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Alejandra (3)

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Hace unos días Alejandra volvió a llamarme para que vaya a visitarla, era fin de semana y estaba sola en la casa tomando sol en la pileta, ya en cuanto me abrió me di cuenta que había estado haciendo por cómo tenía las mejillas coloradas, más aún cuando me preguntó si me imaginaba que estaba haciendo, yo sonriendo picara le dije que no, no me lo imaginaba.

Paula: Pablo me contó que se encontraron en el colectivo.

Alejandra: Si, justo como vos tenías ganas que pasara alguna vez no es cierto? Y que te contó?

P: Nada, el hijo de pura no quiso contarme, me dijo que mejor te preguntara a vos, y que después él me lo iba a corroborar tu relato cuando estuviéramos juntos. Fue ayer a la noche, me dejo muy caliente, por eso te llamé. Y ahora me vas a tener que contar lo que pasó? Pero vení vamos a la pileta que está bárbara y quedate en malla así estás más a tono para contarme.

Alejandra me tomó de la mano, estaba húmeda, pero no del agua de la pileta, era viscosa la humedad, se ve que se había apurado para atender la puerta y en el trayecto había seguido con lo que estaba haciendo en el jardín. Caminaba delante de mí casi arrastrándome, a propósito para que yo admirara esas nalgas que se meneaban frente a mí, con la tanga metida entre los cachetes. En el jardín ya tenía todo preparado, sobre el césped había dos lonas tendidas una al lado de la otra, ella se tendió en la que casualmente había una mancha húmeda en el centro, justo sobre la que se sentó coincidiendo con el lamparón de su tanga. Su mano palmeaba la lona de al lado para que me acueste mientras me pedía que le cuente lo del colectivo.

Yo me saqué los hotpans y la camisa escocesa quedándome con una pequeña biquini rosa, en la que tuve que acomodarme las tetas porque los pezones me habían quedado afuera, lo hice despacio y varias veces al ver que Ale no me sacaba los ojos de encima insistiendo con que le cuente.

Yo me tendí a su lado de costado, y comencé a contarle mirándole de reojo los labios carnosos que se le salían por los costados de la tanga que tenía incrustada en el medio.

P: Y sí, nos encontramos de casualidad, los dos íbamos de Constitución a Tigre, y justo con huelga de transportes, imaginate cómo estaba en el colectivo!: y ahora la miré a los ojos.

A: Ni me quiero imaginar, reapretados guacha, lo que te habrá costado a vos estar así, no? Seguro que no lo tenían ya planeado?

P: Por suerte no, porque le hubiera sacado ese factor de sorpresa que me calentó más, cuando lo vi, y entré a recordar todo lo que vos me habías pedido que hiciera con tu novio cuando estuviera sola, imaginate que eso ya me hizo mojar en la parada.

Se lo dije en turra, lo único que me interesaba era alargar el relato, quería que pidiera, sabía que la espera a ella también la ponía a mil.

A: Dale boluda seguí, ya están en el colectivo bien apretados, él estaba detrás tuyo o de frente?

P: En el momento que subimos de frente, por el medio, al lado de un asiento de a uno con una pendeja rubia concheta vestida con una musculosa y pollerita corta plisada, me gustó ese lugar porque a la pendeja cada vez que se asomaba a la ventanilla se le abría la musculosa y se le veían los pezones rosados chiquitos, inclusive le hice un gesto con la mandíbula a Miguel para que los mire, me parece que le gustó porque se apretó un poco más a mí.

A: Ya la tenía parada?

P: Poco, yo solo sentía contra una de mis piernas la tibieza de la garcha apuntando hacia abajo, y cuando le dije lo de la pendeja, sentí que le palpitaba un poquito.

A: En qué pierna te la apoyaba?

P: Creo que era la derecha, si por acá me la apoyaba: Le dije mientras le pasaba el dorso de mi mano por el muslo derecho desde arriba de la rodilla hasta llegar al labio de la concha que le sobresalía de ese lado, la dejé ahí lo suficiente para que ella intentara a sacar la pelvis para apretarse contra mi mano, y entonces la retiré.

A: No seas hija de puta! -me dijo tratando de agarrarme la mano para que la deje.

P: Si la dejo no vas a escuchar lo que viene, si querés tocátela para mí mientras te cuento.

Alejandra no se hizo rogar ni un segundo y ya tenía la mano adentro de la tanga, yo veía como el dedo mayor abultaba de a ratos la tela cada vez que subía para rozar el clítoris.

A: Te gusta así, contá!

P: Me encanta! En ese momento Miguel para calentarme, me estaba empezando a contar cómo vos le habías relatado lo que hicimos nosotras dos la otra vez acá en tu sillón, mientras le amasabas la pija, le dijiste que te había encantado que yo te pidiera que me muestres las tetas, que hacía tiempo que me tenías ganas y él lo sabía porque se lo habías dicho, y te había incitado varias veces a que intentaras cogerme, y vos estabas contenta porque se te había dado sin necesidad de habérmelo pedido. Me dijo:: Ves, así me crecía la pija cuando Paula me lo contaba lo de Uds.: y ahí me la apoyó más para que me diera cuenta, y la puta si me di cuenta, todavía seguía apuntando para abajo en la pierna del jogging pero estaba dura y caliente, pero ya no estaba sobre mi muslo sino que me la apoyaba bien entre las piernas, haciendo fuerza contra los labios de mi concha, así: Y ahí le metí a Ale todo a lo largo el dedo índice entre los pliegues de la concha hasta que pegó un respingo y comenzó a moverse jadeando y diciéndome:

A: No voy a parar guacha hasta que el día en que se la agarre yo misma a Miguel y te la haga tragar hasta los huevos, seguí por favor! qué más?

P: Imaginate al estar montada sobre la pija de Miguel separada solo por el jogging de él y mi bombacha, porque yo la pollerita corta de gimnasia que traía, la había levantado para sentirle mejor la hermosa poronga que tiene. Te imaginás que con eso no me alcanzaba, me acordé cuando vos me describías la pija de Miguel, los detalles de las venitas que se le marcaban cuando lo ponías bien al palo hablándole de mí y de lo que me ibas a hacer, y no resistí la tentación de bajar la mano y muy despacito ir cerrando los dedos uno a uno alrededor del tronco, esa sensación de apretar y soltar sintiendo como la pija se tensa en cada apretada, pero sobre todo la tibieza debajo del jogging, esa tibieza que me llevaba a acariciarla suavecito para que el empujara desesperado para que lo pajee más.

A: Decime, por qué te gusta tanto la poronga de Miguel?

P: Porque así como la tenía, sé que te la mete a vos, y me encantaría también a mí poder llevártela hasta la concha, pero primero refregarte la cabeza un rato largo por los labios, hasta que pidas por favor y después empujártela hasta las bolas como vos querés hacer conmigo y chupárselas a los dos mientras él te la entierra bien adentro.

A todo esto yo de la calentura había sacado las tetas afuera del corpiño y se las había metido a Ale en la boca, y ella con la otra mano me amasaba la concha empapada sobre la malla, yo no podía casi hablar por la agitación entre el recuerdo del colectivo sumada a las caricias de la guacha de Alejandra.

A: Y la pendejita se daba cuenta, dale no seas mala contame! -Pidió Ale en un susurro

P: Pero como no se iba a dar cuenta si estábamos de costado y veía desaparecer el jogging de Miguel bajo mi pollera y a mí moverme como loca para refregarme la pija en el clítoris, la pendeja me miraba a mí con la boca entreabierta y la turra se entreabría con la mano la musculosa para mostrarme las tetas, se había puesto la mochila sobre la falda y la mano desaparecía debajo, flor de paja se estaba haciendo la rubia. Cuando Miguel se da cuenta me hace girar y me pone frente a la pendeja, se pasa atrás mío y mientras me chupa la oreja me susurra al oído que trate de apoyarle la concha en el hombro, y a la vez me empuja, me baja el elástico de atrás de la bombacha, ahí me di cuenta que él se había bajado el elástico del jogging porque me apareció la pija caliente entre las piernas y sentí sus pendejos en la raya del culo empujando.

A: La tenía grande en ese momento?

P: Mirá como la tendría que la pendeja cuando le monté la concha empapada en el hombro, cruzó la otra mano por detrás de la mochila y se agarró el antebrazo con el que se estaba pajeando, intentando disimuladamente poder agarrarle la cabeza de la pija que le estaba taladrando el brazo en cada arremetida que me daba.

A: Y vos podías ver la cabeza asomando entre tus piernas?

P: Sí, le veía la cabeza cada tanto, porque la pendeja se había inclinado hacia afuera del asiento para facilitarme a mí el refriegue de la concha, yo trataba de tapar con la pollera el hombro de la piba, pero cada vez que yo reculaba para apoyarle bien el culo a Miguel, la punta aparecía, además ella se había bajado un bretel para poder mostrarme más la tetitas.

Cuando llegué a esa parte del relato ya no aguanté más, la obligué a Alejandra a meterme y sacarme los dedos bien adentro de mi concha, y yo se los metí en la de ella, diciéndole:

P: Te gusta lo que te cuento? Te calienta guacha?

A: Sí, seguí por favor…!

P: Entonces cógeme bien, haceme acabar como me hizo acabar Miguel nada más que montándome a lo largo de su garcha, haceme acordar de esa poronga dura e hirviendo y de las tetitas de la pendeja, te las podés imaginar?

A: Claro que sí, se las quisiera chupar a ella, estaría desesperada no?

P: No tenés idea, había logrado agarrarle la pija a Miguel, de vez en cuando me pasaba la mano por la raja a mí, se había estirada en el asiento con las piernas abiertas dejándome ver como se pajeaba. Dale… imaginanos a los tres refregándonos descontrolados y acabando al unísono, como yo ahora… y vos también… vas a poder?

A: Siiii… me encanta! Sos una hermosa hija de puta, y te voy a acabar en la boca pensando en cómo se va a poner Miguel cuando le cuente… Te voy a tener que llamar a vos para que se la bajes y me chupes la concha así como lo estás haciendo ahora… dale… dale… más... más… Asi…!!!

Continuará.

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