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El abuelo (Parte 1)

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Se me antojó follar con un viejo. Le dije una vez a mi padre que podría ahorrarse dinero si en lugar de ir de putas me follaba a mí cada vez que tuviera ganas, que yo se lo haría gratis porque me consideraba bien pagado con tener atravesado el culo con la polla de mi padre.

No le sentó bien. Me miró de un modo extraño que si hubiera podido estrangularme lo hubiera hecho. Pero así y todo nunca dejó de quererme más que a mis hermanos. Mi padre me tenía pasión; además, sabía que yo tenía la verga más larga y más gruesa de todos los varones de mi casa y eso para su modo de pensar era señal de hombría. Lo que no podía entender era mi «manía» de ser homosexual. En cierta ocasión me dijo:

— Con una polla como la tuya, cuántas mujeres me hubiera tirado yo gratis, no entiendo nada.

Yo me reía cuando, dada nuestra amistad, me confiaba cosas de estas, pero yo no las tomaba a mal, eran dichas desde una perspectiva educacional que nunca me quiso imponer. En cierta manera sabía que lo suyo no era tan permanente como se pensaba.

Este fue mi primer intento y el segundo fue semejante, ¿dónde podría ir yo para tener sexo con una persona mayor? Era imposible decirlo a nadie, ni preguntar, ni ponerme un cartel: «Joven con buena polla la pone a disposición de viejo», o bien «Joven con culo ardiente busca viejo con ganas de follarlo». No es broma, no, los tenía escritos y preparados en el ordenador con los seis colores de la bandera gay, pero no soy dado a escandalizar.

Me pasé varias veces por páginas de cruising o de contactos, pero no me salía nadie con las perspectivas que yo deseaba, un anciano en buen estado físico que follara rabiosamente o que se dejara follar. Mucho tiempo pasó hasta encontrar lo que realmente buscaba. Es cierto que había encontrado uno que decía «Abuelo gay busca jóvenes para divertirse los domingos por la tarde». Me pareció interesante, pero había dos pegas, solo tenía 60 años y buscaba un grupo de chicos. No me sirvió. Pero sí me sirvió un tipo que me encontré y con el que mantuve conversación:

— ¿De dónde eres?, —me preguntó.

— Vivo momentáneamente en L´Hospitalet, y ¿tú?

— Ah, L´Hospitalet de l’Infant. Yo de Valdellós.

—No conozco, ¿queda muy lejos?

— A quince minutos en mi coche ¿No hablas catalán?

— Soy de Madrid, pero mis padres han tenido que venirse en razón de trabajo y me está gustando esto.

— ¿Qué edad tienes?

— Recién he cumplido los 19 años, y ¿tú?

Tardó mucho tiempo en contestar y aún no nos habíamos visto. Pensé que iba a colgar y desaparecer. Primero pensé que igual era una mujer que en nuestra conversación se habría hecho pasar por hombre —lo que ya me había pasado un par de veces o tres—, o que desconfiara por mis pocos años. Al cabo de un rato, ya estaba yo viendo pornografía en otro canal e intentando contactarme con un chico que estaba insinuándose. Iba a sacar mi tarjeta para ingresar cuando me contestó:

— ¿Te vas a extrañar si te contesto la verdad o prefieres que siga fingiendo?

— Hombre, estamos cerca, si concretamos algo vamos a vernos, más vale que sepamos qué somos…, —yo siempre pensando que sería una mujer.

— Y cómo somos…, —esto lo leí perplejo— ¿y si te dijera que soy mayor? ¿aceptarías que nos viéramos?

— ¿Cuánto de mayor?, —ya comencé a interesarme en serio.

— Igual eres muy joven para que concluyamos algo…

— ¿Cuánto de mayor eres…?

— ¿Te lo digo, de verdad?

— ¿Cuánto de mayor eres?

— 72 años.

Me puse feliz y nervioso a la ves y pregunté tontamente:

—¿72 años o 27?

— 72

— ¡Bueeeenooo!…, esa es la edad que busco, papi, —le contesté en dos veces.

— ¿Te gusta dar o recibir?

— Qué más me da, si la tienes grande me gustará que me la metas; si es normal, lo hacemos los dos.

— Busco un chico con energía para que me ponga a cien por delante y por detrás.

— ¿Cuándo nos vemos?

— Por mí ya, te invito a comer y luego qué prefieres en mi casa o en hotel.

— Pues…, me gustaría en la playa del Torn. Tenía pensado ir allí hoy que hace calor y ver qué caía para echarme algo a cuenta. Allí hay bosque y podemos hacerlo sin ser molestados.

— Voy por ti y ya vemos, ¿cómo te conozco y dónde esperas?

— Iré con short vaquero y camiseta de tirantes de color rojo para que me encuentres pronto, te espero en una Rotonda que hay en la Calle de les Genesies, yo vivo cerca, ahí está cerca el polideportivo y piscina de L’Hospitalet.

— Ya conozco, ya sé. Entonces me esperas, en quince o veinte minutos estoy ahí.

— No corras, que nada tengo que hacer mas que verte, papi.

— Va, vinga, el meu petit.

— ¿Qué has dicho?

— Que no te preocupes, mi pequeño.

— ¿Quieres verme por aquí?

— Prefiero la sorpresa.

— Yo también, un beso, papi.

Me cambié de ropa, me puse tal como le había dicho, la camiseta roja de tanto usarla ya no cubría los dos pezones de mi pecho, siempre tenía uno fuera. Me llevé mi tira de preservativos en la mochila, mi peine, mi perfume chico y mi bañador tipo speedo por si acaso. Mi madre al ver que me preparaba me preguntó a qué hora llegaría y le dije que tarde, que comería con algún amigo y me dio dinero y mil advertencias maternas. Como mi padre no viene a casa a mediodía, la comida importante es en la noche; a mediodía mi hermana, mi madre y yo nos arreglamos como podemos. Salí a la calle con nerviosismo, deseando que no me fallara, porque estaba ilusionado de conocer a este hombre, igual nos hacíamos amigos. Con las señas que le había dado y la poca gente que hay por esa zona, yo era inconfundible, así que me arrimé a una pared de piedra, cerca de una farola y sentado en el suelo jugando con mi iPhone por si llamaba, porque el número de móvil sí lo teníamos.

A los 25 minutos pasa un coche que le da la vuelta a la rotonda y aparca en el primer espacio. Llegó un Opel Crossland X, luego vi que era automático y bien equipado, color rojo metalizado. No entiendo mucho de coches, repito lo que me dijo y me acuerdo, porque mi coche es la bici y el autobús. Me hice el sueco como si el asunto no fuera conmigo, ni levanté la vista, pero él supo enseguida que era yo y me llamó por el nombre del chat:

— SammyDark.

— ¡Hey, Anselmo!, ¿ya llegaste, papi?

Me hizo entrar al coche y nos besamos rozando los labios sin profundizar. Fue iniciativa mía eso de besar, pero él no se abstuvo, le pareció bien y no besaba mal, sino todo lo contrario.

— ¿Nos vamos?, —preguntó.

— Claro, vámonos, —respondí.

— No te imaginaba así, estás muy sensual, vosotros decís sexy, eso, estás muy sexy y eres muy guapo.

— No me creo que tengas 72 años, pareces más joven, si te tiñeras el pelo, parecerías de 50 máximo. Dime la verdad: ¿qué años tienes?

— 72, no te engaño; abre la guantera y ahí están mis documentos.

— ¡Joder!, estás muy bien, te conservas bien para tu edad, papi, —le dije sin necesidad de abrir la guantera.

Me gustó también porque conducía muy seguro y cumpliendo todas las indicaciones de la carretera. En un instante estuvimos en la playa. Aparcó el coche cerca de la playa. No pude resistirlo, al apagar el motor lo volví a besar de modo indiscreto dentro del coche y él me siguió la corriente, lo que aproveché para echar mano por encima del pantalón y enterarme de su instrumento. Se me puso tiesa la mía al tocar la suya que ya lo estaba y el calor atravesaba la tela del pantalón; la tenía de buen tamaño y gorda. Me puse muy cariñoso, hasta que me dijo que aviáramos para comer algo que valiera la pena. Muy cerca estaba un chiringuito y me preguntó si comíamos allí. Me pareció encantador el lugar y está muy cerca de la playa naturista, para poder ir después de comer dando un paseo por la orilla del mar. Es lo que hicimos y cuando llegamos a la playa naturista, me dijo que podríamos tomar el sol allí antes de entrar al agua. Yo me quité toda la ropa y me tendí sobre el pareo que tenía en la mochila, dejándole espacio.

— Tienes muy buena polla, voy de sorpresa en sorpresa y estás todo afeitado; eso te hace más niño y más agradable.

Yo me puse a mirarlo, esperando que se desnudara para ver lo que había tocado por encima del pantalón. Se quitó la camisa y el pantalón y se quedó con un short de baño que dejaba marcado el paquete. Iba a tumbarse a mi lado y le pregunté:

— ¿Por qué no te quitas ese bañador o lo que sea?

— Por no molestarte, —respondió.

— ¿A mí?, con las ganas que tengo de verte todo. Me gustas, no estás gordo, no tienes barriga, estás más joven de lo que tu edad debiera dar, te gustan los machos y me ocultas tu arma, que sé que no es pequeña.

Se inclinó para quitarse el bañador ese y le dije:

— ¡Alto ahí! Seguro que te gustará que sea yo quien te lo quite…

Miró para todos los lados y había poca gente, me miró y asintió. Me levanté y le fui descubriendo poco a poco de modo muy sensual y contorneándome. Apareció su polla. Envidiable, más o menos como la mía. En base a la mía calcule unos 19 cm y algo más gorda que la mía. Dejé caer el bañador sobre mi mochila y le acaricié su polla tomándola en mis manos y sobando sus huevos. Se nos puso a él y a mí muy levantadas. La mía se me ponía siempre en ángulo obtuso con respecto a mi vientre, pero a él le iba directamente hacia su ombligo. Acaricié su bolsa separando los testículos que me apetecía ponerme en la boca, lo intenté, pero me dijo que ahí no, que nos pueden ver. Miré y, en efecto, había gente no muy cerca pero mirando. Así que nos sentamos de espalda a ellos y mirando al mar.

Nos pusimos muy juntos, yo le sobé su polla para que se mantuviera y él hacía otro tanto. Me di la vuelta y ya no estaban los voyeurs y lo abracé y le besé. Jamás nadie me había besado como besaba Anselmo, me metió la lengua hasta la garganta y estuvimos largo rato, allí sentados, acariciando nuestros cuerpos y besándonos. Nos tumbamos y nos pusimos de frente, mirándonos. ¡Qué agradable conversación! Me contaba de su casa, de su familia, de la novia que se le murió de un cáncer antes de casarse, de su decisión de no volverse a casar por el descubrimiento de su orientación sexual, tras la muerte de su novia. Que había ido al sicólogo ya siendo mayor y descubrió que no era una enfermedad, sino su ser.

Me preguntó por mi familia. Le dije la verdad que sabían que soy gay, que a mi padre le da lo mismo, a mi madre le costó un poco, pero que, como soy muy cariñoso con ella, lo lleva bien y no me incomoda. La que está feliz es mi hermana. De estas cosas hablábamos y había pasado algo más de una hora. Nos metimos al agua, azul, cálida, mimosa y agradable, mar tranquila. Nadamos juntos y nos abrazamos en el agua, nos besamos y nuestras pollas se chocaron. Como ambos éramos entonces de la misma estatura aproximadamente, todos los miembros de nuestro cuerpo estaban a nivel. Cuando salimos del agua me mostró sus documentos. Su nombre era Anselmo y su edad 72 años. Entonces, le mostré mi DNI y leyó que me llamo Juan Pablo y que tenía entonces 19 años.

Entonces me invitó a ir a su casa esa misma noche y a pasarme allí una semana o más con él.

— Mira, yo dependo de mis padres, esta noche no he avisado y tendré que cenar con ellos, pero yo te aviso y, en dos o tres días, seguro que voy a tu casa. Antes te llamaré para que no sea sorpresa.

— Yo vengo a recogerte. Ya llevo 7 años jubilado de la banca y no tengo nada que hacer, me encantará que me acompañes todo el tiempo que quieras.

— Pero sin incomodarte.

— Me gustas, niño, me gustas mucho.

— Estoy gratamente sorprendido contigo, papi… humm…, ¿no te molesta que te diga papi o si?

— No, no me molesta, mas bien me gusta…, eres encantador.

— Gracias, y tú eres muy sorprendente.

— Como no podrás venir conmigo hoy a mi casa, ¿quieres que tomemos habitación en hotel por unas horas?

— No, papi, prefiero allá —señale la pinada— que nos contemple el cielo, quiero que me folles y me partas el culo.

— ¿Vamos?

— Vamos y luego venimos para bañarnos y limpiarnos, porque tus huevos ya pesan, papi, debes tenerlos a tope.

No lejos, escuchando el rumor del mar, nos pusimos bajo los pinos y nos besamos, mientras nos acariciábamos las partes mas deseadas de nuestro cuerpo. Le puse su mano en el agujero de mi culo porque me gusta sentirme tocado en mi culito y para que lo fuera preparando y me lo dilatara ago, aunque no me importaba tanto. Lo hacía bien y me daba mucho placer. Yo le acariciaba el escroto y jugaba con sus bolas. Luego nos tumbamos sobre la arena que había al comienzo de la pinada y se la mamé, mientras Anselmo me comía el culo. ¡Cómo metía su lengua hasta dentro y yo jugaba apretando mi culo y aprisionando su incisiva lengua! Ya estábamos sudando y la arena se nos pegaba por el cuerpo. Nos levantamos y con las manos nos quitamos acariciando la arena de modo rápido para que no se nos pasara la erección. Me agarré del tronco de un pino y me agaché, ofreciéndole mi culo lo más alto que pude mientras abría bien mis piernas para que estuviera del todo disponible. Escucho:

— ¿Estás seguro?

— Sí, tira para adentro tu polla.

La fue metiendo poco a poco, tenía yo mi culo bien húmedo de su saliva y muy agrandado y dilatado por sus dedos y sentí que entraba, que rozaba con los esfínteres, que yo estaba manteniendo a raya, que rozaba por las paredes de lo que sea que tenga dentro y que llegó al final. Pasé mi mano por detrás y tenía toda su polla dentro de mí. Yo me encontraba en el paraíso. Aunque desde el principio estuve dispuesto a soportar todo el dolor que fuera necesario con tal de que me la metiera, lo hizo sin provocarme dolor, bajo aquel cielo azul y frente a las olas del mar cuyo rumor nos aplaudía; con la polla de mi papi dentro de mí, él gemía de placer por lo obtenido. Supongo que un tipo de 72 con un chaval de 19 es para gozar la carne fresca y eso se puso a trabajar, salía y entraba suavemente y gimiendo; al entrar tocaba con la pared de mi próstata y era yo quien gemía. Pasaron dos tíos, no supe si eran jóvenes o mayores, porque solo vi sus pies. Anselmo frenó como si se hubiera asustado, los tipos non se pararon, como que aquello no iba con ellos. Seguramente venían de follar más adentro en el bosque. No hubo problemas y yo comencé a mover mi culo para que Anselmo reiniciarla su marcha y lo conseguí, estábamos sudando y me gritó:

—¡Me corro!

Y se corrió de inmediato. Fue soltando sus chorros de semen que yo sentía en mi interior y luego poco a poco fue sacando su polla de mi culo. Me vio muy empalmado y decidió masturbarme. Lo hacía magistralmente y disparé mi joven semen sobre su cara, pecho y abdomen. Luego me lancé a besarlo lleno de placer y lujuria, como quien desea más.

Anselmo quiso que yo le follara, lo más que hice fue meterle dos dedos en el culo, pero ya eran las 19:30, con la tarde vencida y el sol amainando por poniente. Así que decidimos ir a bañarnos para lavarnos algo; hicimos, pues, lo mismo que antes, dentro del agua nos besamos, nos abrazamos y lo pasamos bien, juntando nuestros cuerpos para que se acariciaran nuestros genitales.

Anselmo estaba tan feliz como yo, solo me decía que la próxima vez seré yo el que lo folle.

— Dentro de cuatro días estoy contigo y podremos hacer todo lo que queramos con comodidad.

— Te llevaré a comer a algunos lugares típicos y te daré a conocer la gastronomía catalana.

Fuimos a tomar algo, él como tenía que conducir, tomó una coca cola y yo una cerveza. Luego dio un rodeo en el coche para ir hacia el sur, voltear la parte montañosa del y dirigirse al norte por la carretera nacional N-340 hasta llegar al sitio donde me había recogido. Todavía hablamos dentro del coche un rato y nos besamos con ganas. Se fue feliz, porque a las diez de la noche me llamó para saber si estaba bien y si tenía algo que le incomodara. Salí de casa a la calle para contestar la llamada. Le dije que el jueves iría en bici a su casa, porque solo son 10 Km.

— No, mi niño, tú me dices la hora de salida y me esperas en el mismo sitio que hoy, que yo iré a recogerte, porque no vendremos directamente a casa, daremos una vuelta por la playa que sé que te gusta mucho el mar.

— Qué pronto lo has sabido, papi, y qué bien he estado cotigo.

— Tu piel, suave, dorada por el sol y mojada por el agua del mar brilla y al lamer tu cuerpo sabes divinamente.

— Me encantan tus fuertes brazos cuando me abrazas como una tenaza y no me dejas hacer otra cosa que besarte, papi, mi amor.

— Eres suave en el hablar y no alteras tu voz que suena agradable a mi oído como música de cámara.

— Me ha gustado mucho lo que me has hecho hoy, no me produjiste dolor y fuiste muy suave y tenías mucho cuidado, eres cariñoso y para mí un cielo, papi, un beso.

No queríamos soltar la comunicación. Había entre nosotros, a pesar de nuestras edades, un feeling que estaba funcionando. Mi imaginación iba deprisa y ya me lo veía de nuevo haciéndome el amor y se lo iba diciendo por por el móvil. Quizá la mejor conversación telefónica que jamás haya tenido yo en mi vida. Pero a la vez se le notaba feliz de tener un amante que no ponía obstáculos ni diferencias. Me gustó Anselmo, me gustó mucho y por sus palabras supe que le gusté a él.

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