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Consecuencias de las videocorridas recibidas

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Como ya conté en mi relato anterior, me volvió a tocar un maratón de amor: primero mi marido: sábado, domingo y despedida el lunes. Como mañanero de despedida para mi marido, le di una mamada tomándome la leche sabrosa que produce y luego me puse la verga en un pezón y le di unos jalones para exprimirla, luego el otro pezón. “¿Quieres tetas con crema?, saben rico”, le ofrecí y, como siempre, no me las mamó, afortunadamente, el bocadillo preparado ya tenía destinatario. Desde el domingo me las llenó de leche y, ahora, yo sólo trataba de dejar los pezones listos para la segunda parte de mi maratón: toda la mañana con mi amante, después de que mi marido se fuera.

Al llegar al departamento de mi amante, me recibió otra vez completamente desnudo. Yo me levanté la blusa y el brasier ofreciéndole las tetas con crema que el saboreó en el trayecto hacia la cama, llevándome cargada. Me quitó la ropa, besándome cada parte que me descubría y, ya encuerada, se puso a lamerme todo el cuerpo. Aunque hoy no traía tanta leche como el lunes anterior, sí traía mucho atole escurrido en las verijas y allí lamió con más deleite antes de acabar con su lengua en mi panocha, metiéndola lo más adentro que le fue posible. Y yo, dándole las venidas que me provocaba con sus chupadas. Sus manos paseaban por mis nalgas y mis chiches y mis manos presionaban su cabeza contra mi pubis, me venía con los viajes de su boca y su nariz en mi panocha, ¡qué ricas venidas!, esta es la razón por la que le pongo cuernos a mi marido. Me dejó descansar un poco y se acomodó para que, ahora yo, mamara su paradísima verga y chupara sus huevos: esto es la razón por la que me tiene como su amante, y yo cumplo mi tarea con gusto. Se vino en mi boca y yo me tomé el segundo biberón del día, los dos de distinto sabor, pero deliciosos ambos.

–¿Usaste esta cama durante la semana? –le pregunté sabiendo que él duerme en su casa y aquí trabaja en este tiempo de pandemia.

–No, la cama te esperó desde el lunes pasado –contestó.

–¿Te cogiste a otra, que no fuera tu esposa? –insistí.

–Sí, también, después de tantos meses, fui a la casa de mi exesposa, quien el martes había dado fin a su confinamiento –confesó y sentí celos.

–Así que al día siguiente de coger conmigo, ¿te fuiste a coger con ella? –pregunté alzando la voz.

–No, yo me la cogí el miércoles, el martes lo acordamos y, como me gusta el atole que hace, ella invitó a uno de sus proveedores de lácteo a pasar la noche a su cama –explicó con desfachatez y yo mostré cara de enojo– ¿Por qué esa cara, putita?, si tú andas de piruja en Internet y recibes unas videocorridas sobre las fotos que yo te tomo. Ya vi los videos que me enviaste de ese tal Luis y que te puso un comentario en tu relato, aclarando que te ha enviado más –precisó.

–Pero lo mío y lo de Luis sólo es virtual… –me defendí– Cuéntame cómo te fue con tu ex.

–Mámamela como en las composiciones de fotos que hiciste a Luis para que él viera cómo te gusta su verga, mientras te cuento –me dijo mostrando su verga flácida y cubierta por el prepucio (sí se parecen mucho) y presionando mi cabeza para que lo hiciera.

Abrí la boca y empecé a chupársela; le metía la punta de la lengua en su pellejo, sin pelársela, para imaginarme la de Luis.

–Llegué a la casa de mi ex unos minutos después que despidió a su querido –empezó a contarme y, no sé si por mis mamadas o por acordarse de las escenas que me platicaba, se le empezó a parar–, la cama estaba húmeda y con mucho vello, muestra del fragor nocturno. Le quité la bata y, encuerada, le pedí que me desvistiera. Cuando tuvo mi verga ante su cara, hizo lo que tú me haces ahora –dijo y me empujó la cabeza para que se me metiera más su verga.

–¿Así? –le pregunté jalándole el escroto y resbalando mis labios en su tronco.

–Sí, ella mama tan rico como tú, mami. Ella empezó de puta como tú: primero tuvo dos vergas, después tres y llegó a las cuatro mientras estuvimos casados. Tu llevas dos reales y una virtual –dijo empezándome a follar por la boca–. Lo bueno de las putas es que uno se las coge cuando quiere y también cuando ellas quieren –me dijo poniéndose en posición de 69 para chuparme la panocha sin dejar de moverse para seguir cogiéndome–. Su panocha sabía a puta muy cogida, ¡así como sabe la tuya! –me decía entre mamada y mamada.

Nos volvimos a venir así. ¡Tercer biberón que me tomé esa mañana!, pero imaginaba que se la mamaba a Luis y, supongo que el imaginaba que le mamaba la panocha a la puta de su exesposa. ¡Ay, Dios, qué vueltas nos da el cerebro!

–Después se ensartó en mí y me cabalgó frenéticamente para que mirara el movimiento de sus grandes chiches con las que ha atrapado a sus parejas –continuó contándome ya venidos y abrazados–. ¡Se veía divina la nena pues aún quedaban restos de la cubana que le hizo a su pareja! Yo extendía mis manos para sentir en mi dorso el paso de sus pezones. Por esas tetas y sus puteces es por lo que sigo cogiéndomela –dijo y siguió contando de ella y su manera de coger.

Me gustó cómo me contó toda la historia, ya que se le volvió a parar la verga entre mis manos recordándola.

–¿Y por qué no te la trajiste aquí para cogértela? –pregunté.

–Ya te dije que ella estaría completamente cogida y sin haberse vestido, mucho menos bañado o arreglado. Es más excitante cogérmela con el aroma del amor que otro le dio en su cama, mover el atole y saborearlo en el lugar de los hechos. Antes sólo lo hacía cuando regresaba cogida a la casa. Era rico lamerle el vello todo pringoso a la peluda y después chacualear dentro de su pepa, no lo niego, pero cogérmela en la cama donde se la acababa de coger otro es más apasionante, es similar a cogerse a una puta muy solicitada cuando al fin llega tu turno y escuchas que ella dice “El que sigue…” –me dijo y pensé que eso no podría hacerlo yo en mi casa para él–. La puta es más disfrutable cuando tiene la entrepierna mojada por las venidas que le escurrieron un poco antes.

–¿La amas todavía? –pregunté dándole unas caricias en los huevos.

–¡Claro que sí!, y ella también a mí, por eso me preparó el atolito la noche anterior. Su pareja ha de haber quedado feliz de que lo exprimieran, aunque no supo el uso que ella le daría a su producto lácteo, ja, ja, ja… –festinó y me quedé pensando en que lo mismo hacía yo con mi marido…

Nos bañamos, me enculo bajo la regadera, a petición mía (¡cómo cambian los gustos!). Nos vestimos entre besos y caricias y me fue a dejar cerca de mi casa. Llegué con una sonrisota de satisfacción y en ese momento recibí la llamada de mi marido.

–¿Cómo estás mamita? –preguntó.

–Bien. Ya me limpié las tetas y lo demás que tenía con tu leche. Gracias por darme tanto amor, me gusta que me dejes bien cogida y regada de leche, que mis piernas y mis nalgas queden pegajosas de semen.

–¿Te bañaste bien? –insistió.

–Sí, ya estoy limpia y esperando tu regreso para volver a coger. Te extraño y apenas han pasado unas horas sin tu verga y menos tiempo sin sentir mi piel con tu leche…

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