Kiitty volviera a su convento de Santiago de Chile, pero ya no era no era la hermana Marta, era Kitty. Estaba cansada de madrugar, de los Maitines, de rezar por rezar… Y además la frialdad de la celda de su convento se volviera insoportable. Tenía que masturbarse varias veces cada noche. Las cuentas del rosario que había llevado de España, unas cuentas gordas cómo canicas y alargadas, cuya cadena había roto para que más que rosario fueran bolas chinas, y que tenía bien escondido, ya perdieran las cuentas de cuantas veces entraran y salieran de su coño y de su culo.
La hermana Elisa, prima de Kitty, que era una novicia bella cómo un ángel y que solo levantaba la cabeza del suelo para rezar, aquella noche de truenos, muy asustada fue a la celda de su prima, y le dijo con su voz aniñada:
-¿Puedo dormir con usted, hermana Marta? Los truenos me meten mucho miedo.
-Sí, hermana Elisa, venga.
La cama era pequeña. Al meterse en ella estaban muy apretadas. Elisa le pasó un brazo por encima de la cintura y le arrimo a cabeza a la espalda. Kitty tuvo pensamientos impuros. Su prima se lo puso a huevo, al preguntar:
-¿Cómo fue su estancia en España?
-Pequé, hermana, pequé mucho.
Su reacción fue de sorpresa.
-¡No!
-Sí.
-Nunca pensé que pudiera pecar. Usted era el espejo en el que me veía reflejada.
-Pues deje de hacerlo. No soy buena. Soy una pecadora, una mujer que pronto se irá de aquí. ¿Quiere qué le diga quién soy en realidad?
-Sí.
-Soy una puta, una puta, que nació para ser ama, pero no una ama al uso, una ama sumisa. Quiero que cuando me besen sea yo la que ordene cuando y donde, que cuando me toquen sea yo la que marque los pasos. Una ama que diga cómo le tienen que comer las tetas, cómo deben jugar con sus pezones… Si me los aprietan o no, si me los lamen, si me los chupan. Una ama que diga cómo deben follarla, si rápido, si lento, en fin, marcar yo las líneas y los límites del juego en cada momento.
Elisa acurrucada en su espalda, le dijo:
-Quiero jugar.
-¿Estas segura, Elisa?
-Sí, Marta.
-Llámame Kitty, prima.
-Ordena, Kitty.
Kitty se dio la vuelta.
-Echa esa lengüita fuera, putita.
Elisa sacó la lengua, Kitty se la acarició con la suya, se la chupó y después le comió la boca hasta que el coño de su prima dejó las bragas mojadas. Luego le dijo:
-Quita mi camisón y después el tuyo. Quiero ver tus tetas.
La novicia quitó los camisones, unos camisones que les llegaban a los pies y vio sus tetas, unas tetas medianas, casi piramidales, con las areolas rosadas hinchadas. Kitty se sentó en la cama, y le dijo:
-Frota tus tetas con las mías y bésame.
Elisa las frotó y la besó. La novicia se puso cómo una moto y su boca era el tiro de escape de los gemidos.
-Lame mis pezones… Mamá mis tetas… Amásalas, lame y mama…
La novicia se estaba dando un festín y sus bragas ya estaban para tirar con tanto flujo que había salido de su coño… Kitti siguió dando órdenes
-Coge el cordón del hábito y ata mis manos a mi espalda.
La novicia le ató las manos a la espalda y después la puso boca abajo. Kitty, sorprendida, le preguntó:
-¿Qué haces, prima?
Elisa cambió su voz aniñada por una voz ruda.
-¡Lo que me sale del coño, puta! Y calla la boca o me veré obligada a amordazarte.
-¿Y tú eres la que se miraba en mi espejo?
-Sí, en el espejo de Kitty.
-¡Serás cabrona!
Le quitó las bragas, las mordió, las rompió y le amordazó la boca.
-No, soy puta, muy puta, y vas a saber cuánto.
Se bajó de la cama y cuando subió llevaba una zapatilla en la mano, una zapatilla marrón con piso de goma de color negro. Le dio dos veces en cada nalga.
-¡Ummm!
-¡Calla, putona!
La novicia le abrió las nalgas y le lamió el ojete, luego le metió el dedo pulgar dentro del culo. Con el dentro y follándole el culo, le volvió a dar.
-¡Ummm!
-¡Qué te calles, coño!
La novicia le daba pero no le daba con tanta fuerza como para hacer daño, lo que quería era causar placer, o eso fue lo que pensó Kitty cuando dos dedos entraron en su coño y le folló culo y coño al mismo tiempo. No pudo evitar comenzar a gemir, ya que estaba viendo que se iba a correr… Cuando la tuvo a punto, paró de follarle culo y coño y le volvió a dar, pero esta vez a romper.
-¡Umm! ¡¡¡Plasss!! -¡Umm!
Tiró con la zapatilla. Le dio la vuelta, le abrió las piernas, le levantó el culo con las dos manos, metió todo el coño en la boca y le clavó la lengua en la vagina. Kitty movió la pelvis alrededor y en segundos se corrió en la boca de su prima mientras su bello cuerpo temblaba y se retorcía.
Al acabar de correrse Kittty, le dijo la novicia:
-Las amas follamos así, no nos andamos con medias tintas.
Le quitó la mordaza, la desató, y Kitty le dijo:
-Me debes unas bragas.
-¿Y si rompes tú las mías y me las metes en la boca…?
Cambiamos de escenario. Pasamos al confesionario.
¿Eso le dijo, hermana?
-Si padre.
-¿Se las metió?
-Sí.
-¿Y qué pasó?
-Que la leona era una ratita. Con pasar mi lengua por su coñito mojado tres veces ya se corrió en mi boca.
El cura, dentro del confesionario tenía un empalme brutal.
-¿A que saben sus flujos vaginales?
-Ha pecado.
-¿Y le hablo a la hermana Elisa de lo que le dije?
-Hablé, y está dispuesta.
-¿Y las otras?
-Estoy en ello.
-Vete para la sacristía que allí le daré la absolución.
Kitty sabía qué clase de absolución le iba a dar, mejor dicho, pensaba que sabía.
Kitty fue para sacristía. El cura tardaba en venir y cómo sabía dónde estaba el vino de mesa, se sirvió para hacer más grata la espera. Le dio tiempo a contar los crucifijos, los candelabros, los retablos… Por poco le da tiempo a contar los cuadros de la gran alfombra que cubría el piso. Vio un abre cartas con un mango gordo y no pudo evitar la tentación, lo pasó por el coño, lo metió dentro, lo sacó lo chupó… Sintió pasos y lo devolvió a su sitio.
Eran los pasos del cura, que era un tipo alto, con rostro amable y de unos cincuenta años y los de un treintañero, guapo, alto y fuerte, de esos que no necesitan pagar por follar. El cura le dijo:
-Este es Pablo, un benefactor de la iglesia.
Haciendo una reverencia con la cabeza, le dijo:
-Un placer.
-Espero que sea mutuo.
El guaperas sacó la cartera, quitó de ella dos billetes de quinientos dólares estadounidenses y le dijo:
-Tome, hermana, lo acordado por una hora.
Kitty se levantó y le dijo al cura:
-¡Ya le dije que yo no entraba en el acuerdo, padre!
El cura trató de justificarse.
-Pensé que le gustaría hacer real su fantasía de la doble penetración…
La monja estaba indignada, Kitty se empezó a poner cachonda, ya que el Guaperas estaba cómo un queso de tetilla. Habló la monja:
-¡Eso se lo dije en confesión!
El Guaperas se encontraba en una situación incómoda.
-Será mejor que me vaya.
A Kitty nada le gustaría más que follar con el Guaperas, pero no cobrando cómo una puta, pero la moja le dijo:
-Sí, mejor que se vaya, sacrílego. ¿No le da vergüenza querer deshonrar a una pobre monja?
-Lo que me da es morbo, me da morbo saber que hay debajo de esos hábitos.
El cura se puso detrás de ella, la agarró por la cintura, y le dijo al Guaperas:
-Métele mano.
El Guaperas le echó las manos a las tetas.
-¡Dejarme, pecadores!
El joven, con un empalme brutal, le comió las tetas por encima del hábito.
-¡Abusadores!
El Guaperas le dijo:
-Calle, hermana, calle que le va a gustar.
El cura le sacó el cordón y el crucifijo y le tapó la boca para que dejara de protestar.
-¿Te callas y te dejas o te tapo también la nariz hasta que pierdas el conocimiento?
Quitó a mano de la boca para que le respondiera.
-Cargaré con esta cruz.
Kitty tenía unas ganas locas de echarle la mano a la polla al guaperas, agacharse y comérsela, pero así no debía comportarse una monja. El Guaperas le quitó la cofia y la puso sobre una mesa que tenían al lado, la monja, le dijo:
-No me beses, por favor.
El Guaperas mirando para su rostro le arregló el cabello y después la besó con lengua.
-No, por favor, no me siga besando que va a despertar mi instinto animal.
El Guaperas, emocionado, la siguió besando.
-Saque la fiera que lleva dentro, hermana.
El cura se quitó la sotana, y con su hermosa polla al aire se puso al otro lado. La monja giraba la cabeza y dejaba que la besaran, mas no devolvía los besos. Al quitarle el hábito y ver que no llevaba nada debajo, el Guaperas se puso burro. Sacó la verga empalmada, un pedazo de pepino, le puso las manos en los hombros e hizo que se agachara.
-Mame, hermana.
-No voy a mamar.
El cura la cogió por los pelos y le tiró de ellos.
-¡Agarra las pollas y mama o te dejo calva!
La monja cogió las dos pollas y las mamó, sin poner mucho ímpetu, al principio, ya que después el calentón la perdió, apareció Kitty y las masturbó y mamó cómo si se fuese a acabar el mundo… Cuando se puso en pie de nuevo, el Guaperas le dijo:
-Desnúdeme.
Kitty ya estaba perra, lo desnudo, lentamente. Al tenerlo desnudo vio aquel cuerpo de Adonis con aquella tremenda tralla y su coño comenzó a lubricar una cosa mala. Tanto lubricaba que colgaban de él jugos cómo mocos cuando el Guaperas se lo lamió. El cura se agachó, le abrió las nalgas con las manos y le lamió y folló el ojete. Al ratito, sin avisar, se corrió y le llenó la boca de jugos al Guaperas.
Al acabar la echó sobre la mesa, el cura se la metió en la boca. El Guaperas se la metió en el coño de un golpe de riñón y la folló sin piedad hasta que se corrió dentro de ella. Kitty se había quedado con la miel en los labios. El cura lo sabía, pero no podía follar su coño, tenía que participar, eso fuera lo acordado, pero follar su coño solo podía follarlo el Guaperas, así que metió la cabeza entre sus piernas y le comió el coño, segundos, que fue el tiempo que tardó Kitty en correrse cómo una fiera. Su coño soltó la leche de la corrida del Guaperas junto a los jugos de su corrida y el cura se los tragó cómo un cerdo, cómo un cerdo que era.
Kitty se incorporó, se sentó en la mesa y después se puso en pié, el cura, por delante, le metió mano en el coño mojado, el Guaperas le frotaba la verga entre las nalgas y Kitty masturbaba al cura y besaba a los dos. Ahora ya les chupaba las lenguas sin esconder lo puta que era. Sin que el Guaperas le dijera nada se puso a cuatro patas sobre la alfombra, el Guaperas le metió la verga en la boca y se la folló cómo si fuera un coño, el cura le comió el coño y el culo. Kitty miraba al Guaperas con ojos de gata. De su boca caían babas para aburrir. El Guaperas se sentó en el suelo, Katty se arrodilló y le siguió mamando la polla. El cura cogió lubricante en un cajón, untó su polla con él, y sin más se la clavó a Kitty en el culo. Kittí dejó de mamar. Masturbando la polla del Guaperas, quiso decir: "¡Que rico, qué rico, qué rico!", pero dijo:
-¡Ay qué penuria! -su rostro que quería mostrar alegría, reflejó dolor-. ¡Me rompió el culo, padre!
El Guaperas la miraba asombrado. La monja era puta, pero bien puta, pero se creyó que era la primera vez que follaba, eso le puso la polla tiesa, tiesa, tiesa. Se echó sobre la alfombra. El cura le quitó la polla del culo para que Kitty cabalgara al Guaperas. La monja metió aquel pepino en el coño, pepino que le entró más apretado de lo que le entrara la polla en el culo. Al tenerlo todo dentro, el cura echó más lubricante y se la volvió a meter en el culo. Kitty nunca había sentido cosa igual. Gozaba una cosa mala, y en un par de minutos se corrió cómo una cerda… Se desmayó con el tremendo placer que sintió. Cuando volvió en sí aun salía leche de su coño y de su culo. El cura estaba despidiendo al Guaperas en la puerta de la sacristía. Tan pronto cómo se fuese iba a follar al cura hasta dejarle la polla inservible.
La madre superiora al volver al convento se enteró por una de las monjas lo que estaba tramando el cura. El cura fue expulsado de la iglesia, Kitty sigue comiendo coños en el convento, ya que culpó al cura de amenazarla con hacer desaparecer a sus padres si no colaboraba, pero todo esto tiene un principio y para ni dejar el relato con lagunas, os lo voy a contar.
Un tiempo antes…
Kitty estaba limpiando el altar de la iglesia cuando llegó el cura a su lado y le dijo:
-Es usted muy hermosa, hermana.
La monja, avergonzada, bajó la cabeza.
-No mienta, padre, soy una mujer normalita.
-Ahí le ha dado, es una mujer, una mujer que despierta mis más bajos instintos.
La monja se escandalizó.
-¡Padre!
El cura se acercó a ella, le echó las manos a las tetas, y le dijo:
-¡Tienes un polvo brutal No hago más que menearla pensando en ti.
-Necesita confesión, padre.
-Lo que necesito es tu coño jugoso en mi boca.
La monja sintió la dura polla del cura en su culo y el coño le empezó a latir.
-Pare, padre, pare, pare que está despertando a la mujer que hay debajo de los hábitos.
Sus palabras le dieron carta blanca al cura, se agachó, le subió el habito, le bajó las bragas y agarrándole las nalgas le comió el culo. Sintiendo la lengua lamer su ojete y entrar y salir de él vio entrar en la iglesia a una anciana. Se puso a limpia uno de los candelabros con el paño. La anciana a unos metros de ella, le encendió una vela a un santo, y le dijo:
-Tú no debías hacer ese trabajo, hijita.
-Siento mucho placer al hacerlo.
Y no iba a sentir, con la lengua del cura lamiendo su ojete y su coño lo raro sería que no lo sintiera. La vieja estaba media sorda y le dijo:
-No te oigo, hijita. Queda con Dios.
-Con que no que no acabe preñada…
La anciana dio media vuelta y se fue caminando por el pasillo de la iglesia. La monja sintió que estaba llegando.
-Me voy a correr, padre, ay, ay, ay, ay que me corro, padre. ¡Me corro!
Tiró el candelabro, se apoyó con la mano izquierda en el altar, mordió la palma de la mano derecha y se corrió con tanta intensidad que los jugos cayeron por las comisuras de la boca del cura y bajaron por sus piernas.
Kitty al acabar de correrse se puso en pie. El cura se la clavó hasta el fondo de un chupinazo y la folló despacito. La puerta de la iglesia seguía abierta y en cualquier momento podían volver a entrar por ella. Los santos se parecían que la estaban mirando. Aquella situación la excitaba sobremanera, y aun se excitó más al ver una cabeza que asomaba por una puerta lateral de la iglesia, era la cabeza de un joven melenudo a que no conocía de nada y que cuando se vio descubierto dejó que viera cómo se masturbaba.
El cura follaba cómo un diablo. Había empezado clavando hasta el fondo, despacito, y fue acelerando y magreando las tetas, acelerando y magreando, acelerando y magreando…, y cuando el coño de Kitty apretó su polla y la baño de jugos, el cura le apretó los peones con fuerza, lo que hizo que el placer de la corrida aumentara. Cuando Kitty abrió los ojos ya el joven se había ido.
Al acabar de correrse, le dijo el cura.
-Mámamela.
La monja se arrodilló y comenzó a mamar y a masturbar la polla del cura, que le dijo:
-Tengo un negocio en mente que nos puede hacer ricos.
La monja no entendió que pintaba ella en el negocio.
-¿Qué nos puede?
-Sí, tú me buscas las putas, yo busco los clientes y hacemos tres partes.
La monja no entendía nada.
-¿Dónde quiere que le busque las putas?
-En el convento.
-¡¿Se ha vuelto loco?!
El cura no iba a desistir en su empeño de convencerla.
-¿Tu sabes lo que llegarían a pagar por follar con una monja? ¡Y ya no te digo nada si es virgen!
El cura se corrió sin avisar. La monja mamando el glande se tragó la leche, al levantarse, le dijo:
-Veré que puedo hacer.
El resto ya lo sabéis.
Quique.