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Balseros (IV): Amigos calientes

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Mis días se volvieron raros, una sensación de escalofrío recorría todo mi cuerpo cada vez que pensaba en lo que había hecho con Yovany. Lo veía y se me erizaba la piel; Lo miraba con deseo y al mismo tiempo con odio. Era un sentimiento inexplicable, quería estar solo pero no podía sepárame de él y cuando no lo tenía a mi lado lo deseaba con ansias, en la siguiente semana no paraba de recorrer en mi mente ese inusual encuentro que le dio un vuelco a mi vida para siempre. Me excitaba la idea de sus caricias, su delicioso cuerpo y su peso encima de mí. Su hueco caliente y estrecho, sus movimientos de cadera. Luego me consumía el reproche y la angustia de tener esos pensamientos hacia otro hombre. Yo no me atrevía a buscarlo y yo sabía que él tampoco me iba a buscar a mí. Aunque yo secretamente deseaba que volviera a seducirme.

Era martes y mientras él conducía hacia la playa temprano en la mañana yo le torturaba con mis lamentos una y otra vez.

-Es que no me puedo explicar cómo caí en tu trampa, soy un estúpido. Yo siempre fui un tipo macho, yo nunca tuve un desliz, yo siempre andaba con una jevita distinta.

-Oye chico, no me jodas más coño que a mí no me cabe la menor duda de que eres todo un machazo, ¿y mujeriego? eso era en Cuba, tú sabes que, en este país, si no tienes carro y billete para sacarlas a fiestas eres out por regla, (sonrió con malicia), así que aprende a disfrutar la vida.

Tú pensarás que no, pero hay pocos hombres que han disfrutado conmigo como lo hiciste tú esa noche. Ya, no te tortures más decía él, ya hace una semana que pasó aquello, y todavía sigues con la misma cantaleta. De verdad me estoy cansando de oír lo mismo casi todos los días. Me clavó esa mirada verde retorcida y fría y sentí pena, frustración y odio a mí mismo por el lio en que me había metido.

Todo es culpa tuya le dije sin tapujos, dos lágrimas inesperadas brotaron de mis ojos. Las sequé rápidamente para que no se diera cuenta y entonces entre la confusión, alcancé a oír que me decía con voz burlona: y eso que no te partí el culo o aquella noche; Ganas no me faltaron. Sin esperarlo me entro un fuerte calor por dentro y le grité: ¡Si me lo hubieras partido ya te hubiera matado como un perro, ¡maricón!

Me mordí los labios y volví a llorar. Disculpa, le dije, no quise ofenderte. Hizo ese silencio típico de su personalidad. Y acto seguido me dijo: A mí me siguen gustando las mujeres, ¿a ti no? Parqueó el carro y me pregunto con cara seria: ¿Ya se te paso la rabieta?, Si, le dije apenado, bueno entonces que sea la última vez en tu vida que me vuelvas a decir maricón ¡Porque te voy a partir la vida! e hizo un gesto agresivo con la cara y las manos. Me quedé mudo porque, aunque conocía su carácter de veras, no me esperaba esa reacción; me había sumido en el pensamiento de que los maricones son delicados llorones y amanerados; cosa que siempre aprendí con la crianza machista cubana. ¿Tienes algo más que agregar? Ya salíamos del carro. No, le dije y me paré frente a él, le miré fijamente a la cara y con tono de seriedad y respeto le dije: Te prometo que voy a superar esto, voy a cambiar mi actitud ante todo lo que estoy pasando. Así me gusta... me respondió mientras miraba mi cara roja por la vergüenza, me echó un brazo encima y dijo: Mejor corremos un rato y así nos relajamos, olvídate que aquí no ha pasado nada, y echó a andar.

Le seguí detrás, investigando el terreno porque para mí era un lugar desconocido. Eran caminos de uva caleta donde de vez en cuando se veía algún que otro claro con huellas de lo que parecían lugares para acampar o asar carne a la parrilla el fin de semana. Después de 25 minutos de trote ininterrumpido llegamos jadeando a un puentecito de madera y ahí hicimos un alto, ya el sol nos regalaba sus mejores rayos de la mañana y la cara de mi compañero estaba bien roja, su frente coronada de sudor y sus ojos al contacto con el sol se veían más verdes y brillantes que nunca.

Su torso desnudo dejaba ver sus pezones rosados y su musculoso pecho, lleno de hermosos vellos que parecían filamentos de oro al contacto con la luz.

Lucía un short de playa blanco que contrastaba perfectamente con aquella dorada piel y sus musculosas piernas, también llenas de escasos, pero dorados vellos. Entonces miré el paisaje, que, a sus espaldas, era una invitación con el agua transparente y la playa desierta. Nos salvamos del inventario, le dije, a lo que señaló él: si hubieras tenido carro propio, hubieras tenido que trabajar hoy, así, que me debes una. Nos dirigimos hasta una solitaria y apartada caseta en medio de las uvas caletas donde se podía sentir el fresco de los árboles, el canto de los pájaros y una sombra deliciosa que invitaba a recostarse. Yo sentía un cosquilleo raro por todo el cuerpo y sin dame cuenta comencé a temblar, sin dejar de mirar su cuerpo ni un solo instante; en realidad, me gustó lo que habíamos hecho aquella noche y miraba con deseo sus piernas, sus musculosos brazos, su piel imberbe en algunos lugares, recordé aquella noche loca en que nos revolcamos apasionadamente entre sus sábanas, entonces acaricié con mi morbosa mirada cada ápice de su cuerpo, reparando bien en su minúscula cintura y sus empinadas nalgas, su ombligo mostraba un hilillo de pelos que se perdía en el cordón del moderno y único atuendo que llevaba .Entonces sentí escalofríos y el corazón agitado.

Se acercó a mí y me dijo: Te noto nervioso, ¿estás bien? Nos quedamos mirándonos por unos segundos con lujuria, se sentó encima de mi a horcajadas, rodeando mi cintura con sus piernas, dejando su desnudo pecho delante de mi cara a merced de mi lengua que jugueteaba con sus tetillas que, por el sudor y el aire marino, tenían un sabor salado; Sus brazos me gustaban más ahora, así sudados y medio grasientos, huelo mal, me dijo, e intentó separarse a lo que yo respondí, hueles a hombre y lo apreté contra mí para poder respirar profundamente el aroma varonil que desprendía y comenzaba extrañamente a gustarme. Mejor nos separamos que nos pueden ver, le dije aun medio nervioso y lo ayudé a incorporarse. Descuida que aquí casi nadie viene a esta hora contestó él.

-¿Cuál es la historia del Loco y Tamal?

Que ingenuo eres Javier y se echó a reír, esos dos andan juntos desde que yo me acuerdo, ellos no son mejores amigos son mejores amantes me dijo con picardía.

¿Y cómo tú lo sabes?, pregunté atónito. ¿Nunca te has puesto a pensar, como siendo de otro barrio los conozco y somos amigos? Bueno… titubeé un poco… por la lucha libre y me rasqué la cabeza para que mi cerebro pensara más rápido. No podía creer que mis pensamientos fueran tan ciertos. Entonces hice el comentario esperado, Ramón es un depravado, le dije, y Yovany asintió con la cabeza. ¡Quién lo iba a decir!, todo un hombre de familia con dos hijos. Es un gozón me comentó, mientras sus ojos picaros brillaron como gemas. Nos referíamos obviamente a Ramon, el padre de Julio que había sido el entrenador de Yovany, Vicente y Pedrito. Entonces comenzó Yovany a relatar… Nos dejaba después de clases fingiendo que necesitábamos más entrenamiento y nos provocaba muy inteligentemente hasta que uno a uno fuimos cayendo. Recuerdo que me decía, no le tengas compasión a tu contrario y agárralo por donde puedas y me hacía agarrarlo por los testículos o por las nalgas, luego me ponía la pinga medio erecta en la cara y me la restregaba, me decía que le hiciera lo mismo a él, pero no a mis compañeros, fue cuando entendí sus intenciones conmigo. Yo siempre supe que no era el único porque, como te dije nos turnaba y ahí fue cuando supe que también jugaba con Pedrito y Vicente.

Un día, Ramon tuvo que salir de emergencia y me pidió de favor que cerrara el Gimnasio, ya tarde, me dirigí a las duchas y cuál no sería mi sorpresa al encontrar a Pedrito y Vicente y desnudos debajo del chorro de agua y acariciándose apasionadamente, me miraron y quedaron sin saber que hacer. Ahí descubriste todo, le dije; Espera que hay más, me interrumpió él, y siguió contándome. Entonces yo, que para ese entonces no era nada santo les dije: ¿Que hubieran hecho ustedes si hubiera sido el profe el que hubiese entrado? a lo que respondió "El loco" a ese es al que estábamos esperando hasta que apareciste tu a joder la cosa. Bueno pues háganse la idea de que yo soy el profesor y hagan lo que quieran que yo voy a mirar. De veras me había excitado mucho ver a mis dos compañeros y cuando reaccioné, ya los tenía delante de mí y vi cómo se pasaban la lengua por todas las partes del cuerpo y como se toqueteaban y se metían el dedo el en culo mutuamente, era la primera vez que veía todo aquello, y a mi escasa edad sexual, yo todavía no conocía lo que era tanto morbo, se besaban en los labios, jugaban con sus tetillas, se acariciaban el cuello, la espalda, se lamian hasta los vellos de las axilas y fue entonces cuando me senté en un banco justo en frente de ellos y comencé a hacerme una tremenda paja y mostrarles mi interés por lo que hacían. En fin de cuentas era yo quien les había pedido la demostración. Cuando me vieron, se acercaron a mí y se arrodillaron para mamarme la pinga, cada cual esperaba su turno para mostrarme lo que según me dijeron, les había enseñado el profesor, hasta que yo no aguanté más y les eché toda la leche en la cara y la boca. Fue mi primera vez en casi todo, y eso aumentó mi curiosidad .Después de aquello, fue cuando puse más interés para "aprender" con Ramon, y todo lo demás que tú ya sabes, aunque de vez en cuando me dejaba solo con ellos dos para que me “enseñaran" más cosas. Ya no me invitan como antes, dijo en tono de nostalgia y calló al advertir mi presencia. De hecho, más nunca hemos hecho nada desde que vinimos para acá, se excusó.

Mis oídos, en verdad no podían dar crédito a todo lo que oían, sin embargo, mi bulto revelaba lo contrario. Me paré a estirar las piernas disimuladamente y me acerqué a Yovany dejando la abultada portañuela de mi short frente a su cara. Estas cumpliendo tu promesa bien rápido, me dijo, mientras trataba de meterse el bulto con todo y tela en la boca. Acarició mis nalgas y restregó su cara contra todo lo que yo le brindaba, metió su lengua en mi ombligo y luego jugueteó un rato con mi abdomen, sin dejar de sobarme la pinga ni un solo momento.

Con sus manos iba acariciando mis muslos, mi cintura y mis nalgas otra vez; Bajó de un solo tirón mis shorts que no tenían más soporte que un elástico. Mi pinga dura como un tronco, salió disparada como resorte. Entonces, comenzó a chupar con delicadez mi prepucio reparando suavemente en la parte de su unión con el resto, a lo que yo respondí con un gemido de placer; Siguió acariciando mis nalgas a lo que yo no puse reparo, mientras su lengua jugueteaba con el tronco de mi pinga que no dejaba de latir ni un solo momento. Aproveché un instante de comodidad para desabrochar su portañuela y sentir su pinga toda mojada, caliente, deliciosa y salvaje. Eso me provocó tal excitación que sentí inmensos deseos de probar qué se sentiría del lado contrario. Ahora me toca a mí, déjame probar, le dije, y sus ojos se abrieron como los de un búho, su cara adopto la expresión de asombro más tierna que haya visto yo en mi vida. Me agaché, y sin dudarlo mucho y comencé a chupar su rosada punta e imitar todos sus movimientos, era la primera vez en mi vida que probaba aquel sabor raro, delicioso e indescriptible para mí, cosa que en realidad, no pude disfrutar por mucho tiempo porque segundos después me retiró la cabeza con fuerza para soltar más de tres chorros de una leche super aguada y caliente, corrí a lamer lo poco que chorreaba de su punta, mientras Yovany se retorcía y yo me pajeaba para soltar casi la misma cantidad de leche que él. Me besó como se besa a un verdadero amor y me sostuvo por largo rato en sus brazos. Sentí una paz que hacía tiempo no sentía y nos quedamos así, quien sabe si segundos o minutos sin decirnos ni una sola palabra.

Cuando por fin logramos recuperarnos del todo decidimos darnos un refrescante chapuzón, en fin, a eso habíamos ido a la playa. Noté como el silencio y la tensión reinaron por unos minutos en el ambiente; Entonces pregunté entre zambullidas: ¿Cómo estuve? Se me quedó mirando fijamente entre confundido y asombrado y por fin respondió: No pensé que quisieras hacer comentarios luego de lo que pasó, pero ya que me tocas el tema, debo admitir que no me esperaba que llegaras a tanto, tan rápido. Eso me excitó sobremanera, por eso fue por lo que me vine tan pronto. Y te digo, que lo poco que te dejé hacer, lo hiciste muy bien. Me sentí satisfecho y alegre, me sentí orgulloso de mí mismo, al fin y al cabo, si ninguna chica antes tuvo quejas de mí como amante ningún hombre debía tenerlas tampoco. Liberada la tensión me le acerqué y le abracé la cintura con mis dos piernas y le dije: La venganza es dulce, tú serás muy bueno en Lucha Libre, pero a mí ni los delfines me alcanzan nadando. Exagerado, balbuceó mientras se preparaba para la derrota.

¿Habrá superado Javier sus temores y confusiones?

Próximamente alguien visita a los chicos en su apartamento y la pasan muy bien.

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