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Claudia, una verdadera zorra

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Todo este relato pasó en más o menos dos horas. Aquella tarde de verano en un viernes, había quedado con mi agente de seguros llegar a su casa a firmar algunas pólizas, pues era para mi más conveniente ir a su casa que estaba en camino a la mía que ir al otro lado de la ciudad a su oficina. Tocando el timbre de su casa estaba cuando recibo la llamada de mi agente diciendo que llegara unos minutos más tarde, pues ha tenido un percance automovilístico y está esperando a que la policía haga el reporte. Me hace saber que su esposa está en casa y que ella es sabedora de mi visita.

Terminando la plática con mi agente estaba, cuando veo que se aparece esta mujer a un costado de la casa vistiendo solo un sostén de baño, una especie de falda semitransparente hecha de esa tela que usan para las bufandas. Se le miraba como minifalda y sus pies los llevaba descalzos y se podía apreciar que cuidaba muy bien de sus pies y cuerpo. Se presentó con el nombre de Claudia y me explicaba que era más rápido llegar a la puerta por el costado que subir los escalones a través de la casa. Era una casa bastante grande de bonitos jardines y una amplia piscina y de hecho esta chica de nombre Claudia me hablaba de que cuando su esposo le habló para hacerle saber que llegaría, ella estaba nadando, mitigando el calor del verano.

Llegamos a la parte superior del patio trasero donde se puede apreciar un quiosco octagonal de buen tamaño y donde hay una pequeña cantina, con sillas de diferentes tamaños y unas hamacas extendidas. Esta chica de nombre Claudia a quien le calculaba mi misma edad de unos 37 años, me ofrece algo de tomar y entre la selección que me da le acepto una cerveza. Ella camina hacia la pequeña cantina, mientras yo me quedo parado en contra de un estante con mi típica vestimenta de ejecutivo, pero sin mi chaleco el cual había dejado en mi coche. Claudia se aleja y mientras camina y mueve ese suculento trasero se va quitando ese trapo que parece minifalda y me quedo viendo el espectáculo que me permite ver ese bikini brasilero, cuya parte trasera se le hunde en las suculentas nalgas de esta sensual mujer. Lo primero que pensé, era que lo había hecho a propósito, que me quería mostrar lo que tenía.

Era un trasero de caderas anchas y redondo y una buena pronunciada cintura. En uno de sus muslos tenía un tatuaje como de jeroglíficos y lo que me sorprendió con el accionar de esta chica fue cuando me volteó a ver con una mirada picara como asegurándose que mi mirada estaba en el vaivén de su trasero. No se equivocaba, mi vista estaba directa a ese tremendo culo y solo me pasó por la cabeza de cómo lo movería en la cama y el gran polvo que se echaba mi agente de seguros a quien apenas había conocido días antes.

Debo decir que Claudia así sin maquillaje no parecía ser una chica bonita de rostro, pero tampoco podría decir era fea. Su cabello era largo y en ese momento se había hecho una cola. Sus pechos eran proporcionales a su curvilíneo cuerpo y ese sostén de baño de un color verde y blanco a cuadros debería de ser de una copa D. Bien se le podía hacer fácilmente una rusa a esta mujer. Su bikini brasilero era también del mismo color y apenas le cubría su sexo y cuando regresaba, podía ver como ese bikini se le hundía y le hacía una raya hacia abajo. No se habrá tardado más de dos minutos en traer una cerveza, pero en ese tiempo mi mente había procesado varias fantasías de cómo follaría aquella mujer y por qué se había removido aquella tela que parecía falda… ¿acaso intentaba provocarme?

Si lo intentaba o no, salía sobrando, pues la verdad que mi pene reaccionó en una potente erección que fue más que obvia, pues llevaba de esos pantalones de seda un tanto sueltos y mis típicos bóxer y de seguro Claudia me había visto el bulto pues me dio una sonrisa como diciendo: -Te he excitado. Claudia quizá medía sin zapatos 1:60 y yo con zapatos 1:88 y en esa posición reclinado a ese estante no tenía que hacer mucho esfuerzo para clavar su vista al bulto comprimido de mi falo. Me dio la cerveza y sin disimular bajó la vista a mi bulto como para confirmarme que ya me lo había visto y que me había excitado. No se alejó mucho de mi y con una sonrisa chocamos las botellas en forma de brindis y dimos un pequeño sorbo y esta mujer después de saborear la cerveza con sus labios se saboreó sus labios coquetamente. La verdad que su accionar me había puesto algo incómodo y solo se me ocurrió decirle:

- ¡Que bien cae una cerveza bien fría para calmar el calor! -le dije.

- Yo… la verdad necesito más que una cerveza fría para calmar el calor que siento… y veo que tu tienes un hermoso instrumento que fácilmente me lo quitaría. – y Claudia me había puesto su mano tomando mi falo comprimido.

Desde ese punto esta mujer tomó la iniciativa y sentí la presión y la excitación de lo prohibido. Me bajó el cierre del pantalón sin desabotonármelo y me sacó la verga por una de las mangas de mi bóxer. Solo escuché que dijo: ¡Tienes una linda pinga! – o algo así. Agachada comenzó a darme una mamada a lo que me había sacado del pantalón y yo desde arriba miraba ese panorama de sus nalgas desde ese ángulo. Me chupaba la verga divinamente y de vez en cuando tomaba un trago de cerveza y sentía ese frío de su boca que luego cambiaba rápidamente al calor corporal y esa sensación era realmente muy rica. En ese momento solo se me ocurrió decirle:

- Tu marido puede llegar en cualquier momento.

- No te preocupes, conozco muy bien el ruido de su auto y cuando se abre la puerta del guardacoches.

Con los minutos y quizá pasaron unos cinco, se incorporó y me tomó de la mano y me guió a unas sillas también que estaban cerca de un mostrador e intuí que quería que le follara la conchita. Ella se sentó y solo se hizo de lado su bikini y pude ver su panocha húmeda y brillosa y yo me acomodé el falo para meterle cada uno de mis 22 centímetros. Nuevamente Claudia había exclamado: ¡Que pingota más hermosa tienes… Clávemela… quiero sentir ese pedazote de carne que tienes. – Desde un principio se la hundí toda y comencé a darle con todas mis ganas a esa conchita. Sabía que le podía dar con ganas hasta hacerla correr, pues una noche antes le había dejado ir tres palos a una linda chica a quien le di en todos los hoyos posible y no contenía esa presión de otros días.

Se oía ese chasquido de mi verga entrando y saliendo y Claudia se había bajado las copas de su sostén sin quitárselo y con una mano se tomaba uno de sus pezones y con la otra se masturbaba el clítoris. Con los minutos me pidió que le diera de perrito y se acomodó en una banca con colchón y de nuevo sin quitarle su bikini brasilero se lo hice de lado y le comencé a dar y a la vez con mi pulgar comencé a sobarle el ojete al punto que untaba mis dedos de sus jugos vaginales y comencé a meterle los dedos en el culo. Esto le gustaba tanto que me lo pedía diciendo: -Así… así… dame así cariño… que rico coges. – Ella movía armoniosamente esas caderas y de repente explotó con un orgasmo que tuvo que morderse los dedos y la mano para no gritar del placer. Le di hasta que su orgasmo había pasado y luego en la misma posición le puse mi glande en el orto y ella solo me dijo: -Si te quieres correr en mi culo, hazlo pronto… no tenemos mucho tiempo.

Le comencé a meter mi glande y Claudia no sé si gemía de dolor o placer, aunque creo que eran ambas sensaciones. Su culo lo tenía ya dilatado que el proceso de penetrarlo no fue tan difícil y por supuesto creo que para esta mujer con semejante trasero, aquello que le follara el culo parecía ser algo rutinario. Comencé con unos embates frenéticos queriendo encontrar el paraíso pues tenía esa presión que en cualquier momento esto debería de parar, pero las corridas de la noche anterior como que hacían mella al deseo, pero los gemidos profusos de Claudia me encaminaron a esa senda pues esta mujer se estaba corriendo nuevamente después de algunos cinco minutos de estarle follando el culo. Ella me lo dijo de esta manera: -Antonio, me corro, me corro… hay Dios mío, que rica verga tienes…uh…

En ese momento que Claudia se corría mi huevos se fruncieron y le expulsaron mi corrida. Mientras mi verga se comprimía adentro de ese suculento culo, Claudia solo me decía: - ¡Que rico me hiciste acabar… tienes una pinga que siento que me has abierto bien el culo… siempre quise sentir una verga así de ese tamaño! – Claudia se incorporó y se fue a los baños cerca del quiosco a limpiarse y luego pasé yo a lavarme la verga pues ahora olía al culo de esta mujer. Cuando salí del baño Claudia ya tenía una bata de baño y me tenía otra cerveza. Todo el resto de la plática fue alrededor de la follada que nos habíamos dado y me pidió mi teléfono porque aquello lo teníamos que repetir. Por curiosidad le pregunté:

- ¿Ya antes le habías puesto el cuerno a tu marido?

- La verdad que no. Admito lo había pensado pero nunca me había atrevido pues nunca se me dio esa oportunidad. La verdad que tú eres una tentación y tienes esa herramienta que desde que vi tu bulto, ya no me pude controlar y caí. Créeme que caería todas las veces… eres un hombre muy guapo.

Pasamos hablando como media hora más y luego escuchamos el auto llegar. Ella lo recibió con un beso en la boca, boca que minutos antes estaba mamando mi verga. Nos tomamos una cerveza más con el marido de Claudia para luego firmar las nuevas pólizas y luego el me ofreció unos bocadillos que había traído y que tuve que rechazar pues no me sentía bien estar departiendo con él cuando minutos antes me acaba de follar a su mujer. Fue irónico lo que él me ofreció de bocadillos y lo que yo pensé en ese momento:

- Antonio… quédese a cenar con nosotros… traje una colas de langosta empanizadas.

- La verdad me basta con la cola de su mujer y a la cual me acabo de follar.

Lo último solo lo pensé, y me despedí dando la excusa que tenia otro compromiso. Con Claudia seguimos follando por un tiempo, pues esta mujer se había vuelto adicta a coger en ese ambiente de lo prohibido. La verdad que era incansable para coger y esta mujer era literalmente una zorra… una verdadera zorra.

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