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Soñando con su hijo (Final)
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Tiempo de lectura: 10 minutos

La relación de Mayte y Fernando iba saliendo adelante. Llevaban dos meses como pareja, manteniendo el secreto de su incesto dentro de las puertas de casa. Era una relación principalmente sexual. Fernando tenía una libido muy alta y necesitaba "tema" constantemente, y por otro lado su madre llevaba muchos años sin sentirse sexualmente satisfecha. Así que pasaban más tiempo en la cama que fuera de ella.

Pero eso no quiere decir que no hubiera sentimientos. Estaban como dos quinceañeros, enamorados y encaprichados uno del otro.

Mayte estaba cada día más guapa. Desde que empezaron la relación se sentía realmente feliz, y se le notaba mucho exteriormente. Estaba siempre sonriente y radiante. Además, todo el "ejercicio" que hacían en la cama se notaba, y había perdido un par de kilos, lo que le hacía estar estupenda.

Una noche, después de hacer el amor, descansaban desnudos en la cama.

"Fernando…"

"Dime, cariño", contestó él.

"Verás, yo estoy muy bien así contigo, pero es que necesitamos salir por ahí… ya sabes. Ya salimos de vez en cuando pero no podemos hacer ciertas cosas, besarnos, ir de la mano…"

"Yo también echo eso en falta, mamá. Pero no podemos arriesgarnos a que alguien conocido nos vea."

"Ya lo sé… por eso, lo que deberíamos hacer es un viaje"

Fernando no lo pensó mucho, "Estaría muy bien. Me gustaría mucho hacer un viaje romántico contigo… has pensado en algo en concreto?"

"Pues es que he estado mirando últimamente por internet, y parece que hay vuelos muy baratos a Italia. He pensado en Florencia", dijo mientras se le dibujaba una sonrisa.

"Donde tú digas… no entiendo mucho de destinos turísticos, así que me fío de ti. Seguro que nos gustará"

La ilusión se apoderaba de Mayte, "De acuerdo, pues a partir de mañana empezamos a hacer preparativos!"

Las semanas hasta que llegó el gran día se hicieron muy largas. Habían reservado para cuatro noches en un hotel del centro de Florencia, aprovechando unos días de puente que ambos tenían libres.

Mayte decidió que tenía que comprar ropa nueva para el viaje, y también porque se acercaba la primavera y tenía que renovar un poco el vestuario. Se llevó a Fernando para que la aconsejara. ¿Quién mejor que un hombre para ello?

Llegaron al centro comercial. En vez de ir a las tiendas de siempre, decidieron que Mayte debería ahora vestir de forma más juvenil, para que se notara menos la diferencia de edad. Finalmente entraron en una tienda y Mayte empezó a escoger varias prendas. Fernando también elegía algunas que le gustaría ver puestas a su madre.

Mayte se metió al probador mientras él la esperaba fuera. Tras unos minutos, abrió la cortinilla y se mostró a su hijo con una camiseta de tirantes de color azul claro, y unos vaqueros. La camiseta le marcaba bastante el pecho, y dejaba ver los tirantes blancos del sujetador. Los pantalones le sentaban perfectamente. Estaba muy juvenil y favorecida.

"Que tal me ves?", preguntó ella.

Fernando se acercó y le dijo: "No es que estés guapa, es que voy a ser la envidia de todos cuando me vean contigo."

Mayte sonrió ampliamente y respondió, "Yo solo te pertenezco a ti, cariño. Para eso eres mi novio, no?"

Fernando le dio un pico en los labios, "Qué raro se me hace lo de ‘novio’… tantos años siendo sólo tu hijo"

Mayte dijo, "Por eso quiero que me llames por mi nombre de pila, en vez de mamá"

En ese momento, una mujer salió del probador contiguo, mirándoles con una cara mezcla de asco y de sorpresa. No habían reparado en que había alguien ahí. Cuando pasó de largo, Mayte se tapó la boca con las manos. Ambos se miraron ruborizados, aunque a Fernando casi le había hecho gracia. Sonrió y dijo, "Joder, qué pillada"

Mayte se puso una mano en el pecho, notando como su corazón latía aceleradamente, "Nos habrá oído?", dijo.

"Pues claro… estaba justo al lado", dijo Fernando sin dejar de sonreír.

"Qué corte, dios mío"

"Pues a mí me da morbo…", dijo él, acercándose un poco más a su madre y poniéndola una mano en la cintura.

Mayte sonrió un poco, "Tío, tu siempre pensando en lo mismo…", le miró al paquete y preguntó, "Qué pasa, te han entrado ganas?"

Fernando miraba nervioso al centro de la tienda, donde solo había dos chicas mirando ropa y la dependienta en el mostrador, leyendo una revista. La expresión de Fernando era ahora más seria. Su mano había pasado a acariciar el culo y el muslo de Mayte. Entonces hizo el gesto de entrar al probador, empujándola ligeramente. Ésta, para no caerse, dio unos pasos hacia atrás, quedando los dos dentro del probador.

Fernando corrió la cortinilla, se dio la vuelta y empezó a besar a Mayte, agarrándola y magreándole las nalgas. Ella, que no tenía claro si quería hacer esto, no podía resistirse realmente, ya que estaba acorralada en el rincón. Así que simplemente se dejó llevar y siguió dándose el lote con su hijo, dejando que éste le metiera mano por todas partes.

Fernando cogió la camiseta de ella y se la quitó hacia arriba, dejándola en sujetador. Mayte le suplicaba que parara con la mirada, ya que prefería no hablar para que no les oyeran. Fernando no atendía a razones. Pasó las manos por detrás de ella y le desabrochó el sujetador. Las tetas desnudas de Mayte subían y bajaban al ritmo de su respiración agitada. Fernando se agachó y empezó a comérselas hambrientamente, juntándolas con las manos y metiéndose todo lo que podía en la boca. Parecía haberle puesto muy cachondo la situación que acababa de ocurrir.

Cuando se quedó a gusto, se desabrochó los pantalones, enseñándole a su madre su polla totalmente erecta. Le indicó con un gesto que se la chupara, cosa que ella entendió a la primera. Se arrodilló sumisamente y con decisión se metió la verga en la boca, chupando con intensidad.

Fernando tenía agarrada su cabeza, y la guiaba con fuerza atrás y adelante. Según la excitación de ambos iba en aumento, cada vez apretaba la cabeza de Mayte con más fuerza, y a la vez movía sus caderas adelante y atrás, de forma que más que una mamada, lo que hacía era follarse la boca de su madre.

Mayte por su parte, aunque le estaba gustando, quería terminar con esto cuanto antes, por lo que trataba de apretarle la polla con el interior de la boca lo más posible, intentando que se corriera ya. Sin embargo Fernando estaba aguantando hoy más que nunca.

Al rato él la hizo apartarse. Al hacerlo, un hilo de saliva quedó entre los labios de Mayte y la punta de la polla de Fernando. La ayudó a incorporarse y la desabrochó los vaqueros y metió la mano entre sus piernas, masturbándola por encima de las bragas.

Mayte ni siquiera se planteaba resistirse, dada la agresividad que mostraba su hijo, así que ella misma se terminó de quitar los pantalones.

La polla de Fernando estaba tremendamente dura y enhiesta. Mayte le pajeaba suavemente mientras se dejaba sobar el coño por él.

Estaba claro que Fernando necesitaba descargarse. Hizo girarse a Mayte y la puso contra el espejo del probador. Le bajó las bragas hasta las rodillas, y sin pensárselo se la introdujo en su vagina, casi entera en la primera embestida. La lubricación de Mayte ayudaba, y es que a pesar de que no la gustaba hacerlo aquí, la situación la tenía realmente excitada. Fernando la agarró de la cintura y empezó el vaivén, rápido y fuerte. Los pechos de Mayte se bamboleaban atrás y adelante según su hijo bombeaba en su sexo por detrás.

Ambos estaban ya haciendo auténticos esfuerzos por no gemir. Solo querían correrse por fin y terminar de desahogar la pasión que había surgido entre ellos en aquel lugar.

Fernando agarraba las tetas de Mayte, copándolas casi enteras con sus grandes manos. Mayte se sentía sometida, entregada. Su hijo la follaba sin piedad, sin cuidado, preocupándose sólo de su propio placer. Notaba la rugosidad de esas manos que sólo buscaban un par de buenas tetas que manosear.

Finalmente, notó que Fernando le agarraba las tetas realmente fuerte, y que había dejado de bombear; poco después pudo sentir el chorro de semen en su interior. Ella no se había corrido, pero no le importaba, simplemente se limpió con unos pañuelos de papel y se vistió de nuevo.

Al salir de la tienda pagaron la ropa apresuradamente y salieron de allí. Desde luego, no podrían volver a comprar en esa tienda.

No intercambiaron palabra en el camino de regreso a casa. Mayte estaba enfadada, pero no dijo nada, porque podría ser peor. Tenía algo de miedo. Esperaba que todo esto hubiera sido sólo un desliz de su hijo.

Para cuando llegó el día de la partida, el incidente estaba prácticamente olvidado. Ahora solo tenían en mente la emoción y los nervios del viaje. El vuelo salía desde Madrid, así que condujeron hasta allí y dejaron el coche en un aparcamiento de larga estancia. Afortunadamente no hubo retrasos en el aeropuerto, y despegaron con normalidad.

A medida que se alejaban de España, se iban sintiendo más anónimos y libres, más alejados de toda persona conocida. La sensación se acentuó en cuanto pisaron suelo italiano. Desde ese momento eran una pareja más, dos turistas cualquiera entre la multitud de gente.

Llegaron al hotel ya de noche. Les hubiera gustado de dar un primer paseo de reconocimiento, pero por las horas que eran, y debido al cansancio, decidieron que se irían a dormir y ya al día siguiente estarían todo el día viendo la ciudad.

Sin embargo en la recepción, cuando mostraron su documentación, el recepcionista se quedó un buen rato analizando los carnets de identidad. Al rato les dio la llave de la habitación, pero había algo en la expresión de ese hombre que no les gustó nada.

Finalmente olvidaron el asunto y subieron. La habitación era encantadora y tenía unas vistas muy buenas al río y a sus magníficos puentes. Esa noche no hicieron el amor, ya que prácticamente cayeron rendidos en la cama.

Durante el día se dedicaban a visitar los museos y monumentos más importantes de la ciudad, así como a recorrer algunos otros pueblos de la Toscana, en un coche que habían alquilado y que Fernando conducía.

La vida nocturna era de lo mejor del viaje. En la ciudad se podía salir todas las noches y había mucho ambiente. Uno de esos días, estaban en un pub tomando algo, y vieron que tenían cerca un grupo de españoles, chicos y chicas, de la edad de Fernando o algo mayores.

Entablaron conversación con ellos, y al poco rato habían congeniado bastante. Les dijeron a sus nuevos amigos que eran pareja, y no pareció extrañarles demasiado a pesar de la evidente diferencia de edad.

Estuvieron tomando copas y bailando todos juntos, cosa que afortunadamente, rompía un poco la rutina de estar los dos juntos todo el día.

A Mayte le molestaba mucho el humo de los bares, así que salieron un rato a pasear y tomar algo de aire fresco. Caminaban de la mano tranquilamente, al igual que muchas otras parejitas que había por allí.

"Que sepas, que Marcos me ha dicho, medio en broma, que eres una MQMF", dijo Fernando.

"Y qué coño es eso?"

"No lo has oído nunca? Significa… una madre que me follaría"

Mayte rio… "Pues nadie me va a poner un dedo encima, más que mi novio…", tras lo cual se paró y le plantó un húmedo beso en los labios. Se notaba que Mayte estaba excitada, tenía un rubor en sus mejillas muy característico.

Mayte continuó, "Llevo toda la noche cachonda… no sé, creo que es por cómo me miran los chicos del grupo, parece que se fijan más en mí que en las de su edad."

"Pues claro… no hay comparación entre ellas y tú… eres una mujer hecha y derecha"

"De verdad?"

Fernando no contestó y, tras una pausa, preguntó directamente "Nos vamos al hotel?"

Por suerte, justo en ese momento pasaba un taxi libre. No hizo falta decir nada, lo pararon y se subieron apresuradamente.

Le dieron la dirección al taxista, y empezaron a darse el lote en el asiento trasero. No podían esperar. No se cortaban, sino que se besaban con sus bocas abiertas, dándose lengua… las manos de Fernando amasaban con descaro las grandes tetas de su madre.

Al taxista no parecía importarle, y de hecho no les quitaba ojo de encima. En cuanto llegaron le dieron un billete sin esperar las vueltas, y fueron a su habitación medio corriendo.

Por fin llegaron a su alcoba. La ropa de Mayte no le duró mucho tiempo encima. Primero se quitó la blusa y el sujetador, exponiendo sus pechos deseosos de ser estimulados. Fernando se inclinó y hundió su cara en ellos, recibiendo su olor de mujer, y desfrutando de su suavidad con su cara y su lengua.

Mayte se echó en la cama de espaldas y se desabrochó los pantalones. Él se los bajó, y después fue subiendo de nuevo por las piernas de su madre, besando y chupando su piel con lujuria. Cuando llegó a su pubis, pegó su nariz a su coño por encima de las braguitas, inhalando con fuerza. Después se dedicó a lamerle el sexo sin quitárselas, lo cual estaba matándola de placer.

Sin embargo, el coño de Mayte necesitaba ser penetrado. Le miró y dijo:

"Déjate de tonterías y métemela, por favor…"

Fernando también lo estaba deseando, así que se desabrochó los pantalones y se la sacó, sin desvestirse. Apartó la parte frontal de las braguitas y presionó su glande sobre la entrada de su madre. Estaba tremendamente lubricada, y la tranca de Fernando entró fácilmente.

Empezaron a follar intensamente. Fernando se inclinó más, buscando de nuevo esa lengua que tanto le gustaba. Mayte echó los brazos hacia atrás, a lo largo de la cama. Fernando hizo lo mismo y agarró las manos de ella, mientras seguía dándole embestidas.

Mayte sentía que su hijo la estaba aplastando con su cuerpo, pero poco importaba. El gusto que sentía lo compensaba todo. Los gemidos de uno se ahogaban en la boca del otro mientras se ayudaban mutuamente a llegar al orgasmo.

Estuvieron en esa postura hasta que Fernando se corrió abundantemente, entre gemidos de los dos. Al notar la leche en su interior, Mayte se sintió un poco frustrada, ya que todavía le faltaba bastante para llegar al clímax. Fernando dijo:

"Tranquila cariño, en un rato estoy a punto otra vez"

"No pasa nada", respondió ella.

Mayte se dedicó a desvestirle por fin, cosa que llevaba deseando hacer toda la noche. Besó y magreó su cuerpo sin prisas – tenían todo el tiempo del mundo. Fernando alcanzó con una mano la entrepierna de Mayte mientras se dejaba magrear, para poder estimular su sexo.

Ella todavía tenía las bragas puestas, y el semen su hijo se había ido escurriendo viscosamente fuera de su vagina, por lo que se había formado un charquito ahí abajo. Fernando lo notó pero hizo como si nada, y empezó a masturbar a su madre así, presionando las bragas encharcadas contra los labios de su sexo.

Cuando Mayte lo notó le miró a los ojos lascivamente, dejándose hacer. Se sentía indecente, sucia. Era impropio de una mujer de su edad… pero no podía evitar que le gustara. Era la putita de su hijo, y debía dejarle hacer lo que él quisiera.

La polla de Fernando reaccionó pronto, debido tanto a las caricias que recibía, como a los tocamientos que él le hacía a ella en sus zonas más impúdicas. No hacía falta que cruzaran palabras, Mayte ya sabía lo que tenía que hacer, así que volvió a tumbarse en la cama, esta vez boca abajo. Fernando por fin le quitó las bragas, quedando a su disposición los dos agujeros de su pareja, abiertos y deseando ser llenados. Se dedicó a acariciar el sexo de ella, pringándose de flujo, el cual extendió por toda la zona.

Mayte no estaba como para indecisiones, y movía sus caderas hacia atrás buscando la polla de su hijo, ansiosa. Fernando introdujo la punta de su mástil entre los labios vaginales de ella, empujando generosamente. Mayte dejó escapar un largo gemido de satisfacción, y empezó el movimiento de vaivén. Los movimientos de ambos se acompasaban, buscando el placer del otro y el propio.

Esta vez Mayte ya no podía aguantar mucho tiempo – demasiada tensión sexual acumulada durante toda la noche. Empezó a notar que se formaba el orgasmo dentro de ella. Sus gemidos aumentaban, y ya no se preocupaba de aguantarlos. Agarró las sábanas con fuerza, y se corrió salvajemente, sintiendo como el placer se apoderaba de todo su cuerpo.

A pesar del orgasmo de su madre, Fernando siguió bombeando con fuerza, acelerando aún más el ritmo. Se había corrido minutos antes por lo que le costaba alcanzar un nuevo orgasmo. Mayte, consciente de ello, se dejaba follar hasta que su hijo acabara por fin, a pesar de que empezaba a sentirse un poco irritada ahí abajo.

Después de un rato no aguantaba más en esa posición, y se incorporó para hacerle una felación. Agarró la enorme polla de Fernando y empezó a chupar con ganas, rítmicamente. Por fin, y cuando ya empezaba a sentirse agotada, Fernando se corrió dentro de su boca. En lugar de sacársela, continuó recibiendo la leche en su boca, hasta que sintió que ya no salía más. Entonces se apartó y tragó el espeso líquido, mirando a su hijo a los ojos para ver su reacción. Él la miraba encantado, se notaba que eso le había gustado.

Tras unos minutos de descanso, Mayte prefirió darse una ducha antes de dormir. Cuando volvió y se metió en la cama, Fernando estaba ya medio dormido, pero ella le despertó de nuevo. A Mayte encantaba conversar después del sexo.

"Estás dormido, cielo?", preguntó ella.

"No mamá, dime…", dijo él desperezándose.

"Me estoy acordando de ese sueño que tuve… con aquello empezó todo"

Fernando sonrió, "Me alegro de que lo tuvieras, si no, no estaríamos juntos ahora"

Sonrieron y se besaron dulcemente en la boca. Fernando reinició la conversación:

"Sobre ese tema, tengo que confesarte una cosa"

Mayte le miró preocupada, "El qué?"

"El día que volví a casa y estabas teniendo un sueño erótico… recuerdas que te dije que pronunciabas mi nombre en sueños… realmente no era cierto"

"Qué me estás diciendo?". Mayte pensó un rato antes de seguir hablando, "entonces, cómo sabías que me sentía atraída por ti?"

"No lo sabía. Fue un farol, necesitaba saber lo que pensabas de mí, necesitaba saber cómo me veías.", respondió Fernando.

"Pero, por qué?"

"Mira mamá, yo hace mucho tiempo que sabía que tú y yo teníamos que acabar juntos. Me gustabas muchísimo, y aparte tú estabas sola, y ninguno de los hombres con los que lo habías intentado te había llenado… no sé, tenía que intentarlo"

Se hizo el silencio durante unos minutos. Mayte estaba totalmente sorprendida. Finalmente habló:

"Mira, no te voy a decir que me parezca bien eso que hiciste. Pero si ahora estamos tan bien juntos, es gracias a eso. No puedo reprochártelo". Sonrió y acarició la cara de Fernando, lo cual relajó bastante la tensión que se había creado.

Una vez perdonado, Fernando besó a su madre en los labios. Mayte le correspondió y estuvieron besándose calmadamente hasta que les venció el sueño.

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