Durante el vuelo, no pude dejar de pensar cómo sería ese encuentro. Tenía miedo, pero también me sentía totalmente excitada. Me dijo como debía vestir y que tipo de ropa interior debía llevar. Él me estaría esperando en un restaurante céntrico y prácticamente lo único que me indicó que llevara fue ropa interior sexi que él elegía por Internet. Durante todo el tiempo que tuvimos contacto telefónico a través de sus indicaciones me decía cómo vestir, cómo arreglarme y como aumentar mi autoestima haciéndome sentir deseada a cada paso.
Por fin llegué y lo vi. El de levantó, me dio un abrazo y no supe como aguanté las ganas de pedirle que me hiciera suya ahí mismo. Pero teníamos que ser discretos. Me indicó cuáles serían sus horarios y la forma en que yo debía esperarlo en los momentos que él llegara a la habitación de hotel que él había reservado para mí. Una habitación en el mismo piso donde él estaría hospedado, ya que él se encontraba en un congreso médico.
Lo que me pidió portar era unas calzas ajustadas que hacían que mi culo resaltaba y se marcaba, debajo una tanga negra y bra de encaje negro, con una blusa que hiciera resaltar mis tetas y una chamarra larga, para no causar sospechas. Yo en verdad al verlo me sentía mojada, no sabía cómo agradecer todo el placer que me había dado sin siquiera tocarme y como había cambiado físicamente desde que él me tomo como su aprendiz de sumisa.
En fin, me indicó que debería de subir por las escaleras sin usar elevador. Y ahí mientras subía las escaleras, sentí el primer contacto físico que me llevó a las alturas, cuando sentí, como una mano suya me daba una ligera nalgada, y comentó: “que rica estás”.
En un descanso me hizo voltear jalándome hacia él y levantándome una pierna, recargándome a la pared, y cuando sentí que estaba a punto de besarme, solo me dijo: “sé que estás sedienta y mojada, así me gustas mi puta”.
El camino a encontrar la habitación se me hizo largo. No aguantaba mas las ganas de que me hiciera suya, ya mi voluntad le pertenecía, pero necesitaba que él sintiera el fuego que él había iniciado y que me estaba quemando. Pero no fue fácil, al ingresar a la habitación cometí el error de demostrarle mis ganas y me castigó diciendo: “yo digo cuando. Ahora de castigo, esta noche te quedarás sola. Y por esta noche tienes prohibido masturbarte”.
Se fue y me dejó con unas ganas inmensas de sentir. Quería llorar, quería irme, quería tocar su habitación y pedirle perdón. A cambio de eso solo cerré los ojos y me quedé dormida.
Al abrir los ojos a la mañana siguiente, tenía un mensaje:
S. Dúchate y ponte el juego de tanga y bra en color blanco de encaje. Llego en 10 minutos.
P. Sí Señor.
Justo en 10 minutos tocó la puerta eran las 5:40 am. Ingresó y fue directo al sillón que estaba al fondo de la habitación. Esta vez no quería hacerlo enojar y solo esperaba su indicación.
S. Ponte en 4 patas, como si fueras una gatita, y vienes buscando una pelotita entre mis piernas.
Así lo hice, tal cual me indicó.
S. Que obediente mi gatita, te vas a llevar un premio.
Yo no había estado en esa situación, nunca. Pero él me había preparado durante los meses previos. Una vez que su miembro empezó a crecer, me subió a sus piernas de espaldas y empezó a tocar cada parte de mi espalda con las yemas de sus dedos, mientras sus labios rosaban mi cuello. Yo tenía la piel totalmente erizada, sentía pequeños toques de electricidad que recorrían mi piel. Mientras me decía al oído. "Que linda gatita puta tengo".
Me decía “muévete” y yo sentía si miembro como crecía, como me lastimaba, de pronto empezó a tocar mis tetas a apretarlas por encima del bra, y me decía: “que tetas tan sabrosas”.
“Ahora siéntate de frente”, era incómodo, porque el sillón era pequeño, pero me mamó las tetas como nunca jamás ni siquiera lo había imaginado. Mordía de una forma deliciosa mis pezones y los estiraba y succionaba provocando un poco de dolor. No quería que parara, estaba totalmente mojada, pero no debía de correrme o soltarme y entregarme totalmente porque él tenía que indicarme cuando debía hacerlo. Pero yo quería gritarle que me penetrara, que me cogiera, que me hiciera suya, porque ya no aguantaba tanto placer contenido.
De pronto me besó y fue mágico. Era la primera vez que estaba a merced de un hombre maduro que me estaba dando tanto placer, sin penetrarme, y sin poderme contener más, le devolví el beso apasionado. Eso no pudo más que terminar en unas horas de mucho sexo, fuerte, duro, apasionado, me dio muchas nalgadas, me dijo muchas obscenidades que solo hacían que yo me calentara más y más.
Al final nos bañamos juntos y él se fue a su congreso. Yo quedé solo cubierta con la bata de baño, esperando sus instrucciones.
Continuará…