Papá era y es un cinéfilo. Aún hoy suele ir frecuentemente al cine. Cuando mi hermano mayor y yo éramos niños y adolescentes, íbamos al cine en familia, con mamá y con él. Al cine del barrio, enorme y viejo, pero razonablemente bien cuidado. En esos años aún no existían los multicines.
Cuando fuimos creciendo se fue perdiendo la costumbre de ir al cine en familia. Mi hermano y yo, ya en la universidad, teníamos otras preferencias. Luego mi hermano dejó la casa y las visitas al cine se hicieron más intermitentes. Papá y mamá usualmente iban juntos. A veces los acompañaba. Yo prefería salir con mis amigas de universidad antes que ir al cine con ellos.
Un jueves por la tarde. Estaba de vacaciones en la Universidad y mi papá estaba en casa. Le dijo a mamá para ir al cine y ella no quiso. Luego me dijo a mi y como no tenía nada que hacer, acepté. La noche anterior, aprovechando que mamá había ido a una reunión de la parroquia, habíamos tenido una muy buena noche de sexo y había tenido varios orgasmos. En ese momento pensaba en cualquier cosa menos en tener sexo.
Le dije que iría tal como estaba vestida. Una falda corta y una blusa ligera. No tenía ganas de acicalarme. Me dijo que estaba bien. Igual el iría en short y polo. Era verano y el calor estaba jodido. Salimos de casa, caminamos hacia el cine que quedaba más cerca. Todo el camino conversamos de trivialidades, de la universidad, de su trabajo, de los vecinos, algunas bromas sobre mamá, de todo menos de sexo. Después de la noche anterior, ambos estábamos muy satisfechos y sin mayor libido por satisfacer.
Llegamos unos 5 minutos antes que empiece la película. Como era costumbre de papá, nos sentamos unas tres o cuatro filas antes de la última, al centro. Él siempre decía que era el lugar ideal para apreciar completamente las películas. Mi esposo, que también es cinéfilo, tiene la misma preferencia. Ambos coinciden en eso y en que detestan ver cine en televisión. Para ellos, no es cine. Pero bueno, es otro rollo.
Al sentarnos nos dimos cuenta que había muy poco público. Quizás unas 15 personas más, todos ellos sentados delante nuestro. Nadie se había sentado en las filas de atrás. Luego que nos instalamos en las butacas, habrán entrado unas 20 personas más, pero todos se sentaron más adelante. El cine estaba semivacío. Jueves por la tarde, con precio de fin de semana, una función poco atractiva.
El darme cuenta que estábamos casi solos en la sala, sin nadie que pudiera vernos, me empezó a poner caliente. Me di cuenta rápidamente que mi papá también se puso inquieto. Ni bien empezó la función, puso su mano sobre mi muslo. Sentí su fuerte presión y a la vez, sus gruesos dedos acariciándome.
Lo vi mirar alrededor de nosotros y hacia atrás. Confirmó lo que ya sabíamos, no había nadie cerca. Su mano empezó a subir por mi muslo y sentí su presión sobre mi tanga. Comencé a humedecerme, el momento era muy caliente y sin decirnos nada ambos sabíamos que iríamos a todo.
Sin que me lo pida, me saqué la tanga. La cogió, la olisqueó y luego la guardó en uno de los bolsillos de su short. Desabrochó su short y se lo bajó un poco. Sacó su pene de su calzoncillo. Comenzó a acariciar mi vagina y yo a jugar con su pene. En instantes lo tenía duro, enorme como me gustaba y yo estaba húmeda, remojando sus dedos.
Sacó sus dedos y me los hizo chupar, sentir mi propio sabor fue muy estimulante y tras terminar de limpiar sus dedos, me acomodé y empecé a chupársela. Mi papá tenía el pene muy duro, podría jurar que más duro que lo normal. Supongo el morbo de hacerlo allí en su lugar sagrado, su cine, donde tantas veces, por tantos años, habíamos ido como familia.
Me acomodé sobre la butaca y mientras seguía chupándole el pene, comenzó a masturbarme con dos dedos, luego con tres y finalmente con dos en mi vagina y uno en mi culito. Tuve un primer orgasmo con sus tres dedos dentro, delante y detrás, y su pene en mi boca. Fue intenso y me recorrió toda la espalda. No sacó sus dedos y seguí disfrutándolo. Unos minutos después me llego otro orgasmo que me agotó completamente.
Le pedí que me saque sus dedos y me acomodé en la butaca. Necesitaba respirar y reposar bien. La posición era algo incómoda, pero demasiado excitante. Por varios minutos solo acaricié su pene y el miraba la película.
Empecé a calentarme de nuevo y me acomodé para volver a chupársela. Lo hice un momento breve y me susurró que quería penetrarme. Me levanté y con cautela me acomodé delante de él. Había un espacio amplio entre las filas de butacas y entré cómodamente. Un poco me senté sobre él y un poco me recliné sobre la butaca de adelante. Sentí como despacito, muy despacito me iba llenando la vagina con ese pene grueso y largo que adoraba y que sigue siendo de los mejores que he probado.
Cuando sentí que la tenía toda adentro, comencé a moverme suavemente, sin prisas. Sólo como si todo mi vientre bailara sobre su pene dentro mío. Su verga era el eje alrededor del cual mis nalgas danzaban. El orgasmo llegó lentamente y se demoró una eternidad en dejarme. Creo hasta ahora que ha sido el orgasmo más largo de mi vida. Cuando me calmé, la sacó y con el mismo cuidado me la introdujo en mi culito.
Volví a llegar antes de tenerla toda dentro. Un orgasmo que me hizo sudar como una cerda en verano. Papá llegó también. Nos quedamos quietos y sentí como su pene dejaba de estar tieso y volvía reposar, saliendo despacito de mi culo.
Me senté a su lado y me quedé dormida. Me despertó cuando terminó la película. Volvimos a casa y ya dentro de ella recordé que mi tanga estaba en su bolsillo. Mamá estaba en la cocina. Y él había entrado a saludarla. Yo fui a mi cuarto. Estaba muy nerviosa. Al rato sin entrar a mi habitación, me tiró la tanga por la puerta. Me la puse y una media hora después salí a cenar con él y con mamá.