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La historia de Ángel, solo era un muchacho (55/59)

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Los dos hermanos nos miraban divertidos sin poder ocultar la risa que les daba el habernos encontrado en aquella situación, pero seguían ocupando el espacio de la puerta para evitar miradas curiosas.

-Calla y no tengas envidia. -Erico se carcajeaba a la vez que pasaba el brazo por los hombros de su hermano.

Los miré un poco incrédulo de que fueran ellos, pero mejor así y no que fueran unos desconocidos, aunque en estos momentos tampoco me hubiera importado demasiado.

-Cerrar la puerta mientras terminamos de arreglamos, ¡por favor! -Erico me guiñó el ojo sin dejar de mirar que mi mano sostenía aún la verga ya floja de Ian.

-¿No os ayudamos a vestiros? -Erico seguía con sus bromas pero al final hizo lo que le pedía. Nerviosos pero risueños, aunque mi ropa quedó hecha un desastre. Ian me miró como quedaba.

-Estas más guapo después de follar. Gracias Ángel. -subí los brazos a su cuello y le bajé la cabeza para besarle los labios.

-Calla bobo, ¿o quieres que yo también te de las gracias? -nos seguidos besando un par de minutos sabedores de que alguien nos guardaba la espalda.

-¿Habrá alguna otra vez? -ahora Ian no resultaba el macho dominante de hacía unos momentos, ahora suplicaba y eso me agradaba. Yo podía ser un buen putito cuando era necesario, en la cama y bien relleno de verga, pero después me encantaba ese poder que ejercía en los machos.

-Quien lo sabe Ian, todo es posible si surge la oportunidad, recuerda que no tenemos compromiso alguno, somos amigos y te amo como tal, y me gustas mucho, pero nada más.

Salimos y el pasillo seguía custodiado por los hermanos que nos precedieron para volver al ruido infernal del bar. La pista de baile se había aligerado de público y en nuestro rincón de la barra volvieron a pedir bebida.

Con el calor del local, la sudada del cuchitril donde habíamos estado encerrados, y el ejercicio que había hecho, estaba sudando y bebí con ansia el frío y dulzón zumo con vodka, estaba delicioso pero ya me sentía mareado, había llegado al tope, no podía beber más si quería mantener la cabeza en su sitio.

-Ahora parece que tenemos más sitio para bailar. -Ian parecía que intentaba monopolizarme aunque de alguna manera tenía sus razones, él me había llevado a la fiesta.

-Perdona Ian, ahora no puedo, busca otro bailarín de compañero. -no quería decirle que el motivo de que no pudiera, la causa en definitiva era él. Tenía que mantener el culo apretado, para evitar que su leche que aún tenía dentro se me saliera, aunque algunas gotas salían y las notaba deslizarse y como humedecían la culera de mi pantalón, por eso no apartaba mi espalda del mostrador.

Lo cierto es que, a pesar de ser tan sucio, lo gozaba, hacía que me sintiera preñado de verdad y no deseaba volver al pasillo para vaciar el contenido de mis tripas.

Me conformé con hablar con unos y con otros, observar a los bailarines, y a Ian que enseguida se consiguió una guapa chica que disfrutaba en sus brazos en la pista de baile.

Veía a mi fortuito amante bebiendo sin parar, quizá impelido por el movimiento continuo, ya estaba restablecido y podía moverse como siempre había hecho, mostrando su buen cuerpo de bailarín que encandilaba la vista, venía a por un vaso cada vez que paraba la música y no dejaba de preocuparme.

Erico llegó de la pista y se colocó a mi lado, llegaba sudoroso y fatigado.

-Estoy llegando a mi límite y tendremos que marcharnos, se nota que ahora no me entreno. -le ofrecí su vaso que tenía a medias.

-No voy a beber más, por esta noche ya es bastante, y deberías cuidar de Ian que ya va borracho, no va a poder conducir la moto, deberá dejarla aquí bien aparcada y volver a su casa en taxi o le llevaremos nosotros si quiere.

-Tienes razón, hablaré con él. -por el ruido, Erico tenía que inclinarse para hablarme muy cerca del oido, y yo tenía que indicarle que se acercara para responderle.

Cuando vi que Ian volvía hacia el mostrador me acerqué a el para pedirle que nos fuéramos.

-Ian, tenemos que regresar, y no vas a poder llevar la moto. -me abrazó sosteniéndose en mi.

-¡Oh! No te preocupes estoy bien. -pero se le notaba que no valoraba su real estado.

-Erico te ayudará a dejar la moto estacionada en un lugar seguro, la recogerás mañana, y te llevará él en su coche. -de mala gana accedió sin oponerse demasiado, podía mantenerse derecho, y la dulce y fresca corriente de airé del mar resultaba un auténtico bálsamo para nuestros calores.

Llegamos a su casa y Erico se bajó para acompañarle hasta la cancela del jardín, allí le dio una palmada en la espalda y regresó. Ian, en lugar de abrir la puerta volvió la cabeza para ver como nos perdíamos en la carretera agitando una mano.

-Ahora te llevaremos a tu casa. -yo iba sentado a su lado y detrás viajaba Rubén.

-Podemos aprovechar para saludar a la tía, no la hemos visto desde su vuelta. -Erico soltó una carcajada.

-Estas borracho como Ian, no son horas para visitar a nadie. -Rubén se tumbó sobre el asiento trasero.

-Es igual, podemos dormir allí y la saludamos mañana, quiero recoger los regalos que nos ha traído, en su casa hay sitio suficiente, ¿no es verdad Ángel?

-Sobra espacio Rubén, ya lo sabéis y también conoces que a Ana le encantará veros, sois sus sobrinos preferidos. -entonces fue Rubén el que estalló en risas.

-¡Claro, sus preferidos!, somos los únicos que tiene, venga Erico, nos quedamos. -Erico no respondió pero su silencio era el consentimiento que deseaba su hermano.

Atravesamos en largo camino arbolado después de que el guarda de seguridad nos abriera la puerta, antes de llegar observé que eran pocas las ventanas donde se veía alguna luz encendida, detuvo el coche delante de las escalinatas, y no les pedí que guardaran silencio, sabía con seguridad que Tomas estaría vigilante, y que no llegarían nuestras voces al ala que ocupaba su tía.

Como suponía Tomás salía de la zona de servicio para recibirnos a nuestro paso por el salón de acceso, se inclinó ceremonioso y renuncié a decirle que debía estar en su cama.

-Buenas noches Tomás, Erico y Ruben van a pasar aquí la noche, quieren saludar mañana a la señora. ¿Ha salido de sus aposentos?

-Si señor, vino una amiga a visitarla y estuvieron tomando una cena ligera. -suspiré aliviado, parecía que Ana se recuperaba de lo que fuera que tuviera, porque ningún médico había sido llamado.

Nos dirigimos hacia el ala donde yo vivía y Tomás nos seguía los pasos.

-Puede dejarnos ya, vuelva a la cama y descanse.

-Prepararé dos habitaciones para los señores. -tuve que volverme y sujetarle del brazo.

-Ya nos arreglaremos nosotros Tomas, por favor vuelva a la cama. -dudó antes de obedecer y darse la vuelta deseándonos buenas noches.

Entramos en mi habitación y Ruben se tiró sobre la cama riendo, nos detuvimos a mirarle hasta que se calmo y nos miró enjugándose los ojos con un pañuelo.

-¿Os imagináis al palo de Tomás follando? ¿Habrá cambiado de postura alguna vez? -Erico se tumbó a su lado y le puso la mano en la boca.

-Calla descarado, algún día habrá sido joven y seguro que lo ha gozado, ¿no opinas lo mismo Ángel? -yo no opinaba, porque estaba convencido de que Tomás habría tenido pocas oportunidades para desfogarse, al menos desde que entró al servicio de Eduardo.

-No es un asunto que me preocupe, pero lo haya hecho o no, seguro que nunca ha criticado lo que sus señores hayan hecho, Tomás es una tumba y fiel como un perro. -me los quedé mirando, los dos hermanos me observaban risueños por mi defensa del criado.

-Podéis ocupar la habitación de Pablo, o la que queráis. -los dos se miraron con complicidad y habló Ruben.

-Quizá prefiramos quedarnos en esta y la compartimos, así recordaremos cuando era de Oriol. ¿Verdad que si hermanito? -Erico aplastó la cara de su hermano con una mano sujetándole contra el colchón.

-Sigues hablando demasiado, Ángel no nos ha invitado a dormir con él. -lo decía medio en serio pero los ojos le brillaban risueños. Me estaban tomando el pelo sin duda.

-¡Mierda!, haced lo que queráis pero os recuerdo que la cama es mía. -y sin más me tiré entre ellos forcejeando para que me dejaran espacio.

Seguirá…

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