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Cuando la calentura aprieta (07)

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Tras aquella noche memorable, desee más que nunca que pasara el verano, para poder tener mis horas de esparcimiento.  Ese verano nos pudimos ir de vacaciones y así hizo que se me pasara más rápido. Pero siempre pensando en el sexo y en mi nueva faceta que ya me había mentalizado, ama de casa perfecta al público, puta infiel en la intimidad.

Septiembre llegó y en mi búsqueda de un nuevo aliado para mis intenciones no tuve suerte y así lleguemos a octubre, viendo que era imposible, ya que no encontraba a nadie interesante en mi único recurso que era el chat, decidí de tirar de un viejo conocido, Adolfo.

Sabía que era un suicidio por mi parte, por el tamaño de su miembro, estaría días reventada. Pero el otro que pensé fue Jorge, él era casado y no habíamos tenido contacto desde nuestra cita, tal y como acordemos. No quería meterle en problemas.

Mandé un mensaje a Adolfo, a las pocas horas me contestó y a partir de ahí comencemos a estar de nuevo conectados, poco a poco fuimos contándonos las últimas novedades. Él se había echado novia, algo que me fastidió porque podría ser que no quisiera engañarla. Con el paso de los días y cogiendo de nuevo la confianza que teníamos anteriormente, me mandó una foto de su novia Cristina, me quedé asombrada ya que aunque era de su misma edad, 21 años, era mucho más pequeña que él, apenas 1,50, muy delgadita, aunque con buen culo.

Le pregunté que como podían hacer el amor, él me dijo que casi era un suplicio, ya que solo podía meterle un poco y con mucho cuidado, pero que ella tenía sus orgasmos y estaba satisfecha. Aunque él echaba de menos de hacerlo un poco más duro, hay vi mi oportunidad. Le ofrecí la posibilidad de que quedáramos una mañana para aliviarnos mutuamente. Él aceptó aunque me dijo que le dejara unos días, para ver como se lo planeaba, ya que ella era también estudiante y tendría que inventarse alguna mentira para poder desaparecer una mañana de la facultad.

Una semana más tarde, me escribió diciendo que podíamos quedar el viernes por la mañana, a su novia le había dicho que se tenía que ir a su pueblo ese día antes para hacer unas gestiones en el ayuntamiento. Le mandé la ubicación de mi casa y ya estaba excitándome solo de pensarlo.

Aparte cuando pasaron unas horas, además del morbo que me daba, me estaba viniendo el miedo por el aparato de Adolfo. Navegando en internet me interesé en investigar como dilatar mi vagina, para que el viernes mi relación con el fuera más placentera.

Vi que se podía con consoladores aumentando el tamaño, el problema es que yo solo tenía uno y aunque tenía un buen tamaño, apenas hacia la mitad de lo de Adolfo.

La revelación me vino al día siguiente mientras hacia la compra, en las hortalizas me fijé en los pepinos, había algunos de tamaño increíble y semejante al falo que me penetraría en un par de días. Por lo cual no faltó en mi compra bastantes pepinos, preservativos y gel lubricante.

Nada más llegar a casa, lavé bien un pepino de los más grandes que traje, me subí a mi dormitorio. Estaba excitadísima, no necesité ni poner en el televisor pornografía, primero me toqué hasta que mi coño estaba bien mojado, metí el consolador y así estuve hasta que estaba a punto de correrme, paré y preparé el pepino, le puse un preservativo y le eché bastante gel lubricante. Poco a poco fui intentando meterlo dentro de mí, cuando sentía dolor lo sacaba y volvía a echarle lubricante, así estuve hasta que poco a poco el pepino entraba y salía de mi casi sin resistencia. Aunque con mi corrida bajo mi calor sexual, al día siguiente volví a repetirlo para estar preparada para Adolfo.

Por fin llegó el viernes, para esperarle me puse un vestido de tirantes blanco, sin nada debajo. Se transparentaban los pezones a través de él y eso me daba mucho morbo, la espera se me hacía larga.

Al fin llegó, tras los saludos de rigor, le invité a tomar un café, nos lo tomamos mientras hablábamos de cómo nos iba la vida.

Nos subimos a mi dormitorio, era la primera vez que ponía los cuernos en mi propia cama, nos desnudamos y nos tumbamos en la cama, nos besábamos mientras él acariciaba todo mi cuerpo, no dejando olvidada mi entrepierna, no dejó de magrearme hasta que estuve bien lubricada.

Él se levantó y yo sentada en la cama y él de pie, intenté nuevamente comerme ese pollón enorme. Algo que nuevamente me costó trabajo, pero esta vez lo intenté, mi boca parecía que iba rajarse, pero insistí hasta que me llené de polla, sentía como no quedaba espacio en esa cavidad, la punta de ella topaba en mi garganta, apenas podía respirar y se me saltaban hasta las lágrimas, él no paraba de gemir y yo a duras penas podía deslizarla por mi boca.

Previendo que podría correrse la saqué, ya que si soltaba la cantidad de leche que nuestra primera vez, sería capaz de ahogarme. Me empujó hacia atrás, se puso de rodillas y empezó a comerme el coño, cuando vio que estaba a punto de correrme, me pidió hacer un 69, nunca lo había hecho. Se tumbó y me guio, me senté encima de él y mientras me comía el coño yo intentaba seguir comiéndome su polla. No tardé en tener una corrida bestial, que él aceptó gustosamente no dejando nada sin lamer.

Me levanté, cogí un preservativo y a duras penas pude ponérselo, a él se le habían olvidado y yo claro está no tenia del tamaño que él usaba.

Me subí encima de él y poco a poco me introduje su polla dentro de mí. Gracias a los ejercicios que había realizado los días anteriores, fue menos doloroso que la última vez. Aun así, parecía que mi coño iba a reventar con semejante instrumento dentro. Por lo menos podía moverme mejor, subía y bajaba casi sin problemas.

Notaba como nuevamente la punta de ella tocaba mis entrañas, una sensación indescriptible, mezcla de dolor y muchísimo placer. Me fijé que pese a que entraba hasta el fondo de mi coño, aún quedaban un par de centímetros por entrar, algo ya físicamente imposible, ya que no había más cavidad dentro de mí. En esa postura tuve el segundo orgasmo de la mañana. Al correrme me di cuenta que me deslizaba por su polla con muchísima suavidad, por lo que me di cuenta que el preservativo se había roto. Sacó su polla y retiramos lo que quedaba de él.

Me daba miedo seguir, ya que conociendo sus corridas, temía quedarme embarazada. Él me dijo que le quedaba poco para correrse, que tendría cuidado. Tal y como sabéis, cuando estoy cachonda hago muchas tonterías, por lo que al final seguimos follando.

Me puso a cuatro patas, se colocó detrás de mí y me penetró. De pronto empezó a subir el ritmo y cuando quise darme cuenta me estaba destrozando a pollazos, se había encegado y me estaba follando muy duro. Me encanta que me follen duro, pero con semejante pollón no era lo más indicado. En cada embestida me sacudía un dolor eléctrico que llegaba hasta mi cabeza. Menos mal que no tardó mucho en anunciar su corrida, la sacó y noté como mi espalda, mi culo e incluso en mi pelo, se llenaban de leche.

Nos dirigimos juntos a la ducha, entremos juntos y mientras nos duchábamos, él se volvió a empalmar, no desaprovechemos esa erección. Me levantó con sus fuertes brazos y me penetró. Y contra la pared de la ducha me folló. Fue excitante, sentir el agua sobre mi cuerpo, unos besos apasionados y mi coño lleno por su polla. Tuve un orgasmo que incluso escucharía la vecina. Él estaba nuevamente a punto de correrse, me pidió si podía correrse como la última vez en mi cara. Acepté, me puse rodillas y él tras varios meneos soltó su leche en mi cara. Por lo menos esta vez era una cosa normal, sentía como caía en mi cara mientras el agua de la ducha se la llevaba.

Tras terminar la ducha, secarnos y vestirnos. Nos despedimos, no sin antes recordarme que si algún día lo volvía a necesitar, que no dudara en llamarle.

Me quede allí, me senté en el sofá, encendí un cigarro y mientras disfrutaba del humo entrar en mis pulmones, sentí como las punzadas volvían a mi interior, ya sabía que me quedarían unos días malos por el dolor. Pero el placer del sexo era más fuerte que el dolor.

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