Roberto fumaba nervioso en el salón de su casa. Eran las 4 de la mañana del lunes y no podía dormir. Su mujer, Ariel, se había marchado el viernes por la tarde a pasar el fin de semana. Ahora, a pocas horas de su vuelta, los nervios impedían al hombre conciliar el sueño. Si bien desde el primer momento su mente había imaginado multitud de situaciones, a medida que pasaban las horas su imaginación generaba imágenes más truculentas.
Llevaban 20 años casados y ahora, metidos en la cuarentena, habían decidido darle algo de morbo a su relación. Desde hacía tiempo a él le excitaba imaginar a su mujer con otro hombre. Ella, que al principio le pareció una broma, empezó a fantasear con esa idea. Cuando lo hacían se excitaban imaginando hacerlo con otros hombres y con otras situaciones. Comenzaron a frecuentar páginas de contactos, ver porno de intercambios y a acudir a playas nudistas.
Y fue ahí donde empezó todo. En aquella playa tinerfeña. En un paraíso natural apareció el hombre que lo cambiaría todo. Sentados en la arena fina de aquella playa, vieron venir en su dirección a un hombre muy alto, grande, guapo y con una buena polla. Era Hans.
El tipo les vio y se sentó a pocos metros de ellos. Durante una media hora hubo contacto visual entre Ariel y Hans. Ella era alentada por Roberto a que se dejase ver. A que fuera atrevida. La mujer le comentaba a su marido que le gustaba. Era de su edad y estaba muy bien:
-¿Te gustaría que se acercara? Este podría ser el tipo que estamos buscando.
-Ufff, el tío está muy bueno. Me gusta que sea tan alto. Y tiene un buen rabo…
El matrimonio tenía decidido llevar a cabo su fantasía sexual. Que Roberto observase como Ariel le era infiel con otro hombre. Solo de pensarlo Roberto se empalmaba y Ariel sentía como su coño se humedecía.
Durante esa media hora el cruce de miradas y exposición fue constante. Hans, el desconocido, se puso en pie y se acercó al matrimonio. A medida que se aproximaba su miembro, en estado de semi reposo, se balanceaba de manera morbosa. Ariel, con media sonrisa en su cara, comenzó a fantasear con tenerla en su boca. Roberto también comenzó a excitarse con ver a su mujer con aquella polla dentro:
-Hola, soy Hans -se presentó el hombre a escasos metros de Ariel -¿tendríais una botella de agua? Se me ha olvidado traer y estoy seco.
La mujer, sentada sobre una toalla y apoyada sobre sus brazos, le sonreía mirándolo desde abajo. Su coño segregó más flujo caliente y sus pezones se endurecieron:
-¿Te gustaría sentarte y tomarte una cerveza con nosotros? -le preguntó Roberto ofreciéndole una botella de agua.
-Si no molesto, de acuerdo. -Contestó Hans mirando hacia abajo, a la cara de la mujer.
El invitado se sentó al lado derecho de Ariel dejándola entre ambos hombres. Comenzaron una agradable conversación al tiempo que bebían unas latas de cerveza. El ambiente se fue relajando y de manera casi natural el tono de la charla fue subiendo. Entre risas, Ariel puso su mano en el muslo de Hans, muy cerca de su ingle. La polla del desconocido comenzaba a reaccionar. Roberto no perdía detalle y también empezaba a empalmarse.
Hans miró a Ariel a modo de demanda. Ella le respondió guiñándole un ojo y siguió con su mano sobre el duro muslo de él. Ahora acariciaba en dirección hacia su ingle. El invitado desconocido dirigió la mirada a Roberto, que acariciaba su polla erecta lentamente. Este asintió con la cabeza dándole a entender a Hans que aprobaba aquella actitud de su mujer. Así el hombre se dispuso a disfrutar de las atenciones de ella. Se tumbó hacia atrás apoyado sobre sus codos, exhibiendo su buen cuerpo tan largo era y dejando que su polla reaccionara a las caricias que recibía.
Ariel agarró el tronco del miembro de Hans calibrando su grosor. Con la otra mano hizo lo mismo con la de su marido para comprobar que aquel desconocido estaba mejor dotado que Roberto. Comenzó a pajear a ambos hombres lentamente. Nunca había tenido dos pollas en la mano. Es más, nunca había tenido otra polla diferente de la de su marido en la mano. Y ahora, en aquella playa nudista, al sol de la tarde disfrutaba del morbo que le producía pajear a un completo desconocido delante de su marido:
-¿Por qué no se la comes Ariel? -le propuso Roberto.
La mujer no lo dudó. Se colocó de rodillas, entre las piernas de Hans, de manera que su marido tuviera una buena visión de lo que iba a hacer. Se recogió el pelo en una cola y, poco a poco, fue dirigiendo su boca hacia la polla del invitado. La agarró fuerte con la mano y tiró de la piel hacia abajo para liberar un capullo gordo de color intenso. La notaba dura, tensionada, con las venas marcadas en el tronco grueso. Pasó su lengua por el glande. Generó saliva y jugueteó alrededor de él, circundándolo. Sabía a sexo, a hombre, a macho, a morbo. Su coño latía como un volcán en erupción y se inundaba con su flujo caliente. No pudo evitar la tentación de acariciárselo. La estrecha franja de vello púbico, rizado, estaba mojada por el líquido que manaba de su interior.
Por fin se introdujo el falo enhiesto y duro como el acero. Tuvo que abrir la boca esforzando su mandíbula para dar cabida al miembro de Hans. Cerró sus labios en torno al tronco y comenzó un movimiento de cabeza de arriba a abajo. El desconocido suspiraba sintiendo como su polla se derretía en la boca de aquella preciosa mujer. El marido resoplaba y seguía pajeándose, viendo como su mujer no había dudado en comerle la polla a un completo desconocido delante de él.
Ariel sintió arcadas cuando el capullo de Hans topó con su campanilla. Se la sacó de la boca para evitarlas y sus babas quedaron prendidas de sus labios hasta la polla. Ahora lo volvió a intentar. Acomodó la garganta de modo que el miembro del desconocido pudiera ir más allá. Así consiguió encajarla y darle todo el placer de una garganta profunda:
-Aaggg -gritó Hans -qué guarra es tu mujer, joder.
-¿Te gusta cómo te la chupa?
-Ufff. Es una auténtica puta comepollas.
-Es un putón. Córrete dentro. Que se lo trague todo. -Roberto daba instrucciones mientras aceleraba su paja sin perder detalle de lo que hacía su mujer.
Ariel oía excitada como es definida con insultos por parte de su marido y un desconocido. Su clítoris palpitaba excitado y ella se aliviaba haciéndose un dedo mientras chupaba y pajeaba la enorme polla de Hans:
-Sigue perra que te lo vas a tragar todo.
Hans la agarró del pelo para marcarle el ritmo. La mujer se sentía utilizada y humillada mientras su marido permanecía impasible. Pero toda la situación la excitaba como nunca antes. Un grito de su marido les anunciaba que llegaba al orgasmo. Roberto se corrió sobre su propio cuerpo. Un par de chorros de semen alcanzaron su pecho. Otros dos menos abundantes llenaron su ombligo y mancharon su abdomen.
El desconocido seguía agarrando a la mujer del pelo y le follaba la boca haciendo llegar su polla al interior de la garganta de Ariel:
-Traga perra, traga. -Se la dejó dentro un par de segundos.
La mujer de Roberto tragó dos buenos chorros de lefa caliente que llenaron su esófago. Los dos siguientes, Hans los dirigió a su preciosa cara marcando su mentón y su pómulo. Ella alcanzó el orgasmo después de sentir como era bautizada por un completo desconocido ante la pasividad del cornudo de su marido…
Esa fue la irrupción de Hans en sus vidas. Solamente había pasado una semana pero, de alguna extraña manera, la personalidad del desconocido había generado en ellos una confianza inexplicable.
Roberto miraba el reloj para comprobar que solamente eran las 5:30 de la madrugada. Llevaba toda la noche sin dormir. Su hijo mayor pronto se despertaría para ir a trabajar. Su hija lo haría un poco más tarde para acudir a la Facultad de periodismo. Ninguno sabía el motivo de la salida de su madre sola aquel fin de semana. Pero tampoco hicieron preguntas. Simplemente vieron a su madre despedirse de su padre y a este desearle que disfrutara de la experiencia.
Ahora Roberto se encendía otro cigarro y se cuestionaba si había sido buena idea aceptar aquella propuesta. Volvió a marcar el número de teléfono de Ariel y volvió a oír el insoportable mensaje:
"EL TELÉFONO QUE MARCA ESTÁ APAGADO O FUERA DE COBERTURA EN ESTE MOMENTO".
Durante la semana posterior a la mamada en la playa, Hans y Ariel intercambiaron numerosos correos electrónicos. A través de ellos supieron que Hans era un jugador, bebedor y mujeriego que llevaba 20 años afincado en Tenerife. Vivía de las rentas. Ella le contó que llevaba 25 años casada con su marido, que era madre de dos hijos, que los había tenido muy joven y que desde hacía un tiempo buscaban nuevas emociones para su matrimonio.
Así se fue enredando todo hasta que Hans le hizo la proposición que aceptaron y ahora le producía a Roberto un terrible dolor de cabeza. El desconocido les propuso convertir a Roberto en un auténtico consentidor. Para ello, Ariel pasaría un fin de semana sexual en su compañía y a solas. Su marido no podría estar presente. Luego sería informado de todo o solo de parte de lo que sucediera ese fin de semana. Todo quedaría a voluntad de su mujer. Sería ella quien decidiría que podía saber y qué no.
La cabeza del hombre dio mil vueltas y decidió que sería muy excitante dejar a su mujer ponerle los cuernos sin que él estuviera delante. Cuando la vio salir y cerrar la puerta de su casa, con una mochila como equipaje, se asomó por la ventana para ver cómo se subía al Alfa Giulia de Hans. Unos segundos después el coche se perdía al final de la calle. La primera consecuencia fue una impresionante erección. Roberto se había excitado solo de ver como su mujer se iba con otro. Tuvo que aliviarse en el baño mirando una fotografía de la cara de su mujer manchada con la lefa de Hans que tomó en la playa.
Pero a lo largo que transcurría el fin de semana su cabeza y su imaginación morbosa leniba proyectando imágenes de su mujer siendo follada por aquel desconocido. Pasó todo el sábado fuera de casa intentando no pensar pero le resultaba imposible. Durante la noche estuvo buscando vídeos porno de cornudos consentidores. No pudo evitar excitarse al pensar en su mujer junto a Hans. Se la imaginaba de todas las posturas posibles, gritando y disfrutando de la polla de un tío al que acababa de conocer. Aquella noche se hizo varias pajas y en todas acaba insultando a su mujer mientras en su imaginación aparecía la cara de ella.
El domingo se despertó tarde con una extraña sensación de angustia. ¿Cuánto tiempo se la podría estar follando el tipo ese? ¿Cuánto podría aguantar Ariel en un maratón sexual? Incapaz de probar bocado salió a correr pero su capacidad de concentración era nula. Su mente le impedía, a estas alturas, pensar en otra cosa que no fueran sus cuernos, Ariel o Hans. Pese a que habían acordado no llamar por teléfono, Roberto no podía aguantar más. La ansiedad de no saber nada lo estaba volviendo loco. Fue ahí donde comenzó a llamar. Primero cada hora, luego cada media, después cada diez minutos, hasta hacerlo de manera compulsiva. En todas la misma respuesta:
"EL NÚMERO QUE MARCA SE ENCUENTRA APAGADO O FUERA DE COBERTURA EN ESTE MOMENTO".
A las 8:30 del lunes, cuando se habían marchado sus hijos y él empezaba a plantearse poner una denuncia por desaparición, oyó que paraba un coche frente a su casa. Se asomó a la ventana y vio salir a Ariel del Giulia azul que se la había llevado dos días antes.
Roberto se detuvo frente a la entrada. La puerta se abrió y apareció su mujer. Su aspecto era impactante. No se había duchado en todo el fin de semana. Su olor era una extraña mezcla de sudor, sexo y semen. Bajo sus preciosos ojos claros había ojeras por el cansancio acumulado. Su pelo se veía alborotado y mal peinado. En su camiseta había manchas, sin dudas, de semen.
Su marido la miró con desconcierto. Deseando que le contara como había sido la experiencia. Lo único que pudo decir ella fue:
-Estoy extenuada. Necesito una ducha y dormir.
-¿Pero…? ¿Es que no me vas a contar nada…?
-Estoy demasiado agotada para hablar…
Ariel se dirigió hacia el baño andando con mucho trabajo. Estaba dolorida y sí, Roberto comprendió que la había sodomizado. Algo que ni siquiera él había conseguido. El hombre siguió a su mujer hasta el baño. Ella no puso reparos a que estuviera allí y comenzó a desnudarse. Tenía marcas de arañazos y chupetones en las tetas. Al quitarse el pantalón y las bragas, el hombre pudo comprobar que venían manchadas de semen. Se la había follado antes de dejarla en casa y no se había limpiado:
-Esto es un regalo de Hans para ti… -Y le lanzó las bragas manchadas de leche.
Por sus piernas caían restos que salían de su coño. Sus nalgas estaban enrojecidas y marcadas con los dedos. También había marcas de una mordida sobre el glúteo derecho. Roberto estaba totalmente excitado. El cabrón de Hans se había aprovechado bien de su mujer. El hombre ansiaba oír la historia de boca de su mujer:
-Ahora no te voy a contar nada Roberto. Lo único que quiero es ducharme y dormir…