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Confianza perdida

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Sábado por la mañana. 

Hoy debía cumplirse un año juntos, pensó con algo parecido a la nostalgia mientras una lágrima resbaló por su mejilla. Atrás quedaron los días felices, aquellos donde una palabra bastaba para hacer el día, donde una caricia reconfortaba y la mínima atención fortalecía la relación; ya no más, recordó con tristeza.

Se levantó de cama encaminándose a la cocina, su rutina diaria estos últimos días. Preparó café, no necesitaba más; tomó asiento en el diván que daba a la ventana y, antes de iniciar lo que consideraba una obligación, observó por un momento el triste día de invierno.

Abrió su portátil, suspiró y comenzó a escribir; prefirió hacerlo así para no omitir nada, quería que supiera la versión completa, al menos la suya.

*****

-Permíteme -mencionó al abrirle la puerta del auto.

-No deberías molestarte tanto -respondió.

Subió al auto y, antes de encaminarse, fijó su mirada en ella. Recordó los mejores momentos que pasaron juntos, la situación que los separó y la que, ahora, los había vuelto a unir. Acomodó la fina pañoleta que ceñía su cabeza antes de recorrer con delicadeza su blanco rostro, se acercó lentamente dando un beso a su mejilla.

-Esto no está bien -dijo bajando la mirada- no deberías engañarla.

-Lo sé -respondió alejándose de ella- es solo que no puedo dejarte.

No respondió, cubrió su rostro con sus manos mientras un fluido llanto hizo presa de ella. ¿Cómo fue que llegó a esto?, ¿Por qué tuvo que ser precisamente él?, pensó; conocía la respuesta pero esta no le satisfacía, sabía que lo necesitaba con ella, pero no por eso dejaba de dolerle.

-Vamos a casa -dijo sacándola de su ensoñación- te voy a preparar algo delicioso antes de llevarte a la cama…

*****

-¡Dani! -gritó su nombre al verla salir.

-¡Jona! -respondió- ¿qué haces aquí?

-Necesito hablar contigo, es urgente.

-Ahora no puedo -dijo apurada- pero que te parece por la tarde en el café.

-¿Está bien para ti a las seis? -preguntó con aprehensión.

-Si Jona -respondió volviendo a tomar su camino- ahí te veo.

-Dani -mencionó al verla partir- no faltes.

*****

Le observó llegar, vio con una mezcla de resignación y alegría cómo estacionó y se encaminó con rapidez hacia su puerta; escuchó cuando la abrió y su pesado andar al subir las escaleras con dirección a su recámara; le vio y el llanto la invadió. Se fundieron en un abrazo apenas cruzó este el umbral, ¡qué bien se sentía en sus brazos!, ¡qué falta le hacía cuando no estaba con ella!; después de segundos que parecieron horas pudieron separarse aunque continuaron sujetos de sus manos.

-No puedes seguir así -le dijo- ¡debes decírselo!

-¿Decírselo? -respondió- ¿qué quieres que le diga?, ¿qué sigo viéndote después de lo que pasó?; No, al menos no por ahora.

-Tarde o temprano se va a enterar y mejor que sea por ti y no por alguien más.

-Lo sé -dijo bajando la vista- sé que tienes razón, tal vez solo sea el temor por dejar de verte.

-Al final es lo que ocurrirá -mencionó con una profunda tristeza- tu lugar está con ella.

*****

-No sé cómo decírtelo -dijo apenas la saludó- pero siempre nos hemos hablado con la verdad y no podía dejar pasar por alto esto que sé.

-No entiendo Jona -le respondió con una sincera expresión de incertidumbre- ¿qué es eso tan importante que te es difícil decirme?

-Santiago te engaña.

-¿Cómo dices? -preguntó tratando de entender lo que escuchó.

-Hace unos días lo vi con una mujer en su auto, estacioné tras él en el momento que le hacía una caricia y le daba un beso; mira -dijo esto al acercar su teléfono con la fotografía que había tomado.

-No, no puede ser -dijo mientras un temblor hacia presa de ella- ¡es Isabel!

-¿La conoces?

-Es su exesposa -respondió tratando de contener las lágrimas- se divorciaron porque le fue infiel y prometió nunca volver a verla.

-No sé qué decirte entonces, tal vez…

-Tal vez no era él -mencionó con esperanza, tratando con esto de justificarlo- era alguien parecido y lo confundiste, ¡eso es!

-No Dani -dijo muy serio- era él, lo seguí y pude tomar estas fotos entrando en ese lugar.

Mostró de nuevo las fotografías donde con claridad se le veía tomándola del brazo mientras entraban a su casa, casa que conocía porque perteneció a él antes de la separación de bienes.

-Esta última la tomé hace una horas -dijo mostrándole el abrazo entre ellos a la puerta de la casa- quería asegurarme antes de venir contigo.

Lloró, lo hizo como nunca antes lo había hecho por alguien; ¿por qué lo hizo?, ¿qué le faltaba con ella?, pensó; ¿acaso no estuvo con él después de su separación?, ¿no fue ella quien lo vio sufrir y lo alentó a seguir adelante? Tenía muchas preguntas y ninguna respuesta. Quería estar sola, sufrir en solitario el dolor que carcomía su alma. Con esto en mente se despidió sin tomar en cuenta lo que le decía, dio media vuelta y tomó rumbo a la salida.

*****

-¿Isabel? -preguntó al atender la llamada.

-Perdona que te llame, solo quería escucharte antes de dormir.

-¿Quieres que vaya? -pidió más que preguntó.

-No -dijo- quedamos en no volver a vernos, tomémoslo como una despedida.

-Nunca quise que terminará así -dijo con un dolor en el pecho- sabes que no.

-Lo sé, yo también lamento el haberte traicionado cuando estuvimos juntos; todo sería muy distinto ahora. Siempre vas a estar en mi corazón, ¡te quiero mucho!

No pudo seguir escuchando, cada palabra le lastimaba en el alma; sabía que tenía la razón al decir que no podían seguir juntos, pero no se resignaba a perderla; no de esta manera.

*****

Se despertó y, somnolienta, volvió a pensar en él, en lo que le hizo; lo que al inicio fue dolor ahora era odio, se sintió traicionada en el amor que le profesaba y que él no tuvo la decencia de cuidar y, ¿con quién?, ¿con ella?, ¿la que lo engaño e hizo sufrir?; ¡que idiota!.

Escuchó la puerta, había llegado. Se levantó y lo encontró en la sala, su odio incrementó con solo imaginar de donde venía; con determinación fue hacia él.

-¿Me vas a decir de dónde vienes? -preguntó con enojo.

-¿A qué viene esto Daniela? -dijo- ¿qué te pasa?

-¡No estoy para preguntas estúpidas Santiago!, ¡dime de donde carajos vienes!

-¡Y yo no estoy de humor para escuchar tus tonterías! -respondió- ¡déjame en paz!

-¡En paz no puedo estar! -gritó- dime la verdad Santiago, ¿me estas engañando?

Levantó la vista que hasta ese momento había mantenido baja, la vio y la suya destilaba odio; era el momento que tanto temía, pensó; tendría que afrontar las consecuencias por malas que estas fueran. Respiró hondo tratando de calmarse para dar una explicación en el instante mismo que entró una llamada a su teléfono.

-¿Si? -preguntó mientras veía crecer el odio en ella- voy para allá.

-No Santiago -dijo- ¡no sales de aquí hasta que hablemos!

-Ahora no puedo -dijo- pero te prometo que llegando te explico todo.

-Si sales ahora, mejor no vuelvas.

-Me voy -dijo apartándola- y claro que voy a volver para dejar en claro esto, por favor confía en mí.

*****

-¡Un momento! -gritó después de escuchar los golpes en la puerta- ¡deje de golpear!

-¿Dani? -dijo al abrir- ¿qué haces aquí?

-¿Puedo pasar o me vas a dejar afuera?

-Claro, pasa.

Tomó asiento, ¿cómo fue que llegó ahí?, no supo explicárselo; tal vez la inercia o, quizá, el deseo de venganza fue el que jugó en favor de él; no podía saberlo y si llegará a hacerlo tampoco le importaría.

Se abalanzó contra él en el momento que llegó a su lado, se posicionó sobre sus piernas mientras, sin miramientos, rasgó su blusa haciendo saltar por los aires los botones; levantó el corpiño ofreciendo sus tetas tomándolo de su cabeza para besarlo.

-¿Qué te pasa Daniela? -dijo sorprendido- ¿por qué haces esto?

-¡Por Dios Jonathan! -respondió con enojo- me pongo en bandeja y ¿es eso lo primero que se te ocurre decir?, si no es contigo será con el primero que pasé por la calle; ya me da igual.

Cargó con ella a su recámara tirándola a la cama, terminó de desgarrar su ropa mientras, sin delicadeza, dio cuenta de ella lo que restaba de la noche.

*****

Casi llegaba la tarde y no sabía de ella, se preocupó; no atendió ninguna de las llamadas que le hizo, incluso sus amigas no sabían su paradero. A punto estaba de llamar a la estación cuando se apareció por la puerta.

-¿Dónde estabas? -preguntó- tengo horas buscándote.

-¿Qué más te da donde estuve? -respondió- quedó muy claro que ya no te interesa estar conmigo.

-¡Por favor Daniela!, ¡sabes que no es así!; te amo y no sabría qué hacer si algo te pasa.

-¿Me amas tanto como para engañarme con tu ex? -dijo irónica- ¿es así o me equivoco?

No respondió, pensó la manera más sutil de decírselo para tratar de minimizar el golpe; quería, por cualquier medio posible, evitar herir sus sentimientos.

-¿No me contestas? -continuó- no importa, si tú me lo hiciste ¿por qué no habría de hacértelo yo a ti?; ¿quieres saber de dónde vengo?, vengo de estar con otro; ¿qué se siente?, dime, ¿duele?; así me dolió a mi al enterarme.

La impresión le dejó sin habla, por un momento su mente se perdió tratando de hallar una respuesta coherente a lo que oía; el peso de una losa pendía a su espalda por lo que tomó asiento, respiró hondo antes de hablar tratando de hacer a un lado el nudo que sentía en su garganta.

-Estuve con Isabel, es cierto -dijo volviendo a aclarar su garganta- lo he estado haciendo desde hace un par de semanas casi todos los días.

-¡Eres un maldito! -dijo lanzando golpes que él evitó.

-Lo hice -continuó- porque Isabel estaba enferma, tenía cáncer; murió el día de ayer.

Dejó de lanzar golpes sin saber que decir, todo lo fraguado en su mente se vino abajo al saber el motivo de sus encuentros; ¿cómo pudo ser tan estúpida para hacer lo que hizo?, pensó mientras el llanto llegó a su rostro.

-Ella no quería que lo supiera -dijo ahogando sus lágrimas- por lo que me hizo y por no crear un conflicto entre nosotros, me enteré porque entre sus registros estaban aún mis datos y me lo hicieron saber.

-Santi -dijo tocando tímidamente su hombro- perdóname, no lo sabía y lo primero que pensé es…

-¿Qué? -mencionó al quitar su mano de él- ¿qué te engañaba como tu acabas de hacer conmigo?, tengo algo de culpa por ocultártelo, lo sé, sé que debía habértelo dicho y no sabes lo que me arrepiento de no hacerlo; por estúpido que suene lo hice para no herirte, para no herir tus sentimientos después que me ayudaste a olvidarla; jamás, ni en la peor de mis pesadillas llegué a pensar que me hicieras esto, no tú.

-¡Perdóname por favor!, estaba molesta y no sabía lo que hacía.

-Lo peor de todo -dijo con pesar- es que sí lo sabías porque esto, esto que hiciste, fue una venganza; una venganza para hacer el mayor daño posible y ¿sabes qué?, lo lograste; no te imaginas lo que me acabas de hacer, lo que hiciste a nuestra relación.

-¡Santi!, ¡no!; ¡no me dejes! -suplicó al ver que tomaba camino a la salida- ¡ayúdame como te ayudé a ti!

-Tienes razón -dijo deteniéndose en la puerta- te voy a ayudar a olvidarme.

*****

Pasó todo un año, tiempo utilizado en un vano intento de ambos por olvidarse; ella sabía que no podía solicitar el perdón, él sabía que no podía darlo; vivían amándose sin deber hacerlo, extrañándose sin deber pensarlo; todo un sinrazón con motivos.

*****

Caminaba como todas las tardes desde que dejó de verla, lo había hecho un hábito para despejarse de recuerdos; cruzó la vereda flanqueada por árboles y tomó asiento, por un momento, para revisar su correspondencia. Omitió todos excepto uno que llamó su atención, no tanto por no contar con remitente, sino por la frase enmarcada en el:

Esto es para ti, si alguna vez lo lees, créeme cuando te digo que nunca, ni en los peores momentos, dejé de amarte.

Este podría ser el motivo por el cual podríamos rehacer nuestras vidas, pensó; suspiró hondo y, después de un momento, borró el mensaje.

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