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Ana y el herrero

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Ana era una hermosa mujer madura, morena clara con cabello negro y largo, conservaba muy bien su figura, divorciada hace varios años con sus hijos fuera del país buscando mejores oportunidades, vive sola rodeada de buenos vecinos a los que trata como familia. Es profesora en una universidad, lleva una vida tranquila ya que no le hace falta nada para satisfacer sus necesidades excepto una, el amor.

Su vida matrimonial no fue muy buena y luego del divorcio no encontró en las relaciones posteriores que tuvo algo que la llene por completo, nunca encontró alguien que halagara sus muchas o pocas virtudes, alguien que le dijera que bien luce o lo bonita que se veía, por lo cual había dejado de lado las ganas de arreglarse bien o simplemente tratar de lucir atractiva, hay algo en su vida que aún no ha sido llenado por nadie y es algo que si bien no la atormenta… no le caería mal encontrarlo.

Una tarde mientras compartía un café con unos vecinos, faltaba una de sus amigas, quien estaba atendiendo a un herrero que estaba terminando de reforzar la ventana de la habitación de sus hijos debido al temor que tenia de que pudiera entrar algún ladrón por esa ventana.

Era un hombre un poco menor que Ana, no muy alto, pero si con brazos bien definidos debido al trabajo que hacía, la amiga de Ana le pago y él se marchó, no sin antes devorar fugazmente a Ana con la mirada, aunque ella notó esa mirada no supo que hacer en ese momento, lo que si sabía era que tenía que ver el trabajo que había terminado de hacer aquel hombre de pocas palabras, pero que Ana no pudo quitar de sus pensamientos.

Cuando entró a la habitación donde estaba la ventana ya reforzada por Manuel, Ana entendió pícara, interesada, pero tímidamente que necesitaría un trabajo igual ya que su ventana era igual de débil y además vivía sola, por lo que le pidió a su amiga el número de Manuel.

A los pocos días marcaba el número de aquel herrero que por algún motivo desconocido no salía de la mente de Ana, marco el teléfono y al sonar los primeros tonos colgó la llamada como si fuera una travesura de niños que marcaban a cualquier numero solo por molestar, sentía un temor de hablar con Manuel, hasta que finalmente lo llamo y le pidió venir a hacer el mismo trabajo.

Al día siguiente llego Manuel con todas sus herramientas bajo un calor fuerte que lo que lo hacía lucir sudoroso, Ana lo dejo entrar mirándolo por completo como en cámara lenta, detallando su cabello suelto, su barba de unas dos semanas, sus brazos marcados por la rudeza del trabajo y algunas cicatrices, su franelilla un poco húmeda y sus lentes oscuros.

La escena en cámara lenta se interrumpió por el ruido de sus botas y de la voz grave de Manuel pidiendo que le indique cual es la ventana que quería reforzar mientras sonreía cortésmente. A lo que Ana lo llevo y lo dejo en la habitación para luego salir a la sala a tomar aire, la presencia de Manuel la hacía sentir febril e inquieta.

Pasaban las horas y Manuel trabajaba en silencio, solo se escuchaba el ruido de su martillo, y el estruendo de la amoladora. Pasaron algunas horas y Ana entro a ver cómo iba el trabajo y encontró a Manuel sentado comiendo un sándwich a lo que ella amablemente le llevo una fría bebida para calmar el calor y acompañar su almuerzo.

Manuel agradeció el gesto y terminó rápidamente para seguir trabajando. Ya para la tarde al irse tuvieron una corta y amable charla donde Ana le decía que ahora se sentía más segura, pero que quería que también reforzar una ventana más, a lo que Manuel se ofreció volver al día siguiente para hacer el trabajo.

Al despedirse, Ana le dijo que no traiga comida, ella lo invitaría a almorzar, se despidieron con una sonrisa y la promesa de verse al día siguiente. Ya en su cama Ana daba vueltas sin poder dormir, no entendía como un desconocido la había hecho sentir esa sensación de calor, de humedad y de inquietud que ni siquiera en sus días de noviazgo había sentido.

Al día siguiente Manuel llego más temprano para empezar el trabajo y Ana lo recibió con un café y el inicio de una charla con un poco más de confianza, ella quiso estar presente mientras Manuel trabajaba pero no se atrevió a estar tanto tiempo cerca de él, de nuevo los golpes de martillo el ruido de la amoladora y la luz relampagueante de la soldadura salían de la habitación donde estaba Manuel mientras Ana disfrutaba sentir ese nerviosismo y febrilidad que le hacía sentir la presencia de aquel herrero.

El calor se hacía más fuerte a medida que pasaban las horas, por lo que Ana le llevo una bebida refrescante y encontró a Manuel con el torso descubierto mientras exprimía su camiseta después de haberla mojado en una tina de agua, nuevamente Ana tuvo esa visión en cámara lenta de aquel hombre que con los ojos cerrados dejaba caer las gotas de agua de su camisa en su cara, mojando su cabello suelto y la barba que lo hacía ver como todo un hombre rudo, lo marcado de sus brazos y su torso, su tatuaje de infantería de marina. Las gotas seguían cayendo, ya no solo desde la camisa de Manuel, sino que empezaban a brotar de la vagina de Ana que ahora sabía lo que estaba sintiendo. Solo dejo la bebida en la mesa y se fue sin que Manuel pudiera verla.

Al momento del almuerzo Manuel se sentó a la mesa con el cabello mojado, se había lavado la cara y la cabeza para refrescarse, contrariamente a Ana que empezaba a no saber disimular lo acalorada que se sentía, mientras almorzaban Manuel le contaba de sus experiencias en los despliegues militares en los que había participado y los motivos que lo llevaron a salir del ejército, Ana escuchaba con atención, en especial la parte donde le contaba de la ruptura de su última relación, sin dejar de contemplar las grandes y gruesas manos con las que sujetaba los cubiertos, ella le conto un poco también de su vida y lo sola que se sentía.

Manuel le dijo que a pesar de lo agradable de la conversación debía continuar el trabajo, se levantó de la mesa y le dio el ultimo sorbo a la lata de cerveza que Ana le había dado junto con la comida, agradeciendo se fue a terminar su trabajo. Ana al verlo levantarse empezaba a no solo imaginar besándose con Manuel sino que sus ojos se clavaron en su paquete y no dejaba de imaginárselo, cuando lo perdió de vista observó la lata que había dejado en la mesa y deseosa y más decidida, sabiendo lo que quería, limpió con un dedo la boca de la lata donde quedaba algo de cerveza y saliva de Manuel y se lo llevo a su boca, mientras su otra mano jugueteaba por primera vez en mucho tiempo por su entrepierna.

Ana sabía que lo deseaba, pero hacia tanto que no estaba en una relación que no sabía cómo insinuar su deseo sin parecer una mujer fácil, quiso verlo de nuevo trabajando y al entrar en la habitación su visión en cámara lenta le permitió ver a Manuel usando la amoladora, sujetándola con sus manos varoniles despidiendo una estela de chispas mientras protegía sus ojos con lentes oscuros y la expresión más varonil que Ana hubiera visto.

Era esto lo que ella esperaba sentir para sentirse plena? No lo sabía, pero tenía que averiguarlo. Cuando el ruido de la amoladora ceso. Ana le pregunto si podía terminar el trabajo a las 6 de la tarde porque iba a salir con unas amigas, a lo que Manuel asintió diciendo que faltaba poco.

Al terminar el trabajo luego de guardar todo su equipo y esperar el pago, Ana lo esperaba en la sala ya arreglada para salir, lo que vio Manuel fue una mujer con un vestido corto que dejaba ver sus aun torneadas piernas, un escote que insinuaba de una manera decente el hermoso busto que guardaba su brasier de encajes y dejaba ver su cintura, su cabello suelto y hermoso, un maquillaje ligero, unas argollas plateadas anchas y grandes que resaltaban con su brillo en el fondo negro de su cabello, todo un bombón, a lo que Manuel no pudo evitar decirle que estaba preciosa y que el hombre con quien se encontraría era muy afortunado.

Vio el dinero en la mesa, lo tomo y estaba guardándolo sin querer verla tanto porque a pesar de lo rudo que pudiera lucir estaba sintiendo debilidad por aquella cliente que seguramente estaría dentro de unas horas en los brazos de otro hombre, a lo que Ana respondió, no voy a salir a ningún lado, me arregle así para ti.

Al oír eso Manuel soltó su maleta de herramientas y en un solo movimiento se acercó a ella y la rodeo con sus brazos por la cintura en un movimiento algo tosco pero que no fue rechazado, mirándose a los ojos fijamente ambos sabían lo que iba a pasar, no hubo necesidad de palabras, solo vino un beso, un beso como nunca había recibido Ana, cargado de pasión, deseo, locura y desespero.

Ana sentía que era un momento que necesitaba vivir al igual que Manuel, se besaban con mucha intensidad, ella acariciaba su rostro barbado, su cuello y su cabello mojado, él la tenía sujetada de la cintura balanceándola mientras buscaban más profundidad en el beso que parecía interminable, entre los suspiros de Ana, ambos se desahogaban de deseos reprimidos, de malas relaciones y otras cosas que se olvidaron por completo en aquel húmedo momento.

Él la cargo y llevo hasta el sofá acostándola cómodamente con sus brazos fuertes, se abalanzo sobre ella para seguir disfrutándola, sus manos empezaron a recorrer su cuerpo mientras Ana sentía que volaba de placer, sus manos también empezaron a tocarlo y a quitarle su camiseta para tocar y sentir el torso y los brazos que en silencio había observado momentos antes.

La ansiedad y desesperación los consumían. Él se sentó y la tomo de la cintura para sentarla sobre el abierta de piernas, le acariciaba los pechos y los besaba por encima del vestido, Ana se bajó el vestido ofreciéndole sus senos cubiertos por ese lindo brasier de encajes y él al observar esos pechos tan lindos con esos pezones oscuros y erectos como perillas de sintonizar una radio antigua, se los comía a besos, no se atrevía a quitarle el brasier, pero si a bajárselo un poco hasta se empezara a ver sus aureolas, unos senos tan hermosos cubiertos por una lencería así hay que disfrutarlos lentamente le dijo a Ana, a lo que ella respondió que era la primera vez que alguien le decía algo así.

Los acariciaba con su lengua y los besaba para el completo placer de Ana que recibía unas caricias que deseo recibir toda su vida, hasta que ella misma se desabrocho el brasier y lo dejo caer, mientras acariciaba uno se comía el otro para luego cambiar y no dejar ni un centímetro de piel sin besar, se comía sus pezones con intensidad y Ana sentía que hervía su sangre, nunca se había sentido así.

Luego de varios minutos de besos apasionados y de probar sus senos, la ropa se hizo completamente innecesaria y cayó en el piso dejando sus cuerpos desnudos a merced del placer, ella se acostó invitándolo a poseerla, él empezó a besarla desde sus pies, subiendo lentamente por sus piernas, mientras que Ana extasiada no podía pronunciar palabra, él iba acariciando y luego besando cada parte de ella hasta llegar a su vagina húmeda, depilada y que pedía a gritos atención cariño y pasión, al probar su sabor no pudo evitar quedarse ahí, acariciando sus labios con su lengua, queriendo secar su humedad inútilmente debido a que Ana era un manantial desbordado, lamia y chupaba su vagina, desde abajo hasta su clítoris acelerando su respiración y haciéndola retorcer de placer.

Un placer que no había descubierto hasta entonces, sus manos acariciaban su cabello y tomándolo de la cabeza lo guiaba a las zonas donde quería caricias.

Luego de un rato de jugueteo Manuel estaba listo para tenerla, solo que Ana quería también hacerlo sentir en las nubes, aunque un poco de menor estatura y peso, lo empujo haciéndolo caer en el sofá y dejándose caer sobre él, robándole un beso y bajando por su torso besando y tocándolo hasta llegar a donde más quería.

Tomó su miembro son sus manos masturbándolo un poco para luego enseñarle lo que podía hacer con su boca, acarició primero la punta con su lengua y luego de unos besos, procedió a devorarlo lentamente, sintiendo su dureza, su vigor y el efecto que ella causaba en él.

Aquel hombre fuerte estaba completamente vulnerable ante el sexo oral que Ana le estaba proporcionando, era tanto el placer que mantenía los ojos cerrados durante los primeros minutos, luego al abrirlos veía la expresión en el rostro de aquella mujer que tenía todo su miembro en su boca saboreándolo como un helado, se veía tan hermosa cuando lo miraba de frente teniendo la boca llena, él jugaba con su cabello y sus argollas mientras ella con sus movimientos hacia que entrara y saliera de su boca.

Era un momento glorioso pero era solo el comienzo de algo mejor.

Manuel volvió a tomar el control y la acostó y dándole una última caricia de lengua en su vagina para ir subiendo, acariciando también su ombligo y vientre, llegando de nuevo a sus senos y por ultimo a su boca, rozaba su vagina con su miembro al natural, la rozaba torturando a Ana al no penetrarla aun quería volverla loca de deseo hasta que ella se lo pida y no hizo falta esperar tanto.

Aquella mujer que se consideraba algo tímida y reservada en la intimidad, tomo con sus manos el miembro de Manuel y rodeándolo con sus piernas lo ayudo a penetrarla, de un solo movimiento él la embistió llegando a penetrarla completamente, ayudado por el candado que formaban las piernas de Ana que gemía de placer desde que la punta del miembro de Manuel empezó a abrirse camino.

Manuel sentía un calor, humedad y presión tan ricos que no dejaba de moverse entrando y saliendo de la vagina de Ana con fuerza suficiente para hacerla sentir mujer pero no la suficiente para hacerle daño, esos movimientos de vaivén se mezclaban con besos muy profundos y caricias en sus senos. Ana por su lado acariciaba y rasguñaba aferrándose a su espalda como deseando que el momento no termine nunca.

En un hábil movimiento, Ana puso sus piernas en los hombros de Manuel para que la posea en una posición donde no quedara nada de su cuerpo fuera del de ella, como si la anterior no hubiera sido así, sus cuerpos chocaban con cada entrada, se oían chasquidos por la humedad que se desbordaba.

Manuel nunca había tenido una mujer tan entregada y apasionada, quería que ella lo supiera dándole el mayor placer posible y combinando sus movimientos empezó a acariciar su clítoris con sus dedos haciendo que Ana tenga un orgasmo que seguramente hasta el día de hoy recuerda, pero sus ganas seguían presentes, no querían descansar ni un momento, tenían una forma de besarse única y nueva para ambos, sus lenguas se enredaban en caricias y roces deliciosos mientras sus labios muy abiertos se apretaban mutuamente.

Al notar que Ana tenía un espejo en la sala, Manuel salió de su cuerpo y se acostó invitándola a que ella lo cabalgue, ella aceptó gustosa no sin antes darle una chupada rápida a su miembro, se sentó sobre el abierta de piernas y al igual que él la torturó solo con roces hace unos momentos. Ella hizo lo mismo, tomó su miembro y solo rozaba su vagina con él, hacia amagues de penetrarse pero lo evitaba a último momento mezclando la sensación de desesperación, de placer con el brote de más y más fluido de su vagina, a lo que Manuel la tomo de la cintura y la ubico, ella ya no quería placer a medias, por lo que se dejó caer quedando penetrada hasta el fondo.

Sus gemidos se hacían más intensos y sentidos, a Manuel quería que Ana sienta con él lo que no había sentido en mucho tiempo o nunca, sus movimientos de cadera lo enloquecían, quizá ella misma no sabía que podía dar tanto placer, por momentos subía y bajaba mientras él la sujetaba de la cintura, luego se movía de adelante hacia atrás y en otras en círculo, sin dejar que el miembro de Manuel se saliera de su vagina, era su dueña, lo poseía a placer, él quiso dejarla llevar el ritmo, que se sintiera su dueña, su reina, su hembra y por qué no? Hasta su puta.

Le encantaba ver como se balanceaban sus senos en cada sentón que se daba Ana mientras jugaba con su cabello suelto y libre, sus argollas se movían a su ritmo brillando con destellos plateados, cuando ella se apoyaba con sus manos en su pecho el solo la sostenía para que quedara libre de mover sus caderas, ahora era él quien veía todo en cámara lenta, acariciaba y apretaba sus senos y la tomo de las manos trayéndola hacia él para besarla con la misma pasión del primer beso.

Ana perdía el aliento con cada beso profundo que le daba en sus mejillas se podía observar el movimiento que Manuel le daba a su lengua por dentro de la boca de Ana mientras le daba movimientos de mete y saca cada vez más rápidos. Ana se levantó del beso mareada de placer pero sabiendo que quería probar más sensaciones, sin dejar que el miembro de Manuel saliera de su vagina se dio la vuelta dándole la espalda y recargándose hacia adelante.

Los movimientos eran más suaves y lentos, pero la sensación que tenía de sentir el miembro de su herrero en otro ángulo de su vagina le hacían sentir cosas nuevas para ella. Manuel solo la nalgueaba mientras observaba como los gruesos y hermosos labios vaginales de Ana lo atrapaban por completo, viendo como le dejaba su miembro empapado cada vez que subía y como se lo devoraba cada vez que bajaba.

La ayudó a levantarse para hacerlo en otra posición, tomándose un descanso, ella se sentó abierta de piernas sobre él, estando ambos sentados frente a frente con besos y chupadas de labio se decían mutuamente que se sentían como nunca, que era algo raro por ser apenas conocidos pero que no se arrepentía de nada, entre más besos y miradas fulminantes Ana sintió deseos de seguir y acariciando su miembro lo invito a continuar aquel caluroso y húmedo encuentro.

Manuel le dijo que con el viviría cosas que jamás vivió, a lo que ella le respondió… más??? Entre risas y besos la llevo frente al espejo, mira que hermosa te ves desnuda, ella respondió que hacía mucho tiempo que no se admiraba frente al espejo, le respondió diciéndole, me encanto la ropa íntima que tenías, no te duró mucho tiempo, pero me encanto verte así, le decía al oído a la vez que acariciaba sus dos senos y la rozaba con su miembro desde atrás.

Ella volteó para besarlo a lo que él no desperdició la oportunidad de comerse sus labios una vez más, me encantan tus besos, tus caricias, tus movimientos de cadera Ana y a mí la fuerza con que me tomas le dijo con ojos cerrados y labios buscando los suyos. Una mano de Manuel bajo para acariciar y frotar su clítoris. Al escuchar sus gemidos y sentir como se retorcía el cuerpo de Ana empezó a jugar un poco más profundo metiendo sus dedos en su vagina, ummmm dijo Ana entre suspiros, dime que más te gusta de mí, dímelo en al oído.

Manuel pensando en lo que haría para hacer que el encuentro sea más memorable aun le decía: Tu entrega, tu intensidad sin dejar de ser femenina, la forma en que te vestiste y arreglaste para mi, tu cabello suelto, lo sensual que luces con esas argollas. Ella sin dejar de jadear y de sentir el miembro de Manuel rozando sus labios le dijo: Te gusta cómo me quedan? Las tuve guardadas por años, a lo que él le respondió, úsalas siempre que quieras seducir a un hombre y ella le dijo, pudiera seducirte siempre a ti?

Por mí no te las quites nunca le dijo él besándola en el cuello y haciéndola un poco hacia adelante .Al ver su vagina hinchada, empapada y ardiendo la tomo de la cintura y la penetro lentamente mientras ella miraba en el espejo el espectáculo de sexo que estaban viviendo. Sin embargo, después de unos pocos movimientos se separó de ella y solo la rozaba tratando de empapar su miembro con sus fluidos con un propósito que ella aun desconocía, una mujer que siempre tuvo un sexo clásico sin muchas variantes estaba por conocer algo que Manuel conocía solo en teoría con el nombre de los cuatro puntos del placer.

Sigue Manuel, sigue, rogó Ana, a lo que él la trajo de nuevo hacia el estando ella aun de espaldas y le dijo al oído, dame un beso especial porque no te voy a poder besar en un buen rato, a lo que ella obedeció abriendo sus labios para encontrarse con los de Manuel y luego de sentir el roce de su lengua, sintió también un roce nuevo para ella, desconocido hasta ese momento, esa sensación la hizo cortar el beso y mirarlo fijamente. Una mirada tan expresiva que hizo a entender a Manuel que podía hacer lo que él quisiera con ella.

Al entenderlo y tener su aprobación, la rodeo por la cintura y retrocediendo unos pasos se sentó en una esquina del sofá, la tomó de la cintura y la trajo hacia él, acomodándola como todo un caballero ante el halago de su permisividad, colocando su miembro en un lugar nuevo para ella, que aunque con nervios, pero con determinación de sentir y vivir se sentó lentamente quedando penetrada por ese nuevo lugar. Sintió placer, también dolor pero no el suficiente como para detenerse, quedando sentada sobre su herrero quien en agradecimiento por ser el primero en descubrir esa parte de ella empezó a moverse muy lentamente mientras el cuerpo de Ana se acostumbraba a esa nueva experiencia.

Ella se recostó de su torso retorciéndose de placer, mientras él le decía al oído que era solo una de las cosas que quería enseñarle, con sus grandes manos acariciaba su cintura y deslizando una de ellas hasta su vagina la acariciaba sin dejar nada sin tocar, estimulaba si clítoris haciendo que ella suspirara más fuerte aun, con su otra mano acariciaba suavemente sus senos y pezones que se mantenían paraditos y a punto de reventar.

Solo faltaba algo para darle a Ana todo el placer que él podía darle y llego cuando Ana volteo su cara hacia el dándose un beso apasionado pero no lujurioso, aquel momento de entrega no eran dos cuerpos unidos, era algo más, parecía que ambos habían encontrado lo que por años habían buscado y lo habían encontrado de la manera más loca.

Luego de tanta estimulación, Ana quería que el final de ese encuentro sea frente a frente, por lo que delicadamente se separó, y sin dejar que Manuel se levante se sentó sobre él, penetrándose ella misma con una confianza increíble y así entre miradas, besos interminables y movimientos de cadera, tocaron el cielo tomados de la mano y dejando mojado el sofá de tanto placer, ella recordó que era hermosa y que podía sentir.

Manuel sabía que había encontrado mucho más que una cliente y los vecinos escucharían muy seguido el ruido de la amoladora saliendo de la casa de Ana.

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