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Aventuras y desventuras húmedas: Primera Etapa (16)

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Cuando su madre desapareció por la puerta, el joven miró su móvil.  La luz parpadeaba, anunciando que tenía algún mensaje pendiente de leer. “Tía Carmen” era lo que ponía en la pantalla, lo abrió antes de arrancar y leyó el contenido.

—Las pizzas acaban de llegar, cuando vengas, sube a mi habitación. Seguramente tu madre vendrá para las ocho y media o nueve, tenemos tiempo, pero… DATE PRISA.

Sergio pisó el acelerador y salió disparado al encuentro de su tía. La carretera se hacía eterna, interminable. El miembro del chico le pedía que corriera más, porque si tardaba mucho en llegar, podría correrse allí mismo.

Aunque el recorrido se le hizo largo y tedioso, apenas se acordaría en el futuro. Aparcó el coche y salió corriendo a la casa, las llaves le resbalaban de sus manos sudorosas, era un manojo de nervios. Consiguió meterla por la ranura “no va a ser lo único que meta” pensó de manera descara al abrir la puerta.

Desde la parte baja de la casa, todo se veía apagado, salvo la luz en la habitación de su tía. Se quitó las zapatillas lo más rápido que pudo y subió aún más veloz por las escaleras. Estaba atorado, con el corazón explotando dentro de su pecho, había dejado a un lado su parte humana, la racional. Solo estaba su lado salvaje, el animal que llevaba dentro. Tuvo que controlarse en el trayecto, no quería tropezar y quedarse sin el majar que esperaba en el piso de arriba y… tampoco llenar toda la casa de saliva, estaba demasiado eufórico.

Por fin estaba ante la puerta, como la otra noche. Aunque esta vez, estaba abierta y solo tuvo que empujarla, entrando de sopetón, sin embargo allí no había nadie. Anduvo hasta la cama. Estaba hecha y las dos luces de la lámpara estaban encendidas, dos faroles con poca fuerza que daban una sensación de calidez a la estancia. En ese momento, otra luz iluminó la habitación, era la del baño a su espalda. La puerta se había abierto y de allí, salía su tía.

—Has llegado pronto, ¿tienes prisa por algo?

—Madre de dios…

Carmen apareció con una bata de terciopelo negro que le llegaba más arriba de las rodillas. El pelo casi dorado, ondulado y con algunos tirabuzones como los que llevaba su madre. Estaba realmente preciosa, se acercó al joven con paso decidido, mientras este se quedaba quieto sin poder moverse y a punto de temblar. De cerca vio cómo se había pintado los ojos con una sombra rosa y estos tenían aún más color, ¿acaso aquello era posible?

—Si aún estoy vestida… —dijo ella con una sonrisa, mostrando unos labios recubiertos de gloss que le daban mayor volumen.

Posó su mano en el pecho del joven, el solo roce de sus dedos le produjo una atracción irrefrenable. No dudo en empujarle con cierta fuerza, Sergio se dejó caer contra la cama, para que acto seguido ella hiciera lo mismo, sentándose a ahorcajadas encima del muchacho.

—Carmen, por dios… —Sergio pasó sus manos por los muslos visibles, no sabía que más decir, ni hacer, su garganta estaba seca y agarrotada.

—¿Carmen? No, Carmen no… prefiero que me llames tía. —decía mientras su cadera comenzaba a moverse encima del pene casi erecto en su totalidad— Parece que ya estás listo ¿La has tenido así todo el día?

—Sí. No te lo he demostrado con la foto.

Carmen embistió más fuerte la entrepierna de Sergio, dando con su sexo en el gran bulto de su sobrino. Resopló con fuerza pensando en la dichosa imagen que tan acalorada la había puesto. Encima del muchacho, a horcajadas con sus piernas abiertas, notaba en su ropa interior un calor que no le ayudaba a serenarse.

—Joder, cariño, eso no se le hace a tu tía… Has sido malísimo, pero ahora vas a tener tu recompensa.

Con calma deshizo el nudo de su bata, para después, con más calma aún, como si el tiempo no jugara en su contra, abrir una parte de la bata y después, la otra. La prenda se abrió con una sutileza que desbordaba erotismo quedando toda la bata abierta delante del joven.

Sergio abrió la boca ante tal despliegue de armas de mujer, volviéndose a quedar sin hablar. Su tía llevaba lencería de encaje, seguramente “cara”. Era de color rosado, la parte de abajo estaba formado por una braga que rozaba el límite para ser un tanga, y tapaba menos de la mitad de sus nalgas. Pero la parte de arriba… Sergio no podía dejar de mirar.

Los pechos de su tía estaban metidos en un sujetador que las mostraban perfectas, grandes como eran y jugosas como un algodón de azúcar. El joven pensó estar en el paraíso, aquello no podía ser cierto, era la mejor imagen que había visto en su vida. Sí, su tía era mayor, tenía algunas arrugas, sobre todo de expresión y su vientre no estaba plano. Había pasado dos embarazos que dejaron rastros que no se irían jamás, pero se conservaba como un buen vino.

—Parece… que te gusta. —la voz de Carmen sonaba agitada.

—Me encanta. —logró decir sin perder la cordura.

Ninguno podía hablar demasiado, estaban demasiado atorados, les invadía el placer como un parásito que no podían matar. Sergio temblaba al pensar en cuál sería el siguiente paso, seguía con las manos quietas en los duros muslos de su tía, era un niño asustado delante de una diosa.

Su tía en cambio, seguía moviendo su cadera, cada vez notando más el terrible sable de que la atravesaba por completo su vagina. Se apoyó en el pecho de este con las manos estiradas, como si ya hubieran comenzado con el coito. Sergio no perdía de vista el precioso cuerpo de su tía que en ese momento tenía más cerca. El calor que le atravesaba el pantalón debido al horno que su tía tenía en las piernas era demasiado. Sentía que el paraíso se volvía tangible en la tierra y a cada movimiento de la mujer, los pechos apretados por ambos brazos daban la sensación de ser inabarcables.

—Ti… ti… tía… si seguimos así… me corro.

—¿Estás muy caliente? —la boca se le quedaba pastosa.

—Si la meto, me corro —dijo Sergio como pudo.

—¡Dios mío! No me digas esas cosas. —se mordió el labio con lujuria y apretó sus uñas contra la piel del chico. Trato de desfogarse con eso, pero necesitaba más— ¿Tú sabes lo bien que sienta que le digan esas cosas a una mujer de mi edad?

—Pero no miento… no voy a aguantar ni un minuto.

—Ca… cariño, yo también estoy aceleradísima. —se le ocurrió que lo mejor sería ir paso a paso— ¿Quizá unos preliminares?

—Si nos da tiempo… será lo mejor.

—Una duda, —parando por primera vez el movimiento de su cadera y recogiéndose el pelo tras la oreja— si… Si acabas… ¿Podrás seguir?

—Joder —pensando en lo caliente que estaba y en cómo le ardía el cuerpo— apostaría lo que fuera a que sí.

Carmen se bajó de la montura y se apoyó en la cama. Aunque apenas le dio tiempo a pensar en qué hacer, ya que instantes después Sergio la había agarrado de las piernas y la tumbaba en la cama. Sus manos ágiles y también nerviosas, llegaron hasta las braguitas de su tía, las cuales quitaron de golpe con precisión de cirujano ante la pasividad de esta. El sexo de Carmen hizo acto de presencia, esta vez estaba impoluto, sin ningún pelo a la vista. Se lo había rasurado para él, “menudo regalo”.

Sergio acercó su rostro, podía oler el aroma que desprendía, estaba notablemente mojado. Se veía brillante con la tenue luz que despedían las pequeñas lámparas, tenía un color rosado que cautivaba, Sergio pensó que no habría cosa más bonita en la tierra.

Unos labios temblorosos se arrimaron al dulce tesoro de la mujer, podía sentir como el calor emanaba del interior. Soltó un poco de aire sobre el clítoris de la mujer para aplacar ese fuego. Carmen se estremeció por completo, desde el primer centímetro de piel al último. Notó el aliento caliente de su sobrino como el mejor de los néctares. Sacó su lengua sin poder detenerse, no pensaba en lo que hacía, solo quería hacerlo y punto. La puso en la parte más inferior de la vagina de la mujer y subió muy despacio hasta el otro extremo dejando un rastro de saliva que parecía el de un animal.

Los jugos se amontonaban en su boca, “Marta no se mojaba tanto” pensó al ver que estos se derramaban fuera de su lengua. Carmen notaba el calor y la humedad que imprimía la lengua de su sobrino, sintiendo un incontrolable placer que le hizo cerrar los ojos, apretar con fuerza el edredón y volar por un mundo de felicidad.

—Madre del amor hermoso… —dijo al notar como la lengua de Sergio terminaba su recorrido— esto es… es como… tocar el cielo.

—Apenas he empezado —respondió el joven, viendo como el pecho de su tía subía y bajaba acelerado.

—Sigue, cariño…, sigue, por favor… —le rogaba con una voz temblorosa.

El sobrino obedeció y pasó su lengua por el clítoris de su tía. Esta zona también estaba húmeda y dura… Carmen no podía esconder lo caliente que estaba y observando su zona íntima sería una locura negarlo. Lo rodeó, lo lamió y lo degustó, haciendo que la mujer no pudiera tener sus piernas quietas.

El jugueteo terminó y un hábil dedo se comenzó a colar en el interior de Carmen, gimió al notar como le horadaba el interior. Pero más le gustó, cuando al movimiento de aquella juguetona falange, se le unió una todavía más traviesa lengua que volvió a visitar el clítoris.

Los entrantes habían terminado, Sergio se disponía a darle el primer plato. Su lengua comenzó a moverse con verdadera maña por la zona más erógena de su tía, mientras que el dedo entraba y salía presionando las paredes abultadas del interior.

—Mi vida… hacia cuanto que no me hacían esto… ni lo recuerdo… —a Carmen cada vez se le hacía más difícil estar allí, su mente volaba y volaba.

Veía con unos ojos a medio cerrar como su sobrino se deleitaba con su sexo rasurado. El placer la estaba inundando, abrió todo lo que pudo las piernas para recibir el máximo de gozo. En menos de un minuto, quizá no habían pasado ni treinta desde que Sergio se lo había tomado en serio, todo el calor se concentró en una sola zona.

—No… no… no me lo creo —Sergio la miró sin dejar de desempeñar su tarea— me… voy… me voy a… a… a… a correr.

Los gemidos ahora eran más sonoros, las bromas se habían acabado, ahora llegaría el clímax que tanto ansiaba. Los primeros retazos de orgasmo aparecieron, pero Carmen los aplacó, sabía que luego los multiplicaría. Aunque tal era la suma de placer que le daban aquel dedo y aquella lengua, que le era imposible retener todo aquello un segundo más. Sabiendo que era inevitable, avisó a su sobrino.

—Cari… cari… ño…, no me aguanto, me corro…

—Córrete tía… a eso hemos venido… —dijo sacando por primera vez su boca del clítoris.

—Pero, sa… saca… saca… tu lengua… que la… me… me… me…

Los sollozos eran más altos, convirtiéndose en verdaderos alaridos. Carmen no se acordaba de lo que era un verdadero orgasmo, aunque no quería expresarse de manera tan sonora, le era imposible ceder ante tales sensaciones. Sintió como se electrificaba su cuerpo, como la espalda se arqueaba contra la cama y como el interior de su sexo ardía como si del mismo infierno se tratara. Logró recordar lo que era el placer.

—No… no me quito —dijo su sobrino llamando su atención— córrete.

—¡DIOS!

Carmen ante la puerta abierta que le dejó el joven, no dudó en aceptarla. Puso un antebrazo en la cama y se erigió levemente no quería perderse ni un segundo. Colocando la otra mano en el pelo de su sobrino, le aprisionó ante su sexo, mientras este seguía moviendo su cabeza al tiempo que lamia. La explosión estaba allí, aquella situación le provocaba un morbo inexplicable, era la primera vez que iba a hacer algo como eso, iba a terminar mientras alguien le devoraba su sexo. El calor se había concentrado y ya reventaba la salida, por lo que con un grito clamando al cielo, Carmen lo dejó salir.

Las piernas temblaron frenéticas y se movieron poseídas por el demonio, su brazo quedó sin fuerzas casi haciéndola caer en la cama, pero aguanto. La presión le hizo cerrar los ojos, sin embargo quería ver el momento, el instante en el que su sobrino, recibía el orgasmo que su tía le ofrecía a su boca.

En su interior se sentía más liviana, más desatada, su cara ardía y en las partes bajas de su cuerpo parecía haberse metido en la piscina. Los pulmones trabajaban al máximo de su capacidad mientras dentro del sujetador sus senos parecieran que iban a extrañar de la presión. El placer que le recorría todo su cuerpo tenía el epicentro en su vagina. No supo cuánto tiempo paso, pero más de un minuto estuvo gimiendo con un hilo de voz, el gozo seguía y seguía mientras observaba como su sobrino le limpiaba todo lo que emanaba de ella.

—Pa… para…, mi vida, para… —le consiguió decir en un momento que pudo— no lo soporto más, dema… demasiado placer.

Sergio retiró su boca del sexo y esta observó que toda humedad que tenía en su interior ahora manchaba la mandíbula del joven. Pequeños trozos de sus fluidos se posaban tanto en labios como en los pómulos de este y una gota traviesa, reptó desde su barbilla recorriendo su cuello.

—Menuda… corrida, Carmen… —Sergio no podía creerse semejante despliegue de fluidos mientras se pasaba la mano por el pómulo. En un arrebato de pasión le añadió— Estás deliciosa.

—¿Te… te…? —a la mujer todavía le costaba recuperarse— ¿Te lo has comido?

—Lo que pude…

—¡Jesús…! ¡Jesús! Me… has matado.

Carmen se quedó tirada en la cama con la respiración a toda velocidad y el corazón dando latidos desbocados, sentía que en cualquier momento podría sufrir un infarto. Intentó llenar todo lo que pudo sus pulmones, para serenarse aunque fuera un poco, pero le costaba más que nada en el mundo. El orgasmo había sido perfecto, o quizá más que perfecto, sin embargo la excitación y la pasión, todavía seguían allí.

Sergio había ido al baño a limpiarse un poco el rostro, estaba demasiado mojado para seguir con la tarea. Apenas tardó unos segundos en volver que su tía ya trataba de levantarse para conseguir sentarse en la cama.

—Aún me tiemblan las piernas —habló en un susurro, todavía pensando en lo que su cuerpo no paraba de sentir.

—Espero… que sea el comienzo… de algo mejor. —ambos sentían algo de vergüenza por estar el uno frente al otro, las cosas habían cambiado mucho para Carmen sin estar borracha.

—Lo es. —se sentó al borde de la cama y miró desafiante al bulto que su sobrino escondía enfrente de sus ojos— ¿Esto… está listo?

—Estoy demasiado caliente, no sé si voy a aguantar siquiera 10 segundos.

—Sería todo un halago para mí —sacó el primer botón y bajó los pantalones para ver el pene solo tapado por el calzoncillo— sí que… sí que estás listo, madre de dios. —adentró sus dedos por el calzoncillo y una mano sacó lo que dentro reposaba.

Carmen no pudo evitar contener el aliento cuando la vio de frente y sin estar ebria. Sus ojos se posaron después en los de su sobrino, buscando saber si aquello era real, sí que lo era. En su mano, rodeándola con sus dedos, el pene de su sobrino era acero, estaba tan dura… tan ardiente… y a la vez tan suave, le pareció magnifico. Aquello confirmaba lo que se veía en la foto y en directo, parecía muchísimo mejor.

—Por favor, Sergio… ¿Eran dieciocho? —su voz apenas salía en un susurro. Mientras con la mano diestra sujetaba el sexo del joven, con la otra le quitaba los pantalones dejando únicamente en la parte de abajo los calcetines.

—Sí… —contestó después de un resoplido notando como su tía tiraba la piel de su prepucio hacia atrás— 14 de perímetro.

La mujer miraba como hipnotizada el músculo que tenía en las manos, le parecía increíble, “¿dónde has estado todo este tiempo?” pensó.

—¿Va a ser rápido? —dijo Carmen casi por no mantenerse en silencio.

—Muy… rápido… —las piernas del joven comenzaron a estremecerse.

—Siéntate, cariño. —volvió a obedecer y ella se arrodilló entre sus piernas— ¿Te apetece algo en especial? —le preguntó mientras se quitaba la bata del todo y echaba su pelo hacia atrás. Pero Sergio no entendía, apenas podía comprender algo en ese momento— lo digo, porque… yo me he… ido… en tu boca… por si tú… ya sabes.

—No, tía —apretó los dientes gozando de placer— no me va mucho… ¿Y si luego te beso? Me… me… daría como cosa…

—¿Quién te ha dicho que me puedes besar? —aquel comentario la soltó un poco y agarró el miembro con más dureza.

—No… no sé… —gimió al sentir como de nuevo su prepucio salía a la luz por maña de la mujer— quizá… te apetecía. —había pensado que era lo que más le gustaba y que Marta nunca le había permitido, pensó en probar suerte con Carmen. Pero cierta vergüenza casi le impide decírselo— Te importaría… en tus… por… ya me entiendes —se rodeó con la mano su propio pecho para hacerla entender.

—¿En mis tetas? —rio con cierto nerviosismo— no me importa, cariño, ¿me quito el sujetador?

—No, no, mejor así, están… muy… —Carmen subía y bajaba la piel de su sobrino con más velocidad— grandes… ¡No me aguanto!

—¿Te… gustan mucho? —se vio con más confianza y muy sensual. Carmen, soltando el pene de su sobrino llevó ambos brazos bajo su sujetador y desde la parte baja, elevó ambos senos para que se vieran a la perfección— ¿así?

—Son perfectas… me vuelves loco…

—Cariño…, —río volviendo a coger el sable duro de Sergio— ¿te gusta… acabar en los pechos?

—Sí… y… no… —Sergio podía notar los primeros esbozos de placer y apenas se la estaban tocando— será… la primera vez que lo haga.

—¡No me lo puedo creer! —fue la primera vez que habló con un tono normal— ¡Qué honor! —Sergio la miró. Vio cómo se dirigía la punta el pene a sus pechos y añadía— Si lo deseas, puedes hacer los honores. La coges así cuando vayas a explotar, pum… —señalando una zona de su pecho con el sexo de su sobrino— pum… pum…

—Carmen…, por favor…, empieza, me estás matando.

—Claro, cariño, siento la espera… ojalá te guste… hace mucho que no lo hago.

Sergio casi impaciente porque su tía comenzara, disfrutó de la visión perfecta cuando Carmen abrió la boca y engulló toda la carne que pudo. El joven echó hacia atrás la cabeza con brusquedad, cerró los ojos y se estremeció. La mojada lengua de la mujer, humedecía la parte inferior de su pene, al tiempo que la totalidad de la boca envolvía la carne restante, el calor le llegaba a cada milímetro.

Aun haciendo muchos años que Carmen no “practicaba” una felación, se desenvolvía con suma fluidez. Subía y bajaba su cabeza succionando el pene de Sergio sin parar, al tiempo que su mano hacia lo mismo moviendo la piel.

El placer llegó a los quince segundos. “Imposible” pensó Sergio, pero sí lo era. El líquido preseminal había comenzaba a salir. “No me lo creo, ¿ya?” se dijo el joven observando como su tía seguía centrada en la felación y al mismo tiempo, le dedicaba una salvaje mirada con sus preciosos ojos. “¿Quién podría aguantar algo así? Es normal…”

—Carmen… —ella le seguía mirando con sus ojos del color del mar, mientras su cabeza subía y bajaba. Aún no le había dado ni tiempo a que su pelo se alborotase— tía… creo… que… que…

—¡¿Ya?! —dijo la mujer atónita por la rapidez, separando sus labios de la prisión que tenían sometida al pene, pero sin detenerse en la masturbación— ¡¿De verdad?!

—¡Mierda! Sí, sí, sí… ¿Hacemos…? ¿“Eso”? —dijo como pudo recordando en lo que habían quedado.

—Claro, claro.

Carmen se puso las manos como le había mostrado antes al chico y este se colocó de pie como un rayo, con la mano en su pene para masturbarse con fiereza. La tía veía de rodillas como su sobrino parecía un titán con aquello en la mano moviéndola a la velocidad del rayo. Estaba excitada de por sí, pero verse así por primera vez, alteró todo su ser. El calor la inundaba, una sensación de erotismo salvaje se apoderó de ella, solo quería ver salir aquella masa viscosa de semen de la punta del joven pene.

—Vamos, cariño, sácalo. —le animó de forma improvisada sin creer lo que decía. Su ardiente cuerpo le rogaba por más, que terminara ya, necesitaba eso que su sobrino le iba a dar, no entendía por qué estaba tan deseosa de recibirlo. Incluso su boca le hizo saber al joven que lo necesitaba— Córrete.

—Ya va, sí, tía, sí.

El pene de Sergio se colocó muy cerca de los pechos. Con su mano, detuvo por un instante las atroces ganas de expulsar el orgasmo que llegaban como una estampida. Esperó menos de un segundo, conteniendo todo dentro de su hinchado sexo, quería abundancia. Su tía de mientras, sin pestañear siquiera, esperaba con las manos debajo de sus pechos para alzarlos lo más que pudo.

El primero salió, comenzando de nuevo a mover su piel de arriba y abajo. Carmen lo esperaba con los ojos abiertos, pero no estaba preparada, puesto que era la primera vez que le disparaban el semen fuera de su vagina. Su pecho derecho fue el objetivo, un impacto que le hizo sacar un pequeño grito de sorpresa, ¡y placer…! “¡Alucino!”. El calor que desprendía, la textura, todo el morbo… le envolvió en tal pasión que su respiración se agitó aún más. Una masa abundante de líquido blanco golpeó su seno formando una mancha de volumen considerable.

Recibió el segundo que era igual de abundante que el primero, pero esta vez, por iniciativa propia dispuso el otro seno. La sensación fue la misma, aunque esta vez soltó solo un único y comedido gemido de placer al notar como todo el semen le llenaba el pecho izquierdo. La visión era terrible, a la mente le vinieron los sobres de mayonesa de comida rápida que alguna vez le traían. “Es como si me hubieran lanzado varios a las tetas”, su mente sonrió con tal imaginación, aunque su rostro seguía con el mismo rictus y los ojos fijos en el miembro de Sergio.

Un tercero se deslizó por la punta mientras Sergio soltaba un interminable.

—Aaahhh.

Que a Carmen, incluso le hizo gracia. Sin embargo, evitó reírse por no estropear tal momento de pasión. El líquido que salió en esta acometida, llegó al seno derecho de la mujer, que levantó estos aún más recogiendo la pequeña cantidad que salía.

Sin poder soportarlo más, el joven se sentó en la cama, recostándose finalmente sobre el mullido edredón, sin ninguna fuerza y con el ritmo cardiaco por las nubes. Había quedado igual que su tía escasos minutos atrás.

Carmen se miraba aún los pechos sujetados por su parte inferior “esto… no… no ha estado… nada mal” pensó al ver como esa sustancia blanca le recorría casi completamente sus senos. Levantó la cabeza solo para ver a su sobrino agotado, pero con el vigor de su miembro aún recto como el mástil de un barco. No pudo soportar quedarse quieta, la punta del joven esta morada, lubricada todavía con alguna que otra saliva suya que la dejaba brillante y en un arrebato, le pasó la lengua.

Sergio se estremeció como nunca y puso las palmas en alto para que parase, pero su tía ya se había levantado en dirección al baño. Debía limpiarse a fondo, aunque, tampoco le hubiera importado disfrutar un rato más de la sustancia caliente y espesa sobre sus senos. Se quitó el sujetador limpiándose con agua para dejarlos impolutos, perdiendo unos segundos contemplándose en su desnudez, viéndose radiante, bella, espléndida. “¿Será gracias a la excitación que tengo?” Pensó antes de darse la vuelta.

Lo que más la sorprendió de camino a donde su amante reposaba, era el gran tacto que le dejaron y el tono brillante que habían adquirido “¡mejor que mis cremas!”. El orgasmo le había quitado varios años de encima, caminada flotando por la alfombra sin dejar de mirar al joven que seguía tumbado en la cama. Estaba pletórica, pero el clímax del chico… esa… corrida, había sido algo que aún le hacía vibrar todo su cuerpo.

Carmen que de nuevo estaba lista y con la llama de la pasión bien encendida, se quedó totalmente desnuda enfrente del joven. Sergio había conseguido incorporarse y le esperaba apoyado en la cama sobre sus manos y sin la camiseta… los dos estaban desnudos.

Caminó hasta donde él y puso sus manos en sus hombros, este pasó las manos por sus muslos llegando hasta su trasero donde lo palpó con cariño.

—Veo que sigues listo.

—Ni siquiera bajó… increíble.

—¿Gracias a mí? —preguntaba al tiempo que empujaba a su sobrino, tumbándolo en la cama— Qué halago…

—Te los mereces todos.

Carmen sonrió esta vez de felicidad, las palabras de Sergio en verdad hacían que su corazón saltara de alegría. Se colocó ahorcajas otra vez encima de él, aunque esta vez ambos sin nada de tela que separase sus sexos. Llevó el aparato reproductor de su sobrino hasta el suyo y allí lo dispuso en la entrada, para después dejarse caer con calma para que nada doliera. Aunque… los 18 centímetros entraron sin restricción.

—¡Jesús! Me llena entera. —no lo dijo para que Sergio lo supiera, aunque este le contestó.

—Eso está bien… —Sergio se sentía más liberado y sujetó las caderas de su tía para ayudarla— ¿Sabes que todavía son las siete y cuarto?

—¡Qué maravilla! Nos va a sobrar tiempo. —seguía moviéndose con parsimonia, notando que la vergüenza inicial se disipaba— No creo que aguante mucho rato… estoy mayor… —añadió una pequeña mueca de burla.

—No tan mayor —Sergio le guiñó el ojo y movió su cadera, acoplando el movimiento de su tía al suyo e insertando cada uno de los centímetros de su pene de una sentada.

—Caaa… bron… —Su garganta lo soltó al sentir como su vagina se abría de forma abrupta por el grosor de Sergio hasta llegarle al fondo. Donde nadie antes había llegado— ¿Esas… tenemos?

Carmen subió el ritmo progresivamente, su cadera ya se movía sola a un ritmo que no recordaba practicar desde hacía muchos años, “quizá la que tuvo retuvo, será como montar en bici, nunca se olvida”. Sergio abría y cerraba la boca notando como en el interior de su tía, los jugos de esta daban un baño satisfactorio a su pistola.

Estaban comenzando a desatarse, habían roto la barrera de la vergüenza y comenzaban a sacar sus verdaderas personalidades. El pelo rubio y bien peinado de Carmen comenzaba a volar adelante y atrás, y Sergio no podía dejar de mirar los pesados pechos de su tía, se movían como locos siguiendo el baile de la penetración.

Pocos minutos pasaron así, hasta que Carmen volvió a abrir la boca intentando respirar grandes bocanadas de aire, parecía que ninguna la llenaba por completo. Sergio se veía aún con mucha resistencia, su miembro había descargado hacía poco y el fin ni lo vislumbraba. Viendo como la mujer comenzaba a emitir sonidos más y más elevados. Posó sus manos en ambas nalgas, agarrando con relativa fuerza, cogiendo una gran parte de carne sin querer que sintiera dolor. De seguido, subió sus piernas, alejando sus pies del suelo y colocándolas en la cama, estaba listo.

Ayudó a su tía primero en la tracción, aunque era demasiado, Carmen no podía seguir ese ritmo. Por lo que dejó sus manos en la cama y abrió las piernas todo lo que pudo alzando su trasero en dirección al cielo. Las manos de Sergio separaron lo que pudieron las nalgas y con su cadera, ahora él era el que se movía a un ritmo muy elevado.

Carmen apenas podía cerrar la boca, los ojos en cambio, no podía abrirlos al sentir un pene enorme introducirse en ella una y otra vez. Estaba siendo penetrada sin parar y con una profundidad sorprendente. El ritmo era endemoniado y el sonido de los genitales de su sobrino chocando contra el trasero de la mujer resonaba en toda la habitación.

—Sigue, sigue…

Comenzó a decirle a su sobrino, la mujer estaba totalmente desatada. El aire entraba en su cuerpo de forma acelerada dado el éxtasis del coito y el esfuerzo realizado. El joven que estaba poseído por un placer incalculable, aceleró cuanto pudo, escuchando para su deleite tanto los gemidos (demasiado sonoros) y los sonidos acuosos de su pene entrando y saliendo.

La pasión le pudo y escuchando como su tía ya comenzaba a gritar, no pudo reprimirse. Alzó su mano derecha y recordando lo poco que le gustaba a Marta, la bajó con fuerza, propinándole a Carmen un sonoro azote que hizo que sus nalgas temblaran.

—¡SÍ! —gritó Carmen al recibirlo— Sergio…, me corro… me corro… —en el tono se percibía la aceleración de su cuerpo. No obstante apenas era más audible que un susurro— ¡Ay, madre mía! Ya viene… ya viene…

Carmen gritó la vocal “a” sin parar, hasta que de pronto, le sorprendió como su sobrino había logrado amarrar uno de los grandes senos con su boca. Succionaba el pezón de manera afanosa, como si tratase de robarle aquel pecho que la pertenecía. La mujer que a cada décima de segundo notaba mucho más placer, acabó por agarrar la cabeza de Sergio contra su pecho y gritó terribles maldiciones, que cualquier vecino podría haber oído, de haberlos tenido…

El joven se sorprendió de tales gritos e improperios, era la primera vez que la oía decir la palabra cabrón, y menos común era escucharla soltar las barbaridades que decía mientras se corría. Sintió como el interior de su la mujer se contraía para después relajarse al máximo. Carmen gimió sin parar y su cuerpo se relajó mientras sus flujos caían sobre el pene que tanto placer le había dado.

El segundo orgasmo de la tarde le recorrió todo el cuerpo, estaba sintiendo cada estrella del firmamento, se notaba en medio de un viaje astral. Con los ojos azules abiertos, no veía nada, una capa blanca se movía delante de ella imposibilitando su visión, todo para que su cuerpo se centrase en recibir cada gota de placer. Se aferró al cuerpo de su sobrino como si se fuera a caer al vacío, incluso clavándole las unas en su cuello, el cual seguía agarrando contra su pecho.

Las piernas le temblaron, el trasero le tembló, el alma le tembló, todo le tembló. Se colocó como buenamente pudo su cabello detrás de la oreja y cuando volvió en sí, soltó de la atadura a su sobrino. Aprovechando para separar también la unión que tenían en la parte baja de sus caderas y se derrumbó en la cama.

—Ahora… —habló Sergio con la voz cansada— sí que me gustaría que vivieras cerca.

—Y… a mí… —respondió Carmen de manera forzada— se… sexo… en condiciones… lo había olvidado.

—Te he escuchado decir cosas, que jamás te hubiera imaginado.

—Estoy… —con las manos en el pecho intentando tranquilizarse— desatada, cariño.

—Me alegro. —observando su pene lleno de fluidos blancos que caían por su cadera le añadió— ¿Estabas llena?

—Creo que… después de este… estaré menos acelerada. Tú… —le costaba hablar debido a la falta de aire. Dudo un momento lo que iba a salir de su boca, ¿hace cuánto no lo decía en alto? Y su mente le dijo con rapidez “¿por qué no?”— tu polla… me ha vaciado.

—Tía, —la miró sorprendido al oír el nuevo vocabulario de la mujer— me acabas de excitar…

—¿Por decir POLLA? —lo remarcó.

—Sí, una palabra que no pensaba que te escucharía decir en mi vida, y claro…

Ambos rieron tumbados en la cama y Carmen agarró la mano de Sergio trayéndolo hacia sí. Este lo comprendió y se colocó encima de ella mientras la mujer abría las piernas. Estaban en la postura del misionero y Carmen cogió con su mano de nuevo la entrepierna del joven y se la colocó en su entrada.

—Entonces te diré algo… —la vergüenza parecía disminuir hasta el cero y se decidió a decir algo con cierta melosidad— méteme… tu polla.

—A sus órdenes… —el pene entró y ambos gimieron sin control.

Sergio estuvo un buen rato comandando el coito, entrando y saliendo de ella mientras esta sollozaba y el joven observaba como sus pechos se movían de un lado a otro. En algunos momentos su tía le daba un pezón para que lo succionara, no le cabían en la boca, ni tampoco los abarcaba cuando por primera vez posó una de sus manos en los magníficos senos.

El sexo fue más tranquilo, ya no era tan pasional, la fogosidad había sido aplacada y ahora, era más sentido. Sergio la giró sobre la cama dejándola de lado, subiéndole la pierna y con su mano dándola placer en el clítoris a la vez que la penetraba. Carmen se sentía novata en todo, hacia tanto que no salía del misionero, o como mucho ella cabalgando, que cualquier situación diferente parecía que lo hacía por primera vez… aunque no era así.

El orgasmo tardaba en llegar, sin embargo no importaba, porque el sexo estaba siendo de lo más delicioso. Ambos se tocaban, se acariciaban, se sentían… muchas veces de manera lenta, cuando el pene de su sobrino entraba por completo, Carmen tenía que apretar los labios para soportar tanto gozo.

Después de unos minutos, Sergio decidió que esa postura ya valía y volvió a girar un poco más a su tía, colocándola “a cuatro patas” sobre la cama. Sacó y metió muy lentamente su pene para que se acomodase a la nueva postura y cuando entró por completo, Carmen aulló.

—Por dios, ¿ha agrandado?

—No lo creo, quizá te haya entrado mejor —respondió Sergio para que Carmen cambiara su cara de duda.

—Pero, qué diferencia… ¡La Virgen! Vete despacio por favor.

Por supuesto el joven la hizo caso, las entradas eran lentas y profundas, así el interior de Carmen se acomodaría a todo lo que le entraba.

—¿Mejor? —preguntó Sergio al de unos minutos.

—Sí… creo que sí… Aaaahhh —dijo al notar que el pene de Sergio entraba aún más dentro— creo… creo… que puedes… su… subir el ritmo.

—Lo que digas. —comenzando a hacer caso a su tía.

—Me gusta… que… obedezcas—Carmen se volteó lanzado una mirada más que pícara y de nuevo giró para mirar al frente.

El ritmo se incrementaba, la penetración era increíble y Carmen estaba que no se lo podía creer, “¿si esto también es sexo?, ¿Yo que he estado haciendo estos años?”. La velocidad ya se había elevado sin parar, el cuerpo de la tía, estaba venciéndose hacia la cama y solo quedaba bien erguido su trasero. Lo tenía colocado lo más respingón posible tratando de no desmoronarse en ningún momento. Era el último bastión que resistía el duro sexo que le propinaba su sobrino, no debía caer.

Las acometidas eran mucho más potentes que antes, el sonido llenaba la casa y la mujer notaba como los genitales de su sobrino la golpeaban con dureza el clítoris. No podía más, estaba a punto. De nuevo se iba a correr, lo sabía, “tres…” pensó para sí, “todos los de un año en menos de una hora. Gracias, Sergio” acabó por pensar. No se podía mover, el placer la tenía paralizada, agarraba con fuerza las sabanas y comenzaba a gritar de manera sonora sabiendo que otro orgasmo llamaba a la puerta, es más, la iba a tirar.

—Mi… vida… otro… otro… —Carmen no podía levantar el rostro de la cama.

—Dios, tía, te vas a secar, ¿te doy más?

—Sí… dame más… —Sergio comenzó a acelerar un ritmo que se solapaba una entrada con la siguiente, Carmen gritó como loca. Ni en sus mejores sueños había sentido ese placer— ni… me acuerdo… hace tanto que no lo hacía así… la del “perrito”.

—La mejor. —el muchacho jadeaba por el esfuerzo, cayéndole las primeras gotas de sudor por el cuerpo.

—Viene, viene. —Carmen con fuerza de voluntad colocó su cuerpo en paralelo a la cama, separando sus pechos del edredón. Agarró con fuerza este, clavando sus uñas. Quien la viera podría pensar que estaba sufriendo, pero nada más lejos de la realidad. Abrió sus piernas todo lo que pudo a la vez que levantaba el trasero. Mientras su cabello rubio ya algo despeinado por el coito le golpeaba su rostro sin parar. La mujer abrió la boca y con todas sus fuerzas clamó al cielo— ¡Dame Sergio! ¡Méteme tu polla, por favor! ¡QUÉ ME CORRO…!.

—¡Carmen, por dios! —las palabras de su tía le subieron tanto el calentón, que agarró con fuerza la cintura de la mujer para poder penetrarla con aún más fuerza. Era una batalla y Sergio no mostraba piedad.

Un grito aterrador salió de la boca de la mujer, algo tan fuerte que incluso hizo pensar a Sergio que la había hecho daño, no era así. Carmen sentía el fuerte agarre de su sobrino en su cintura, impulsando hacia atrás su cuerpo mientras le introducía todos los centímetros que tenía. La mujer supo al instante que era lo que estaba pasando en su interior, estaba teniendo el mayor orgasmo de su vida. En ese momento, en aquel preciso instante en el que sentía las fuertes manos de Sergio agarrándola, más el pene erecto horadándola sin parar pensó “me están follando… ¡ME ESTÁN FOLLANDO!”.

La mezcla de sentimientos en su interior era una bomba e iba a explotar. La pasión del coito, la manera en la que Sergio se lo estaba haciendo y… el morbo de estar haciéndolo con su sobrino. Todo aquello se juntó, mezcló y agitó sirviendo el orgasmo que estaba por llegar.

Sus fluidos salieron explotando en el pene de su sobrino, sus piernas se movieron sin parar y su culo vibraba con tal fiereza que la unión se rompió. Parecía que estaba en la misma silla eléctrica. Sergio vio cómo su pene salía totalmente manchado de fluidos y con su punta roja del color del fuego, aunque lo que se quedó mirando fue la vagina de su familiar. Un pequeño hilo de líquido salía hasta su clítoris recorriendo un camino de fluidos que se perdió en su vientre. Para Carmen había sido el mejor de su vida, pero para Sergio… también.

La mujer se lanzó boca abajo casi sin poder respirar, y el joven quedó agotado sentado en la cama y con el cuerpo totalmente agitado. Ninguno rompió el silencio en varios minutos, estaban extasiados, lo habían deseado durante todo el día y acabado el coito, no podían más. Quizá Sergio tenía algo más de fuerza, pero también le temblaban las piernas del esfuerzo.

Por fin Carmen se intentó levantar, logrando sentarse en la cama. Miró el móvil, marcaban las ocho menos cuarto de la tarde, todavía les quedaba tiempo, pero no fuerzas. Se puso de pie aunque al instante se sentó de nuevo.

—Sergio, ayúdame, por favor.

Este se levantó de la cama con más vitalidad y ayudó a su tía de la forma más caballeresca que sabía mientras ambos se sonreían.

—Acompáñame hasta la ducha. No sé si las piernas me van a aguantar.

—Lo que quieras. —los dos comenzaron a andar de forma lenta— ¿Estuvo bien?

—Nada mal… —Carmen le dio un beso en la mejilla.

La mujer se sentó en la taza del váter y Sergio accionó la ducha a petición de esta. Carmen suspiraba todavía sin creerse los orgasmos y el placer que había sentía, era glorioso, es más, aún sentía algo de calor y partes de ese último orgasmo flotando dentro de su cuerpo.

—Quédate aquí por si acaso, cariño —le dijo a su sobrino introduciéndose en la ducha.

Sergio la podía ver, apenas tenía una pequeña mampara que cubría un tercio de la ducha, el resto era abierto y muy amplia. La podía observar si tuviera algún problema… y por placer personal.

—Ha sido el mejor de mi vida, no te miento. —Carmen necesitaba ser sincera, porque… era la mayor verdad que había dicho en su vida.

—El mío también, estoy reventado.

—No me lo creo, ¿no has tenido mejores con Marta u otras? —sentía curiosidad mientras se enjabonaba los pechos, quitando así el curioso tacto del semen.

—Para nada. —no dudo.

—No paras de halagarme, cariño, te lo mereces todo.

—Bueno, con lo que me has dado ya fue más que suficiente.

—Te mereces más. Entonces —tenía una cosa en la cabeza que le hacía gracia— ¿te ha gustado oír a tu vieja tía, decir polla y otras cosas?

—Me ha puesto muchísimo, nunca te había imaginado diciendo tales cosas… es normal.

—Es que estaba súper cachonda. Te diré, que te has venido muy arriba, me estabas dando muy fuerte.

—¿No te ha gustado? Lo siento, me he dejado llevar —Carmen le fue a cortar rápidamente.

—No, no, al contrario, me ha encantado. Me he sentido una adolescente, llena de vitalidad. Por cierto, tú… no te… —señalando a su pene mientras notaba como el agua caliente le caía por el cuerpo.

—No, solo una vez, pero me he quedado bien a gusto.

—Cariño, tenemos tiempo, ¿por qué no… te duchas conmigo?

—Tía, si entro, no creo que acabemos duchándonos.

—Bueno… quizá eso busque —el calor volvía a ella, “¿Cómo puede ser?”.

Sergio entró decidido, el agua caía como lluvia por el cuerpo de Carmen que aún le esperaba dándole la espalda. Este pasó sus manos por la espalda, subiéndolas lentamente hasta alcanzar los hombros, donde apretó dándole un masaje en los trapecios.

—¿Doble placer? ¿Primero sexo y luego masaje?

—Se hace… —acercó sus labios al cuello de esta y le besó con erotismo— lo que se puede.

—Dios… Sergio, no sé qué provocas en mí…

Pasó ambas manos intentando rodear el cuerpo del joven, aunque no pudo, solo lo consiguió atraer más a su espalda, notando como el sexo de su sobrino impactaba entre sus nalgas.

—Aún falta para que venga mi madre, ¿no? —dijo Sergio mientras mordía el cuello de Carmen.

—Mmmm, sí… —subió una de sus manos y agarró la cabellera del joven para que no parara— Tardará un rato más, no estaría bien… que nos viera.

Las manos de Sergio rodearon el cuerpo de la mujer, la primera en dirección al pecho izquierdo, aprisionando el pezón entre sus dedos y jugueteando con él. Mientras que la otra, bajó hasta el clítoris que estaba durísimo y lo empezó a masajear.

—Si nos viera… no creo que aprobara esto.

—¿Hablas tan tranquilo de tu madre, mientras me metes mano? —le comentó su tía mientras volvía a sentir el placer por todos lados.

—No tengo problema… podría incluso mantener una conversación sobre ella mientras lo hacemos.

—Madre mía, —resopló con fuerza notando las ganas de tener sexo que de nuevo rebosaban su cuerpo— eres un guarro.

Miró a su sobrino con el rostro rojo de pasión, el mismo que tenía el joven. Sin dejar de mirarse, este detuvo sus manos, dejando de masajear la parte delantera del cuerpo de Carmen para posarlas en la espalda, haciendo que esta se doblara lentamente.

La mujer se quedó apoyada contra los azulejos mientras su trasero se abría cada vez más al chico. El contraste del frío de los azulejos con el calor de la ducha le causaba una agitación en su cuerpo que el joven trataría de calmar. Este no perdió la oportunidad y al ver de nuevo la rojiza vagina, agarró su sable y lo introdujo dentro de su tía, el interior parecía mantequilla ardiente.

—Carmen… no te parece nada guarro lo que te hago. Tan guarro no seré ¿no? —mientras comenzaba a penetrarla de nuevo con suavidad.

—Es diferente, soy tu tía… o no… seguro que si fuera… ¡Otra vez, qué gusto! —sollozó y añadió— si yo… fu… fuera… tu madre, seguro… que no me follarías.

Sergio pasó sus manos hasta llegar a ambos pechos. Poco a poco, a pasos cortos y por el empuje del cuerpo de Sergio, Carmen se encontró con todo su cuerpo contra la fría pared. “Jamás había visto una definición tan clara de estar contra la espada y la pared” pensó al notar como Sergio la penetraba.

El chico ante lo que le dijo su tía, acercó su cuerpo pegándolo completamente al de la mujer. Los cuerpos quedaron pegados, completando una perfecta unión sin que ningún centímetro del muchacho dejara de penetrar a su tía. En un movimiento rápido, sus labios se movieron a la oreja de esta susurrándola.

—Que no te quepa duda… de que sí.

Carmen gimió al escucharlo, ni se imaginaba algo así, si Sergio fuera su hijo muchas cosas cambiarían y aquello jamás sucedería, lo tenía claro. “¿O sí?” le dijo algo muy al fondo de su cabeza. Cerró los ojos notando la penetración de su sobrino que no paraba de bombear. Todo aquel morbo produjo tal placer y tal sensación en el cuerpo de Carmen, que gritó de nuevo en una entrada del chico y le dijo a viva voz.

—¡Cariño, dame!, ¡Que se viene otro!

—Y yo, tía… y yo…

No habían estado ni 3 minutos dentro del agua que de nuevo se iban a desbordar. Se separaron un poco y volvieron a la posición en la que la entrepierna de Sergio se metió por primera vez. Carmen sentía el agua en su espalda caer caliente, pero su cuerpo estaba tan acalorado que notaba que las gotas le golpeaban eran frías. Aunque lo mejor estaba por llegar, dentro de su vagina notó como el pene de Sergio crecía y engordaba más y más, sabía lo que iba a pasar.

Estaban ambos a punto, Carmen apenas escuchó lo que Sergio decía, pero no le importaba sabía que era el aviso de su final. Ella estaba casi lista, pero le faltaba un poco, aunque cuando Sergio terminó todo… se arregló.

Al notar aquel chorro caliente en su interior, todo lo que le faltaba para que el orgasmo llegara apareció. Vio las estrellas, las sintió paseando por su piel y desapareció todo en el mundo, “otro más, no me lo creo”, pero era cierto. Se sujetó bien a la pared, con miedo a caer, mientras el pene de Sergio salía inerte de su interior y los dos jadeaban.

—Ya… ya… estoy.

—Magnifico, cariño… —le agregó Carmen sin aliento.

—¿Tú también? —ella asintió mordiéndose el labio— ¿4? —volvió a asentir— Voy un momento a la cama que me mareo.

—Bien, cielo… —Carmen no le importaba a donde fuera, solo quería estar relajada, lo más relajada posible, para seguir disfrutando de los espasmos en su sexo.

Sola en la ducha, con las gotas de agua masajeando un cráneo que desconocía donde se hallaba, comenzó a caer en la ducha. Sus piernas flaquearon, se empezaron a quebrar y poco a poco su cuerpo bajo hasta quedarse de rodillas. El agua seguía golpeando haciendo que se sintiera sumergida en el mejor de los sueños mientras que notaba, como un líquido de lo más apreciado salía de su vagina. El semen de Sergio escapaba para diluirse por las cañerías.

El muchacho se secó en la habitación lo poco mojado que estaba. Por fin su pene volvía al estado de letargo, menos mal, de seguir así se hubiera mareado. Echó un vistazo al móvil viendo que su madre le había llamado hacia dos minutos, abrió su conversación le acababa de escribir.

—Cariño, ¿cuándo puedas me vienes a buscar?

—Lo siento, mamá, estaba en el baño, ¿dónde estás? —le escribió y ella lo leyó al momento.

—Para no liarnos, ¿me recoges donde me has dejado?

—Perfecto, me pongo ropa de calle y voy.

Su madre acabó mandándole el icono del beso, “que rara esta” pensó Sergio, “demasiado cariñosa”. Aunque eso en el fondo era bueno, “ojalá siempre fuera así”.

—Tía, me dice mi madre que la vaya a buscar —le dijo desde la habitación— volvemos en menos de veinte minutos.

—Bien, espero estar lista… —dijo su tía todavía arrodillada en la ducha y aislada en su placer.

CONTINUARÁ

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Por fin en mi perfil tenéis mi Twitter donde iré subiendo más información.

Subiré más capítulos en cuento me sea posible. Ojalá podáis acompañarme hasta el final del camino en esta aventura en la que me he embarcado.

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