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Cuatro pollas y un funeral

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No me digáis que no tiene morbo, ir a un funeral y salir de allí follada por los cuatro hermanos a los que vas a dar el pésame, pues de eso va mi relato, un relato que bien le podría haber pasado a cualquiera, parecido si no igual y si os preguntáis si me paso a mí os diré que…

Soy una chica fácil lo reconozco, pero aquella tarde me salí y he de reconocer que no fui con intención de nada, simplemente fui a darle el pésame a un amigo, alguien con quien tuve hacia años una relación y tras escuchar una conversación, no sé, fue como encender una espita, encenderme de tal manera que quise hacer realidad sus sueños, pero también los míos, que podía pasar más que salir de allí totalmente satisfecha por los cuatro hermanos y eso si, por haber contribuido a quitarles un poco la pena aunque solo fuera por un breve momento.

Me acuerdo que aquel día hacía calor, me acuerdo que no sabía que ponerme, no sabía si ir con un vestido, con falda y una blusa, con pantalón, al final el pantalón lo descarté por el calor, además debía de ser largo no me podía presentar con los mini pantalones que suelo llevar en verano, la falda y la blusa me parecían mejor, pero al final me decidí por un vestido azul oscuro muy fresco, un vestido más sobrio, corto eso sí, pero elegante.

Después de quedar con unas amigas, nos presentamos en aquel inmenso chalet donde realizaban el funeral, una casa preciosa donde había un montón de personas de todo tipo y allí detrás de una cortina después de haberle dado ya el pésame a Luis, le escuche hablar con sus hermanos.

-Esa no era Lara -Le interrogaban sus hermanos. –Sí, ha venido junto con otras amigas.

-Joder pues está bien buena ya no me acordaba de ella. –Comentaba su hermano mayor Pedro. –Tú te la tiraste alguna que otra vez no Luis. –Volvía a preguntarle.

-Alguna si, bueno más de una, es una tía estupenda, simpática, graciosa y que folla de miedo. –Contesto Luis a su hermano y la verdad que no me importo, no era nada ofensivo y todo lo contrario Luis me recordaba con cariño como yo a él, era un tema de tíos sin más.

-Joder pues no me importaría metérsela a mí ahora, la verdad que viéndola me ha puesto caliente. –Se metía en la conversación su hermano José. –La chupa bien Luis.-Le preguntaba ahora Javier.

-Joder tíos estáis los tres enfermos, no te voy a contestar Javi, eso me lo guardo para mí. –Les contestaba Luis medio riéndose de ellos.

-Vale, vale hermanito, solo preguntábamos, oye sabes si está con alguien, lo pregunto porque como la vea otra vez me la llevo arriba y me la follo, tengo el lápiz que necesita de un sacapuntas. –Le preguntaba José a su hermano Luis. –Espera, espera que yo me fije primero y soy el hermano mayor, así que mi lápiz va primero.

-Enfermos, estáis los tres enfermos. –Les decía riéndose Luis. –Si, si, enfermos, pero a que no me niegas que tú te la follabas aquí y ahora.

Según contestaba Luis que si, me deje caer por detrás de la cortina saludándoles a todos y dándoles el pésame los cuatro juntos, se quedaron un poco cohibidos, casi sin saber que decir hasta que les pregunte si me podían indicar un servicio, Pedro el hermano mayor se apresuró a decirme no solo donde estaba sino que él me acompañaba y según salíamos del enorme salón veía como les guiñaba el ojo a sus hermanos.

La verdad que no tenía nada preparado, pero aquella conversación me había excitado mucho, sentirme deseada por los cuatro hermanos quien lo iba a decir, dentro del baño todavía con Pedro en la puerta sin cerrar me subía un poco el vestido bajándome un poco las bragas y sin llegar a sentarme empezaba hacer mis necesidades. Pedro extrañado cerró la puerta, pero se quedó dentro y sin decir ni una palabra cuando me levante después de limpiarme se abalanzó sobre mí sin dejar que me subiera las bragas.

Nos empezamos a besar como si no hubiera un mañana, sobándome los pechos por encima del vestido, estaba demasiado caliente, iba demasiado rápido, sus manos pasaban velozmente por mi cuerpo casi sin que yo las pudiera sentir, Pedro me levanto en vilo y me sentó encima del lavabo, quitándome la braga y subiéndome el vestido y a pesar de aquella velocidad, de no llegar a sentir sus manos sobre mi piel me había puesto demasiado caliente, esa fogosidad, esa pasión había hecho que mojara mi vagina y antes de decirle nada ya me la estaba metiendo, su pene se metía y salía a gran velocidad de mi vagina, lo que se dice un polvo rápido fue lo que me echo Pedro, que cuando se fue a correr quiso que le chupara la polla hasta que terminara dentro de mi boca tragándome todo su semen.

Pedro se subió los pantalones y tal como entro sin decirme nada salió, yo tarde un poco más, me lave un poco y me subí las bragas bajando y planchando un poco mi vestido con las manos, una vez terminado salí del baño y por el pasillo de camino al salón parecía que Pedro ya había dado buena cuenta de nuestro encuentro en el baño, porque José me abordo en él sin dejarme llegar al gran salón, José fue un poco más sutil, dándome más conversación me llevo a una de las habitaciones pasada la cocina para enseñarme lo que sabía que a mí me encantaba una pequeña biblioteca que su padre hizo construir.

Allí mientras que miraba los títulos que tenían me iba enamorando de algunos libros viejos que veía, José aprovecho para abrazarme por la espalda, besándome el cuello con suavidad haciendo que dejara el libro encima de la mesa con cuidado, me quite la melena del cuello y lo incline para que me pudiese besar mejor, sus manos apretaban con fuerza, pero a la vez suavidad mis senos, metiendo sus dedos por debajo de mi vestido y del sujetador para acariciar mis pezones, que diferencia entre uno y otro, de la brusquedad pase a la suavidad, de la fogosidad extrema a las caricias entre mis muslos cuando subía con sus manos hasta mi vulva.

Desde que las caricias y los besos empezaron solo el murmullo lejano de la gente se oía en la habitación, una habitación impregnada de historias con olor a papel a tinta, Luis me había bajado la parte de arriba de mi vestido dejándolo en mi cintura, me había quitado el sujetador y saboreado mis pechos, su lengua habían redibujado mis areolas, subido a las cumbres de mis pezones que como un volcán estaban a punto de estallar, sus manos no paraban de acariciar el interior de mis muslos y atravesar la barrera de mis bragas húmedas con sus dedos, acariciando mis labios y mi clítoris, José sacaba de mí los primeros gemidos mientras nos besábamos con pasión, abriendo y cerrando nuestras bocas para dejar que su lengua penetrara en mí, para que la mía fuera a su encuentro y a la vez notaba como sus dedos penetraban en mi vagina y con mis manos se habían desprendido de su cinturón y acariciaban su pene tras bajarle los pantalones.

José me había girado nuevamente y me besaba por detrás, me inclinaba sobre la mesa con mis pechos sobre la mesa aplastando su redondez y con mis pezones tremendamente erguidos queriendo atravesar la madera de la mesa, mi respiración se había acelerado, mi corazón bombeaba oxígeno a toda prisa, José me estaba bajando lentamente las bragas a la vez que su lengua atravesaba la barrera de mis labios y presionaba lamiendo mi clítoris con la punta de su lengua, mis gemidos empezaron a volar por aquella habitación, a llenar de pasión aquellas páginas en blanco, no quería que se apartara de mi clítoris, no quería que sus dedos dejaran de penetrar en mi vagina, de entrar y de salir, de lamer y humedecer mis labios con su lengua, de darle de beber de mi néctar que salía y él recogía.

Pero como todo lo bueno acaba, mis gemidos le daban una pista de cómo me sentía y de en qué momento estaba, todo lo bueno acaba, pero no siempre termina sin más, no siempre para mal, a veces es una estación intermedia donde coger otro tren que te lleve más lejos y eso es lo que hizo José cuando dejo de lamer mi clítoris, eso fue lo que sentí cuando su pene acariciaba mis labios, metiéndose entre ellos, cuando su polla se instalaba y se hacía fuerte en la puerta de vagina, más que dispuesta a ser tomada, a ser abierta y penetrara con ella y envolvérsela con mi flujo, la quería dentro, la deseaba dentro, pero José no paraba de jugar conmigo, de meterla un poquito y sacarla, de pasearla por el bulevar de mis labios hasta la torre de mi placer, rodeándola, golpeándola como el viento golpea a los faros en los acantilados, mojándola con mi flujo y erosionándola, erosionándome a mí, haciendo que mi placer se alargara, que deseara más y más sentirla dentro de mí.

Su glande entraba en mi vagina, solo unos centímetros y luego salía, mis gemidos se unían a los suyos, las ganas de ser amada por él se habían disparado, mi cuerpo le pedía y le rogaba que entrara que no me hiciera sufrir tanto aunque aquel sufrimiento me encantara, un pequeño grito sin sonido, abrió mi boca y cerro mis ojos al sentirla por fin entrar dentro, muy dentro de mí, su glande a la cabeza y su cuerpo duro, suave y robusto penetraba hasta el final de mi vagina, entrando despacio y saliendo con suavidad, su pene iba erosionando mi vagina, nuestras carnes se unían en mi interior fundiéndose la una con la otra y en el exterior gemidos y gritos de placer.

José empujaba con suavidad y con fuerza a la vez, los golpes de su pelvis contra mis glúteos se empezaban a oír más alto junto a ese sonido acuoso de su pene penetrando en mi vagina, mis pechos aplastados se movían hacia delante y hacia atrás, mis dedos se metieran en mi boca mordiéndoles de placer, José cogiéndome de mis caderas hacia que nuestros cuerpos se encontraran en un punto medio metiéndome una y otra vez su pene y haciéndome gritar, le cogí las muñecas con mis manos y siguiendo sus movimientos empecé a disfrutar de aquel hermoso polvo y a gritar de placer.

Con José llegué al orgasmo, con José mi vientre empezó arder y me paralizo hasta los gritos que salían de mi boca con un simple hilo exhalado el aire, pero que al final estalle llenando la habitación de sonido de placer como nunca habían oído aquellas paredes, José seguía metiéndomela después de aquella explosión de mis cuerdas vocales, él seguía penetrándome y yo seguía recitándole aquella ópera, cuando me la saco y con un grito empezó a eyacular en mi culo y por fuera de mi vagina entre mis labios.

Al igual que con Pedro, José se marchó no sin acariciar mi rostro antes sonriéndome y dándome un beso en los labios se marchó dejándome que me limpiara con un trapo que me dio y me arreglara, pero no tarde en tener otra visita, Javi entraba en la biblioteca cuando me empezaba a subir las tirantas del vestido después de haberme puesto el sujetador, la falda del vestido todavía la tenía en mis caderas y no había sido capaz de encontrar mis bragas cuando le veía entrar tocándose el pene por encima del pantalón.

Realmente se lo habían tomado en serio y yo muy fácil porque no me dejaban ni arreglarme, lo tenía ya encima con su polla recorriendo mi vulva y apoyándome en la pared, Javi al igual que Pedro era toda rudeza, toda prisa, sin calentamiento alguno, él solo quería meter y salir e igual que con Pedro termine bebiendo de su polla el elixir que les hacía vibrar cuando salía y que a mí me gustaba tanto, pero como sus otros dos hermanos este sin ningún beso como José salió de la biblioteca sin mirar hacia atrás.

-Pero donde estarán las puñeteras bragas. –Me preguntaba mientras miraba por el suelo.

-Hola, Lara. –Una voz familiar y tranquila me saludaba por la espalda cuando estaba yo a cuatro patas con mi vestido por las caderas y enseñándole todo mi sexo por detrás, con una vagina bien abierta.

-A no, tú aquí no. –Me dirigía a Luis que acababa de entrar por la puerta y me saludaba muy cortado, a la vez que me enfadaba por haber perdido las bragas.

-Si, si quieres me voy. –Me decía mirando al suelo. –No hace falta tonto, ven y ayúdame a buscar mis bragas.

-Perdona. –Luis me miraba extrañado sin saber qué hacer ni que decir y yo aunque también estaba nerviosa con él, pensé que ya daba igual guardar las formas, Luis sabía de sobra que sus hermanos mayores me habían follado, la verdad que nunca me importo lo que pensaran de mí, pero no sé por qué con él, era diferente, la verdad que cuando lo dejamos fue por mutuo acuerdo, sin malos rollos ni cuernos de por medio, simplemente no encajábamos y ya está, es con el único de mis ex que guardo un buen recuerdo y tengo una más que buena relación hasta hoy claro, que no sé lo que iba a pasar.

Terminamos los dos sentados en el suelo de parquet, hablando de nosotros, sin mencionar en ningún momento a sus hermanos, fue el único que me hablo de su padre con los ojos vidriosos, le cogía de las manos acariciándoles mientes que le decía que lo sentía mucho, oíamos como la gente se empezaba a despedir y dando por perdidas mis bragas nos levantamos del suelo para irnos, hasta que por fin de casualidad las encontré encima de la mesa debajo de un libro, la verdad que no sabía muy bien como habían llegado hasta ahí, pero daba igual ya no tendría que irme a casa sin bragas.

Al darme la vuelta Luis está tan pegado a mí que nuestros cuerpos se chocaron, mis labios casi le besan sin querer y al vernos en esa situación, tan juntos con su cuerpo pegado al mío, sintiendo en mi sexo la erección de su pene que guardaba muy celosamente debajo de sus pantalones, mirándonos fijamente nuestros labios se fueron uniendo muy despacio, tanto que cuando los quise tener sobre los míos mi cuerpo experimentaba una excitación increíble, estaba cansada, harta de estar allí y la verdad con Luis ya había estado y se parecía más a sus hermanos Pedro y Javi, solo meter por meter sin juegos ni caricias ni besos, pero aquella tarde me equivoque porque Luis me empezó a besar los hombros, mi cuello, empezó a acariciar mis pechos por encima de mi vestido que una vez más me quite, que había pasado con mi Luis, lo habían cambiado y la verdad que no me importaba, es más me alegraba porque sus besos y sus caricias iban dirigidas precisamente a los puntos que más me excitaban.

Quitándole los pantalones enseguida le cogí su pene para empezar a masajearlo, a resbalar mi mano de arriba abajo, Luis lamía mis pezones mordiéndomelos despacio, no se parecía en nada con aquel con el que estuve tiempo atrás, sus carias y sus besos excitaban mi cuerpo a límites imaginables, me mordía la comisura del labio, echaba la cabeza hacia atrás cuando le sentía merodear mi vagina con sus manos, húmeda y rosada, húmeda y oscura, no habían pasado más de tres horas en esa casa e iba a follar por cuarta vez, cuatro pollas en un funeral, era excitante, una locura pero vendida locura.

Luis me fue penetrando poco a poco, desde abajo, flexionando sus piernas y lanzando ataques contra mi vagina desde abajo, le sentía incómodo y la sentía entrar muy poco, quería más de él, deseaba y necesitaba más de él, ayudándome de mis manos me subí en la mesa sentándome en el borde, Luis seguía metiéndome su pene que ahora entraba mucho mejor en mi vagina, subí una de mis piernas a sus hombros y luego la otra sujetando y entrelazando mis manos por detrás de su cuello, ahora mejor, ahora su pene entraba con total libertad en mi vagina, ahora ya podía gemir de placer, sus movimientos lentos y suaves como los de José, su pene arrancando en cada centímetro un gemido de mi cuerpo, le miraba fijamente salvo cuando me penetraba que hacía que cerrara los ojos, mi rostro descompuesto por lo que me estaba dando, nunca pensé en Luis como un gran amante, pero estaba equivocada.

Luis me cogía de las caderas y con su cuerpo se movía hacia delante y hacia atrás, metiéndome su pene muy profundamente, no paraba de mirarme, de inclinar su cabeza para lamer mis pezones, el placer fue máximo cuando quito una mano de mis caderas y empezó acariciar mi clítoris mientras me la seguía metiendo, sus empujones fuertes y profundos sus dedos circulando por mi clítoris, esta vez mis gritos bien altos y no me extrañaría que se nos estuviera escuchando como así era, porque mientras Luis me follaba Pedro entro en la biblioteca para decir que bajáramos la voz.

Los dos nos empezamos a reír y a besar con su polla metida bien dentro de mi vagina, Pedro se había marchado y nosotros nos mirábamos esta vez con amor, besándonos con pasión, su boca ya no se separó de la mía, nuestros labios se habían fundido al igual que nuestros sexos que una vez más habían empezado a moverse, los dos todo lo abrazados que podíamos, sintiendo sus manos por mi espalda acariciándomela al igual que la suya al haber metido mis manos por debajo de su camisa, arañando su carne con mis uñas cuando sentía su pene atravesarme de punta a punta, entrar en mi vagina e ir navegando y disfrutando de ella húmeda y mojada hasta el final, nos besábamos hasta que empecé a sentir un delicioso orgasmo, Luis empezaba a follarme con más fuerza, acelerando en sus embestidas, ese sonido nuevamente, ese sonido acuoso entre mis piernas cuando entraba y salía, la de su pelvis golpear con la mía, los gritos que no me podía aguantar mordiéndole el labio hasta hacerle sangre, él seguía bombeando su pene en mi interior sacándomela cuando salía por mi vagina el rico néctar de mi flujo como una cascada, mi cuerpo paralizado pocos segundos y volvía a metérmela a penetrarme otra vez más al fondo y volver a paralizarme el cuerpo por el orgasmo mientras gritaba sin sonido alguno con mi boca sobre la suya, Luis no se apartó como sus hermanos, Luis me lleno con su esperma toda la vagina cuando exploto como un volcán, vaciando su cargador de semen por completo dentro de mí.

¿Qué cómo acabo?, pues como acaban todos mis encuentros, poniéndome las bragas, arreglándome el vestido y saliendo por la puerta con una sonrisa… de oreja a oreja.

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