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Calenturas con mi suegra (Parte 1)
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Tiempo de lectura: 7 minutos

Conocí a mi suegra por intermedio de mi jefe en ese momento y hermano de ella, fuimos un día después del trabajo a tomarnos unos tragos y nos encontramos, me la presento y estuvimos hasta tarde conversando muy amenamente. Mi suegra es una persona muy simpática y agradable, más bien gordita y no muy alta, pero destacan en ella dos partes muy pronunciadas, las tetas y un poto muy grande y gordo que ella hace destacar con su vestido, pantalones o shorts, dice “no importa mostrar mi poto, el problema es de los que vienen detrás de mí”. La gente se da vuelta a mirarle esa tremenda cantidad de carne que tiene, tiene en la actualidad 54 años, además que su cara es muy agradable y bien cuidada.

Cuando nos despedimos me invitó a visitar su casa para que conozca a sus dos hijas, a lo que me comprometí para el sábado al almuerzo.

Partí ese sábado y me estaban esperando, conocí a Fernanda y Marcela sus dos hijas, fue un almuerzo muy agradable, para hacerla corta como a las dos semanas estaba pololeando con Fernanda y mi suegra feliz con su nuevo yerno. Mi suegra es separada hace mucho tiempo y vive solo con sus hijas. Tiene una situación económica estable, lo que permite tener una casa bastante grande con jardines y una piscina bastante grande. Me fui encariñando con la familia y casi todos los días después del trabajo iba a visitarlas y muchas veces me quedé a dormir.

Pasado un tiempo ya conocía la rutina de la casa y con mucha más confianza, ya que trataba de ser lo más atento y caballero que podía.

Cuando me quedaba a dormir, lo hacía en el dormitorio de visitas en el primer piso y ellas lo hacían en el segundo. Mi suegra en casa usaba solo batas muy amplias y cómodas, en varias oportunidades se notaba que andaba sin nada abajo sobresaliendo su tremenda raja y tetas, la miraba detenidamente imaginándomela en pelotita, eso me producía grandes calenturas y era Fernanda la que se encargaba de bajarme la pichula de unas pajas formidables que me hacía mientras veíamos televisión, nunca hasta que nos casamos me permitió metérsela, solo pajas y manoseos que me dejaban con intensos dolores en las bolas cuando no acababa. Ya me consideraban como de la familia, así que mi suegra, a lo mejor en un principio no se daba cuenta que se exhibía sin recatos, como si estuvieran solas.

Un domingo me desperté bastante tarde y fui al baño a ducharme antes de entrar me encontré con ella y me saludo muy contenta, me dijo que las niñas no quisieron despertarme y salieron a hacer algunas compras para el almuerzo, ese día hacía un calor muy intenso, andaba con un camisón muy delgado y cortito que apenas le tapaba su tremenda raja, al verla mi pene comenzó a erguirse bajo mi pantalón corto. Me miró y como si nada aconteciera siguió camino a la patio, la seguí para mirarle el poto, mi calentura iba en aumento, afuera con la luz del sol se traslucía todo el camisón y pude apreciar en mucho mejor forma sus redondeces. Me conversaba de las flores y del calor tan agradable, ella no se preocupaba para nada que la estuviese mirando descaradamente, en eso me dijo algo que me dejó helado.

-Ricardo, te gusta mirarme el poto?

En ese momento no sabía que decir, me pilló de improviso.

-sí -le dije- siempre me han gustado los potos grandes y parados, el tuyo está para comérselo…

Ella lo movió un poco y se fue dejándome empalado y caliente.

Entro a la casa y estaba en la cocina preparándose para el almuerzo, me acerco y le digo “suegrita perdone pero no puedo evitarlo”, le levanté un poco el camisón y dejé todo su gran poto al aire, lo miré detenidamente y se lo acaricié por un rato, ella no dijo absolutamente nada, en mi calentura mi verga estaba que estallaba, me bajé el pantalón y le puse la pichula entre sus cachetes y la apreté un poco, sintió la presión y se dio vuelta y me la vio en toda su plenitud, 17 cm de largo y 4,5 de diámetro, la cabeza estaba afuera del forro y brillaba de roja que estaba, se quedó muda y en ese mismo instante suena la puerta principal entrando las niñas a la casa, la miro y rápidamente me subo el pantalón guardando mi pichula palpitante y dura.

Luego de ese episodio, oportunidad que tenía le corría mano por todo su gran poto y también podía tocarle las tetas sin problemas.

Un día llegué muy temprano a la casa, estaba sola y en la piscina me acerqué y nos saludamos, las niñas llegarían tarde pues andaban en un concurso ecuestre, le dije que tenía unas tremendas ganas de bañarme en la piscina.

Me puse mi zunga roja y acomodé la pichula para que se viera tentadora, salí y me pasee delante de ella preguntándole si me quedaba bien, “te queda estupenda” me dijo, lo cual me permitió ser más audaz, ella andaba con un traje de una pieza azul y tan apretado que se le salían casi las tetas, le pregunto sin tapujos “suegrita, bañémonos piluchos?”, lanzó una carcajada y me dice “por qué no si ya nos hemos visto todo”, rápidamente nos empelotamos y nos miramos, al verla mi pichula comenzó a pararse hasta casi reventar, estuvimos toda la tarde entre corridas de mano y conversando animadamente. Mientras dormitaba me hice una paja frente a ella sin que se diera cuenta, aliviando un poco mi calentura.

Ahora viene lo mejor, una mañana me levanté muy temprano, mi suegra se paseaba por la casa ordenando, Fernanda y Marcela dormían a pata suelta, me propuse pasearme en pelotas delante de mi suegra, me duché y después de secarme me coloqué harta crema en la pichula para que se vea brillosa, sobre todo en la cabeza, la encontré en la cocina, “hola” me dijo mirándome la verga, “veo que amaneciste muy animoso hoy”, “sí” le digo “lo preparé especialmente para ti”. Me ofrece un café y acepto, andaba con su camisón corto y a poto pelado, al verla, más dura se me puso, saca del armario las tazas y una cae al piso rompiéndose, rápidamente se agacha a recoger los pedazos y deja su culo parado a pocos centímetros de mi pichula, instantáneamente pienso en pegarle una puntada en el culo, me acerco y se la pongo entre los cachetes, al hacer presión mi cabeza entra completa en su chico, gracias a la crema que tenía, ella se levanta apretando el hoyo, siento que casi me la corta del apretón, “sácamelo” me pide, “me duele mucho”, la tranquilizo un poco y le digo que si se lo saco de golpe le va a doler más, así que la agacho a la posición en que estaba y suavemente se lo meto un poco más, a esas alturas su calentura de sentirse con la pichula en la raja cambia de opinión y me pide que siga, que no se la saque todavía. Se lo metí hasta las bolas varias veces, ella se agarró la concha y se comenzó a pajear, la abrazo y sin sacárselo de su apretado culo le agarro las tetas, acabe en su agujero llenándola de semen caliente, ella al poco rato tuvo un prolongado orgasmo.

Era la primera vez que me culeaba a mi suegra y por el culo, no me lo podía creer. Nos miramos y le pregunto qué siente, me dice que le duele mucho su hoyito, la acerco al lavaplatos y con agua fría la lavo bien su agujero y la concha, le pido que se agache le acerco la lengua a su culito para lamerlo durante un buen rato, hasta que se relaja por completo. Ya más tranquilos le pregunto si le gustó que le llenera su hoyo con mi verga, “sí me gustó mucho a pesar del dolor, es excitante sentirse atravesada por una pichula tan rica como la tuya, espero que no sea la última vez que culeemos”.

Los sábados mi mujer salía muy temprano y me quedaba solo, a eso de las nueve y media, llegaba Amanda y luego de tomar un té, realizaba sus labores hasta más o menos las 2 de la tarde, luego de un par de semanas la comencé a mirar con ojos más críticos para analizarla, primero le miré el culo que es lo que más me importa, se veía de lo más normal no muy pronunciado pero redondo y paradito cuando se agachaba se le veía muy bien, pensé en mi suegra con su tremendo poto y me puse caliente, pero seguí analizándola, las tetas eran chicas no pude imaginármelas bien pues siempre andaba con poleras o blusas muy amplias, su aspecto general era de una mujer muy limpia y preocupada de su cuerpo, me contó que salía por las mañanas a trotar para mantenerse en forma, se notaba apretadita sin excesos de grasa, su cara no era de las más bonitas pero aceptable. Bien, me pregunté que podría hacer con ella, luego de pensar un rato decidí que lo primero era que me viera en pelotas y con la pichula bien parada, como es tan acelerada para hacer las cosas me imaginaba que si me veía en esas la iba a dejar paralizada y con los ojos abiertos.

Un sábado, que era el único día que estaba en casa con ella, me levanté y fui a la cocina a buscar un café, ella estaba lavando la losa de la noche anterior donde compartimos con amigos hasta altas horas y estaba con una gran resaca por la gran cantidad de licor que habíamos tomado, me dolía la cabeza, le pedí un café y aspirinas y que me lo llevara a la pieza pues me iba a duchar, el baño está frente a mi cama y decidí que era el momento de que conociera al compañero que llevo colgando, me saqué el pijama y sin cerrar la puerta me puse frente al espejo, me lavé la cara y la pichula para que despertara de la resaca, se me paró de inmediato pues sabía que se la mostraría a Amanda y eso me calentó, pasó un momento y entra al dormitorio.

-Don Ricardo -me dice- donde le dejo el café?

-en el velador por favor.

Y pasa frente al baño y yo me hago como que me estoy peinando para disimular, al instante me vio en pelotas, y aquí viene lo bueno sin inmutarse se para frente a la puerta y me pregunta.

-quiere algo más, lo veo muy tenso -mirándome descaradamente la pichula- si quiere le doy un masaje para relajarlo…

Con toda naturalidad le acepto y me acuesto en la cama con el garrote a la vista.

-no -me dice- primero tiene que darse vuelta -partimos por la espalda, me dio un exquisito masaje pasando por el cuello, los cachetes del poto, las piernas y los pies- ya -me dijo- ahora al otro lado -y me doy vuelta con la verga a punto de reventar, la mira detenidamente y comienza a masajearme primero los pies, las piernas y sin acercarse a la pichula pasa al pecho, yo seguía con el palo duro- le puedo hacer el masaje tailandés también -me dijo.

-cuál es ese -pregunté ignorante.

-espere un poco ya vuelvo.

Pasaron como cinco minutos, ya pensaba en correrme una paja, cuando aparece en pelotas y con un mantel plástico que teníamos.

-venga al living -me dijo.

Me paré como un resorte y la seguí, le vi su cuerpo desnudo perfecto, su potito redondo, sus tetas chicas pero muy apetecibles y lo que más me llamó la atención era su concha depilada completamente.

Casi acabo en ese mismo instante, ella extiende el mantel en el suelo y al agacharse le veo toda la concha pelada y el hoyo del culo, casi me caigo de la impresión, “venga” me dice “acuéstese”, traía además una jarra grande y me esparce el líquido por todo el cuerpo, luego ella se moja toda y se tira encima de mí, comienza a frotarse por todo mi cuerpo, siento sus tetas y su zorra por todos lados, el líquido jabonoso permite que la frotación sea muy agradable, en ese momento mi verga ya no resistía y la calentura era máxima, estuvimos como media hora frotándonos, la pichula entraba en su concha, en el culo y salía con la misma rapidez, era tanta la facilidad que no me daba ni cuenta si estaba en alguno de sus hoyos pelados, le corrí mano hasta que me cansé y ella experta en la materia, cuando vio que no me quedaba aliento, tomo mi herramienta con las manos muy suavemente lo movió un poco y se lo metió en la boca y me dio una chupada mundial hasta que la llené de semen, nunca en mi vida había visto salir tanto moco de la pichula, no terminaba de acabar, fue la mejor acabada en mucho tiempo.

Después conversando, me contó que trabajó en un local de masajes y que sabía varios más que gustosa me los haría cuando yo quisiera. Desde ese día cada sábado que venía lo esperaba con ansias, y me reservaba para poder darle la mayor cantidad de semen que ella comía fascinada.

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