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El capullito de papá

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Se llama Elvira, tiene veintiséis años, es rubia, de ojos azules, alta, tiene buenas tetas y un culito respingón que hace suspirar a chicas y a chicos. Podría pasar por la mujer casi perfecta, pero quien la conoce sabe que es incestuosa, bisexual, irreverente, y déspota.

Os voy a contar algunos retazos de su vida sexual y lo haré cómo si fuera ella la que lo hace.

La incestuosa.

Mi nombre es Elvira. Soy hija única y cómo mi padre siempre fue rico nunca me negó nada, pero nada de nada.

Ya tenía la edad legal para follar, pero mi vida sexual aún andaba entre dedos, consoladores, vibradores y bolas chinas cuando ocurrió lo de mi padre.

Recuerdo que era una tarde noche de verano. Estaba en el tresillo del salón con mis largas piernas abiertas y estiradas. Había bajado la cremallera de mi short vaquero, subido la camiseta blanca y con una mano amasaba mis gordas tetas y con los dedos de la otra masturbaba el coño. Sentí cerrarse la puerta de la casa. Subí la cremallera del short y bajé la camiseta. Entró mi padre en el salón y me preguntó:

-¿Qué tal el día, capullito?

-Bien, papá, bien.

-Me alegro. Voy a darme una ducha y luego pedimos algo para cenar. ¿Te llamó tu madre?

-No.

-A mí tampoco.

Mi madre se había ido a París a un desfile de lencería fina y joyas con una amiga mía a la que le gustaban los coños más que los pasteles y mi subconsciente me traicionó cuando le dije:

-Estará pasándolo bien con Pili.

No había pillado mi desliz.

-Estará.

Se fue. Un par de minutos más tarde fui a espiarlo. Asomé la cabeza en la puerta del cuarto de baño y lo vi de espaldas. Tenía las espaldas anchas, el culo redondo y una mano nerviosa. No veía su polla, pero sabía que se estaba masturbando. Abrí el botón de arriba del short, bajé la cremallera y metí una mano dentro. Mi coño seguía empapado. Levanté la camiseta y amasé las tetas al tiempo que me daba dedo, mejor dicho, dedos, ya que había metido dos dedos dentro del coño, y continué con lo que mi padre había interrumpido. Poco después vi cómo mi padre se ponía de lado y luego cómo machacaba su polla. Ya no pude esperar a que acabara, me corrí cómo una loba.

Tiempo después, estando él en bata de casa y yo vestida cómo antes, cenamos una pizza y bebimos Coca-Cola. Luego nos sentamos en el tresillo uno al lado de la otra para mirar la televisión y conversar... Mientras él me hablaba de cosas de su trabajo y yo lo miraba y sonreía me venía a la cabeza una y otra vez la escena del cuarto de baño. Acabé mojando las bragas. Le puse una mano en una rodilla y le dije:

-Te vi.

-¿Fuiste hoy por la oficina? ¿Y las clases?

-Te vi en la ducha.

Puso cara de "no puede ser."

-¡No!

-Sí. ¿Mamá no te da todo lo que necesitas?

-Esas no son cosas que se puedan hablar con una hija.

Poniendo mi mano sobre su polla y con voz sensual le dije:

-Si ella no te las da te las podría dar yo.

Quitó mi mano de su polla.

-Debería calentarte el culo y después mandarte para cama.

Me quité los shorts y me eché en su regazo.

-Caliéntamelo, papá, caliéntale el culo a tu capullito.

Me cogió en una brazada. Se levantó y me tiró en el sillón. Nunca lo había viso tan enfadado, ni tan empalmado, pues debajo de la bata no llevaba calzoncillos y la polla asomó entre la abertura.

-¡Larga para cama!

Mirándole para la polla, le dije:

-No te voy a dejar con ese empalme.

Me arrodillé delante de él. Busqué su polla y la metí en la boca para hacerle una mamada grandiosa, una mamada cómo la que le viera hacer a una chica en un video porno. No pude porque la cabeza de la polla me supo a carne cruda. La quité de la boca y mi padre se apartó de mí, se volvió a sentar, me puso en sus rodillas y me dijo:

-Tú te lo has buscado.

-¡Plas, plas, plas!

-Ahora te vas bien caliente para cama.

-No quiero ir bien caliente para cama, quiero ir bien follada.

-¡Plas, plas, plas!

-Anda, sé bueno, haz feliz a tu capullito.

Su mano volvió a subir y a bajar.

-¡Plas, plas, plas!

Me estaba doliendo el culo, pero lo seguí provocando

-Joder, papá, ¡cómo estás poniendo a tu capullito!

Se debió cansar de darme, ya que me quitó de sus rodillas y me volvió a echar sobre el tresillo. Acostada sobre él, flexioné las rodillas, me abrí de piernas y enseñándole mi coño abierto y mojado, le dije:

-Necesito tu lengua en mi coño.

-¡Tápate, guarra!

Subí la camiseta y vio mis tetas.

-Serás el primer hombre con el que esté. Ven a mí. Nadie se va a enterar.

Se puso en pie y se iba. Me levanté, con un brazo rodeé su cintura, con una mano de otro brazo le cogí la polla y con mis labios besé su cuello. Me dijo:

-Suéltame, Elvira, suéltame que no respondo de lo que te pueda hacer.

Le mordí una oreja mientras meneaba su polla.

-Folla a tu capullito, papá.

Se dio la vuelta y levantó la mano para darme. Le metí la lengua en la boca y bajó la mano, pero para ponerla en mi culo y apretarme contra él. Luego del beso, me besó en el cuello, me volvió a besar en la boca, bajó a mis tetas y me las comió con voracidad. Se agachó del todo y su lengua lamió mi coño de abajo a arriba cada vez más aprisa hasta que me corrí en su boca.

Aún tiraba del aliento cuando se sentó en el tresillo. Mi padre ya era otro. Me dijo:

-Siéntate sobre mi polla, capullito.

Puse mi coño sobre su polla. Empujé y el glande entró justo. No era cómo meter un consolador o un vibrador. La sensación que sentí mientras entraba fue deliciosa, y se lo dije:

-Follar contigo es algo maravilloso.

Subiendo y bajando mi culo le di a mi padre las tetas a mamar y cuando no le daba las tetas a mamar le comía la boca. Unos diez minutos después dejé de rodear su cuello con mis brazos y echando mi cuerpo y mi cabeza hacia atrás, le dije:

-¡Tu capullito se corre, papá!

Mi padre me sujetó echándome las manos a la cintura. Me corrí cómo una golfa.

Al acabar de bañarle la polla, me levantó el culo, la sacó y se corrió en la raja de mi culo.

Ese fue el primero de mis muchos polvos con mi padre.

La bisexual.

Hace tiempo, a eso de las seis de la madrugada, me desperté en lo mejor de un sueño, y digo en lo mejor porque estaba soñando que follaba con una azafata amiga mía y cuando me iba a correr fue cuando me desperté

A mi lado dormía mi prima Nieves, con la que había follado aquella noche. Dormía desnuda y boca abajo. Miré para su culo y ganas me dieron de despertarla comiéndoselo, pero no lo hice. Cerré los ojos y seguí el sueño donde lo había dejado. Tocándome las tetas vi a la azafata vestida con su uniforme. Estaba arrodillada a mis pies lamiendo mi coño, me lo lamía cómo a mí me gustaba, de abajo a arriba desde el ojete al clítoris. Me metí un dedo en el culo y dos dentro del coño imaginando que me los metía ella y me masturbé. Al buscar el orgasmo me masturbé cada vez más aprisa y la cama se comenzó a mover. Mi prima se despertó. Yo estaba con los ojos cerrados. Oí su voz:

¿Te ayudo?

Quité los dedos del coño y del ojete y le dije:

-Ya estás tardando.

Metió su cabeza entre mis piernas. Me dio una lamida en el coño y me preguntó:

-¿Ya te corriste?

-No.

-Pues lo parece. Tienes el coño encharcado. ¿Cómo lo quieres?

-Dedos y lengua.

Nieves me metió el dedo medio de la mano izquierda dentro del coño, lo quitó y engrasado lo metió en el culo. Luego me metió dos dedos en el coño y le hizo el "ven aquí" al tiempo que me lamía el clítoris. Empezó a masturbarme muy lentamente y rozando el glande del clítoris con la punta de la lengua. Yo me moría por correrme y necesitaba acción. Moví la pelvis para que la lengua se apretase con el glande. Mi prima separó la cabeza un par de veces, pero ya no la separó más, se la agarré, le llevé la boca a mi clítoris y moviendo la pelvis de abajo a arriba y de arriba a abajo me froté contra su lengua. Sentí sus dedos hacer el "ven aquí" a toda pastilla y cómo el coño se me anegaba de jugos. En el momento que sintió que me corría, sacó los dedos del coño y del culo y lamió del ojete al clítoris hasta que dejo de sentir mis gemidos.

Al acabar mi prima me dijo:

-Me debes una.

No me gusta deberle a nadie.

-Si quieres en cinco minutos te pongo mirando a Cuenca.

-Sé que lo harías, pero me gusta más al acostarnos.

Poco más tarde ya nos habíamos quedado dormidas.

La irreverente.

Mi madre quería hacer un donativo a la iglesia y en vez de ir ella, por joder, me mando a mí. Fui a la iglesia con las ganas que iría un borracho a una fuente, pero también por joder fui con una minifalda y un escote de infarto... El caso fue que había llegado un cura nuevo a la ciudad y el hombre estaba potable. Me recibió en la sacristía. Vestía con sotana y ésta lo hacía más largo que un día de mayo. El hombre, que era unos diez años mayor que yo, después de coger el cheque me puso delate un café y unas galletas de coco. Nos sentamos a la mesa. Estábamos uno enfrente de la otra a un metro de distancia. Me dijo:

-Sabía que el té Lo tenías muy visto.

No sabía por qué lo decía, pero mis tetas no las tenía muy vistas, ya que no paraba de mirarme para ellas. Le pregunté:

-¿Y eso?

-A -te- a. El té las ateas lo deben tener aburrido

El chiste era el peor que había oído en mi vida, pero le reí la gracia, y se la reí porque las miradas a mis tetas me estaban poniendo cachonda.

-Jajajaja. Se ve que se informó. Sí, soy atea y a mucha honra.

¿Qué honra hay en ser atea, hija?

-No pertenecer a la secta de los de la Santa Inquisición, de los de las Cruzadas, de los Papas que se follan a sus hijas... De esa honra.

-La Iglesia cometió muchos errores, pero también hizo mucho bien.

-¿Quién? ¿Los misioneros que se tiraban a las nativas? ¿Los curas pedófilos? ¿Quién?

-Solo sabe mirar el lado oscuro, hija.

-Y usted solo sabe mirar para mis tetas.

Al cura se le atragantó la galleta y luego tuvo los santos cojones de mentirme.

-Figuraciones suyas.

Cayeron unos trocitos de galletas sobre mis tetas. Fui a su lado, se las puse enfrente la boca y le dije:

-Sople, padre.

Se hizo el duro.

-No me va a vencer la tentación.

-Si no quiere soplar quítemelas con la lengua.

El cura se dejaba seducir, ya que en ningún momento me separó de mí, y encima mentía muy mal.

-¡Aparta de mí a esta pecadora, Señor!

Le cogí la cabeza, le restregué las tetas en la cara, y le dije:

-Me canso enseguida, otro reproche y me voy.

Desabotoné la blusa blanca y le mostré mis granes tetas con areolas rosadas y pezones gordos cómo dedales.

-No puedo, no puedo, no puedo...

Si pudo. Le echó las manos a mis tetas y me las comió con hambre atrasada. Mamó, chupó, lamió, magreó... Aquel cura había comido más tetas que yo, pues sabía bien lo que hacía.

Ya lo tuteé.

-Si me comes el coño tan bien cómo me comes las tetas me voy a correr cómo una cerda.

Se fue el cura y apareció el hombre.

-Cierra con llave la puerta de a sacristía, cerda.

Fui a cerrar la puerta y cuando me di la vuelta ya el cura se había quitado la sotana. Estaba de espaldas cogiendo vino de misa en una alacena. No tenía mal culo, aunque era blanco cómo la cal. Al darse la vuelta vi que tenía la polla tiesa. Me dijo:

-Quítate la ropa que no quiero mancharte.

Mientras me desnudaba abrió una botella de quina Santa Catalina. Luego vino a mi lado, echó un trago, me puso la botella en la boca y eché otro trago. Después me dio la vuelta, y luego me echó vino dulce por la espalda que bajó entre mis nalgas y cayó al piso de de la sacristía. Se agachó y lamió desde mi ojete al cuello. Volvió a bajar lamiendo. Se detuvo un ratito en mi ojete para meter y sacar la lengua de él. Luego me dijo:

-Pon una mano en el coño para que no te vaya el vino que el alcohol escuece.

Puse la mano en el coño y se me pringó de jugos. El cura echó vino sobre mis tetas, vino que volvió a bajar y caer al piso. Comió mis tetas de nuevo y lamiendo fue bajando hasta el coño, me apartó la mano y lo lamió. ¡Joder cómo le dio a la lengua el cura! Lamió de abajo a arriba y pringó toda la lengua de jugos, luego me la metió y me la sacó de la vagina una veintena de veces mientras la yema de uno de sus dedos acariciaba mi ojete. Dejó de meter y sacar, puso su lengua sobre mi clítoris erecto, la movió cómo si tuviera en ella el mal de San Víctor y le di en la boca una corrida descomunal.

Entre chupitos de jugos oí cómo me decía:

-¡Córrete, puta, córrete!

Me dejó seca. El cura sabía latín. Luego se sentó en una silla y me dijo:

-Ponme el culo en la boca.

Se lo puse y me hizo un trabajo en él que me lo dejó listo para ser penetrado.

-Siéntate sobre mi polla.

Deseaba su polla entro de mi culo, por eso me senté poniendo el ojete sobre su polla. El cura quería otra cosa.

-El coño primero, putita.

Al bajar el culo la polla entró en el coño con una facilidad pasmosa. Le eché las manos al cuello y mirándolo a los ojos le di caña. Mi culo iba de atrás hacia delante y de delante hacia atrás a cien por hora. Quería sentir la leche de un cura dentro de mi coño y por el empalme que tenía pensaba que no tardaría en dármela. Estaba equivocada, el cura era duro cómo él solo. Tuve quedarle las tetas a mamar, besarlo, y ni con esas, la que me iba a correr si no paraba de follarlo era yo. Cómo ya he dicho el cura sabía latín. Vio que me iba a correr y me dijo:

-Métela ahora en el culo.

Saqué a polla del coño y pringada de jugos y la fui metiendo despacito. Llegando al fondo vi cómo los ojos del cura se cerraron de golpe y sentí cómo se corría dentro de mi culo. La clavé, la saqué y la volví a meter..., y así lo ordeñé. Quitándola para volver a meterla en el coño sentí el hormigueo en los pies, la cosa fue subiendo y me corrí encharcando sus huevos de jugos.

Aquella experiencia me confirmo en mi ateísmo.

La déspota.

Eran las once de la mañana de un lunes. Estaba sentada detrás de la mesa de mi despacho vestida con mi traje gris de ejecutiva y calzando unos zapatos con tacón de aguja del mismo color. El guaperas, que parecía maricón perdido por lo guapo que era, entró con mi secretaria, ella se fue y él quedó de pie. Nada más irse y cerrar la puerta, le dije:

-Dile a mi padre que cuando quiera un asistente lo busco yo.

El guaperas me preguntó:

-¿Qué vio mal en mi curriculum Vitae?

En tu curriculum no pone que eres maricón.

-Y no lo soy.

-¿Te largó mi padre por mirarlo con ojos de cordero degollado?

-Le repito que no soy marica.

-Tienes tanto de heterosexual cómo yo monja. Para darte puerta mi padre tuviste que insinuarte, y yo odio a los maricones.

-Su padre me envía porque soy eficiente y usted es nueva en la empresa.

-Mientes muy mal.

-Mire, señorita, tengo tres carreras...

-En las medias.

-¡En las medias las tendrá usted!

-Uy, el maricón se ha ofendido.

-¡Qué no soy maricón, joder!

Me levanté de la silla y le dije:

-Demuéstramelo. Ven aquí y fóllame.

Se puso altivo.

-¡Mire que voy y me vengo por su desprecio!

Lo reté.

-No tienes cojones.

Vino a mi lado, me levantó la falda, me bajó las bragas, se sentó en mi silla, me echó sobre sus rodillas, me echó una mano al cuello y me dijo:

-Si chillas te estrangulo.

El guaperas me dio en las nalgas con la palma de su mano, y me dio con fuerza.

-¡Plas, plas, plas!

-¡A mí no me llama nadie maricón!

Me acordé de los primeros azotes de mi padre y me puse perra perdida.

-Maricón.

-¡Plas, plas, plas!

-Qué no me llama nadie maricón, coooño.

-Demuéstrame que eres heterosexual, maricón.

Parecía muy cabreado.

-¡La madre que te parió! Levántate, date la vuelta, apóyate con las manos en la mesa y ábrete de piernas.

Estaba tan cachonda que ya deseaba que me diera por donde quisiera. Hice todo lo que me dijo.

-Las soberbias cómo tú se merecen una lección.

Cuando la cabeza de su polla frotó mi culo se comenzó a abrir y cerrar

-Estás cachonda, eso es bueno.

El guaperas frotó la polla en mi coño y luego la metió hasta el fondo. ¿Qué clase de maricón era aquel? Al comenzar a follarme y magrear mis tetas supe que me iba a echar un polvo brutal Os diré cómo lo hacía. Me la clavaba con fuerza diez o doce veces, luego paraba y movía el culo alrededor. Después me follaba lento y acto seguido venían las brutales clavadas de nuevo... Así estuvo hasta que me dijo:

-Si prometes que no vas a gritar te como el coño para que me la des en la boca.

¡Y una mierda! Yo quería correrme tal y como me estaba follando.

-Acaba y déjate de tonterías. Sabes que por lo que me has hecho vas a ir a la cárcel. ¿Verdad?

-Sí, sé que acabaré en trullo, pero también sé que no podía quedar por maricón.

Me folló con fuertes clavadas hasta que sintió cómo mi coño bañaba su polla. Él no se corrió. Lo que hizo al acabar de correrme yo fue arrodillarse ante mí y lamer mi coño corrido con mi falda tapando su cabeza hasta que me hizo correr de nuevo. Luego se puso en pie y tuvo a osadía de besarme con lengua y después decir:

-Estoy en tus manos.

En mis manos sigue, pues me casé con él.

Quique.

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