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El orgullo de hacer lo correcto

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-Armando -dijo sacándolo de su letargo- te presento a Lucia, ¿recuerdas que te hablé de ella? 

-Lo recuerdo -respondió- pero nunca me dijiste que fuera tan guapa.

-¿Eso te funciona galán? -exclamó la aludida.

-Y además inteligente -mencionó al darle un beso en su mejilla- peligrosa combinación, ¿qué te trae por aquí?

-Para ser tan lanzado no eres muy listo, ¿por qué mejor no me invitas algo?

-Se ve que se van a llevar muy bien -mencionó con una sonrisa al alejarse- les dejo.

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¿Cómo fue que llegó a pensar que era el amor de su vida?, no lo supo; fue mucho el tiempo que se hizo esta pregunta y no lograba entender el porque depositó su confianza en ella aun conociendo que no era correspondido de la misma forma; era lo que había buscado en una mujer, su error fue no comprobar que él lo fuera de ella; aún con esto tomó la decisión sin titubeo, pensando en un futuro lograr ser correspondido; sin promesas, pero con esperanza.

-Armando -dijo quitándose de su abrazo- no sigas, ya lo hemos hablado.

-Es cierto -le dijo- aun así quiero hacer una vida contigo.

-No, no estoy lista; además está mi hija…

-A la que voy a querer como mía -dijo sin dejarla terminar.

-No sé, en verdad no lo sé.

-¡Cásate conmigo amor! -mencionó al momento de hincar la rodilla al suelo- ¿quieres que pasemos nuestras vidas juntos?

-Sí -respondió pasados unos instantes aún sin la emoción que representaba el momento- hagámoslo.

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El tiempo pasó mientras, a ella, el amor le duro lo que tardó en llegarle el hastío; nada le faltaba, sin embargo, no se sentía satisfecha; sabía a ciencia cierta que era y eso le molestaba ya que, de él, no tenía más que amor y detalles, mismos que ella no compartía y mucho menos prodigaba de la misma forma que los recibía.

-Como la quiere, ¿no crees? -escuchó a su espalda- parecería que es su hija.

-Lo es para él -mencionó sin apartar la mirada de ellos- y eso lo hace más difícil.

-¿Sigues con la misma idea?, ¿qué te falta que no te haya dado?; ustedes son su vida.

-No sé -dijo tomando su cabello- algo me falta con él, si continúo aquí voy a explotar.

-¿No será que ya no lo quieres? -dijo al buscar su mirada- porque a mi no me engañas, es casi seguro que lo sigues viendo e imagino que los has comparado.

-Calla -respondió rehuyendo a su mirada- no me hagas sentir peor de lo que me siento.

-¿Lo sabe?

-Ni siquiera se lo imagina, y quiero que continúe así; al menos de momento…

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-¿Podemos ir al parque? -pidió con ternura viéndolo a los ojos- ¿podemos?

-Es tarde -le respondió aun sabiendo que no podía decir “no”- tu madre nos mata si se entera que paseamos sin abrigo.

-¿Y si no le decimos?

-Está bien, vamos; pero solo un rato hasta que oscurezca.

-¡Te quiero papi! -dijo al abrazarse a su pierna- ¡eres el mejor papá del mundo!

-¡Y tú eres la niña más hermosa de todas!

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No era ella cuando estaba con él, no había siquiera un rastro de remordimiento que le hiciera sentirse mal en ese momento; sabía que estaba mal pero no le importaba, solo eran ellos y lo demás pasaba a un segundo término; regresó de sus pensamientos al sentir como salía de ella moviéndose a un costado suyo.

-¿Cuándo se lo vas a decir? -preguntó aún con su respiración agitada.

-Que afán el tuyo de arruinar el momento -respondió de igual forma con apenas aliento- no encuentro el momento, es todo.

-Se lo dices o lo hago yo -dijo al girar su cuerpo sin ninguna delicadeza, colocándola boca abajo- no quiero seguir escondiendo lo nuestro.

-Dame tiempo -suplicó preparándose a la sodomía- no es tan fácil hacerlo.

-Hazlo ya, sino se lo dices lo buscaré para decírselo -dijo sin esperar respuesta mientras buscaba con su intimidad invadir la de ella.

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La impaciencia la mataba, caminaba en círculos imaginando su reacción; le aterraba, pero sentía que debía hacerlo, no había marcha atrás en sus planes. Quedó inmóvil al escuchar abrirse la puerta y verlo entrar como cada tarde lo hacía.

-¡Hola amor! -dijo al verla- ¡que hermosa te ves hoy!

-Armando -le respondió con un evidente nerviosismo- tenemos que hablar…

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Se dejó caer al sillón mientras veía como su vida daba un giro; ¿qué había hecho mal?, se preguntaba; ¿por qué le hacía esto cuando no había hecho más que amarla? Tomó de sus cabellos sin llegar a comprender lo que estaba sintiendo mientras un punzante dolor hacia nido en su pecho.

-Dime algo Armando -pidió al ver su inacción- insúltame o pégame, pero no me dejes así.

-¿Qué quieres que diga? -respondió con tristeza- ya todo lo dijiste e incluso tomaste la decisión de dejarme, ¿qué crees que debería hacer?

-Entiéndeme -continuó- algo me falta, no sé lo que sea, pero no puedo seguir así; siento que de seguir aquí me voy a volver loca, ya no podemos seguir juntos.

-¡Me engañaste Lucia! -exclamó al verla a los ojos- lo que dices es solo una excusa para justificar tu infidelidad.

-No sé si puedas hacerlo, pero, perdóname; no quise hacerte daño.

Sonrió con amargura, ¿no quiso hacerle daño?, ¿qué era lo que estaba haciendo en ese momento?; sabía que no contaba con la solución a su ahora fallida relación, tenía que aceptar y dar vuelta a la página, aunque, pensó, aún había algo por hablar.

-¿Y Susy?, ¿has pensado en ella?

-Ella va a estar con mi hermana por un tiempo, hasta que pueda llevarla conmigo.

-¿Cómo? -exclamó extrañado- puedo entender que me dejes pero, ¿a tu hija?, ¿la cambias por él?

-Ese es mi problema -dijo con enojo- ni siquiera es hija tuya.

-Lo es desde el momento que entró a esta casa -le respondió poniéndose en pie- sabes que la quiero y legalmente me diste ese derecho.

-¡Pues va a ser así! -dijo tomando camino a la salida- y no hay algo que puedas hacer.

-¡Claro que puedo hacer algo!, haré todo lo que esté a mi alcance para que se quede conmigo.

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El tiempo, como siempre inflexible, pasó para ambos asentando las cosas con minuciosa exactitud; la separación fue consumada y, por las atenuantes del caso, la niña quedó bajo la tutela de su tía; no fue una victoria para él, pero al menos la sabía más segura hasta que pudiera hacerse por ella.

-Buenas tardes, Martha -mencionó- ¿cómo estás?, ¿cómo esta Susy?

-¡Papi! -escuchó sin recibir respuesta a sus preguntas- ¡que bueno que viniste!, ¡te extrañé mucho!

-Y yo a ti mi princesita hermosa -le respondió mientras le cargaba en brazos- espero y te hayas portado bien con tu tía.

-Es un amor -mencionó la aludida- no hay niña mejor portada.

Pasaron dentro después del arrebato, una vez en la siesta de la pequeña pudo hablar y comentar sus planes.

-Sabes que tiene que estar conmigo -dijo- no me malinterpretes, eres una excelente persona, pero sabes lo que quiero a Susy.

-Te entiendo -respondió con sinceridad- es mi hermana, pero debo aceptar que su pareja no quiere a Susy con ellos, no me lo ha dicho, pero sé que así es.

-¿Me apoyarías en la audiencia? -dijo casi como una súplica.

-Lo haré.

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-¿Por qué lo hiciste? -reclamó con enojo- ¿por qué lo ayudaste?

-Sabes bien que Francisco no quiere a tu hija -le respondió- Armando en cambio la adora, solo dije la verdad.

-¿Haces esto porque me prefirió a mí?

-Dices eso ahora porque estás dolida -mencionó al verla con marcado enojo- pero no lo voy a olvidar y después tú y yo tenemos que hablarlo.

Dio media vuelta y la dejó sin despedirse, rumiando su frustración.

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Pasaron los meses a la par del remordimiento hacia su falta, la veía solo en las ocasiones que iba por su hija y, después del enojo y la tristeza, solo llegó a sentir indiferencia por ella. Acabó por cerrar el ciclo sentimental que les unía y se sintió, por fin, liberado.

-Martha -dijo al abrir ésta la puerta- ¿cómo estás?, ¿aún no trae a mi hija?

-Hola Armando -respondió con una sonrisa- aún no, pero no debería tardar; pasa.

-Sé que hace mucho debí decirte esto -dijo al ingresar- no lo había hecho por una u otra razón y quiero aprovechar el momento para hacerlo.

-¿De qué hablas Armando? -preguntó.

-Quiero darte las gracias Martha -dijo efusivo y con una sonrisa en su rostro- por todo; por tu apoyo con mi hija, por tu tiempo con ella, por estar siempre...

-Sabes cuanto la quiero, no tienes nada que agradecer -mencionó esto último bajando su mirada- además, no es solo por ella que lo hago.

-¿Es lo que imagino? -preguntó tomándola de sus hombros- porque si es así me harías muy feliz.

Su respuesta confirmo su pregunta, se colgó a su cuello mientras se fundían en un beso que no dejaba lugar a dudas de sus sentimientos; la abrazó y de inmediato sintió lo que hacía tiempo le quitaron y no se había permitido volver a tener.

-¡Martha! -se escuchó decir- ¿qué pasa aquí?

Voltearon a verla sin romper su abrazo.

-Lo que tenía que pasar -dijo con tranquilidad- dejaste libre a un hombre que en verdad vale la pena, no tendrías por qué sorprenderte.

-¿Sabe de lo tuyo con Francisco? -preguntó con ironía.

-Aún no, pero lo va a saber -respondió con seguridad- solo que ahora no es el momento.

-Susy duerme en el auto -dijo dirigiéndose a él- ve por ella, tengo que hablar con mi hermana.

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-¿Sabías entonces que tu hermana me engañaba con él? -preguntó sabiendo de antemano la respuesta.

-Si Armando -dijo con nerviosismo- discúlpame que te lo haya ocultado, pero es mi hermana y en ese momento estaba antes que tú.

-No lo justifico, pero te entiendo -dijo mientras se ponía en pie- ahora ya no importa, pero me hubiera gustado saberlo para no quedar como estúpido.

-¿Te vas?

Una triste sonrisa fue su respuesta al momento de salir de la casa.

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¿Era esta la vida que pensaba merecía?, se preguntó; en ningún momento pensó que lo que hizo, ahora se lo estuvieran devolviendo a ella, no tenía la certeza, pero sabía que así era. Lo que antes le sobraba ahora brillaba por su ausencia y al verlo con ella entendió lo que había perdido, lo mas por lo menos; como si el destino jugara con ella gastándole una cruel broma. Tomó su bolso y salió con una insana idea en mente.

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-¿Lucia? -dijo sorprendido- ¿qué haces aquí?

-¿Puedo pasar? -preguntó- tengo algo por decirte.

-Sé que es tarde -mencionó al tomar asiento- pero quisiera pedirte una oportunidad para rehacer lo nuestro, sé que aún me quieres y ya entendí que mi vida es contigo.

No dijo algo, no alcanzaba a entender lo que en ese momento pasaba o porque se daban las cosas de esa manera; de ocurrir con anterioridad se hubiera dado la oportunidad de pensarlo, pero ¿ahora?

-Además, está la niña -continuó con su discurso- me necesita, nos necesita a ambos; juntos.

-¿Por qué haces esto Lucia?, ¿por qué ahora?

-Porque aún siento algo por ti -dijo sin más- y sé que tu sientes lo mismo, lo sé.

-No te hagas daño -dijo poniéndose en pie- no es sano lo que haces.

-¿Hacerme daño? -preguntó- veme a los ojos y dime que ya me olvidaste.

-No es necesario que te lo diga -dijo una voz a su espalda- te lo voy a decir yo.

-¡Martha!, ¿qué haces aquí?

-Aquí vivo ahora -respondió con una sonrisa- Armando y yo decidimos continuar juntos y si, antes que lo preguntes, le conté de Francisco; sabe que estábamos en una relación cuando tú te interpusiste para quitármelo, también sabe que cubrí tu infidelidad aún a costa de mi dolor por saberte con él, de tus planes para dar en adopción a Susy y que por eso lo apoyé para que se quedara con él y no contigo; ¿qué más tienes por decir?

-Te quise Lucia -continuó él- lo que no imaginas, hubiera dado todo por ti; de hecho, lo hice; tal vez no lo sepas, pero hablé con Francisco, supo que ganó contigo, se lo dije; únicamente le pedí que te amara de la misma forma que yo lo hice de ti, esperaba que lo hubiera cumplido; ahora veo que no fue así.

Ninguna palabra salió de su boca, con agobiante lentitud se puso de pie, tomó su bolso y salió para no volver a verlos.

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Tomó el micrófono pidiendo atención, radiantemente hermosa, enfundada en su vestido blanco, avanzó a un costado de la pista dirigiéndose hacia él; este, la observó con orgullo, aquel que da el saber que hizo bien las cosas; la tomó de las manos regalándole un beso intentando, sin lograrlo, contener el llanto.

-Este es el mejor día de mi vida -dijo aclarando su garganta- pero quiero que sepan que todo se lo debo a este señor que amo con todo mi corazón, porque sé muy bien que, sin su apoyo y amor, no estaría hoy aquí. Viejo, gracias por todo, no tuviste la necesidad y sin embargo lo hiciste; por eso te quise, te quiero y te voy a querer toda mi vida. ¡Que Dios te bendiga siempre!, porque a mí ya me bendijo contigo.

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