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Crónica de una infidelidad

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Aún hoy lo recuerdo con la misma tristeza que lo hice en el momento de dejarla, fue mi primer amor y también el primer desengaño.

Aún hoy, no terminó de reparar lo que ella destruyó.

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Parado en el mostrador, y en espera de ser atendido, recordaba que hacía casi un año decidimos vivir juntos; ¡cómo pasa el tiempo cuando se es feliz! Me atienden amablemente al solicitar una reservación, algo cara por cierto, que en varias ocasiones mencionaste te gustaría para celebrar nuestro aniversario; pido me muestren el área reservada, ¡estoy casi seguro que te encantará!

Mientras realizan el trámite observo el extenso jardín que bordea el hotel; nos imagino sentados sobre el césped disfrutando del día, como es tan de tu agrado.

Salgo y me dirijo al auto, estacioné algo lejos pensando que el tráfico sería imposible; algo tarde para arrepentirme. Cruzo la calle para permitirme un poco de sombra; este hotel es en verdad alto, pienso, le agradezco el alejarme de los rayos del sol.

A la salida de vehículos me detengo, un auto sale y prefiero esperar; el destino, la coincidencia o ambas, cuando en ninguna de ellas creo, confabulan para que sea el momento indicado de nuestro encuentro.

Nuestras miradas se cruzan a través del cristal del auto; alcanzo a ver sorpresa en tu rostro, el mío debe mostrar lo mismo. Más adelante ambos descienden; el, de pie a un costado de la puerta; tu, apresurada vienes a mi encuentro; lo veo e inmediatamente lo reconozco, me saludó con efusividad cuando anteriormente fuimos presentados por ti; tu jefe, mencionaste en esa ocasión.

Llegas a mí y me dices que no es lo que parece; ¿qué puede parecer el verte saliendo de un hotel con el cabello húmedo?, ¿que indica que el suba de nuevo al auto y continúe su camino evitando una explicación que te ayude?, ¿qué puedes decirme cuando mencionaste que saldrías a comer con una amiga?

Escucho de ti una letanía que adormece mas que explica, la misma que usas todas la veces que visitamos a nuestras familias y aun así eres la favorita; yo solo el afortunado por tenerte.

Colocas tus manos sobre mi pecho y siento que me queman aun cuando hay tela de por medio, esas manos que me prodigaban caricias y me hacían querer mas de ti ahora me repugnan de solo imaginar donde pudieron haber estado. Me separo con evidente enojo.

Comienzas a llorar como tantas veces lo has hecho, chantaje llano; en esta ocasión no te funciona.

Cambias la táctica delegando responsabilidad, al parecer es mi culpa al no poner la atención necesaria y tú te sientes sola; ¿en verdad pensabas que eso te funcionaría?

Vuelves a llorar y en esta ocasión te disculpas, mencionas que no sabes como sucedió pero que no volverá a pasar; me dices que ahora y en adelante solo yo seré tu prioridad, que no habrá nadie más en tu vida; te miro, sé que eso no pasará.

Me doy cuenta que no he articulado palabra; algo, que no identifico que es, me duele muy dentro de mí; nunca había sentido algo similar y lo estoy descifrando para lograr entender que hacer o como reaccionar a esta situación.

La gente a nuestro alrededor nos observa con detenimiento, caigo en la cuenta que aunque no saben lo que pasa con seguridad están a favor tuyo; ahora sé que no se deben hacer conclusiones sin conocer los hechos.

Te miro a los ojos, me preguntó el por qué; ¿pensaste que no habría consecuencias?, es mas; ¿qué esperabas obtener de esa relación?, ¿en verdad como hombre no supe responderte en la cama? Podría haberte preguntado pero no quise; pudo haber sido enojo o quizá miedo, o ambas, no lo sé.

Doy vuelta y me dirijo al auto, me sigues y me detienes mas adelante; vuelves a pedir que hablemos, que lo resolvamos como adultos; ¿sigues pensando que esto tiene solución?

Me recuerdas nuestro compromiso, podría decirte el significado de la palabra pero no lo hago; quiero escuchar lo que tienes por decirme. Insistes en mencionarme que tenemos una vida juntos, planes a futuro y una familia que nos quiere. No creo lo que escucho.

¿Cómo es posible que pienses a futuro cuando acabas de romper el presente?

Me vuelvo a poner en marcha, en este momento no sé qué hacer; temo cometer una imprudencia de la que después me arrepienta. Llego al auto y te veo parada a mi costado, no te escuché o tal vez ya no dijiste nada pero aquí estas; subo y, después de segundos de indecisión, te abro la puerta; hacemos el camino a casa en tenso silencio, no quise hablar aún con tus fallidos intentos por querer continuar. Tu teléfono suena, alcanzo a ver que es él; busco tu mirada sin encontrarla mientras apagas tu aparato, esta vez no haces por hablar.

Llegamos a casa, preguntas que hacer para que te perdone, conoces la respuesta; nada.

Lloras, lo haces con una sinceridad que baja mis defensas; me acerco y en esta ocasión no encuentro lo que siempre veía en ti, lo intento pero no siento lo que me hacía desear estar contigo; cortaste de tajo todo lo construido en este tiempo.

Continúo molesto pero ahora en menor grado, en este momento sé que lo nuestro terminó; trato de calmarme porque tengo algo por decirte; por última vez.

“Nunca imagine estar sin ti, menos en estas circunstancias; pero así lo quisiste. Todos merecemos una segunda oportunidad, la tuya es comenzar de nuevo con alguien a quien en verdad quieras. Por el tiempo que fuimos felices perdono lo que me hiciste, créeme que no te deseo ningún mal y ojala entiendas que un compromiso se debe respetar y cumplir”.

Di la vuelta y salí del que, hasta ese momento, consideraba mi hogar.

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