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El aprendiz (Parte 3)
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Tiempo de lectura: 5 minutos

Fuimos con mi madre al cumpleaños de mi tía, mi madre llevaba un vestido muy ceñido al cuerpo, que apena le cubría la cola completa, terminaba el atuendo con zapatos de plataforma del mismo color.

Llegamos a la casa de mi tía nos abrazamos, le entregué su regalo. Alejandra tenía puesto un vestido rojo que hacía que resaltase su enorme trasero, llevaba un poco de maquillaje, que la hacía ver más guapa.

No había muchos invitados unos cuantos colegas de trabajo de mi tía, pero que se marcharon temprano. Estaba también la mejor amiga de mi tía, Lucía. Jorge llegó un poco más tarde con Silvia, mi madre la conocía por ser madre de familia del colegio. Mi tía ya la conocía, supongo que le presentó Jorge.

La fiesta se iba animando con el vodka. En la fiesta solo quedamos yo, mi madre, mi tía, Lucía, Silvia y Jorge. Mi madre no quería que tome el vodka, y el vaso que me daban se lo tomaba ella.

—Vamos Verónica deja que pruebe un poco. —sugirió Jorge, mientras los demás lo apoyaban.

Mi madre accedió a la petición de Jorge, sirviéndome un vaso,

—¡Wow! Está bastante fuerte… —dije probando el vodka.

—¿Me pase con el vodka? —preguntó mi madre.

—No, creo que tiene la medida justa. Pensé que te ibas a acobardar un poquito y que lo ibas a hacer demasiado suave —le respondí.

—Es sábado y es mi cumpleaños… podemos darnos el lujo de tomar algo rico. —Sugirió mi tía, mientras tomaba un sorbo de su vaso.

Conforme avanzó la fiesta empezaron las risas y bromas. Jorge era el centro de atención de las chicas contando anécdotas y chistes. Me fui afuera a tomar aire porque me estaba afectando el alcohol y no quería emborracharme demasiado. Al regresar vi que seguían conversando, pero esta vez más mareados, se reían de cualquier cosa. Extrañamente Jorge no se veía muy afectado por el licor, que fortaleza de este viejo, pensé.

De pronto mi tía puso música en el estéreo y se pusieron a bailar, mi madre con Alejandra y Jorge con Silvia, vi que Lucia los animaba, me acerqué a sacar a bailar a Lucía, que estaba un poco mareada, mientras bailaba con ella admiré su figura, llevaba el cabello ondulado, tenía unos ojos color café encantadores, llevaba un vestido color tinto muy escotado, (la mitad de sus exquisitos senos quedaban al descubierto, comprimiéndolos uno con el otro por el corte del estilo) con la espalda desnuda (salvo por los listones cruzados que se unían entre sí), y con un corte tan pequeño, más arriba de los muslos, que estuve seguro que al sentarse se le podrían ver hasta las anginas. De Lucía solo sabía, por los comentarios de Alejandra, que tenía enamorado, con quién salía de vez en cuando.

Estaba bailando con Lucía, de cierta manera me sentí excitado, y sentí que mi miembro empezaba a levantarse, quería bailar un poco más pegado a ella, pero me esquivaba sutilmente, hasta que soltó un jadeo de su boca, me di cuenta de que su culo estaba rozándose con el cuerpo de Jorge.

Jorge me guiñó el ojo y besó a Silvia mientras con su otra mano magreaba el enorme trasero de la mamá de mi amigo. Ella solo sonreía, aceptando su intromisión.

El vejete acercó su cabeza a mi oído y me susurró, te voy a ayudar. Enseguida propuso un cambio de pareja y agarró a Lucía por las manos pegándose a ella. Soltó un ligero gemido, y procedieron a bailar.

Me puse a bailar con Silvia a quién nota que estaba caliente, obviamente por la anterior acción de Jorge. Estar bailando con la madre de mi amigo me excitó aún más, sintiendo mi pene endurecido, pegué mi cuerpo al de ella. No me importó que ella los sintiese, tampoco dijo nada. Temiendo que mi madre observase mis acciones, dirigí la mirada hacia ella, y observé que dormía en el sillón plácidamente. Mientras mi tía la cubría con una manta.

Me percaté que Jorge le susurraba frases a Lucía, tal vez de lo linda que se veía. Ella agradecía el cumplido y sonreía. Advertí que la mano del viejo presionaba levemente una de sus nalgas, parecía que estuviera midiendo el aire dentro de un neumático. Prosiguió arrimando su bulto contra la otra nalga, al momento que ella daba un giro sobre su propio eje, como siguiendo el baile. La sonrisa del viejo era completamente lujuriosa, de pronto escuché que Lucia soltó una risita femenina, como de adolescente siendo cortejada y tuve que admitir que Jorge era digno de un doctorado en seducción.

Decidí que tenía que aprovechar la situación en la que me encontraba con Silvia así que no esperé que la música cambiase a otra más lenta, puse a Silvia dándome la espalda y pegué mi miembro a su enorme trasero. Soltó un gemido, ella se dejó llevar probablemente producto de la calentura y el alcohol, mientras empezaba a contonear las caderas, estaba en el cielo sintiendo esas poderosas nalgas restregarse contra mi miembro.

Estaba disfrutando de esa sensación placentera, tal vez por el morbo ya que era la madre de mi amigo. Si él lo supiese de seguro ya habría recibido unos cuantos golpes y me habría ganado un nuevo enemigo. De repente que alguien me toca, era mi tía, que me agarraba por los hombros, me fijé que estaba mareada, me dice que me olvidé de ella, respondo diciéndole que nunca no lo haría, a lo que mi tía contestó dándome un beso cerca a los labios.

Jorge se acercó después de poner un reggaetón en el equipo de sonido.

—¡Que comience el show, mis amores! —gritó él, llevando de la mano a Lucía, mientras se acercaba a Silvia y Alejandra.

—¡Uuuu! —estallaron las mujeres.

Las chicas se quitaron los tacones y zapatillas, empezaron a ponerse a bailar un “perreo intenso”, donde se restregaban sus culos ante mirada atónita y el gesto pervertido de Jorge.

Pese a mi desencanto por aquella música de porquería cuya letra consistía en superfluos “perrea duro, mami, perrea duro, mami, y mueve el culo para que se me ponga duro”, fui el primero en aplaudir aquellos obscenos movimientos.

Las tres chicas tenían sus miradas perdidas, en tanto seguían bebiendo vodka. Jorge se acercó a Lucía y a mi tía. Se puso a bailar junto a ellas, agarrando sus nalgas, y magreando sus tetas. A lo cual ellas sonreían complacientemente.

Por el baile y lo marreada que se encontraba Alejandra derramó el licor en los pechos de Lucía. Trató de disculparse pero Jorge la cortó.

—¡Wow, Wow, wow! —estalló Jorge en carcajadas, mirando hacia el escote de Lucía—. ¡Mira, campeón! —me dijo—. Sé que a las mujeres calientes se les moja el coño, pero nunca supe nada de las tetas. —Se rieron las chicas—. ¿No hace mucho calor aquí? ¡Que esperan sáquense los vestidos! —manifestó dirigiéndose con un tono imperativo—. ¡Tú tampoco te salvas! —exclamó apuntando a Silvia.

Las tres mujeres le hicieron caso como si su orden estuviese por encima de sus voluntades. Se despojaron de sus vestidos con una sonrisa y gestos de estar haciendo lo correcto.

Jorge tomó una botella de vodka y les dijo que abriesen la boca. Las chicas abrieron la boca como poseídas.

—Tu lengüita, mi vida, saca tu lengüita —le pidió a Lucía.

Desde una altura considerable, Jorge vertió parte del contenido del vodka directo en la boca, hizo lo mismo con Silvia.

Se acercó a mi tía quien con la boca abierta saco la lengua que reptaba en el aire como una niña que se ilusiona con atrapar con ella un copo de nieve, aquello eran chorros de licor que salpicaban en sus labios, cuello y hasta nariz, destilándose entre sus senos, cintura y piernas.

—¡Wow! —profirió Jorge un grito triunfal, sobre todo cuando admiró el resultado de sus obras de arte.

Las tres mujeres estaban con aspecto de zorras, desprendiendo una fragancia a hembras, a alcohol, a vodka, mientras se les notaba erizado los pezones.

Procedió a quitarles los sostenes a las tres chicas, dejando las enormes peras al descubierto. Parecía que estuviese en un sueño en mi vida pensé en ver las tetas de tres mujeres juntas. Pero más me sorprendía el poder de convencimiento de Jorge, era como si las mujeres que estaban cerca de él acababan sucumbiendo a sus más bajos instintos.

—¡Qué está pasando aquí! —era la voz de mi madre que acaba de despertar.

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