores, luego me aplastó con el cuerpo posado sobre el mío, respirando con dificultad, y me hablaba al oido señalando que era muy puto y estaba muy bueno, y que resultaba fabuloso follarme, hasta que la polla fue perdiendo consistencia y empezó a salir de mi culo.

Rendidos, al menos yo lo estaba, permanecimos tirados en la cama, Eliseo de hallaba a mi lado tendido boca abajo, con la cabeza girada mirando mi perfil y con su enorme brazo sobre mi pecho sin dejar que me moviera. Mi respirar violento hacía que el pecho se me hinchara y los negros vellos de su axila me hacían cosquillas en la tetilla de ese lado.

Aún no sabía como tomar aquella situación y dejé escapar una pequeña risa, más que nada por las cosquillas que me hacía involuntariamente erectándome el pezón.

-¿Te ríes, te ha parecido gracioso? -dentro de su brusquedad percibí cierto regocijo que se confirmo por la sonrisa que me dirigía.

-Es que me haces cosquillas, solamente eso. -no dejaba de mira mi perfil y por el rabillo del ojo yo también le observaba atentamente.

-Realmente eres muy guapo, un bonito chico. -y apretó el brazo protegiendo su propiedad y cortándome la respiración.

-Tienes que llevarme a casa, Victoria y don Mateo se preocuparan al ver que llego tarde.

-No te preocupes a doña Victoria sabré tranquilizarla, déjamelo a mi, y no creo que el hombre se preocupe tanto. -se colocó de costado mirándome, apoyado sobre el codo de su brazo derecho.

-Además aún no hemos terminado, vas a mamarme los huevos hasta que la verga se me ponga dura otra vez. -le miré con tremenda sorpresa, pensaba que había tenido suficiente.

Sin hablar, no tenía otra opción, me arrodillé para que Eliseo me sujetara del pelo y me llevara la cara a su verga, como si tuviera urgencias cuando hacía unos instantes no aparentaba tener prisa alguna. Quedé inclinado sobre sus partes viriles y con el culo elevado, y mientras con una mano me sujetaba del pelo, la otra la llevó a mi trasero para acariciarlo y meterme los dedos.

Tiraba con brusquedad de mi cabello causándome dolor, queriendo que acerca la boca a su verga llena de jugos de la anterior follada.

Estaba flácida y reposaba sobre el abdomen, con los pelos del mismo pegados al tronco, con la lengua fui limpiando todos los restos de líquidos seminales, los suyos y los míos y me los tragaba. Metí su polla en la boca, toda ella, estando aún floja y Eliseo me tiró del pelo sacándomela.

-Te he dicho que me chupes los huevos putito, intenta meterte los dos a la vez. -me dolía el cuero cabelludo porque no me soltaba, y me dirigía tirando de él llevándome a sus duros y negros huevos, para pasármelos por todos los lados de la cara, manchándome con nuestros flujos, cuando me soltó empecé a pasar la lengua por sus duros cojones, primero uno y luego el otro, lo hice repetidas veces hasta que abrí la boca y delicadamente empecé a tomar uno y otro entre mis labios.

-Así, muy bien, lo haces divino, que buen maestro ha sido mi sobrino. -volvió a cogerme la cabeza con una mano, apretándome contra sus huevos mientras temblaba.

-Eres muy joven y también muy entendido, te habrás comido muchas vergas para llegar a esto, ¡Ahhh! sí, así nena, ahora los dos, los quiero en tu boquita. -tuve que esforzarme al máximo para comerle los dos testículos sin hacerle daño. Solamente los sentía en mi boca y podía moverlos con dificultad.

-¿Te gustan los cojones de tu papi? ¿Cuáles te saben mejor putito? ¿Son más ricos que los de Pablo, eh? Sí, chúpalos mariconcito. -se le sentía muy excitado y veía a vez como su poderosa polla volvía a coger la dureza de la piedra, y yo chupaba sin cesar rodeándole los huevos con la lengua y apretando sin causarle daño.

-¡Ohh! Cómo te gusta, quién es mejor de los dos. -no lo nombraba pero sabía a quien se refería, era como un concurso, una competición que mantuviera con su sobrino para ser el mejor, el que más placer me diera.

-Tu papi, tu eres el mejor y me sabes más rico. -se reía complacido.

-Él será bueno algún día, ahora todavía es un niño y yo te enseñare para que seas una buena hembra para él. -ya era un gruñir de placer lo que salía de su boca y de la verga le salía un manantial de líquidos que escurrían, dejé reposar los huevos sin que me lo pidiera y volví a meterme la verga en la boca para que el néctar no se perdiera entre los pelos, la masturbaba a la vez que le chupaba la cabeza.

-Tu papi, tu sabes tratarme, sabes lo que necesito, un macho como tu lo eres para mi.

-Sabía que terminarías por entenderlo putito, te ha costado darte cuenta de quien es tu macho. -miraba su cara que cambiaba a medida que su verga iba desapareciendo en mi boca, luego la sacaba para pasarle los labios a lo largo de toda ella y volver a cerrarlos atrapando su dulce glande rojo y gigante.

Mi macho estaba temblando, con la verga durísima y caliente, suave como la seda, y era un placer sentirla deslizándose por mi boca y garganta, sacó los dedos con los que me daba placer en el culo y me sujetó la cabeza para retirarme la polla.

-No te muevas nenita, voy a perforarte el culito así como estas. -obediente le miré como se levantaba, con su imponente cuerpo de virilidad plena, apoyé el pecho y la cara en la cama y elevé el culito un poco más abriéndome las piernas.

Se colocó a mi espalda y me azotó con suavidad las nalgas.

-¡Qué culito tan divino, es hermoso. -pasó las manos por toda la raya y me abrió para meterme tres dedos.

-¡Ahhh! papi, me vas a romper el culo. -él me miraba admirándome, sabía que le gustaba todo lo que veía y ahora me trataba con delicadeza, pasando las rudas manos por toda mi piel en tiernas caricias como si fuera su mascota más querida.

Elevé un poco la cabeza, girada para verle como me pasaba la dura verga por toda mi raja.

-Aún te sale leche nena, te dejé bien preñada. -y sin más apunto la polla y empezó a entrar en mi, lo hacía lentamente sin lastimarme y al poco tiempo estaba totalmente en mi interior.

-¡Ayyy! Papi, ahora que bien lo has hecho, te siento en el estómago. -gemía de puro gusto con esa verga en el fondo de mi cuerpo y hasta lloraba de gozo. ¡Oh! era maravilloso.

Empezó a moverse, con lentitud, incrementando paulatinamente la velocidad y deteniéndose en el momento oportuno para alargar el momento de placer, abría más las piernas para que entrara con más facilidad.

Yo solo gemía, sollozaba, y giré la cara para tenerla enterrada en la ropa y evitar los gritos que salían de mi garganta, se inclinó sobre mi teniéndome muy clavado y se sujetó de mis hombros, curvándome la espalda para arreciar en sus embestidas, me tenía dominado y totalmente sujeto a su voluntad, gozando sus gemidos profundos y roncos de macho, su respiración violenta en mi nuca.

Sentía la humedad del sudor de su pecho en mi espalda, y como hacía inhumana fuerza, para clavarse más sin poder hacerlo, en el supremo instante en que empecé a sentir los temblores de su verga en mi vientre, y comencé a recibir los disparos de leche de mi macho.

Centré todos mis sentidos para notar como se corría abundantemente llenándome de semen, y sin necesidad de estimularme la polla, yo también convulsioné corriéndome cuando aún mi dueño no había terminado de vaciarse.

No sabía cuanto tiempo había transcurrido cuando me llevó al baño en sus brazos, y me limpió como si fuera su niña querida o el objeto más preciado que tuviera.

La ranchera corría con alguna dificultad, venciendo la fuerza del viento que soplaba ferozmente, y Eliseo se esforzaba en ver dentro de aquel mar de copos, brillantes por la luz de los faros, que se estrellaban en el parabrisas.

Fue al llegar a la carretera principal cuando, más tranquilo en aquella vía más ancha y segura, comenzó a hablar.

-Ya sabes como va a ser a partir de ahora, serás mi mujercita, mi hembra siempre que te necesite y quiera usarte…, podrás seguir follando con tu doctor, por supuesto y…, ¿Marcos?… Es un buen chico, discreto, y no irá pregonando lo que vea o haga, permitiré que te tenga alguna vez, además a ti te gusta como te folla por que lo que pude ver. -se detuvo un momento de hablar, y por la brillante luz del tablero de instrumentos vi como cerraba con fuerza los puños sobre el volante.

-Cuando lo hagáis será en mi casa, no quiero que os sorprendan como yo he hecho, guardaréis las formas para que los jornaleros y el personal de servicio no piensen que le ponéis los cuernos a mi sobrino, y no habrá un macho más que te de por el culo…, espero que lo entiendas bien. -giró un momento la cabeza buscando mi asentimiento, pero tarde unos segundos en responderle, mi cabeza barajaba las posibilidades que tenía para ser yo quien controlara la situación.

Eliseo se erigía en mi dueño y señor para decidir con quien podría estar y eso me soliviantaba. Tenía que hacerle creer que era él quien mandaba, se pensaba que con la grabación de lo que pasó con Marcos me tenía en sus manos.

Eliseo desconocía cual era mi trabajo en la casa de Eduardo y que Pablo conocía con todo detalle. No se me ocurría pensar que Pablo rompiera conmigo por haber estado con Marcos, y tampoco pensaba que él se atreviera a enseñarle la grabación a su sobrino.

Por una parte me disgustaba la posición de vencido que debía adoptar, en la cama no me importaba, al contrario, disfrutaba sentirme dominado, pero en lo demás ya no sería esclavo de nadie.

Y por la otra era verdad que me había encantado su follada, su forma llena de contrastes al tratarme, y que mientras Pablo no estuviera a mi lado necesitaría un verdadero y viril hombre que me tuviera satisfecho, me convenía llegar a un acuerdo y sabía que al final el triunfo sería mío y que él terminaría haciendo lo que yo le pidiera.

Pensé con cuidado mi respuesta, para que se creyera el vencedor, y a la vez dejarle claro que yo no era el muñeco que pensaba, y que podía tener mis condiciones, no eran muy estrictas, pero al menos era una forma de dejar patente que en algún momento podría revelarme ante exigencias que no me gustaran.

-Estoy de acuerdo con lo que propones, pero pongo dos condiciones. -me miró con un gesto de estupor para seguido dejar escapar una carcajada.

-Tienes huevos ¿eh? ¿Crees que estás en situación de poner condiciones? -me mantuve encogido en el asiendo esperando que dejara de reír.

-Seré un puto como tu me dices, pero también tengo mi orgullo que se impone sobre mis deseos sexuales, aunque me guste la verga no soy un adicto. -puso la mano, ruda y grande, sobre mi rodilla apretando hasta hacerme daño.

-Puedo ser generoso y concederte algún deseo, habla. -sujeté su mano y se la aparté de mi pierna.

-Una de las condiciones se refiere a esto mismo, no consentiré que me hagáis daño salvo el que yo lo consienta. Y nunca emplearéis lo que hagamos para dañar a Pablo o a Álvaro, nunca les revelaréis lo que pase, lo que haga con vosotros. ¿No es mucho pedir, verdad? -volvió a reír con fuerza y a colocar la mano donde la tenía, pero ahora su agarre estaba limitado a una pequeña presión indicándome que había captado mi mensaje.

-¿Solo es esto? No te preocupes, somos los primeros que deseamos que nada se sepa, por mi sobrino y por el doctor al que respetamos, pero somos hombre más rudos de los que tu estas acostumbrado a tratar. Firmemos el acuerdo. -me tendió la mano como si tratáramos de sellar un acuerdo entre caballeros, y se la estreché pensando que quizá todo no fuera tan sencillo.

Como sospechaba, en la casa de Álvaro estaban preocupados por mi tardanza, debieron escuchar el ruido del motor y Victoria no esperó a que una de las chicas abriera la puerta, ella misma apareció envuelta en un chal de lana que apretaba con una mano sobre el pecho, con la otra sujetaba la ancha hoja de madera evitando que el fuerte viento la abriera.

Eliseo llevaba mi maletín y me cedió el paso para que entrara primero. Victoria, con la cara preocupada, me abrazó la cintura tirando de mi para dentro.

-Hijo, ¡cuanto has tardado! -me sentí emocionado al notar su sincera preocupación pero no tuve oportunidad de responderla, fue Eliseo el que lo hizo por mi.

-Ha sido un pequeño incidente, y por mi culpa, doña Victoria, no tiene de que preocuparse, Ángel está en buenas manos. -tuve que sonreír ante lo irónico que sonaba su respuesta. Victoria me pasó la mano por el cabello que aún lo llevaba húmedo por la ducha reciente y no habérmelo secado en condiciones.

-Además tienes el pelo mojado. -y pasó a hablarle a Eliseo.

-Espero que esto no se repita y devuelvan al chico después de sus clases. Téngalo muy en cuenta Eliseo. -la vi un gesto irritado y Eliseo lo notó también.

-Así lo haremos señora, no volverá a suceder. Ahora, si me permite tengo que hablar con su marido don Mateo. -habían llegado dos chicas y una de ellas me ayudó a quitarme el abrigo, a la otra Victoria la pidió que acompañara a Eliseo donde estaba su marido.

-Por favor hijo, sube a secarte el cabello y te preparas para cenar. -Eliseo se había marchado siguiendo a la chica sin despedirse y subí a la habitación, dejé el maletín al lado de la mesa escritorio y me metí en el baño.

Me desnudé y me miré en el espejo que cubría la mitad de una pared, se me notaban algunas zonas de la piel rojizas y algo amoratadas, los lugares donde Eliseo me había colocado sus rudas manos sin darse cuenta de que me dejaría marcas, me apliqué una crema suavizante y regeneradora de la piel, también utilicé mi colonia, y después de secarme el pelo con el secador, me embutí en unos pantalones flojos de cintura de goma que se me pegaban al cuerpo, una camisa de marga larga y color rosa que recogí en los brazos con dos vueltas, y volví a echarme un vistazo.

Eliseo me había dicho que era guapo, un chico bonito, y vi la admiración y el deseo en su mirada aunque ya estaba satisfecho por terminar de usarme. Realmente me sentía hermoso, los colores aparecieron en mis mejillas ante mi falta de humildad aunque lo evidente no se podía negar.

Álvaro llegó para cenar, al entrar nos encontró a los tres en el salón leyendo y en espera de que apareciera, como siempre hacía, primero besaba a Victoria y luego se dirigía a mi que lo esperaba de pie. Esa noche me miró intensamente antes de besarme los labios y me pasó una mano por la mejilla acariciándola.

-Hoy resplandeces, estas lindo como nunca. -me abracé a su cuello y oculté la cara que me ardía, se había dado cuenta de que, por alguna razón que él desconocía, la satisfacción plena me hacía resaltar la belleza y que los ojos me brillaran reflejando mi estado de ánimo.

———————————

-Irina es una guapa chica… -a la vez que hablaba le acariciaba el pezón de su tetilla derecha con las uñas, haciendo que se le mantuviera erecto.

Habíamos subido a nuestra habitación, sin hablar después de la cena más que lo imprescindible, notaba que Álvaro esa noche me necesitaba. Hicimos el amor y en esta ocasión me penetró sin pedírselo, con una elevada excitación que relacioné con las miradas deseosas que me dirigía durante la cena.

Se derramó muy pronto quedando exhausto sobre mi y dejando que yo le abrazara contra mi pecho, con mis piernas en su cintura mientras le besaba con apasionada ternura, no aguantó mucho y lo hizo antes de que yo pudiera llegar al clímax, seguimos con caricias hasta que se recuperó y me pidió que ahora fuera yo el que le penetrara. Ahí pude llegar al final y él lo hizo por segunda vez. Le tenía sujeto de la cintura abrazado, aún con mi verga en su interior y me incliné para besarle la espalda expresándole la ternura que me inspiraba.

Amaba a aquel buen muchacho, o quizá fuera algo diferente al amor, pero no iba a causarle daño alguno, ni a sus padres ni a él. Afianzaba así mi decisión de mantener una interesante aunque dolorosa conversación con Irina.

-Ya que hablas de ella me llamó por el móvil aunque no pude conversar demasiado como ella quería, le has caído muy bien y te elogia sin cesar.

-Tu madre y ella parecen llevarse bien, a pesar de la diferencia de edad pueden pasar por amigas.

-No lo creas, para mamá Irina es como una hija, pero ya esta bien de hablar de ella, cuéntame como te ha ido el día. -enseguida se durmió escuchándome relatar lo que había hecho.

—————————————-

En los días que siguieron no hubo oportunidad de tener sexo, ni con Eliseo, ni con Marcos, éste pasaba a recogerme como acostumbraba, y sin hablar más que lo imprescindible, me llevaba a mis clases.

Unos días después, y sin explicación alguna, Victoria se hacía llevar por su chofer hasta la hacienda de don Ernesto, según ella para hablar con doña Martina la abuela de Oriol, esperaba y cuando terminaba las clases volvía a casa con ella y su chofer.

El primer día lo encontré normal, pero durante los días siguientes continuó haciendo lo mismo, supuse que le había disgustado mi retraso más de lo que imaginé por las reconvención que le hizo a Eliseo. Ante esa nueva situación ninguno de los dos hombres se atrevía a tener un encuentro sexual conmigo haciendo fracasar los planes de Eliseo.

Como Victoria me había dicho, el encargo de mi ropa para la fiesta del cumpleaños de Irina llegó uno de esos días, un empleado de la tienda donde lo adquirió se presentó para probármelo. Al parecer a Álvaro se lo habían probado en la misma tienda. Además del traje venía con otras prendas como camisas, zapatos y ropa interior.

El empleado de la tienda era un chico relativamente joven que al verme se sonrió, la ropa que Victoria les había encargado resultaban bastante clásica y el hombre le sugirió que aquello no era para un chico joven como yo, y se volvió con todo lo que había traído.

Volvió dos días más tarde con ropa diferente que me encantó, Victoria no tenía los mismos gustos que Ana María eso era evidente, pero atendió las sugerencias del empleado.

Unos días antes de la fiesta llamé por teléfono a Irina. Estaba retrasando el momento todo lo que podía y cuando acabé los ejercicios de mis clases cogí el móvil ante de arrepentirme y seguir postergando el momento.

Me resultaba muy penoso, también terriblemente doloroso, pero tenía que cumplir con lo que me había prometido a mi mismo: permitir que Victoria y Mateo pudieran realizar sus sueños de tener nietos, los hijos que Álvaro e Irina pudieran darles y que para mi resultaba materialmente imposible.

-¿Irina?

-Ángel, es una enorme alegría escucharte, pensaba pasar uno de estos días para que habláramos. -su voz sonaba alegre y a la vez preocupada, acertadamente suponía que mi llamada sería para decirle mi decisión.

-He pensado sobre lo que hablamos…, y creo que tienes razón. -en ese momento se me quebró la voz.

-¿Estas bien Ángel?

-Estoy bien, no tienes que preocuparte, solamente deseo pedirte que seas tu quien hable con Álvaro, aceptaré lo que acordéis si él esta conforme, no puedo darte más Irina, lo siento.

-Ya es bastante, gracias Ángel, Mateo y Victoria te lo agradecerán siempre y yo también.

-Ahora te dejo, tengo mi clase de guitarra. -corté la comunicación sin esperar su respuesta, y sentí resbalar las lagrimas por las mejillas. Ese día en lugar de dedicar mi tiempo al ensayo de guitarra lo dediqué a llorar desconsolado hasta que una chica me avisó a la hora de la comida. Pasé por el baño para intentar disimular la rojez de los ojos y la nariz.

La comida transcurrió esforzándome en probar algún bocado, intentado disimular mi pena para que aquellas dos buenas personas no se dieran cuenta. La siesta de ese día resultó un estar estático tumbado sobre la cama y con la mirada perdida en las molduras de escayola del techo. Suspiré aliviado cuando escuché a Victoria llamarme para marchar a mi clase.

Seguirá…

 

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