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Autobiografía sexual (Parte 10): La más puta de las carreras

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—¡Ay! No sé quién me habrá grabado, pero lo siento mucho. No se repetirá más —dije a manera de súplica para no perder el empleo.

—Yo te grabé —habló con tono serio mi jefe—. ¿Crees que dejaría con toda confianza a una empleada de un mes sola en mi oficina?

—¡Eso es violación a la privacidad y lo sabe bien! —exclamé enojada.

—Sí, niñita. ¡Pero es mi oficina y puedo monitorearla! Si te pones contra mí en el sentido de que violé tu privacidad, tú saldrás perdiendo.

—¿Qué es lo que quiere? —pregunté fastidiada.

—Solo lo diré una vez —habló casi susurrando y comenzó a explicarme—: Tenemos un cliente dispuesto a pagarnos una suma gigante si ganamos su juicio y el juez que lo presidirá nos ha aceptado mordidas, pero esta vez no le llegamos al precio. Hay dos opciones, pero una depende del juez.

Enseguida, tomó el teléfono y habló con ese juez. Lo importante de la llamada fue lo siguiente:

—Nos falta aproximadamente un cuarto de lo que nos pide, pero ya sabe que contamos con servicio especial... Ya hay una nueva, se llama Lorena, es asistente... ¿Ni tantito?... Está bien, cuente con ello.

El jefe colgó el teléfono y miró hacia abajo como con decepción, pero después me miró fijamente y luego de unos segundos, volvió a dirigirme la palabra.

—Listo.

—¿Y qué se supone que debo hacer? —pregunté inocentemente, provocando que mi jefe se riera.

—Pues, ¿qué más? Hacer tus cosas de puta con el juez.

—No soy una puta, aclaro —dije algo molesta y el jefe se rio más.

—¡Por favor! ¿Y eso que hiciste el viernes al hacer una llamada hot y quedarte de ver con un hombre qué fue?

—¡No tiene que ver! Es alguien conocido. ¿Y a usted qué le importa?

—Tranquila. Debo admitir que te grabé para ver cuál era tu comportamiento a solas y resultó como quería para este plan y te conviene porque parte del botín es para ti.

Permanecí callada por un instante y luego hablé como si hubiera aceptado la propuesta implícitamente.

—¿De cuánto estamos hablando?

—Perfecto. ¡Esa es la actitud!

—¿No me dirá la cantidad? —insistí luego de que se quedó callado.

—Depende de tu esfuerzo.

—Esté seguro de que daré mi mayor esfuerzo, pero dígame cuánto cobraré por eso aproximadamente.

—Arriba de quince mil.

Mi reacción al oír la cifra fue discretamente interesada, me llevé la mano a la barbilla, sonreí y crucé las piernas. Acostarme con un hombre y cobrar quince mil se me hacía bastante.

—Cuente conmigo —di mi aprobación.

—Perfecto. Puedes retirarte, pero nos vemos hoy a las nueve de la noche en el bar de la esquina. Por cierto, lleva ropa sexy.

Salí del despacho y fui a casa. Mi mamá se sorprendió por mi presencia a temprana hora y como pretexto para lo que habría de hacer en la noche le dije que haría guardia de doce horas por la noche para cobrar horas extra. Mi mamá, un poco ingenua, me lo creyó y para darle más seguridad le di el número de teléfono de mi jefe para que lo llamara por si le parecía extraño.

Quince minutos antes de la hora pactada llegué a bar y me encontré a mi jefe en la barra.

—Si así fueras para el trabajo —dijo como si estuviera ofendido por mi presencia puntual.

—Negocios son negocios. Si así como me va a pagar por esto me pagara en el trabajo otra cosa sería de mi parte —respondí con categoría—. ¡Un whisky, por favor!

—¡Disculpe, señor! —le llamó la atención mi jefe al barman después de mí—. No le sirva el whisky.

—¿Por qué? ¿Cómo reunirnos en bar sin tomar un trago?

—¿Qué no ves que no tenemos dinero, mucho menos para esto? Aunque si tú lo pagas, adelante, pero rápido, porque ya nos vamos.

—¿A dónde?

—Al hotel.

Por mi cuenta corrieron unos tragos de whisky y uno de tequila para animarme, pagué y me fui con el jefe al lujoso hotel, del cual me comentó el jefe que era concurrido por él y colegas suyos para congresos y conferencias. Una vez en el penthouse, me ordenó que fuera a prepararme en la cama y él recibiría al invitado en la puerta.

Transcurrió media hora y se presentó ante mí un hombre bien vestido, delgado y alto, aunque feo de la cara; yo lo recibí a gatas en la cama, vistiendo un kit de lencería de encaje negro con mallón.

—Buenas noches —dijo él sonriente.

—¡Mire no más! ¡Qué elegante y guapo se ve! —dije queriendo complacerlo.

Lo noté nervioso y como principiante cuando me saludó. No obstante, al acercarse y querer darme un beso en la boca, me acarició la espalda de arriba a abajo y me soltó una nalgada muy dura.

—¡Ufff, papi! Tienes muchas ganas, ¿eh?

Los besos que me daba subieron en intensidad y a su vez yo desabotonaba su camisa lentamente, pero él quitó mis manos de sí y rápido se desnudó completamente.

Su pene ya estaba erecto y era algo largo y grueso, un poco más del promedio. No me dejó complacerlo con un oral a mi manera, sino que de inmediato, introdujo su pene en mi boca y sostuvo mi cabeza para sacarlo y meterlo rápido. Yo hacía ruidos como de ahogamiento y de vez en cuando, él me permitía tomar aire para luego continuar con ese blowjob hardcore, en el cual él también hizo una cola de caballo con mi pelo y la usó para jalar de ella mientras le mamaba la polla.

De pronto, vi al fondo a mi jefe acercarse con una cámara de video filmando en la mano y me tapé la cara con una mano.

—Voltéate —me dijo el varón y le obedecí.

En eso, sentí cómo le dio golpes a mis glúteos con su verga, que se sentía algo pesada, luego la puso entre mis nalgas y frotó su polla entre ellas.

—Mmmm. Qué grande la tienes —dije gimiendo para complacerlo.

De repente, sin quitarme la tanga, me dejó ir toda su herramienta en mi vagina, me sostuvo de la cintura y comenzó a embestirme muy rápido y fuerte.

—¡Ah! ¡Ah! ¡Ah! ¡Sí, papi! ¡Dame duro!

Quince minutos más o menos me estuvo penetrando a esa intensidad y ritmo, aunque entre pausas en las que creí que se detenía por temor a correrse. Después, me la metió de nuevo, dejando ir su cuerpo hacia adelante y haciendo que yo quedara acostada boca abajo y continuó cogiéndome duro y rápido ahora en esa posición.

—¡Uhhh! ¡Me encanta cómo me coges, papi!

No había escuchado alguna señal de placer suya, ni siquiera su voz hasta que por fin lo hizo, diciendo lo que muchos antes de él me habían expresado al follar.

—Di que eres mi puta.

—¡Oh, sí! ¡Soy tu puta!

—¡Eres mi bella putita!

—¡Soy tu putita, papi! ¡Ah, qué rico me coges! ¡Mmmm!

De inmediato, sacó su pito y se vino en mis nalgas, salpicando hasta mi espalda. Se bajó de encima de mí y se puso frente a mí para que le limpiara el semen de su polla y se la chupara, aunque esta vez incluyó jalones de cabello y bofetadas.

Luego de eso, se vistió y sin decirme algo más, se fue.

«¿Y qué hay de mis tetas? ¿Y mi clítoris?» pensé como aquellas veces que también tuve sexo sin llegar a mi punto de éxtasis. Limpié como pude mi trasero y mi espalda para ir hacia la puerta donde estaba mi jefe, viendo el video que filmó de mí cogiendo con aquel hombre y masturbándose.

—¿En serio? ¿Eso fue todo? —pregunté decepcionada.

—Por hoy sí. Mañana nos vemos otra vez aquí, ¿ya sabes cómo llegar directamente?

—¿Mañana otra vez?

—Sí. De aquí al miércoles, hermosa, ¿creías que solo un día? La ventaja es que descansarás el jueves y el viernes.

—Borre ese video, por favor. Se ve mi cara en una parte.

—Tranquila, no lo subiré a ninguna parte. Me lo quedaré para mí.

En eso, el teléfono del jefe comenzó a sonar y lo contestó. Cuando escuché que dijo "su hija está bien, está trabajando aquí conmigo", recordé que no puedo volver a casa por lo que le dije a mi mamá sobre una guardia de doce horas. Cuando terminó la llamada, le comenté la situación al jefe y me concedió dormir en el penthouse, no sin antes tomar un baño.

Al día siguiente, martes, fui a casa y pasé el día tranquilo, aunque evitando toda pregunta de mi mamá acerca de lo que hice en la noche, solo le respondía "trabajar, eso fue todo lo que hice" y le comenté que así sería hasta el miércoles para tener libre el jueves y el viernes.

Dieron las nueve de la noche y llegué al hotel. Toqué la puerta del penthouse y me abrió el jefe, quien atendía a un hombre diferente al de ayer y éste me saludó caballerosamente, besando mi mano. Yo solo me le quedé viendo al jefe y le hice gestos, a lo que el caballero entendió mi intención.

—Bueno. Yo la espero en la cama, princesa —dijo amablemente y se fue.

—¿Con cuántos jueces me voy a acostar? —le pregunté susurrando enojada al jefe.

—El de ayer no era juez, era un abogado colega mío —respondió cínicamente.

—¡Esto no era parte de trato!

—Pero vale los quince mil que te daré, es más, sigue siendo mucho quince mil para solo coger con tres hombres.

—¿Tres?

—Sí, el de ayer, el de hoy que es el juez y el de mañana que es otro colega.

«Al mal paso darle prisa» pensaba al tener que ir a la cama.

El juez me indicó que me sentara en sus piernas y así lo hice, a lo que él me besó la boca y su mano derecha alzaba mi falda para tocar mis glúteos. De repente, sentí su miembro erecto bajo su pantalón y comencé a moverme para prenderlo más, él bajó a mi cuello para besarlo y morderlo, dejándome chupetones que me tenían el pendiente para volver a casa al día siguiente.

Me sostuve de su cuello para que me despojara de mi blusa y mi brasier y así empezó a devorarse muy rico mis senos.

Pasé un rato delicioso con mis tetas siendo estimuladas hasta que me paré con el fin de quitarle bien su pantalón y bóxer e hincarme para mamarle la verga, que no era muy gruesa pero sí larga, más del promedio.

—¡Ah! Me gusta que chupas la cabecita y jalas el resto al mismo tiempo —dijo entre gemidos.

—¿Nunca se lo habían hecho?

—No, nunca.

Le guiñé el ojo con una sonrisa y continué complaciéndolo hasta que me pidió que me sentara en sus piernas. De esa forma, me quité la falda y solo me dejé la tanguita para sentarme en sus piernas y ensartarme su polla.

—¡Mmmm! ¡Qué dura la tiene, su señoría!

Mientras le brincaba, el juez me tomó ambos brazos por detrás de mi espalda y se dedicó a mamar mis pechos. La combinación de la penetración y esa estimulación de mis tetas me llevaron a un orgasmo pronto.

—¡Ahhhh! ¡Me estoy corriendo! ¡Mmmm! ¡No pare!

Instantes después, el juez solo me contempló dándole sentones y procedí a darme la vuelta para continuar, ahora dándole la espalda, pero vi de frente al jefe filmando otra vez y me apené.

—Tranquila, preciosa —me dijo el juez—. El video es para mí, no se lo enviaré a nadie.

Con algo de nervios aún, seguí cogiéndome al juez con sentones dándole la espalda e impulsándome con mis pies apoyados en tierra.

Pasado un rato en esa posición, el juez me agarró de los pechos y tomó fuerza para acostarse y llevarme consigo, terminando yo acostada sobre él, ambos boca arriba y comenzó a moverse de forma que su verga me entraba y salía rápido y duro.

—¡Uy, qué rico! ¡Qué habilidad tienes, papi!

—¿Te gusta, mami?

—¡Ay, sí! ¡Me encanta! ¡Mmmm, dame más, más, más! ¡Así, duro!

Posteriormente a esa posición, giro conmigo y terminé boca abajo en la cama y él sobre mí, a lo que se puso en cuclillas y continuó follándome duro y sabroso.

—¡Papi, me estoy corriendo otra vez! ¡Mmmm, sigue, sigue! ¡Ahhh!

«Qué raro tener tantos orgasmos últimamente» pensaba dentro de mí y sintiéndome cansada, pero para fortuna mía, el juez anunció que se venía, por lo que tuvo pronto a su disposición mi boca y echó toda su leche en ella, tragándomela completita.

—¡Uh! ¡La mejor cogida de mi vida! —Expresó el juez dirigiéndose a mi jefe—. Esta chica estuvo mucho mejor que Verónica.

Ese pensamiento de caballerosidad que tenía acerca de él desapareció con ese comentario. El jefe se despidió de nosotros y se fue. No sabía que el juez se quedaría a dormir conmigo y eso sería parte del trato.

Al amanecer, el juez me despertó con fragilidad y me pidió un mañanero. Se lo concedí, ya que me dijo que sería algo rápido, así que me puse en cuatro como me lo pidió y me cogió igual de duro y rico que en la noche, acelerando para venirse en mis nalgas en diez minutos.

Luego de eso, se bañó, se vistió y se fue y a continuación hice lo mismo.

Llegó la noche de ese miércoles y tuve que cumplirle a un sujeto más. Por suerte, volvió a ocurrir lo mismo que el lunes, el tipo se vino a la media hora de empezar y se fue, aunque éste cogió más suave y romántico, tenía un pene prácticamente diminuto y tampoco se preocupó por mi placer. Asimismo, el jefe volvió a filmarme y me permitió dormir de nuevo en su penthouse.

Al día siguiente, me despertó algo tocando mis labios. Abrí los ojos y se trataba de mi jefe, quien estaba poniendo su pene en mi boca y me pidió que abriera la boca, a lo cual obedecí y me metió parte de su verga, bastante larga y gruesa.

—Misión cumplida, soldada —dijo sin dejar de penetrar mi boca.

—¿Quién es Verónica? —pregunté una vez que me saqué tantito su pene de la boca.

—Mi anterior asistente, una señora de treinta y ocho años, pero que no le gustaba en la cama al juez.

—Ya veo... ¿Y mamarle la verga a usted es parte del trato? —pregunté una vez más quitándome de la boca su falo.

—Me quedé con ganas estos días —confesó.

—¿Y por qué no lo hizo una noche que me quedé sola? —seguí interrogando.

—Ya lo verás.

Un minuto después, el jefe se corrió en mi boca y me tomé todo su semen.

—Tengo eyaculación precoz. Te decepcionarías de estar conmigo —admitió con tono de voz serio.

No mencioné una sola palabra. Cada quién se vistió y nos fuimos de ese hotel, yo a casa y él al despacho.

Descansé el jueves y el viernes, como se me había prometido, y llegó el sábado, día en que volvería a ver a Lorenzo, mi profesor de biología de la secundaria.

Tan pronto llegué y en menos de cinco minutos ya estaba sobre él dándome sentones suaves con su verga adentro, sentados ambos y yo acariciándole su nuca; él quiso que fuéramos directo a la penetración y no me negué.

—Y bien, ¿ya pensaste qué carrera quieres estudiar? —me preguntó mientras follábamos.

—Solo sé que derecho no quiero estudiar —contesté.

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