Nuevos relatos publicados: 9

Tenía ganas atrasadas

  • 13
  • 17.182
  • 9,89 (18 Val.)
  • 0

El vocalista de la orquesta Panorama, cantaba: Despacito, la canción de Luis Fonsi. Ya cayera la noche. La ventana de la habitación de la casa rural estaba abierta. Las gaviotas gallegas con sus graznidos ponían notas discordantes a la canción mientras sobrevolaban el alumbrado de la fiesta.

En la habitación se respiraba amor, amor y deseo. Tenía ganas atrasadas. Ganas de ella y ganas de complacerla, de darle más amor del que nadie le pudiera dar. De follarla hasta que se desmayase de placer. Tenía ganas de que desease que el mundo se parase y nos apeásemos de él. Tenía ganas dejar de ser sombra en su sombra para pasar a ser el sol que la iluminase.

Diana, mi princesa de cuento, y yo, estábamos desnudos sobre la cama, una cama enorme, de color marrón y madera de roble como todos los muebles de la habitación, las mesitas de noche, el tocador, la mesa, las dos sillas, el tresillo... Hasta la cubitera, donde un par de botellas de champán y dos copas esperaban su turno, era de color marrón y madera de roble.

Primer orgasmo.

La punta de mi lengua cuan tímido caracol se deslizó de abajo a arriba por la raja del chochito de Diana, una, dos, tres, cuatro, cinco y seis veces, el chochito (¡qué mata negra más hermosa tenía!) se abrió un poco, luego, la lengua, se deslizó de abajo a arriba, por el labio izquierdo, una, dos tres, cuatro, cinco, seis veces, y luego por el derecho otras seis veces. El chochito se iba abriendo como se abre una flor con el calor de la primavera. La lengua penetró la vagina, y de la garganta de Diana salió un sensual gemido. La volvió a penetrar, una, dos..., hasta doce veces. Luego la lengua subió a la perla, lamí a ambos lados del capuchón y se apretó contra él hasta que el glande asomó la cabecita. Lo lamí y lo chupé. Diana ya componía una balada con sus gemidos. Acto seguido, metí dos dedos dentro de la vagina, y con la misma lentitud de antes acaricié su punto G. Mi lengua lamió el gordo pezón de su teta izquierda unas veinte veces, después aplasté y chupé la teta succionando sobre la areola... Pasé a la otra teta e hice lo mismo, lamer, aplastar y succionar. Sentí como mis dedos se iban encharcando de jugos y cómo el punto G se abultaba. Besé a Diana en el cuello, le mordí los lóbulos de las orejas, la besé en la frente, en los ojos, en la punta de la nariz, en la comisura de los labios, y en la boca, con dulzura. La respuesta de Diana fue devolverme los besos con un beso apasionado, y decir:

-Me voy a correr, tío.

Presioné hacia arriba los dedos y comencé un rápido mete y saca. Sentí la explosión dentro del chochito y cómo la vagina apretaba mis dedos. Seguí metiendo y sacando. El chochito echaba por fuera, y los dedos chapoteando entre flujos hacían: "¡Chaffff, chaffff, chaffff...! Arqueando su cuerpo, exclamó:

-¡¡Me cooorro!!

Segundo orgasmo.

Al acabar de correrse, y sonando: La vida loca, de Ricky Martin, bajé besando, acariciando, lamiendo y chupando sus pezones sus tetas, su barriguita, su vientre y su ombligo. Lentamente quité los dedos del chochito. Mojados de jugo, los iba a chupar, Diana, me cogió la muñeca, se llevó los dedos a la boca y los chupó. Volví a meter la cabeza entre las piernas de mi sobrina, y con la lengua plana lamí su chochito de abajo arriba. Me detuve en el clítoris y lamí de abajo a arriba, de arriba a abajo, hacia los lados y alrededor. Diana, me cogió la cabeza y movió la pelvis de arriba a abajo a toda pastilla, y en segundos, me dijo:

-¡¡Me corro, otra vez, tío, me corro otra vez!!

Le metí la lengua en el chochito y sentí los gemidos de placer de Diana mientras aquella delicia se abría y se cerraba apretando mi lengua. Saboreé los jugos de la corrida, unos jugos con sabor agridulce.

Al acabar de correrse la volví a besar y Diana volvió a probar el sabor de sus jugos, un sabor que le encantaba.

Me eché a su lado, y le dije:

-La cosa va bien.

-Vas a perder la apuesta, tío, es imposible que me hagas correr seis veces en una hora.

-Impossible is nothing.

-Carry on then.

Tercer orgasmo.

Se escuchaba: Bulerías, de Bisbal, cuando con una cinta roja en las manos, le dije:

-Date la vuelta, preciosa.

Diana, se dio la vuelta, y mientras le ataba las muñecas, me dijo:

-Ya no hay nada con lo que me puedas sorprender.

Le até las manos, le di la vuelta. Me puse de rodillas entre sus piernas. La cogí por la cintura y la levanté, la atraje hacia mí y le metí la cabeza de la polla dentro de su chochito. Diana, me dijo:

-Reconozco que en esta posición nunca lo hice.

-Para todo hay una primera vez.

Le hice cosquillas en las costillas. Diana, se retorcía con la risa y la polla entraba y salía de su chochito empapadita de jugos.

-Caaabrón. ¡Jejeje! -cosquillas- ¡Jajaja! -cosquilas- ¡Jajaja! ¡Cabrón! -cosquillas ¡Jejejejaja...!

Con el jejeje y el jajajaja, fue metiendo toda la polla dentro del chochito. Llegó un momento en que las cosquillas se fueron, y con ellas las risas, lo que dio paso a los gemidos. Le agarré las tetas, aquellas tetas grandes, con grandes areolas marrones y gordos pezones, aquellas tetas que me traían loco, y la follé al estilo martillo pilón, dando fuerte, hasta el fondo y sin condón "¡Plon, plon, plon...!" Al martillo pilón siguió la metralleta: "¡Ratatata...!" Diana, al ratito, arqueó su cuerpo, cerró los ojos, y exclamó:

-¡¡Me vengo!

¡Y cómo se vino! Parecía que se estaba derritiendo cómo un azucarillo en un café. Mi polla se moría por descargar, pero aún no era la hora. Debía esperar.

Cuarto orgasmo.

Dejé que descansara un par de minutos. Se escuchaba la canción: La camisa negra, de Juanes, cuando le dije:

-Ponte a cuatro patas.

Sonrió, al decir:

-No quieres perder tiempo.

-No.

Se puso en la posición del perrito, pero con la cabeza apoyada en la cama. Mi lengua cuan gatita cariñosa se fue frotando desde su chochito a su ojete. Le di una palmada en cada nalga. Hice círculos con la lengua en la entrada del ojete. Le lamí la columna, besé su nuca... Mi polla empalmada fue ahora la que hizo círculos alrededor del ojete. Sentí cómo latía. Le metí la mitad de la cabeza. Diana, empujó con su culo y metió la cabeza entera. Dejé una mano en las tetas, y de la otra metí dos dedos dentro de su chochito. Comencé una doble penetración, con mis dedos y con la polla. Tiempo después, Diana, ya estaba otra vez que echaba por fuera, y me dijo:

-Quita la polla y mete la lengua. Quiero correrme sintiendo tu lengua dentro de mi culo.

Sus palabras eran órdenes para mi. Saqué la polla del culo y se lo follé con mi lengua. La masturbé cada vez más rápido y un par de minutos más tarde, decía.

-¡Qué rico, que riiiico, que riiiico, que riiiiico! ¡¡¡Qué riiiiico!!!

Su ojete apretó mi lengua y su chochito mis dedos, y se volvió a correr, jadeando y entre espasmos.

Quinto orgasmo.

Ya llevaba más de tres cuartos de hora follando. Se oía la canción: Que la detengan, de David Civera. Tenía que espabilar o perdía la apuesta. Me levanté de la cama y eché una copa de champán para ponerme a tono... Diana, protestó.

-¡¿Y yo qué?!

-¿Quieres champán?

-Sí.

-Lo tendrás.

Volví a la cama con la botella en la mano y derramé champán sobre su espalda. Mi lengua lamió el champán que bajaba hasta su culo, un culo espectacular. Luego, le abrí las nalgas y le lamí el ojete, el periné y la nalgueé... Volví a echar champán en la espalda y lo volví a lamer. Me dijo:

-Desátame que deseo hacer una cosa.

Le desaté las manos. Diana, se dio la vuelta, me cogió la botella y se echó un trago generoso, luego puso la botella al lado de la cama. Yo ya me había sentado. Diana, se sentó sobre mis muslos, cogió la polla y la puso en la entrada del ojete. Rodeó mi cuello con sus brazos y me dijo:

-Veamos quien hace correr a quien.

Fue metiendo la polla en el culo hasta que llego a fondo. Después me besó y me folló mirándome a los ojos y apretando sus tetas contra mi pecho. Sabía lo que estaba haciendo. Al rato, le devolvía con dulzura los besos apasionados que mi sobrina me daba. Vio cómo se me fueron cerrando los ojos, Antes de correrme, la miré, y le dije:

-Te quiero.

Diana, quitó la polla del culo y la metió en el chochito. Sintió cómo me derretía de placer y cómo se lo llenaba de leche. Lo folló a toda mecha... Cuando las últimas gotas de leche caían en su coño, me besó, y le dijo:

-¡Me voy!

Se corrió como una bendita mientras comía mi lengua.

Sexto orgasmo.

A punto de acabar, y sonando: Colgado en tus manos, de Baute, metí de nuevo la cabeza entre sus piernas y mi lengua en su chochito, chochito que trató de atrapar la lengua con sus últimas contracciones, pero se le escapó y le lamió el chochito de abajo a arriba, arrastrando con ella sus jugos y mi semen. Su clítoris erecto la recibió con gran delicia, ya que Diana cogió mi cabeza con las dos manos y comenzó a mover su pelvis de abajo a arriba, de arriba a abajo, hacia los lados y alrededor, en nada, un grito de placer salió de su garganta:

-¡¡Arrrggg!!

Se volvió a correr, y esta vez con una fuerza brutal, ya que su cuerpo sufría unas tremendas sacudidas.

Al acabar se quedó con los ojos cerrados, cómo muerta, pero con una deliciosa sonrisa en los labios.

Tumbados boca arriba en la cama, y sonando la canción: Solamente tú, de Pablo Alborán, me recordó la apuesta.

-Pasaba de la hora cuando me corrí por sexta vez... Perdiste. ¿Cuándo vamos a Bora Bora?

Le acaricié el cabello, la besé, la miré a los ojos, y le dije:

-¿Te parece bien mañana?

Se llevó una sorpresa.

-¡¿Ya quitaste los billetes?!

-Y el bungalow ya está pagado.

- ¡¿De verdad?!

-De verdad de la buena.

-No me respondiste.

Su voz denotaba tristeza, cuando me dijo:

-No puedo dejar a quien tú sabes sin más. Ni él se lo merece, ni yo soy tan ruin.

-Fui muy apurado.

-Fuiste. ¿Dónde está ese bungalow?

-En Bora Bora, ya te lo dije.

-Ya, pero en que sitio.

-Le llaman Sofitel. Está junto a la playa. ¿Quieres el billete de avión? Es de ida y vuelta y tiene validez por dos meses.

-¿Y si no aparezco? Perderías el valor del billete.

-Si decides no ir pide que te devuelvan el dinero.

-Vale, luego me lo das... Ahora te voy a follar hasta que te deje los ojos en blanco.

Al coger la cinta roja, la polla ya me empezó a latir. Me encantaba que fuese mala, y lo iba a ser. Me ató las manos por las muñecas. Quitó un cordón de uno de mis zapatos y me ató los pies por encima de los tobillos. Se sentó encima de mis piernas, y se rio al más puro estilo Joker de Batman.

-¡Je, je, je! Así qué el cabrón quería que dejase a mi marido por él. -me pellizcó las tetas- ¡Cuánta prepotencia en un viejo, carajo, cuánta prepotencia!

-Yo...

No me dejó hablar, me dio dos bofetadas.

-¡Zas, zas!

Me dolieron, carallo si me dolieron. No iba en broma.

-¡Calla la boca, guarro! Que hasta te gusta tragar tu propio semen.

-No, que a ti no te gusta probar tus jugos.

-Me volvió a dar dos bofetadas.

-¡Zas, zas!

-¡¿Qué parte de calla la boca no entendiste, sopla pollas?! ¿Sabes?

-¿Qué?

-¡Zas, zas!

-¿Eres tonto o masoquista?

Al no responderle levantó las dos manos.

-¡Contesta!

¿Qué coño iba a hacer? Si le respondía malo, si no le respondía, peor... Pero mira, como al pegarme las tetas le iban de un lado al otro, y me gustaba verlas, le respondí:

-¿Te crecieron las tetas, cariño?

La había sorprendido.

-¡¿Qué has dicho?!

-Que te veo las tetas más grandes, más hermosas.

Su cara de cabreo se hizo más notoria.

-¡A qué cojo la zapatilla y te doy con ella en la boca!

-Ninguno de los dos trajimos zapatillas.

Diana, se volviera a dejar crecer los pelos del chochito, me lo puso en la boca, y me dijo:

-¡¿Qué no?! ¡Toma zapatilla de felpa!

No le hice ascuas. Enterré mi lengua en su vagina. Diana, cogió mi cabello y tirando de él, sacudió mi cabeza, hacia los lados.

-¡¡Vicioso, que eres un vicioso!!

Se dio la vuelta, volvió a poner su chochito en mi boca, agarró mi polla, y la masturbó y la mamó mientras hacíamos un delicioso 69. Cuando sintió que me iba a correr, me preguntó:

-¿Dónde tienes los billetes de avión?

-En el bolsillo interior de la chaqueta.

-¡Qué vacaciones nos vamos a pasar mi chuli y yo!

Se me quitaron las ganas de correrme.

-¡¿No lo dirás en serio?!

Me dio otros dos cates en la polla.

-¡Zas, zas!

-¿Pero tú te pensabas que iba a cambiar los ojos por el rabo?

Me estaba poniendo nervioso.

-Deja ya de joder con la pelota, Diana.

Se enfadó.

-¡Ay que me ha dicho el maricón!

-¡¿Maricón yo?!

-Sí, tú, lame culos.

Jugó con un dedo en la entrada de mi ojete y sintió cómo mi polla volvía a latir.

-¿Ves cómo eres maricón?

Le comí el coño pensando que iba a seguir mamando y jugando con mi ojete, pero no, se dio la vuelta, metió mi polla en su chochito, luego me puso encima de ella, y me dijo:

-Abrázame.

-¿Cómo diablos iba a abrazarla si estaba atado? Empujé con la polla hacia abajo.

-¡Te dije que me abrazaras, mamón!

-¡Zas, zas!

Me tenía la cara colorada.

-Me vas a poner la cara del revés, cabrona.

-¡Del revés te voy a poner los ojos, cabrón!

Me folló con rapidez y me azotó el culo hasta ponerlo más rojo que la cara. Me iba sin remedio, y se lo hice saber.

-¡Ostias, qué me corro, Diana!

-¡Ni se te ocurra, gallego llorón, a mí no me llena el coño de leche un come mierda... De repente, le vino el gusto a ella.

-¡Oy, oy, oy, que me corro, qué me, qué me, qué... ¡¡Me corro!!

Apretándome contra ella clavó sus uñas en mis nalgas. Aguanté como un Jabato hasta que acabó de correrse. Cuando terminó de retorcerse de placer, ya se me había despistado la mía. Lo debió intuir, puesto que metió un dedo dentro de mi ano, se movió debajo de mi, y me dijo:

-Bésame y dámela.

-¡Corridón! Comiéndome ella a mi la boca más que yo a ella, eché tanta leche, que sentí como me mojaba las pelotas al no caber más en su chochito.

Me volvió a follar, y la follé hasta que quedamos rendidos, Antes de echarse a dormir, me besó, y me dijo:

-Fue bonito.

-Fue.

A la mañana siguiente, cuando desperté, Diana, ya se marchara.

En fin, cómo ella dijo, fuera bonito. ¿Fuera bonito, para ella? ¿Fuera para mí el despertar del sueño más hermoso de mi vida? Era cuestión de esperar... Aunque albergaba una esperanza. Diana, nunca cogía lo que no era suyo, y si no le gustaba el dispendio, el billete de avión que se llevó con ella... Lo dicho, era cuestión de esperarla en Bora Bora.

Comentar no es perjudicial para la salud.

Quique.

(9,89)