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Adrián se cogió a mi novia, yo me cogí a su hermana

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Ver a mi novia salir de un motel con otro hombre me excitó al principio y casi al instante sentí miedo de perderla porque se pudiera enamorar de alguien más. Tuve una mezcla de sentimientos, celos, coraje, nervios, dudas, pero sobre todo mucha excitación, estaba triste pero con la verga parada. No me hubiera gustado que se enamorara de alguien más.

Luego de la plática que tuvimos y la maravillosa noche de sexo que pasamos, dentro de todo lo que nos dijimos, acordamos también que si en algún momento algún otro hombre le propusiera acostarse con él, ella le propondría dejar que la novia o esposa de ese hombre se acostara conmigo, como un intercambio, así sería algo parejo para todos y sólo así ella podía aceptar. Claro que la mayoría de los hombres se negaba en aquellos años, querían que mi novia cogiera con ellos, pero a sus mujeres que nadie las tocara. Durante mucho tiempo así hicimos y sí hubo dos parejas que aceptaron, contaremos de ellos más adelante.

Con esto que escribo, quedé con Yesica que así como su jefe Adrian se la había cogido a ella, yo buscaría el modo de cogerme a su esposa. Aunque intenté varias veces acercarme a su esposa, ella nunca me dio oportunidad, así que no le insistí, pues a la fuerza con una mujer, nada. En ese intento por tener algo con la esposa, conocí a la hermana de Adrian. Una chica que tenía más o menos mi edad 22 o 23 años en aquellos tiempos. Delgada y alta, sin mucho pecho y poca nalga. Eso sí de cintura muy pronunciada. De cara bonita, muy amable y risueña. Como en muchas de nuestras vivencias no recuerdo su nombre, pero sí lo que hicimos. Después de 2 o 3 salidas a tomar algo, me la llevé al motel. Yesica de todo estuvo enterada y de acuerdo.

Fue la calentura de ambos la que nos llevó a coger. Sólo serían una o dos ocasiones, ella tenía novio y por eso nos escondíamos. Este caso no entraba en el acuerdo con mi novia de compartir parejas, pues Yesica ya había cogido con Adrian. Así que me tocaba estar nada más ella y yo.

Ya había tenido experiencia con nuestra amiga Maribel en coger con chicas delgaditas. Así que entre besos y caricias nos pusimos muy calientes. Yo succionaba con fuerza sus pequeñas tetas y le hacía chupetones mientras apretujaba sus nalgas con mis manos. Ella trataba de montarse en mi verga y con su mano me masturbaba. Parecía un poco inexperta, pero muy caliente. Mencioné lo de las flaquitas como Maribel porque con esta chica por su complexión también la pude poner en un rico 69 estando yo de pie, mis manos abrazando su cintura y ella chupando mi verga con fuerza en un movimiento de su cabeza adentro y afuera. Así como a mi novia Yesica le ha encantado desde siempre el sabor del semen, yo disfruto mucho el sabor de las vaginas y esa ocasión así lo hice. Metí mi lengua lo más profundo que podía, estimulaba su clítoris y mordía sus labios vaginales, mientras ella se movía apoyando sus piernas en mis hombros, buscando el punto en donde alcanzó un delicioso orgasmo en mi boca. Sobra decir que lamí y succioné toda su humedad mientras ella se quedaba quieta, quizá mareada por estar de cabeza y luego de un rico orgasmo.

Las mamadas que me estuvo dando esta chica me pusieron más dura la verga, la recosté en la cama y en lo que ella se recuperaba yo me puse un condón, abrí sus piernas y presionando de a poco fuí entrando en su panocha apretada y muy caliente, cubierta con una capa de bello muy bien recortado, ella gemía con un poco de dolor, si bien no era virgen, pero no había sentido una verga de 19 centímetros y gruesa como la mía. Parecía incómoda, pero no dejaba de atraerme hacia ella y abrir más sus piernas, yo me dediqué a penetrarla. La tuve en posición de misionero un buen rato al tiempo que nos besábamos. Aun así no podía hacerme venir, me puse en posición de lagartija y la embestí con más fuerza pero nada que me venía. Sentía muy apretada mi verga, quizá esa era la razón por la que tenía poca sensibilidad. Mientras ella se volvió a venir, pues sentí como contraía su vagina, levantaba sus piernas buscando cómo disfrutar más de su orgasmo y ponía sus ojos en blanco, de su garganta salían gemidos de satisfacción.

Luego de su orgasmo seguí penetrándola igual pero nada que me venía, ella sólo se dejaba hacer, pues ya se notaba un poco cansada. Saqué mi verga y la quise acomodar de a perrita, ahí me detuvo, pues me dijo que así no le gustaba. Más bien, en esa posición sentía que se hacía pipí y le daba pena que le fuera a ganar. Yo ya había estado con mi novia en situaciones así, en las que ella se orinaba sobre mí, así que sin contarle esto, le dije que yo no tendría ningún problema si le ganaban las ganas y la convencí de ponerse en cuatro.

Entrar en esa panocha apretadita fue muy rico, sentí que apretaba más mi verga y las metidas que le daba las disfruté mucho. Tomándola de sus caderas aceleré mis metidas y me puse más intenso con el sonido de nuestros cuerpos chocando, estaba disfrutando mientras ella me decía que "ya casi", no entendí si se refería a que iba a tener un orgasmo o se iba a orinar, yo seguí penetrándola. Cuando sentí mi orgasmo cerca, ella pedía que me detuviera en forma de súplica, seguí bombeándola. Ella trató por unos instantes de zafarse de mi verga, pero la tenía yo tan bien agarrada de sus caderas que prácticamente explotó y su orina escurrió por mis huevos y piernas, dejando muy mojada la cama. Yo con ese calor escurriendo por mis piernas me vacié dentro de ella, pues en ningún momento dejé de penetrarla. Sus piernas temblaban, pues con su orina también se vino un orgasmo intenso, se quedó así empinada, mientras su cuerpo se recuperaba en medio de temblores que me contagiaba. Mi verga seguía dura y adolorida por lo apretada que estaba esta chica.

Nos pusimos de pie como pudimos, pues bajo nosotros estaba empapado el colchón. Nos metimos a bañar después de ese rico sexo y con las toallas que nos secamos, tratamos de limpiar el colchón, algo que fue imposible.

Salimos del motel esperando que no se dieran cuenta del desastre que hicimos. Todo salió bien. Nos volvimos a ver una o dos veces más, repetimos casi la misma sesión sexual, sólo que las orinadas fueron en el baño, pues ahí se pudo orinar a sus anchas mientras la tenía de a perrita o en cuatro patas recargada sobre el escusado o el lavamanos, sin duda que disfrutábamos esos orgasmos con orinada incluida.

Nos dejamos de buscar al poco tiempo, ya estaba a mano con Adrian. Sólo me faltó desquitarme de su amigo Jorge, pero ya no lo volvimos a ver.

De la noche que no pasé con Yesica en la casa ni en la de mis abuelos fue porque me quedé estacionado en una gasolinería donde iba a llenar el tanque de la combi de servicio público en la que trabajaba. Ahí despachaba una señora de unos 35 años, muy amable y que a todos los choferes nos hablaba bien. Lo que recuerdo de ella es que bajo el traje que usan los despachadores, a ella se le marcaban unas nalgotas muy antojables. Ella no era muy delgada, siempre traía una trenza y ya a varios de los compañeros se los había cogido, la mayoría decían que la señora era muy caliente. Era morenita, de labios pequeños y ojos grandes, de nariz aguileña y con una voz muy amigable. Bonita la señora, aunque me es imposible recordar su nombre.

Esa noche yo andaba sacado de onda por lo que había pasado con Yesica, así que cuando pasé a cargar gasolina, entre pláticas con esta señora nos contamos nuestras penas, yo llevaba unas cervezas y compartí con ella algunas. Ya era de madrugada, había poco tráfico y nada de clientes. Ella me propuso desquitarme de mi novia de la misma forma y se ofreció a ser ella la persona del desquite. No lo pensé dos veces, estaba muy caliente y ansioso por saber los detalles de la infidelidad de mi novia, así que en ese rato fui a comprar condones y dentro de la combi que manejaba nos medio quitamos la ropa, se montó en mi verga y se daba unos sentones muy ricos que hasta la combi se movía. No pude evitar que con tremendos sentones me hizo venir al poco rato. En cuanto me recuperé, me puse otro condón y de espaldas a mí, recargada sobre los asientos de la combi, me la cogí mientras la nalgueaba muy fuerte. Tanto que hasta una de sus compañeras se fue a asomar para ver que estuviera bien, y se quedó un rato viendo cómo la tenía ensartada mientras ella gemía fuerte. Aunque sentí cómo se vino, yo no dejé de meterle la verga, tenía que venirme de nuevo. Así que seguí dándole verga mientras me deleitaba con esas nalgotas, las acariciaba o les daba palmadas fuertes, mientras ella se dejaba coger. Nos pasamos al asiento de adelante y como pude me recosté boca arriba y ella se montó en mí, me cabalgó por un rato, se apoyaba en el volante y la palanca de velocidades. Ella se vino primero y mientras se recuperaba, siguió moviendo su cadera sobre mí, yo me abracé a su cuerpo y me moví tratando de meterle más la verga, mientras sentía en mis huevos cómo escurría la humedad de su orgasmo. Levanté mi pelvis mientras me vaciaba dentro de su panocha y ella se refería a mí como "su niño". Pues sí era evidente la diferencia de edades.

Me dejó seco y satisfecho. Quiero pensar que a ella también le gustó. Cuando nos vestíamos pude ver sus pequeñas tetas, con pezones oscuros y algo caídas quizá por amamantar a varios hombres con lo que había cogido. Yo ya me contaba entre uno de ellos.

Me dormí algunos minutos pues como a las 6 de la mañana empezaba mi turno. Después de esa ocasión no se volvió a repetir el rico sexo que tuvimos, sí seguí viendo a la señora en la gasolinería, siempre tan amable y sonriente.

Yesica aunque sea de vista conoció a esta señora y me dio la razón en que tenía muy buenas nalgas y como dije, muy antojables.

Éramos y somos muy felices. Juntos podíamos hacer lo que nos propusiéramos. Juntos y enamorados.

Quien quiera le puede comentar a mi esposa lo que gusten, quizá ella no sabe cómo dar a entender que le gustan los comentarios calientes. Yo no tengo problema en lo que le escriban, juntos disfrutamos de todos estos ricos recuentos que estamos haciendo de nuestras vidas y experiencias. Esperamos que nos sigan leyendo.

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