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Acosado por mi suegro
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Tiempo de lectura: 9 minutos

Íbamos a pasar unos días en la casa quinta de mis suegros. Hacía dos años que salía con Sara y aún no conocía a mis suegros. Así que mi novia me consultó y bueno acepté.

El auto me paso a buscar temprano porque quedaba un poco alejado de la ciudad. Era verano y querían aprovechar el día aunque nos quedaríamos varios, según tenía entendido.

La cuestión es que llegué por mi lado. Allí estaba Sara esperando. Entramos en la casa quinta, que por lo pronto era bastante lujosa. Sabía que allí había dinero. Mi suegro era un empresario exitoso.

Había gente por todos lados. Pregunté si era una fiesta o algo así. Sara me comento que no. Era gente invitada de sus padres. Por el fin de semana. Nada del otro mundo. Ella estaba acostumbrada a eso.

Recorrimos varias caras. Por fin se encontró con una mujer hermosa. Madura, pero muy bien. Pelo largo a la cintura muy elegante y fina. Ella es Vilma, mi madre me dijo. Vilma me sonrió me estrecho la mano muy formal y respetuosa, me sonrió y dijo que ya estaba con nosotros y desapareció tras unos invitados.

Sara ni se inmutó y seguimos caminando juntos. Hicimos unos metros mas y un hombre musculoso, bien peinado, sobrio, nos salió al cruce.

—¿Y tú eres quien creo?

—¡Papá! —exclamo Sara

—¡Si eres! —se echó a reír y me estrecho la mano. Muy jovial y divertido

—¡Este es mi padre! —dijo Sara como resignada

—¡Hola! —dije

—¿Cómo estas muchacho? —saludo con voz fuerte y decidida. Hombros anchos. Pecho lampiño. Un porte muy elegante.

—¡Papa es necesaria esa sunga! —exclamo indignada Sara. Yo sonreí por lo enojada que estaba mi novia. Observe de paso de reojo la protuberancia que se le notaba muy bien e a mi suegro en la entrepierna. Desvié la mirada.

—¡Pero te das cuenta!! ¿Cómo era tu nombre? —me preguntó divertido aquel hombre jovial.

—Osvaldo señor —dije yo

—Osva está bien, esa chica es mi perdición, siempre está diciendo que todo lo hago mal…

—Pensé que era al único que le pasaba eso… —dije cómplice

—¡Aha, ahí está!

—Ova que dices —dijo roja como un tomate a punto de estallar Sara

—¡No te enojes querida, a tu madre le pareció bárbaro que use está prenda!

—Hay muchos usando sunga —dije yo para completar la bronca de mi novia

—¡Que par ustedes! ¿Se han puesto de acuerdo?

—¡Ven vamos a beber algo! —dijo mi suegro tomándome de los hombros. Allá fuimos, él se acercaba a mi oído y me decía cosas que no entendía, por el bullicio y el volumen de la música. Llegamos a una barra de tragos

—¿Qué quieres Ova?

—¡Una cerveza!

—¡Bien, bien!

—¡Cuánta gente! —comente al pasar

—¡Si mi esposa, necesita gente alrededor, mientras más mejor… pero que suerte que nos conocimos por fin…

—¡Me alegra a mi también!

—¿Tu te vas a meter al agua con esa ropa?

—Traje algunas cosas en mi maleta…

—¡Qué esperas para cambiarte, ven te acompaño!! —allá salimos con mi suegro al lado hacia la casa. Me guiaba. Llegamos a unas amplias habitaciones. Mi suegro con la copa en la mano me miraba. Me sentía extraño, casi cohibido, pero no. Era raro.

—¿Está es tu maleta?

—¡Si, si —dije yo.

—¡Adelante, adelante, sin vergüenzas, vamos! —me alentó el hombre. Quité mi remera. El hombre silbo. Y con un dedo acarició mi espalda. Noté su bulto, sí claro, porque lo mire y el seguro se dio cuenta.

—¡Vaya espalda que tienes muchacho, eres joven, ahhh, que belleza —comentó, me pareció, babosamente. Continúe quitándome la ropa y quedé en calzoncillos.

—¡Uhh, que cola tienes muchacho, realmente!!

—Tu hija me ha dicho lo mismo…

—¿Ves? ¡Es cierto, humm, ¿Puedo tocar? —y antes de que contesté ya me estaba metiéndome mano en mis glúteos. Las pellizcaba totalmente en descontrol.

—¡Deja tus manos quietas!

—¡Vamos sé que te gusta!

—¡No, suelta, suelta!! —yo no podía dejar de mirar como crecía su bulto. Se veía de temer. Muy grueso.

—¡Crees que no me di cuenta como miras aquí!! —dijo al fin agarrándose los genitales. Sin darme cuenta mi calzoncillo estaba por el piso. Y las manos de aquel hombre se metían por todos lados, hasta mis huevos, estaban siendo usurpados por aquellas manos grandes y firmes.

—¡Mira lo que has hecho!! —me dijo y me mostraba su garrote duro, grueso y preparado, fuera de su ropa.

Escuchamos pasos de pronto. El giro su cabeza y yo pronto me calce una bermuda y salí disparado del lugar, a los pocos pasos me di cuenta de que tenía una erección de los mil demonios. El tipo me había calentado. Durante la fiesta de aquel día no me cruce más con mi suegro, pero rondaba en mi cabeza el hecho de que me había puesto duro. Tal vez por sus caricias. ¿Me habían gustado? ¿Tal vez la situación de ser descubiertos? ¿Tal vez lo tome como un juego?

Giraban mil cosas por mi cabeza, tantas que mi novia se enojó porque pensaba en otra cosa y hacía de cuenta que no estaba allí.

Al día siguiente era todo silencio. Me levante pasadas las diez de la mañana. Solo se oía el canto de los pájaros. Algún empleado pasaba de aquí para allá, ordenando el desastre de la fiesta.

En eso aparece mi suegro, otra vez en sunga y con una enorme toalla cruzada al hombro.

—¿Ya te has levantado? —me preguntó conociendo la respuesta

—Sí

—¿Dormiste bien?

—Muy bien —contesté haciéndome el duro.

—¡Bueno ven conmigo! —me tomo del brazo y casi me arrastró a la piscina. Mientras íbamos camino a la pileta me tomo de un hombro, casi paternalmente, miré de reojo su bulto palpitante, no pude evitarlo, un sinfín de confusiones me pasaron por la mente y me sentí nervioso y perdido.

Trate de no pensar.

—¿Lo hiciste otra vez? —preguntó incisivo mi suegro

—¿Qué?

—¡Tú sabes!

—¿Qué?

—¡Me miraste el paquete otra vez! ¡Sé cómo te sientes y está bien! ¡Eres joven y quieres conocer otras cosas! ¡Yo te las enseñaré, no te preocupes! —iba diciendo esto mientras nos acercábamos a la piscina y bajaba sus mano por mis nalgas.

—¡Tienes un culo jugoso!

—¡Pero, no…!

—¡Tranquilo, no te asustes! —de la mano me llevó al agua. Entramos y un frescor recorrió mi espina dorsal. Mi suegro me acarició la espalda. Rozó luego mis tetillas y yo lance un suspiro. Mi verga estaba dura como un poste. Y la de él estaba tan dura que no recuerdo nada igual. Se frotó contra mi espalda y mis nalgas. Apretaba mis tetillas poniéndolas tan rígidas como era posible. Yo no entendía que pasaba.

Solo sentía que una comezón me nublaba la razón. Así fue que bajo mi short. Acarició mis nalgas. Entre suspiros y gemidos. Pasaba su bulto enorme por mis curvas. Yo estaba tan excitado que mi pija era una roca.

Él me mordía el cuello. Chupaba mis orejas. Apretaba mis tetillas. Arrancaba gemidos de mi boca. Llegó a mi verga y la empezó a sacudir. Tanteando. Masajeando. Tomo mis bolas, las acarició con ganas y deleite. Su otra mano ya buscaba el interior de mis nalgas y con un dedo penetraba mi anillo cerrado, pero dispuesto.

—¡Ay, ay, no, no, déjame, ay, ay!! —decía yo

—¡Te gusta tanto putita!! —en tanto lleva mi mano hacia su garrote. Es la primera vez que lo toco. Me parece enorme. Es enorme. Grueso. Venoso. Está tan duro. Lo masajeó. Lo froto. Mi culo se abre al paso de los dedos.

—¡Así, me encanta que te abras!¿Te gusta?

—¡Ay, no, ay, ay, si, si!! —deliro de calentura

—¡Aférrate a esta verga que es para vos, putita!! —gemía el hombre en mi oído, en tanto, metía su lengua y bañaba mi oído en saliva. Así con mi ojete abierto por sus dedos, su otra mano agarrada a mi pija fui soltando la leche en el agua de la piscina. El hombre, mi suegro, enloquecido, no pudo contener sus fluidos y también se vació en la piscina.

Quedamos acariciando cada uno el juguete del otro, se fueron desinflando un poco. En eso estábamos cuando veo que viene Sara muy sonriente. Aceleró y coloco mi short, mientras rogaba porque se desinflara mi pistola. Mi suegro se reía a carcajadas, al ver mi apuro. Antes de saltar fuera de la piscina, se acercó a mi oreja y me soltó la siguiente frase —De ahora en más quiero que pienses en mi todo el día y no dejes de ponerte cremita en ese orificio tan lindo que tienes porque será mío— era una locura pero una locura a la cual seguí por completo, como si fuera una orden.

Unas tardes después de aquel episodio, estaba en la habitación recostado en la amplia cama, parado en el umbral de la puerta apareció la silueta de mi suegro.

—¡Como estas! —dijo sonriendo y se acercó. Llevaba puesto un toallón que rodeaba su cintura. Su pecho estaba desnudo. Avanzo hacia mi, yo lo miraba absorto y sin escape. Se sentó a mi lado al borde de la cama.

—¡Ven! —me dijo y me ayudo a moverme. Supuse de inmediato lo que deseaba. Quité las sábanas que me cubrían. Estaba desnudo yo también. Acarició mis nalgas. Las pellizco. Las frotó con sus manazas grandes. Corrió el toallón que lo cubría y apareció majestuoso su mástil apuntando al techo.

Me colocó lentamente en cuatro patas. Rozo mi ojete. Paso un dedo, acariciando, suave, brame, mi pija se estiró al máximo, totalmente caliente, el obviamente se dio cuenta y se relamió.

Hundió un dedo en mi culito cerrado. Gruñí. Me estaba gustando.

—¡Ahh que cerradito esta!¡Relájate!¡Lo vas a disfrutar!!¡Pero la cremita que te has puesto es una delicia!! —me beso los hombros. Mi piel se erizó.

—¡Va a venir alguien!! —alcancé a decir. Me hundió otro dedo abriendo mi ya dilatado ojete. Estaba que volaba. Sus dedos iban y venían estirando mi entrada. Luego llegó con su boca a mi entrada. La saliva fue horadando un poco más y yo me abría y me abría gimiendo sin parar.

El hombre tomo mi pija totalmente dura y empezó a masajear con descaro y ganas. Chupaba mis huevos. Los comía. No tarde en llenar su boca golosa de leche pegajosa.

—¡Ohh estabas tan cargado, me gusta tu sabor!! —mi pija goteaba aún pesadas gotas de semen. Estaba enloquecido, me había abierto el culo por completo. Apoyo finalmente su garrote en la entrada. Yo suspiré fuertemente. Entregado a aquel acosador perverso. Sentí la presión y mi ojete comenzó a comer aquella poronga. Se movía despacio. Mi culito se ensanchaba cada vez más. Mis gemidos y sus gruñidos se escapaban de nuestras gargantas enronquecidas.

—¡Ohh, lo tienes tan apretado, me encantaaa!! —recitaba mi suegro mientras entraba más y más a mi ajustado canal. Sentí de repente sus bolas golpeando mis nalgas. Estaba tan caliente que me sacudía y tiraba mis caderas hacia atrás. El me penetraba, sin demora, iba hacia adelante y hacia atrás. Aceleraba y luego lo hacía más despacio. Sentía como su garrote se inflamaba cada vez, en cada estocada.

Mi verga se volvió a levantar. Estaba erecto otra vez. Las manos de aquel macho sabroso se apoderaron de mi fierro. Lo masajeaba, mientras me seguía taladrando sin descanso.

—¡¡Oh sientes como se agranda tu agujerito, es tan apretadito y rico Hummmm, ahhh!!! —gemía el hombre mientras me abría cada vez mi ojete. Mi suegro saco la espada. Se sentó al borde de la cama y me ordeno que le mamara la chota.

—¡Anda cómela, veras que sabrosa está con tus jugos, ven cachorro, ven!! —allá fui y me metí la gruesa vara en la boca. Estaba sabrosa. Chupaba con ganas mientras mi suegro gemía y gruñía como loco. Le besaba las bolas gordas y hermosas. Les pasaba la lengua y luego intentaba meterlas a mi boca. Era mi primera vez con una herramienta. Nunca había tenido en mi boca ni en otro lado un garrote masculino. No sabía que me gustaría tanto.

Escuchaba la respiración agitada de aquel macho que gozaba como loco de la mamada y me acariciaba con sus dedos el cabello. Repartía palabras suaves y dulces mezcladas con improperios y groserías que me volvían loco.

Me tomo de los hombros y llevándome hacia arriba hizo que me sentara suavemente y despacio sobre su vara enorme y dura. Nuevamente entró en mi. Se apodero en tanto de mi boca y chupaba mi lengua con deseo y enorme lujuria.

Su poronga serruchaba otra vez mi ojete. Está vez yo rozaba con mi verga la panza de aquel macho. Acariciaba su cuello y nos volvíamos a fundir en besos profundos, húmedos, salados. Mordía, chupaba, lamia sonoramente, cada vez más caliente. No pensé jamás estar en aquella situación con un hombre, pero me gustaba. El, hundía su tremenda poronga en mi culo cada vez más ensanchado. Gemía como endemoniado. El placer era cada vez más grande.

—¡Oh cachorro, que placer me das!!

—¿Te gusta?

—¡Claro!

—¡Tengo temor de que nos atrapen!

—¡Tranquilo, nadie vendrá! —yo seguía cabalgando sintiendo el tremendo perno en mi ojete. Sacando jugos de placer exquisito. Me aferraba a su cuello. Lo besaba. Mordía sus labios de calentura mientras mi pija seguía dura. El la tocaba de vez en cuando. Chupaba mi lengua. Sediento. Subía y bajaba de aquella espada hundida en mi. Gozando cada centímetro.

Largaba mi semen en su estómago otra vez. Bañaba al hombre que gemía. Se aferraba en mis nalgas. Las abría más y más. Las pellizcaba, haciéndome doler y a la vez gritar de calentura.

—¡Estas muy caliente, me gusta, ahhh! —replicaban sus palabras en mis oídos. Saco su perno hambriento de mi orificio ancho. Metió mi pija en su boca y en un buen rato me limpió y dejo brillante mi choto, casi dormido. Me estaba dando una cogida de padre.

Su mástil seguía erguido y poderoso. Me colocó de costado. Mordiendo mis hombros fue entrando otra vez en mi anillo. Yo resoplaba y clamaba por mas verga. El me daba. Me taladraba sin piedad. Sentía que sus bolas me golpeaban y mi carne ardía de placer.

Tenía un gran control de su orgasmo, ya que me bombeaba rápido, casi con furia y luego volvía a detenerse, sacaba su hierro de mi ojete y lo volvía a clavar. Todo en una secuencia. Parecía una película que no terminaba nunca. Chupaba y metía su lengua en mi oído derecho y luego en el izquierdo.

Jugaba con mis tetillas y se aferraba después a mis caderas ansiosas por sus manos fuertes y decididas.

—¡Te gusta cachorro, estas gozando!

—¡Sí, sí, claro, nunca la pase tan bien!! —decía yo mientras el hombre me hamacaba profundo. Sacaba su chorizo y volvía a empujarlo hacia el abismo de mi canal baboso, salado, partido.

—¿Quieres que te siga cogiendo?¿Eh?¿Eh?

—¡¡Sí papi, hazlo, sigue clavándome tu poronga!! —dije yo completamente fuera de si. Era el padre de mi novia. ¿Cómo seguiría todo aquello?, pensé un momento. Al sentir el estilete inflamado de mi suegro cada vez más dentro de mi olvide por completo quien era quien.

Se acostó a lo largo de la cama y me subió y quede casi acostado sobre el. Haciendo fuerza era yo quien me movía para sentir su espada a fondo. Apure un poco. Más velocidad el pistón iba y venía dentro mío.

—¡Ahhh!¡¡Ohhh!! ¡¡Quieres que te llene de lechita! ¡Eso quieres zorrita!!

—¡Sí, si, si, ya, ya!!! —repetía sacado, desquiciado por aquella cogida. El macho entre muecas que suponía, gruñidos, palabrotas fue descargando dentro de mi. Mares de leche. Al menos yo sentí eso. Bañaban mi interior. Sentí la espada crecer un poco mas mientras chorros de espesa viscosidad inundaban mi ojete abierto. Jadeaba como animal en celo. Caí definitivamente sobre mi suegro que respiraba entrecortadamente, tragando saliva y buscando oxígeno. Mordía mi cuello, de vez en cuando, tratando de recuperarse de aquella gimnasia.

—¡Debe ser el morbo, pero hace tanto no deseaba coger a alguien como a ti!!

—¡Bueno me conoces de hace unas horas!

—¡Eso es lo que tú crees! ¡Te tengo visto en las redes!

—¿Cómo es eso?

—¡Sí que tiene de malo!

—Pero soy el novio de tu hija

—¡Ay cachorro, cachorro!! ¿Sabes cuantos novios de Sara me he cogido? —yo quede en silencio. No sabiendo que decir. A la vez, no había mucho para decir. La había pasado tan bien y seguramente no sería la única vez, así que porque preocuparse. Él se rio y saco despacio su espada clavada en mi anillo. Salieron en catarata jugos, líquidos. Corrieron por mi piel y las sábanas. Dejando huellas de nuestro encuentro salvaje y prohibido.

Al pasar el rato nos levantamos y fuimos a las duchas. Un baño inmenso a todo confort. Eso no me importo en absoluto ya que al instante, mi suegro, se jabono los dedos y empezó a meterlos en mi culo sediento. Bajo el agua., así parados, me metió su salchicha una vez más.

De parado yo sacaba un poco la cola y el entraba y me tomaba por los hombros. Luego de las caderas. Finalmente tomo mi verga ya alzada al máximo y la masajeaba en tanto me taladraba el culo sin piedad. El agua caía sobre nosotros.

Me estaba haciendo gozar nuevamente, sentía sus bolas golpear en mis nalgas. Me masajeaba las tetillas duras y mordía y chupaba mi cuello. El palo iba y venía dentro de mi ojete juguetón. Malicioso. No tarde en largar mi semen por todas partes. El siguió masajeando hasta que salió la última gota.

Apuro las embestidas. En un instante saca la vergaza de mi culito. Hace que me coloque de rodillas, lleva el sable a mi boca y larga su leche allí. Me ahoga. Trago lo que puedo. El grita endemoniado. Toma mi cabeza y la empuja hasta casi asfixiarme. Largo lágrimas de placer y ahogo. Un poco mas tranquilos quedo saboreando y limpiando su mástil un poco alicaído ahora. Pero no importa busco sus bolas y las chupo y la sensación es increíble. Él se deja hacer, y deja que yo haga aquello.

—¡Así, así! —gime y yo no largo su poronga. Juego con ella. Mi lengua se mueve mortal

—¡Así, ahh, mira, mira! —dice y toma mi mano. Un dedo y lo lleva a su ojete. Lo hundo. Eso es lo que quiere. Su poronga comienza a levantar otra vez. Dura, potente, roca pura. Ahora son dos los dedos que meto en el agujero vicioso de mi suegro que sé pronto volverá a hundirse en mí.

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