Una noche de copitas, un chico que conocíamos de bastante tiempo, y que siempre que estamos cerca de él no paraba de mirar a mi mujer con cara de deseos, vamos que se la come con la mirada, y también veo que a mi mujer le gusta. Aproveché que estábamos calentitos, besándola en la mejilla le dije “eres capaz de follártelo, ¿Te gustaría?”.
Ella se quedó un rato en silencio, tomó un sorbo de su copa, acercó sus labios a mi oído y me pidió que metiera la mano bajo su falda, estaba chorreando piernas abajo…
-Sabes que lo haría –dijo.
-Bien pues hoy es tu noche puedes hacerlo -le dije.
-¿En serio me dejarías?
-Si con una condición, trae su leche en tu coño, y que no se te salga, después te diré para qué.
Ella se dirigió a él hablaron un rato muy insinuante, los dos me miraron y salieran del local.
Yo seguí allí, tomé una copa más, pero mi polla no se bajaba solo de pensar que estarían haciendo, después de un tiempo prudencial, ella entró como apretando las piernas, “vamos” me dijo. Fuimos al apartamento, ella se echó en la cama muy excitada y me dijo “quiero más”.
Yo abrí sus piernas y observé como la leche salía, me acerqué y con mi lengua empecé a refregar la leche por su clítoris y toda su rajita de arriba abajo e introduciéndosela, ella se corría una y otra vez, se retorcía, gemía hasta que no pudo más y me dijo “por favor fóllame”.
Mi polla era tan dura y gorda que creí que no era mía, estaba muy húmeda y caliente, rebozaba, me encantaba aquella sensación, lo hicimos con una intensidad, que cuando terminamos ni siquiera dijimos nada.
Al otro día, bueno os lo cuento en otro relato.