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Esa loca atracción
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Tiempo de lectura: 4 minutos

En la puerta, se despidieron, él tomó su cara para besar sus labios, ella retrocedió, sonrió y le abrazó.

– Te llamo en la semana. Dijo Pamela.

– Y si no contesto?, preguntó él, mostrando la molestia que produjo su rechazo.

– Sabes que contestarás, nadie te calienta como yo, nadie te toca como yo, nadie te besa como yo, en resumen, nadie te hace el amor como lo hago yo…

Entonces lo tomó del pantalón, lo acercó con fuerza. Lo miró a los ojos y toparon la punta de su nariz. Carlos intentó nuevamente besarla, pero ella volvió a esquivarlo. Ella sonreía, le encantaba ver la cara de Carlos cuando se molestaba. Respiró profundamente y sintió su olor, el olor de su cuerpo, de su boca. Se excitó, sentía como su piel se erizaba, sentía sus pezones endureciéndose, sentía como sus latidos se aceleraban.

– Te enojaste?, dijo.

– No tengo tiempo para esto, Pamela, me voy, estoy atrasado. Tomó sus codos y la alejó.

– Carlos!, no te vayas. Ven… bésame!

– Cuando me llames.

Mientras él se alejaba, Pamela corrió a buscar su celular, y lo llamó. Carlos miró su teléfono, contestó y antes de poder decir alguna palabra, escucha: Ven a hacerme el amor, ahora, por favor. El paró y a pesar de desear con todo su ser no devolverse, a pesar de necesitar mantenerse enojado, aburrido por las niñerías de ella…

Sabía que era cierto, jamás le dirá que no a Pamela, porque la ama, la desea, porque nadie más que ella tiene el poder de provocar todas esas emociones en él. Se devolvió, la miró parada en la puerta y se lanzó contra ella. La abrazó por sobre los hombros y tomo sus cabellos con fuerza, la sentía de él. Entonces con su mano derecha bajó lentamente por sus pechos, llegó a su pantalón, lo desabotonó e introdujo su mano hacia su vagina, necesitaba saber si estaba húmeda… su dedo índice y dedo medio tocaron su clítoris, ella se estremeció, el avanzó y sus dedos se deslizaron suavemente adentro de ella, estaba húmeda.

– Ves lo que provocas? En segundos… Me vuelves loca. Hazme tuya, ahora mismo…

Carlos sintió satisfacción, ella sentía igual que él. Él la tomo en brazos, a horcajadas ella apretó con sus muslos el cuerpo de Carlos. La tiró al sillón. Sacó sus pantalones, sus calzoncillos y su polera… ella recorrió su cuerpo con la mirada, veía en el la perfección, sin ser perfecto, ese era el cuerpo que tanto placer le daba.

Miró su pene, erecto y grande, que tan perfectamente entraba en ella. Se acercó, lo tomó con su mano, y lo metió en su boca. Movía su cabeza al mismo tiempo en que su mano derecha se deslizaba por él… una, dos, tres veces, más adentro, pasaba su lengua por todo su largo y volvía a meterlo en su boca. Carlos disfrutaba eso. Ella se levantó acariciando su cuerpo, Carlos sacó su polera y desabrochó su pantalón, disfrutaba verla en ropa interior.

Miraba sus pechos perfectos en el sostén, redondos, que insinuaban sus pezones duros y mientras apretaba con su mano izquierda un pecho, con la mano derecha desabrochaba el sostén. Al sacarlo paso su lengua por el pezón izquierdo mientras continuaba apretando el otro. Ella sentía como recorría todo su ser una avalancha de placer que la hizo gemir. La sensibilidad de sus pechos es tal, que tocados, acariciados besados y lamidos de manera correcta, ella puede disfrutar de un orgasmo maravilloso sin necesidad de ser tocada en otro lugar. Eso, Carlos lo sabía, y como no saberlo si fue él mismo quien descubrió aquella magnífica situación.

La recostó en el sillón, ella respiraba muy rápido y emitía gemidos con cada exhalación, esos gemidos lo volvían loco, el movimiento de su cuerpo, su piel erizada, la dureza de sus pezones. Nada podía evitarlo más, él sentía como su pene estaba completamente preparado y deseoso de entrar en ella, sin embargo se contuvo, y con su mano derecha, comenzó a recorrer el interior de sus muslos, a subir lentamente hasta tocar su clítoris, pasaba la yema de sus dedos suavemente sobre él.

Ella cerraba sus ojos y abría sus piernas invitándolo a entrar, él se mantenía ocupado chupando y lamiendo sus pezones e introduciendo sus dedos en su vagina, muy suave y muy húmeda. Entonces él toma la pierna derecha de Pamela y la coloca sobre su hombro, se acomoda para penetrarla. Al subir su mano respira el olor de ella, ese olor característico de sus fluidos, que siente tan a menudo cuando la pilla desprevenida y la toca…

Ella es así, intensa, un volcán de sensaciones, basta una mirada, una palabra o una sonrisa de Carlos para excitarla, para que secrete su humedad, para ruborizar sus mejillas y endurecer sus pezones. La mira fijamente y besa su boca, introduce su lengua y al mismo tiempo introduce su pene. Ella gime de placer, le fascina sentirse de él, le encanta sentirse penetrada, a pesar del dolor que le provoca su pene tan grande, para ella no es más que sumar placer al momento.

– Déjalo adentro, todo, por favor.

Le pide ella de manera desesperada, él obedece y se queda ahí empujando más fuerte para que entre entero como ella se lo pidió. Ella gime más fuerte y a la vez grita:

-mmmm siiii me encanta tu pene tan grande y tan adentro… Soy tan tuya!!!

Carlos comienza a moverse una y otra vez entrando más profundo y saliendo lentamente, es el ritmo que les gusta y disfrutan. En la medida en que Carlos aumenta el ritmo, Pamela le pide voltear. Ella se coloca entonces hacia abajo, y se afirma del apoyabrazos del sillón, levantando la cola, exponiendo su vagina para ser penetrada en cuatro. Carlos se reincorpora, afirma las caderas de Pamela y dirige su pene para entrar en su vagina. La posee fuerte, se inclina y acaricia a la vez uno de sus pechos, lo aprieta cual naranja quisiera exprimir, y continúa entrando fuerte. Ella dice:

-ahí siiii así fuerte… bien adentro!

Él se endereza y toma su pelo y empuja más fuerte aún, ella cierra sus ojos y extiende su cuello gritando de placer… Disfruta sintiendo esa brutalidad que los caracteriza, disfruta sintiéndose de él, disfruta sintiendo que lo complace y grita y gime. El continúa penetrándola fuerte, siente y oye cómo sus testículos golpean su cuerpo, mientras Pamela gime cada vez más fuerte…

Ahora sus gemidos son gritos, ella permanece con sus ojos cerrados sintiendo adentro de ella el pene grande y duro de Carlos, que roza su vagina haciéndola sentir algo de ardor que le encanta. Carlos toma sus caderas con fuerza y aumenta la velocidad. Ambos están acercándose al orgasmo, ella se toma uno de sus pechos y lo aprieta fuerte, queda sin respiración… Carlos siente que Pamela alcanza el máximo placer y juntos terminan de hacer el amor. Ella comienza a reír…

– Estas tan rico! Me encantas adentro…

– jajaja tú también estás rica…

Le pega una nalgada y la manda a vestir, ya deben ir a trabajar.

– Cuando te veo de nuevo Carlos? Acaso debo llamarte?

– Siempre debes llamarme, si fuera por mí vendría a verte 3 veces al día.

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