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A tres pollas

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Pedro me llamó unos días después de nuestro último encuentro, ese en el que me travestí para él.

- ¿Qué te pasa, cabrón?

- Yo también te quiero, pedazo de puta.

- Jajaja, ya lo sé, no puedes vivir sin mí.

- Me tienes caliente perdido, maricón, desde el otro día no dejo de hacerme pajas.

- Pues guarda la leche, no te ordeñes que ya sabes donde la quiero.

- ¿Puedes venir hoy y hacerme otro numerito?

- ¿Hoy?, imposible, está mi mujer en casa y tengo que ir a casa de mis padres a por las cosas.

- ¿Las guardas en casa de tus padres?

- No, si te parece las guardo en la mía para que las encuentre mi mujer, desde que mis padres fallecieron la tengo vacía.

- ¿Mañana sí puedes?

- Sí, mañana nos vemos, ¿te viene bien a las once?

- Ya sabes que a mi me viene bien cualquier hora.

- Vale, pues hasta mañana, y relájate cabronazo, que quiero que mañana tengas los cojones bien cargados.

- Adiós golfa.

A la mañana siguiente, puntual como me gusta, a las once estaba llamando a su puerta, iba con mi pequeña maleta con todo lo necesario tal como él me había pedido. Me abrió en albornoz, como siempre, con su mata de vello saliendo por su abertura.

- Buenos días, golfa.

- Buenos días, becerro.

- Entra y ve bajando, ahora voy yo.

- No corras, necesito al menos una hora.

- Joder con la puta.

- No te quejes, perro, las cosas o se hacen bien o no se hacen.

- Anda, tira para abajo.

- ¿Hoy no hay sauna?

- No, no la he encendido, lo siento.

- Bueno, en fin… qué le vamos a hacer.

En la gramola del sótano sonaba Eloise, del gran Tino Casal, crucé directamente al cuarto de baño sin detenerme, me desnudé y comencé por la higiene íntima, no quería que mi macho se llevara una sorpresa, me duché, me di un crema hidratante, mi base de maquillaje, corrector en nariz, pómulos y barbilla, perfilado de ojos negro con rabillo, sombra en tonos marrón, delinee mis cejas, mascarilla de pestañas negras, colorete y pinté mis labios en color rojo oscuro, a tono con las uñas de las manos, esta vez me coloqué una peluca de pelo negro natural, largo con flequillo y raya en medio, encajaba como un guante, no en vano entre esta y la rubia me había dejado una pequeña fortuna, me puse pendientes con una perla en las orejas, gargantilla también de perlas y una pulsera, pasadores de plata en los pezones unidos por una cadena, esta vez opté por el rojo, corsé con ligero, medias, zapatos de tacón, tanga y guantes de encaje cortos, todo en el mismo tono, cuando acabé me miré en el espejo.

- ¡Qué zorra eres!

Salí del cuarto de baño, una mano en la cadera y el paso firme, me quedé clavado.

- ¡Aquí está! ¿Qué os parece? ¿No os dije que mi puta era de lo mejor?

Pedro estaba detrás de la barra, poniéndole una copa a un señor que se encontraba sentado en una de las sillas, otro estaba sentado en uno de los Chester y los tres estaban desnudos.

- ¡Coño Pedro! Que golfo eres, que callado te lo tenías.

- Joder Ramón, ya sabes que soy muy reservado – soltó una carcajada.

Conocía a aquellos dos, eran amigos de Pedro, regentaban una cervecería de bastante éxito en una de las mejores zonas de la capital, Pedro y yo habíamos ido varias veces, sabía que eran pareja pero no tenía ni idea de que estaban al tanto del tipo de relación que manteníamos, incluso conocían a los hijos de Pedro.

El tal Ramón era el que estaba sentado en la silla de la barra, era mayor que Pedro, le calculaba unos setenta años, pelo muy blanco y piel también blanca, de ojos azules, delgado y bien proporcionado, de pezones pequeños y rosados.

- Sí que está bien tu zorra - ahora hablaba el que se encontraba en el Chester - ¿es servicial?

- Claro que sí Jorge, solo tienes que decirle lo que quieres y ella lo hará sin rechistar.

El tal Jorge era joven, no creo que llegara a los cuarenta, estaba muy definido, muy moreno de piel y de pelo, ojos oscuros, una verdadera belleza gitana.

- Ven aquí zorra.

Miré a Pedro y asintió levemente con la cabeza. Los sofás habían sido alejados, la mesa de centro había sido retirada y en el lugar habían colocado cubriendo el suelo una especie de alfombra de lona negra, Jorge me estaba señalando precisamente el centro de esa lona.

- Quiero verte bien, zorra.

Se levantó, tenía la polla morcillona y aun así era más grande que la mía o la de Pedro. Giró alrededor como si estuviera valorando lo que estaba comprando.

- Plaf – me dio una cachetada en el culo – joder, vaya culazo.

Se detuvo frente a mí, agarró la cadena que unía mis pezones y tiró hacia abajo.

- Ufff, - dolor y placer, la combinación que me ponía cachonda.

- Arrodíllate perra, quiero que me la comas.

Su polla quedó ante mis ojos, la agarré y la descapullé, abrí mi boca y me la metí, inicié un movimiento de vaivén, esa verga iba creciendo llenándome la boca, agarré sus nalgas con mis manos, las tenía duras, comenzó a mover las caderas follandome mi boca, su polla me llegaba a la campanilla y aún quedaba fuera un buen trozo.

- Mmm, es verdad que sabes comerte una polla, zorra, uf.

Ramón llegó por mi derecha, agarré con la mano la verga de Jorge y me volví, una polla con unos huevos colgónes y rosados apuntaba a mi cara, la agarré, dejé el glande al descubierto, besé el frenillo y me metí aquella cosa en la boca mientras con la otra mano pajeaba a Jorge.

- Uuh, que boca, mariconazo, que lengua tienes, aah.

Alternaba entre las dos pollas, las pajeaba y me las metía en la boca, la de Ramón me cabía bien, la de Jorge me costaba, se me saltaban las lágrimas y se me corría el rímel, Pedro me miraba con cara de sátiro mientras se masajeaba los huevos y la polla sentado en uno de los sofás.

- Ven aquí putita, quiero que me comas el culo.

Ramón se tendió en el suelo boca arriba, levantó las piernas y se las sujetó por las corvas, solté la polla de Jorge y abrí sus nalgas dejando a la vista su esfínter, escupí y con la lengua se lo follé, mordí, succioné y volví a meter la lengua, chupé sus huevos metiéndomelos en la boca.

- Ay, ay zorra, ay que lengua, puta, puta.

La posición me obligaba a mantener la cabeza agachada y la grupa levantada, alguien me agarró por las caderas.

- Plaf – cachete en el culo – estás disfrutando como nunca, golfa. – era mi macho, mi Pedro.

- Fóllame cabrón – le dije entre lengüetazos al ojete de Ramón – Fóllame.

Agarró con sus manazas el tanga y lo rompió, me abrió las nalgas y escupió, puso la punta de su polla en mi ojete y de un solo movimiento me la enterró hasta los huevos.

- Arg – la embestida me había cogido con la polla de Ramón en la boca y me había pasado la campanilla.

- Plaf plaf plaf –a cada enculada la verga de Ramón se me incrustaba en la garganta.

- Joder Pedro, mal amigo, la querías solo para tii, uf, que boca.

Creí que me ahogaba, Pedro me agarró del cuello y me hizo incorporarme, tuve que arquear la espalda, pegó su pecho a mí con su polla en mi culo, comenzó a hablarme al oído.

- Puta, zorra, estas disfrutando, guarra, pero hoy te vas a enterar, golfa.

- Sí, sí, cabrón, cabrón, cabrón oh.

Me soltó y quedé a cuatro patas, Ramón y Jorge me miraban desde el sofá delante de mí, mi semental continuaba metiendo y sacando su cetro de mi culo.

- Sii, si mi amo, mi dueño, dame, dame, dame fuerte.

Embestía con tanta fuerza que a cada enculada me levantaba del suelo y ahí estaba ya el olor, ese olor a sexo, a sudor, a macho – te voy a reventar zorra, zorra ah.

Agarrado a mis caderas se apretó contra mí y empezó a correrse, yo como siempre apreté el esfínter para notar los espasmos de su polla mientras se descargaba.

- Lléname, préñame, preña a tu esclava, amo – eso es lo que era, así me sentía.

- Zorra.

Pedro se retiró, sacó su polla, iba a protestar pero otras manos me agarraron las nalgas.

- Tu amo te ha dejado bien abierta – era Ramón – y bien lubricada.

Con sus piernas entre las mías me obligó a abrirme más, puso su polla en mi ojete, yo notaba el semen de Pedro saliendo de mi culo y cayendo por mis cojones.

- No, mi culo, no no no.

Con un sonido líquido su verga resbaló ayudada por la corrida de mi amo y de un solo golpe noté sus huevos colgónes golpeando los míos.

- Hijo de puta, hijo de puta, sin condón no, mi culo, ay mi culo, ay.

Ramón me daba por el culo con un sonido líquido – zorra, te follo como me da la gana, puta.

- Ay, ay, ay mi culo, mi culo, ayy.

- Puta, paf – cachete – paf, paf.

Me obligó a colocar la cara en el suelo, en esa posición mis nalgas quedaban más levantadas, se colocó en cuclillas, casi sentado en mi grupa, ahora su polla apuntaba hacia abajo y aún me llegaba más hondo.

- Ay, mi culo, cerdo, cerdoo, mi culo, mi culo, Pedro, Pedroo.

- Te tiene bien domada puta, pero ahora tu coño de zorra es mío, mio.

- Ay, ay, cabrones, cabroneess.

Ramón se detuvo un momento con su polla casi fuera.

- Pero no te pares, hijo de puta, no te pares ahora.

- Te vas a enterar zorra.

Colocó un dedo junto a su polla y lo metió con ella dentro dilatándome aún más el esfínter.

- Ay, cabrón, ay, mi culo, mi culo, que me lo partes perro, perroo.

- Zorra, te cabe mi mano entera, putón.

- Ay, que me rajas, ay cabrón, ay mi culoo.

Pedro me miraba sentado en el sofá, empapado en sudor, la polla flácida sobre una pierna y cayendo sobre ella los últimos restos de su preciado esperma.

- Saca el dedo cabrón, sácalo, hijo de puta, ay mi culo, ay mi culo.

Hizo lo que le pedía, golpeó con las dos manos a la vez mis nalgas y empezó a moverse con frenesí.

- Zorra, zorra, zorraa.

- Ay, ay, me has roto el culo cabrón, ay, ayy.

Noté su rigidez, sabía lo que venía a continuación.

- Ah, ah, ah, me corro, me corro, me corroo.

- Sin condón no, sin condón noo, hijo de puta.

Nuevamente sentí en mi esfínter las pulsaciones de una polla al correrse e inundarme de leche.

- Hijo de puta, hijo de puta mi chochito, me arde cabrón.

Ramón se retiró, sentí un borbotón de líquido salir de mi culo y resbalar por mis huevos, me iba a incorporar cuando una mano me sujetó por la nuca.

- ¿No pensarás que has terminado, verdad preciosa?

- No por favor Jorge, más no, mi culo no, por favor. – recordaba su polla tan grande.

- Ssh, cállate zorrita, ya verás como lo disfrutas, tienes el coñito muy dilatado y lubricado.

- No por favor – yo sollozaba – más no, mi culo, mi culo.

-Tranquila gatita.

Se había colocado detrás de mí, con sus piernas evitaba que yo pudiera cerrar las mías, notaba su polla restregarse por entre mis dos nalgas.

Sollozaba – no, sniff, por favor, más no, más no, sniff, mi culo.

- Tranquila preciosa, tranquila, ya verás, no me irás a dejar con este dolor de huevos ¿verdad?

Mientras hablaba había ido encarando su polla con mi ojete y de una vez, despacio pero sin parar, me metió aquel vergajo. El dolor no fue tan intenso como yo esperaba aunque sí lo suficiente para intentar escapar hacia adelante pero me tenía bien sujeto y me fue imposible, me tenía bien agarrado.

- Aah, dios, que gusto.

- Ay, ay, me has reventado cabrón, ay, ay, sniff, sniff,- continuaba sollozando - mi culo.

Pronto me adapté al tamaño de aquel miembro, Jorge sabía lo que hacía, dejó que mi esfínter se acomodara y empezó el vaivén metiendo y sacando muy despacio al principio.

- Aah – suspiraba cada vez que aquello entraba hasta los huevos.

Joder nena, que coñito por dios.

- Ay, ay, sniff, ay, soy una puta, soy una cerda, sniff, ay ayy.

Levanté la mirada y vi a Pedro sentado con la cabeza hacia atrás, los ojos cerrados y suspirando, Ramón estaba a sus pies y le estaba haciendo una mamada brutal, algo dentro de mí se enervó.

- Ay, ay que polla, esto sí que es una polla, ay, dame, dame, rómpeme.

- Sii cerda, te voy a romper, te voy a reventar.

- Si, sii, una polla que me llena, ay, ay mi culo, ay, como me abres cabrón, ayy. Dame fuerte, dame maricón.

- Sii, así, asii.

- Me corro puto maricón, me corro, me corroo oh.

Otra nueva corrida en mi culo, Jorge sin embargo no se quedó quieto, se movía en círculos, apretaba y se movía, yo empezaba a notar algo nuevo, estaba tocando algo en mi interior que al principio me hizo sentir que me meaba pero enseguida dejó paso a un placer nuevo.

- Sigue así, no te pares perro, sigue, sigue.

El placer iba aumentando, algo parecido a lo que se siente al inicio del orgasmo pero más intenso, más prolongado y no se limitaba a los genitales sino que se extendía a todo el cuerpo, el pecho, el vientre, las piernas, el rostro, fue subiendo hasta que me llegó un orgasmo largo, continuo, húmedo, explosivo que me arrancó un sonoro gemido de placer y me hizo soltar una increíble cantidad de semen a pesar de que mi polla no estaba erecta, caí hacia adelante, la verga de Jorge salió de mí y quedé en el suelo, despatarrado, con mi culo rezumando leche y mi cuerpo recorrido por espasmos de placer, había tenido mi primer orgasmo prostático.

- Zorra, te dije que te ibas a enterar, puta.

Mientras Pedro hablaba los tres me fueron rodeando, yo estaba exhausto en el suelo, continuaba soltando lefa por el culo.

- ¡levanta la cabeza guarra!

Medio me incorporé y los miré, estaban alrededor mío sonriendo con sus pollas en la mano, comenzaron a mearme, la cara, el pecho, el cuerpo, el culo, sus meados me estaban empapando mientras reían.

– eres una pedazo de guarra, límpianos las pollas.

Me puse de rodillas, ahora sabía para qué era la lona negra sobre la que estaba, tenían planeado aquello, limpié con mi boca aquellas pollas con sabor a meados, me sentía violado y humillado… y satisfecho y feliz.

Aquella fue la última vez que vi a Pedro, pasaron dos semanas sin llamarme, yo le llamaba y su móvil estaba “apagado o fuera de cobertura”, fui a su casa a pesar de que él no quería que lo hiciera sin avisarlo, la encontré cerrada, llamé pero nadie abrió. Estaba preocupado, algo ocurría y sabía quien podía decírmelo, fui a la cervecería de Ramón y de Jorge, Pedro solía ir por allí incluso con sus hijos.

Cuando llegué los camareros estaban montando la terraza, en cuanto Ramón me vio me hizo señas y nos sentamos en un rincón apartado.

- Te estaba esperando, no tenía medio de localizarte.

- Ramón, ¿Qué pasa con Pedro?

- Joder, no sé cómo decirlo…

- Sin rodeos.

- Pedro está en la UCI, el jueves lo encontró la señora de la limpieza – Pedro tenía una señora que le hacía la casa martes y jueves – ha sufrido un ictus.

- ¿Cómo está? – el cuerpo se me había venido abajo, me entraron náuseas.

- Mal, muy mal, el ataque ha sido devastador, no se sabe cuanto tiempo estuvo en el suelo hasta que la señora lo encontró y en los infartos cerebrales el tiempo de respuesta es primordial.

Falleció un mes después, acudí al sepelio con Ramón que me presentó a los hijos como un amigo de la cervecería, estaba hundido, no entendía como un hombre tan grande, tan poderoso se había ido así.

Pedro tenía tatuada sobre la tetilla izquierda una pequeña rosa negra en recuerdo a su mujer, yo me tatué una también negra, grande, en la espalda, entre los dos omóplatos, con un tallo largo lleno de espinas que llegaba a la zona lumbar y en el costado izquierdo me tatué una frase que él utilizaba mucho, parte de la letra de unas sevillanas. “Amigo, aprovecha el tiempo, busca los buenos momentos por que los malos vienen solos”.

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