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Soñando con su hijo
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Tiempo de lectura: 12 minutos

Mayte leía un libro en la cama, tratando de coger el sueño. A su lado su marido parece que ya lo había conseguido, y dormía recostado hacia el lado contrario. Cuando terminó el capítulo decidió dejarlo, ya continuaría al día siguiente. Antes de apagar la luz, se inclinó hacia su marido para darle un beso de buenas noches, aunque él ya estuviera dormido. Cuando vio su cara, le dio un vuelco el corazón… el hombre que estaba con ella en la cama era Fernando, su hijo.

En ese momento Mayte despertó con el corazón latiendo a mil pulsaciones. Había estado soñando. Efectivamente, a su lado no había nadie, tal y como ocurría cada noche desde que se separó de su marido hace más de diez años. Mientras su ritmo cardiaco recuperaba la normalidad, pensó en lo que acababa de ocurrir. Había tenido sueños raros en su vida pero esto era demasiado… ¿por qué había soñado eso?

Se sentía aliviada de "volver" a la normalidad. Estaba desvelada, así que se levantó y fue a la cocina a beber un vaso de agua. Al volver a su habitación, se acercó a la habitación de su hijo. No veía nada en la oscuridad, pero podía oír su respiración, y eso la reconfortaba, era como reafirmar que todo seguía como siempre.

Fernando era su único hijo. Le tuvo muy joven, a los 20 años. Ahora ya era un auténtico hombre, con 19 años. Era un chico muy maduro para su edad. Probablemente cuando su matrimonio se rompió, Fernando fue desarrollando una madurez y una autosuficiencia inusuales debido a que le faltaba la figura paterna. Mayte por su parte, tras el divorcio no tardó mucho en intentar llenar el vacío que dejó su marido. El principal problema era que necesitaba más ingresos. Ella tenía un trabajo bastante mal pagado, pero no quería cambiar de trabajo ya que tenía un contrato indefinido y necesitaba esa seguridad. Así que tenía algunos problemas para sacar la casa adelante, sobre todo antes de que Fernando cumpliera los 16 años, que fue cuando éste dejó el instituto y empezó a trabajar.

Antes de eso, tuvo tres relaciones más o menos serias con otros hombres. En todas ellas todo había ido bien al principio, pero cuando Mayte quería pasar a algo más serio, ellos siempre se echaban atrás. Solían decirle que era mucha mujer para ellos. Mayte era una mujer alta, atractiva, con un físico que se puede decir que "imponía" a los hombres. No tenía problema en atraer la atención del sexo opuesto, pero por otro lado todos los tíos se acojonaban antes o después, no daban la talla. Así que seguía soltera, conviviendo solamente con su hijo.

A la mañana siguiente Mayte desayunaba en la cocina, sin dejar de pensar en el sueño de la noche anterior. Fernando entró y le dio los buenos días, y se acercó para darla un beso en la mejilla como hacía todas las mañanas. Sin embargo, ese día era diferente. Notó la aspereza de la barba de Fernando al besarla, y una extraña sensación recorrió su cuerpo. Se sentía incomodada. Llevaba solo un camisón, sin nada debajo, y decidió ponerse una bata, necesitaba esa especie de capa de protección.

Ese día no ocurrió nada más fuera de lo normal; transcurrieron varios días normalmente, en los que Mayte prácticamente se había olvidado ya de su extraño sueño.

Unos días después, en una tarde normal de entresemana, Mayte se encontraba en casa haciendo limpieza. Trabajaba por la mañana así que le quedaba toda la tarde libre. Una vez terminadas las tareas de la casa, se fue al salón a relajarse. Encendió la televisión, y al poco rato le fue entrando sueño, en parte por el cansancio acumulado del día, y también por lo soporífero de la programación que había en la tele.

Después de echar un sueñecito, miró la hora y vio que se tenía que poner a preparar la cena. Fernando llegaría en una media hora, y así ya casi lo tendría preparado para cuando llegara.

Mientras cocinaba, oyó las llaves en la puerta. Al rato Fernando entró en la cocina:

"Hola cariño, me has echado de menos?"

"Hola cielo, sí, tenía ganas ya de que llegaras", respondió Mayte.

Fernando se acercó a ella por detrás, la abrazó por la cintura y la dio un beso en la mejilla. Mayte percibió su olor, el típico de cuando volvía del trabajo, principalmente un olor a sudor.

"Qué me has preparado?", dijo Fernando, sin despegarse de su madre.

"Una tortilla de patata, todavía queda un rato para que se termine de hacer".

"Mmmm… entonces que podemos hacer mientras?", dijo Fernando, al tiempo que besaba el cuello de Mayte.

Mayte sonrió y dijo melosamente, "No sé… qué te apetece?"

Las manos de Fernando subieron desde la cintura hasta los pechos de Mayte, los cuales empezó a acariciar. Ella puso sus manos sobre las de él, apretándolas levemente contra su pecho. Se dio la vuelta y pasó las manos alrededor del cuello de su hijo, se acercó y le besó en los labios suavemente, pero con firmeza. Ahora las manos de su hijo estaban sobre su culo, apretándolo y magreándolo. Siguieron besándose cada vez más apasionadamente. La lengua de Mayte entró en la boca de Fernando, siendo cálidamente y húmedamente recibida. Sus cuerpos se apretaban y se frotaban cada vez más, mientras sus lenguas jugaban dentro de sus bocas.

Fernando rompió el beso, pero su boca continuó estimulando el cuello y la parte superior del pecho de Mayte. Entre beso y beso decía:

"Que ganas tenía de salir del curro, cariño… he estado todo el día pensando en ti. Llevo todo el día cachondo esperando este momento…"

"Y yo de entregarme a ti, Fernando… vamos… hazle el amor a tu mujer…"

Fernando fue desabotonando apresuradamente la blusa de su madre, y según la piel de ésta se iba mostrando, la iba besando y lamiendo. Su perfume de mujer le iba invadiendo y poniendo cada vez más cachondo. Mayte notaba en su pubis la dureza del paquete de su hijo; empezaba a jadear y a gemir, exteriorizando la excitación que su hijo le estaba produciendo. Sus tetas ya estaban fuera del sujetador, y sus pezones alternativamente eran chupados y magreados por su hijo. Mayte con una mano se agarraba a él y con la otra le sobaba el paquete por encima de los pantalones.

Fernando se separó de ella y se quitó el cinto, y luego los pantalones. Su polla ya totalmente dura se mostraba ante Mayte, presagiando lo que estaba a punto de pasar. Fernando subió la falda de su madre hasta la cintura y la bajó las braguitas hasta los tobillos, de forma que pudiera abrir las piernas. El sexo de Mayte mostraba claramente su excitación en forma de lubricación. No parecía que hicieran falta demasiados preliminares. Fernando la agarró y la subió a la encimera, y sin pensárselo penetró el sexo de su madre, directamente hasta el fondo. Mayte echó la cabeza hacia atrás, tratando de olvidarse de todo y de centrar sus sentidos en la penetración que le hacía su hijo. Éste empezó a moverse instintivamente adentro y afuera, con violencia. Tenía un miembro realmente grande, pero los fluidos de Mayte permitían que entrara y saliera con facilidad de su vagina, a pesar del grosor.

Madre e hijo continuaron dándose placer, gimiendo, dando todo de sí mismos para maximizar el placer propio y el del otro. No pasaron muchos minutos hasta que Fernando se corrió abundantemente en la vagina de su madre. Sus gemidos se ahogaron en la boca de ella, ya que no paraban de comerse sus respectivas bocas. Cuando Mayte sintió la semilla caliente de su hijo en sus entrañas, no pudo resistir más y llegó también al orgasmo, sin dejar de moverse arriba y abajo. Desgraciadamente, según iban pasando los segundos el placer se iba poco a poco, pero estaba totalmente satisfecha. Hacía tiempo que no se corría así.

En ese momento Mayte despertó de la siesta. Tardó unos segundos en percibir dónde estaba, y en darse cuenta que de nuevo había soñado con su hijo. Su corazón todavía latía fuerte. Recordó lo que había vivido momentos antes, y un temor la invadió. Esperaba que su tremendo orgasmo hubiera sido solo en su sueño. Su mano derecha se dirigió temblorosa hacia su entrepierna. La metió por dentro de sus braguitas y encontró aquello que no quería encontrar: su vulva estaba empapada de sus flujos. Se acababa de correr pensando en su hijo, es cierto que lo había hecho inconscientemente, pero el caso es que era así.

Por si eso fuera poco, acababa de oír un ruido en la casa. Miró la hora, y es que ya llevaba un buen rato durmiendo, y Fernando ya había llegado. Solo faltaría que él se hubiera dado cuenta de algo. Se dirigió hacia la cocina; parecía que él se había puesto a preparar algo para los dos. Pasó por su habitación primero para cambiarse la ropa interior.

Finalmente, con bastante miedo fue a saludar a su hijo. La conversación fue bastante natural, no parecía que Fernando se hubiera dado cuenta de nada. Cenaron tranquilamente, aunque Mayte no quería ni mirar a la encimera, donde, aunque sólo fuera en sueños, esa tarde había follado con su propio hijo.

Esa noche tardó en concebir el sueño. No paraba de preguntarse por qué pasaba todo esto. Trató de reflexionar sobre ello fríamente y cayó en la cuenta de algo:

Fernando era su hijo, pero durante estos años, y sobre todo desde que se empezó a convertir en un adulto, casi parecía más su marido, salvando las distancias. Traía dinero a casa, cuidaba de ella, la hacía compañía, la consolaba cuando hacía falta. Pensó que en cierto modo, por esta vida que llevaban, quizá su subconsciente le veía más como una figura de marido que de hijo, y por eso le estaba jugando esas malas pasadas.

Por otro lado, Fernando físicamente tenía lo que ella buscaba en un hombre. Era bastante alto y fuerte, y de aspecto muy viril, velludo, con una voz grave… Cuando ella estaba con hombres que no eran así, no le ponían demasiado. Prefería que fueran más altos y fuertes que ella. Quizá esto también tenía algo que ver con lo que la estaba pasando.

Pasó gran parte de la noche llorando. Principalmente por temor, por inseguridad. Tenía mucho miedo de que estuviera surgiendo en ella el deseo carnal por su hijo, y eso era terrible.

En los días siguientes, Fernando notaba a su madre distante. Él trataba de hacer como si no notaba nada, para no hacer el ambiente más enrarecido aún. Mayte se estaba pensando si acudir a un psicólogo. Eso probablemente "corregiría" su problema, pero en el fondo no estaba segura de querer que la situación cambiara. Y es que a veces llegaba a pensar que todo eso no era algo malo. Al fin y al cabo, no dejaban de ser hombre y mujer, que vivían juntos y que se cuidaban y se querían.

Por un lado estaba claro que una relación incestuosa era algo totalmente prohibido, pero por otro tenía la sensación de que todo esto podría ser una señal del destino. Quizá Fernando era el hombre de su vida, y no se había dado cuenta hasta ahora.

Mayte pasaba el día comiéndose la cabeza con todas estas dudas, y seguía estando rara y distante con su hijo.

Quizá por casualidad, o quizá no, el domingo de esa semana era el día de la madre. Este año Mayte se iba poniendo muy nerviosa a medida que llegaba el día. No era como otros años en los que era un bonito día que pasaba tranquilamente en compañía de su hijo. Esta vez podía pasar cualquier cosa.

Cuando llegó el domingo, la sorpresa que Fernando tenía preparada era un viaje en globo. A Mayte le encantó el regalo. Por ser el día que era, se mostró un poco más cálida, y no reparó en besos y abrazos para su hijo.

La tarde la pasaron juntos en casa, viendo una película. Cuando terminó, Fernando apagó la tele y se sentó al lado de Mayte.

"Una cosa mamá… que lo de esta mañana no era realmente tu regalo del día de la madre"

Mayte se extrañó mucho, pero le hizo un gesto para que continuara.

"Pues no es nada del otro mundo, simplemente es que hay una cosa que no te digo con mucha frecuencia, y es que te quiero. Te quiero mucho mamá".

Mayte se inclinó y le abrazó. Se sentía halagada, pero las palabras de su hijo, en la situación actual, la confundían más aún. Sin romper el abrazo dijo:

"Por qué me dices esto?"

"Es que últimamente no sé qué te pasa… estás muy rara y me preocupas. Por eso ante todo quería que supieras lo que siento."

Mayte se separó y le miró a los ojos. "Tranquilo cariño, no es nada que no se pueda arreglar. Yo también te quiero."

Estuvieron un rato mirándose y sonriendo, hasta que Fernando volvió a interesarse, "Bueno, entonces me vas a decir lo que te pasa?"

"Lo siento cariño, pero no te lo puedo decir"

Fernando insistía, "Pero dame alguna pista… tiene que ver conmigo?"

Ante el acoso de Fernando, Mayte prefirió escapar de la situación, diciendo que tenía cosas que hacer. Se levantó para salir del salón, cuando Fernando dijo:

"El otro día te oí en sueños".

Mayte paró en seco. No se podía creer lo que acababa de oír. Con el corazón a mil pulsaciones, se dio la vuelta de nuevo y dijo "Que?"

Fernando respondió: "No me parece justo que no lo sepas… el otro día cuando llegué a casa te oí, y sé qué tipo de sueño estabas teniendo."

"No era contigo", la voz de Mayte era débil y temblorosa.

"Mamá, tu no conoces a otro Fernando… y además es que no puedes engañarme… Llevo muchos años viviendo contigo y te conozco"

Mayte renunció a su intento de escapada, y volvió a sentarse con su hijo, esta vez un poco más lejos, y dijo: "De acuerdo, eras tú quien aparecía en mi sueño. Pero no le doy demasiada importancia. No se controla lo que uno sueña"

Fernando respondió: "Hay algo que me tengas que decir? Tienes que reconocer alguna cosa en especial? Ya sabes a lo que me refiero."

La situación era casi surrealista pero Mayte no aguantaba más con ese secreto en su interior, necesitaba librarse de esa carga. "De acuerdo", dijo, "pero luego quiero que respondas tu a la misma pregunta. Ahí va… ", tragó saliva y bajando la mirada continuó: "Reconozco que… que me siento atraída por ti, hijo." Después de un rato levantó la mirada y habló de nuevo: "Y ahora tú… dime qué es lo que piensas de mí. Y sé sincero."

"Bueno… a ver por donde empiezo… en principio, por supuesto, te veo como madre, pero para ser sincero, la verdad es que uno no es de piedra, y muchas veces pienso que eres una mujer impresionante. Eres muy guapa y muy atractiva, mamá, eso es así seamos madre e hijo o no… a veces me jode pensar que otros hombres puedan tenerte y yo no, por ser tu hijo…"

"Bien, vamos por partes. Por un lado te agradezco tu sinceridad, hijo, es cierto que es mejor hablar las cosas. Y por otro, tenemos que poner distancia entre nosotros. Creo que deberías buscarte un piso de alquiler. Por qué no compartes piso con algún amigo o alguien del trabajo?"

"Lo que nos faltaba mamá, otro gasto… y además yo estoy genial aquí contigo. Nadie me va a cuidar como lo haces tú. Además, por qué tenemos que luchar contra los instintos? Aquí estamos tú y yo solos, nadie sabe lo que hacemos. Creo que deberíamos intentarlo, mamá"

Mayte trató de fingir una expresión de rechazo, pero no era muy convincente. Se levantó y con la voz temblorosa dijo "Esto no puede ser, Fernando. Y no quiero que vuelvas a hablar a tu madre como acabas de hacerlo ahora".

Seguidamente salió del salón y se metió en su habitación con la puerta cerrada, y no salió de allí para cenar. Fernando cenó solo, esperando que ella al final saliera de su refugio y volvieran a hablar del tema, ya que no habían sacado ninguna conclusión en claro. Pero no fue así. Cuando se empezó a hacer tarde se acostó, sin conseguir quedarse dormido. Era una noche bastante calurosa, lo que acentuaba su insomnio.

Mayte estaba en su habitación volviéndose loca de las dudas.

Cuando le dijo a Fernando que no podía ser, no lo pensaba realmente, y era consciente de ello. Precisamente después de un día como este, con los dos regalos que su hijo le había hecho, no podía estar más convencida de que Fernando podría ser su pareja, su novio, su marido. Le había demostrado cuanto la quería, aunque día tras día también lo hacía. Pero tras ese día, Mayte pensó que iba a ser difícil encontrar a alguien más apropiado para ella, y más a medida que iba cumpliendo años. Fernando era su hombre, solo que… era su hijo.

Tenía que tomar una decisión, y tenía dos opciones muy claras. Hasta ahora apartaba de su cabeza la idea de darle el sí a su hijo, pero eso solo le había valido para reprimir instintos, comerse la cabeza y pasar noches en vela. Y así iba a seguir si no hacía nada para remediarlo.

Se levantó de la cama, y se acercó a la puerta, sopesando las posibilidades. Su cabeza le decía que no, pero su corazón y su cuerpo parecían controlar su voluntad, dirigiéndola hacia su hijo. Miró hacia su cama vacía, pensando en volver a ella y olvidarse de todo esto. Y en ese momento recordó todas esas noches sola, durante diez largos años, donde no había tenido un hombre para poder recostarse en su pecho. Y tenía un hombre en la puerta de al lado, y que además la había confesado que sentía algo por ella.

El que no arriesga no gana.

Mayte salió de su habitación y entró en la de Fernando, sin creerse realmente lo que estaba haciendo. No oía la respiración de su hijo así que no sabía si estaba despierto. Se quitó el camisón, quedando desnuda del todo, y se metió en la cama con su hijo.

"Estas despierto?", dijo nerviosa.

"Creo que estoy soñando…", respondió él.

Las palabras sobraban en ese momento, así que Mayte tomó la iniciativa. Se puso encima de Fernando, notando como sus pechos rozaban con el pecho de él, y le besó en los labios, tanteando el terreno. Fernando devolvió el beso, cogiendo la cara de su madre con delicadeza.

Bien por lo placentero de la situación, o porque no sabían cómo dar el siguiente paso, siguieron besándose durante unos minutos, diciéndose sin palabras lo mucho que se querían. Después, Mayte cogió con sus manos las de Fernando y las puso sobre sus pechos, invitándole a que los magreara, cosa que él hizo con gusto. Fernando amasaba con fuerza los pechos de su madre, los besaba y chupaba su suave superficie.

"Me encantan tus tetas, mamá. No sabes cuánto había deseado este momento"

Mayte se sintió halagada y deseada. "Pues son todas tuyas, cariño. Solo tuyas…"

Al poco rato Mayte empezó a notar la reacción de su hijo a su sobeteo de pechos. Notaba como su polla se estaba levantando, y rozaba su ano y su sexo.

Las manos de Mayte jugaban con el pelo de Fernando, mientras le besaba la cara y la boca. Sus lenguas se encontraron y empezaron el lúbrico juego que ambos llevaban tiempo deseando, llenando la habitación de sonidos de chasquidos y chupeteos. La incestuosa mezcla de saliva bañaba sus bocas antes de ser tragada por los dos amantes.

El sexo de Mayte también reaccionaba, y un denso flujo empezaba a cubrir las paredes de su vagina y los labios vaginales. Frotaba su cuerpo contra el de su hijo, arriba y abajo, estimulando la piel de ambos, hasta que en uno de esos movimientos, el glande de Fernando entró en su vagina. Mayte movió sus caderas hacia atrás hasta ensartarse completamente en ella, ayudada por la abundante lubricación que estaban produciendo los dos. Se le puso la carne de gallina, y sus pezones se endurecieron aún más, hasta casi dolerle. Tras unos segundos acostumbrándose a la nueva sensación, empezó a moverse rítmicamente, follándose contra la polla de Fernando. Éste volvió a copar los pechos de su madre con las manos, apretándolos y rozando la áspera piel de sus palmas contra los pezones.

A pesar de que Mayte al principio estaba muy nerviosa, cada vez estaba más tranquila y cómoda. Sentía que estaban hechos para esto, que se complementaban y encajaban perfectamente. Lo había sospechado ya antes, pero ahora, formando un solo ser con Fernando, lo tuvo claro.

Madre e hijo seguían follando con suavidad pero apasionadamente, saboreando el momento. Contenían los jadeos, aunque cada vez era más difícil hacerlo. Mayte se estimulaba el clítoris con dos dedos. Las manos de Fernando estaban apoyadas en las caderas de ella, guiándola contra su mástil una y otra vez, apretando hacia abajo, haciendo que en cada embestida su polla entrara completamente en el coño de su madre, a pesar de su tamaño. Fernando aumentó el ritmo guiando a Mayte más rápidamente arriba y abajo, señal de que estaba llegando al orgasmo. Mayte se dio cuenta; a ella todavía le faltaba para llegar, pero por otra parte la encantaba dar placer a su hijo, y estaba deseosa de sentir su semen en su interior.

En efecto, Fernando empezó a emitir gemidos guturales y a correrse abundantemente dentro de su madre. Ésta contraía los músculos de su vagina, intentando "ordeñar" hasta la última gota de leche, y de darle todo el placer posible. Siguió moviéndose suavemente hasta que la polla de Fernando empezó a perder su erección, y finalmente se la sacó y se recostó al lado de él.

Fernando, todavía con la voz entrecortada, dijo "Lo siento, mamá. Me gustaría haber durado un poco más."

Mayte le beso en la mejilla y dijo "No te preocupes, cielo. Me has hecho sentir muy bien. Y no me llames mamá, llámame Mayte."

Mayte estaba realmente cansada. Por hoy, el día había sido bastante movidito, así que decidió dormir. Además, mañana tenían que ir a trabajar.

"Aquí como que no cabemos los dos, no?", dijo Mayte

"Uno encima del otro sí, jejeje", bromeó Fernando.

"Creo que deberíamos dormir en mi cama, no te parece?"

Fernando no decía nada. Ante la indecisión, Mayte se levantó de la cama y le cogió de la mano, invitándole a levantarse. Así lo hizo, y de la mano fueron hasta la cama de matrimonio, en la que dormirían juntos a partir de ahora.

Mayte se durmió rápidamente, recostada en el pecho de su hijo. Por primera vez desde que tuvo su primer sueño con Fernando, durmió del tirón, como un bebé.

A la mañana siguiente se despertó con la luz que entraba por las rendijas de la persiana. Cuando recordó lo que había ocurrido, temió por un segundo que hubiera sido otro sueño. Se dio la vuelta y allí estaba Fernando, ya despierto y mirándola.

"Qué tal has dormido?", preguntó él.

"Genial."

Fernando empezó a jugar con el pelo de Mayte con una mano, y dijo: "Estás segura de esto?"

La sonrisa de Mayte se tornó en una expresión algo más seria, "Sí, totalmente. Quiero que seamos una pareja, como cualquier otra."

Fernando acercó su cara a la de Mayte y la besó dulcemente en los labios. "Me alegro de verte así. Llevabas unas semanas con una carucha…"

Mayte devolvió el beso con intensidad. Su cuerpo todavía tenía ganas de marcha. La noche anterior no se había corrido, y además ahora estaba descansada. Su mano acariciaba el abdomen de Fernando, y fue bajando hacia su paquete.

"Mmmm… te has levantado juguetona, eh?"

Mayte no respondió, sino que se pegó más a su hijo, y siguió metiéndole mano en sus partes, notando como su polla estaba ya aumentando de tamaño. Fernando intento interrumpirla:

"Cariño, me encantaría seguir con esto, pero tienes que ir a trabajar…"

Mayte interrumpió su manoseo, y con una sonrisa malvada, se dio la vuelta en la cama y cogió el teléfono inalámbrico de su mesilla. Cuando al otro lado cogieron el teléfono, dijo, "Natalia?…. Oye verás, es que no me encuentro nada bien esta mañana… creo que no voy a poder ir a trabajar. Avisa por allí, vale? Gracias…"

Mayte colgó el teléfono mirando a su hijo sin dejar de sonreír, al tiempo que soltaba la sabana que la cubría, mostrándole su torso desnudo, y le dijo:

"Fóllame".

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