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Dos primos acaban cogiendo gracias a los padres de ella

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Enrique se inició en el sexo con una tía suya estando borracha. Fuera el día de san Miguel, día de la fiesta de la aldea. Ese día se mataba el cordero y se abría el barril del vino nuevo. Había excesos de toda clase y ella se excedió (pongamos que Enrique era yo) conmigo y ya de mañana, pues ya de mañana estaba borracha. Pillara la borrachera con aguardiente. Yo fuera a buscar a mi prima Rebeca para ir a acompañar al santo, pues lo traían desde la iglesia de la ciudad a la aldea y allí se guardaba en una casa particular distinta cada año los tres días que duraba la fiesta. Al entrar en su casa a buscar a mi prima, me dijo mi tía Elvira:

-Llegas tarde, Rebeca ya se fue. Toma una copa conmigo.

-No bebo alcohol, tía.

-Estás muy guapo con esas ropas nuevas. ¿El pantalón es de tergal?

-Sí.

-A ver si es verdad.

Mi tía tenía el pelo alborotado, llevaba puesto un mandil sobre un vestido de diario y ya se disponía a poner el cordero en el horno de piedra. Vino a mi lado y para comprobar la "tela", me echó la mano a la entrepierna y me cogió el paquete.

-¿Ya te hicieron una mamada, Quique?

La polla se me puso más tiesa que un palo.

-No.

Con la puerta de la casa abierta de par en par, se agachó, me bajó la cremallera del pantalón, sacó la polla y al verla dijo:

-¡Este sí que es un carallo y no el de mi Manuel!

Fue meter la polla en la boca y ya me corrí. Era mi primera vez, coño. ¿Qué esperabais? Mi tía se tragó mi leche y después, bajó las bragas, subió la falda y mostrando su coño peludo, me dijo:

-Ahora te toca a ti comer mi coño.

-No sé comerlo.

-Pon tu lengua en mi coño que el resto lo hago yo.

Acerqué mi boca a su coño. Le olía a algo así cómo bacalao, lamí, me cogió la cabeza con una mano y lo froto contra mi lengua. En aquel momento no me di de cuenta, pero con el paso del tiempo supe que muy borracha no debía estar, ya que en menos de cinco minutos se corrió. La oí gemir en bajito y sentí en mi boca algo calentito y con sabor cómo a ostra.

Al acabar de correrse, me dijo:

-Si quieres arder ven esta noche cuando veas a tu tío borracho en la tienda y a tu prima bailando.

Después se echó otra copa de aguardiente y la mandó de un trago. Guardé la polla y me fui de allí contento cómo un cuco.

Eran las doce de la noche y mi prima estaba bailando con una amiga, pero no veía a mi tío por ninguna parte. Acudí a la cita. Si estaba mi tío en casa volvía a la fiesta y punto. La puerta de la casa estaba abierta y mi tío estaba en casa, estaba en la cocina echado sobre las rodillas de mi tía, que con una zapatilla roja con piso amarillo de goma, le daba:

-¡Borracho!

-¡Y tú más!

-Plas, plas, plas...

-Pero yo funciono y a ti de borracho no te funciona ni poniéndole un alambre.

-¡Pas, plas, plas...!

Una mano se posó en mi espalda. Me llevé un susto criminal. Me giré y vi que era mi prima, que me dijo:

-Ahora se va a poner de pie con la picha tiesa.

Pasado el susto inicial, pero aun temblando, eché una ojeada, y efectivamente, mi tío estaba empalmado.

-¿Espías a tus padres?

-De borrachos son muy escandalosos.

Se me había jodido el polvo con la madre, pero tenía a mi lado a la hija. Había que tentar a la suerte.

-¿Tienes ganas, Rebeca?

Se hizo la tonta.

-¿De qué?

-Ya sabes.

-No, no sé.

Le cogí una mano y se la llevé a mi polla empalmada.

-¿De esta?

Salió de la casa y yo salí con ella.

-Debía calentarte el culo por lo que acabas de hacer, primo.

-Calienta.

Parecía que le encantaba la idea.

-¡¿Me dejarías?!

-Claro que sí.

-Promételo.

-Te lo prometo.

-Volvamos a la fiesta, cuando lleguen mis padres volvemos nosotros a la casa.

-¿Y si no vienen?

-Vendrán.

Volvimos a la fiesta y estuve casi una hora bailando con mi prima. Cuando bailábamos un apretado saltaban chispas. Yo tenía la polla que me subía por debajo del cinturón y ella con lo colorada que acababa después de bailar debía tener el chochito empapado. Cuando llegaron mis tíos a la fiesta, nos fuimos, primero ella y después yo.

Al entrar en casa mi prima se colgó de mi cuello y me dio un beso con lengua que parecía que me quería comer la boca. Al devolverle el beso soltó un gemido que creí que se estaba corriendo.

Mi prima estaba llenita, era baja de estatura, andaría en un metro cincuenta centímetros, era morena, de ojos marrones y su cabello largo lo llevaba recogido en dos coletas, sus tetas eran medianas, su culo gordito, su cintura normal y sus caderas generosas. Llevaba puesto un vestido de flores que le daba por las rodillas, calzaba unos zapatos negros de charol con hebillas doradas y llevaba bajo ellos unos calcetines blancos.

Le bajé la cremallera del vestido, que la tenía a la espalda y la ropa cayó al suelo. Vi su sujetador blanco, lo vi y no lo vi, ya que lo quitó en un suspiro. Sus tetas medianas eran redondas y tenían pequeñas areolas marrones y pezones gorditos. Se las cogí y se las magreé. Luego las chupé, más no sabía hacer. Mi prima no paraba de gemir. Me agaché. Sus bragas estaban empapadas desde el chochito al culo, las quité. La mesa de la cocina estaba detrás de ella. La cogí por las axilas, la senté sobre la mesa y después la eché hacia atrás.

Puso los pies sobre la mesa y se abrió de piernas. Vi su chochito entreabierto con los labios rosados y mojados. Mi lengua al pasar por ellos se fue untando de un líquido con la textura del aceite y con sabor agridulce. Luego lo abrí para ver cómo era un chocho por dentro y vi su pequeño agujerito con algo así como carne dentro de él. Con él abierto lamí y quise follárselo, pero no entraba ni la puntita de la lengua... Lo que le entró a mi prima fue un sofoco que quiso hablar y no pudo. Sus piernas comenzaron a temblar, su cuerpo a sacudirse y volví a sentir en mi boca aquel líquido calentito y con sabor cómo a ostra.

Al acabar de disfrutar, me dijo:

-¡Me he corrido!

-Sí, lo sé. Estás muy rica.

Se bajó de la mesa, y quitando mi polla de su escondite, me dijo:

-A ver si sé hacer lo que le hace mi padre a mi madre.

Su mano izquierda cogió mis huevos, y la derecha me masturbó la polla mientras iba entrando y saliendo de su boca donde era acariciada por la lengua... Le duré poco más que a su madre, y cómo ella, se tragó toda la leche.

Al acabar, recogió su ropa, y me dijo:

-Vamos para mi habitación.

Ya en la habitación, quiso lo suyo.

-Lo prometido es deuda. Desnúdate.

Me quedé en pelotas. Sentada en el borde de la cama y con una zapatilla azul con rayas negras y piso de goma amarillo en la mano, me dijo:

-Ven que vas a saber quién soy yo.

Fui a su lado y me eché sobre sus rodillas. Me dio con ganas.

-¡Plas, plas!

-¡A ti te quito yo el vicio de beber, borracho!

-¡Joder cómo duele! Yo no bebo, y lo sabes.

-¡No lo niegues!

-¡Plas, plas, plas!

La cabrona se estaba pasando ocho pueblos.

-¡Si lo sé no prometo nada!

-¡Plas, plas, plas!

-Sí sé que te gusta, tonto!

-¡Plas, plas!

-¿A qué sí?

No quise cortarle el rollo.

-Sí, me gusta mucho.

-¿Quieres romperle el coño a tu cosita bonita?

Valiera la pena dejarle disfrutar dando.

-Quiero.

Tiró la zapatilla, se metió en cama, cerró los ojos, y dijo:

-Desvírgame, papá!

¿Papá? Mi prima iba a fantasear con su padre. Empalmado cómo un burro, me arrodillé entre sus piernas, la levanté por la cintura, le acerqué la polla a su peludo, pequeño y virginal chochito, empujé y entró el glande.

-¡¡Diosss!! ¡Me lo rompiste!

La saqué cagando hostias, y no porque le doliera, la saqué por qué empecé a correrme.

Al acabar de correrme, me dijo:

-Ahora acaba lo que empezaste.

Me eché encima de ella y entre beso y beso se la fui metiendo milímetro a milímetro. Cuando iba por la mitad tuve que volver a sacarla para volver a correrme fuera. Al volver a meterla se puso ella encima y dándome las tetas a mamar y follándome a su aire y sin abrir los ojos para nada se fue acercando al orgasmo. Al estar a punto sonrió y dijo:

-Me voy a correr otra vez, papa.

Vi cómo se sacudía, cómo sus gemidos se hacían deliciosamente sensuales, sentí cómo temblaban sus labios en mis labios, su cuerpo en mi cuerpo, cómo su chochito apretaba mi polla y cómo la bañaba con su corrida.

Justo acababa de correrse cuando sentí que me venía. Quité la polla. Mi prima la cogió con la mano derecha y chupó mi glande hasta que dejó de echar leche. Al ratito sentimos hablar a sus padres. Se debían aburrir en la verbena y regresaron a casa. Nos vestimos y salimos por la ventana de su habitación, sitió por el que iba a entrar muchas veces.

Quique.

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