back to top
InicioConfesionesEl profesor y su alumna

El profesor y su alumna
E

el

|

visitas

y

comentarios

Como algunos ya sabréis he publicado en la descripción de mi perfil un correo para tener contacto con mis lectores. ¿Ha sido buena idea? Lo cierto es que sí, y en unos párrafos veréis el por qué. Uno de mis lectores habituales decidió confesarme una de sus experiencias sexuales que me dejó fascinada y excitada por imaginármelo, ahora os lo narraré en primera persona para que sintáis lo que yo sentí, y lo que mi lector vivió.

Soy un profesor que a lo largo de su trayectoria laboral ha visto pasar innumerables alumnos y alumnas por mis aulas, algunos buenos y otros malos, algunos que les gustaba la asignatura y otros que no, algunos que me odiaban y otros que me hacían la pelota constantemente, pero ni una alumna se igualaba a Carmen, una chica de dieciocho años morena de piel que presumía un largo y oscuro pelo que le llegaba a la cintura, sus ojos negros eran atrapantes y junto a su sonrisa hacían que mirar el rostro de la adolescente fuese hipnótico. En cuanto al cuerpo, no tenía unos pechos muy destacables, pero se compensaba por sus impresionantes piernas y un culo que muchas chicas envidiaban y muchos chicos querrían palpar, sus glúteos me impresionaban, no mirarlos era una lucha perdida.

Su madre era una profesora de primaria y me llevaba muy bien con ella, tanto que cuando Carmen acabó segundo de bachillerato nos invitó a mi y a mi mujer a pasar un tiempo con ellos en su casa, en un pueblo precioso. Debido a unos imprevistos mi mujer no pudo ir y yo no pude rechazar la oferta por lo que pasé un tiempo con mi ahora exalumna y su familia apartados en un pueblo al oeste de España.

Durante mi estancia con ellas, Carmen no paraba de tontear conmigo, provocarme o soltarme muy sutiles indirectas que, hasta cierto punto me excitaban. Ella era constante, aprovechaba cada oportunidad que tenía para provocarme y yo me dejaba sin oponer resistencia alguna a sus dotes seductoras. Disfrutaba de ello. Pero el tonteo pasó el límite.

Una tarde, después de bañarme en la piscina me ofrecí a preparar la cena. Salí del agua, me duché y me puse un bañador seco y una camiseta. Fui a la cocina que compartía habitación con el salón, donde estaba la madre, en la cocina estaba ella, Carmen, con unos tirantes por los cuales se notaba que no llevaba sujetador y con unos shorts muy holgados pero que le marcaban un gran culo. La cocina estaba de cara al salón, solo nos separaba una gran encimera. La madre estaba sentada en uno de los sofás, dándonos la espalda y viendo la tele a la vez que hablaba con nosotros sobre asuntos mundanos. Carmen me estaba ayudando con la comida, pero durante el proceso no paraba de rozar su cuerpo conmigo, intercambiar miradas y sonreírme, eran ataques constantes, haciendo que en mi bañador creciese un bulto.

En uno de esos, ella apoyada en la encimera se inclinó de más exponiendo sus impresionantes nalgas. Mi mirada se desvió instintivamente hacia su culo y no supe reaccionar, ella se dio cuenta de eso y se inclinó mucho más mientras se mordía el labio y me sonreía pícaramente mientras con sus ojos me hacía señas animándome a tocar su culo. Mi erección era mucho más grande y palpitante, casi indisimulable, no podía apartar la mirada de su impresionante culo el cual ella lo empezó a mover haciendo que sus nalgas rebotasen y resultase atrapante verlo, no pude más y decidí tocárselo. Acerqué mi mano a uno de sus glúteos y lo acaricié con suavidad, Carmen acercó sus nalgas a mi para que tocase con libertad sus glúteos, los acariciase, que sintiese su suave piel en las palmas de mis manos y en las yemas de mis dedos, todo ello mientras seguíamos hablando con su madre, a unos escasos cinco metros.

Yo estaba muy nervioso, sentía que el corazón se me iba a salir del pecho de un momento a otro, pero fui a más, de lo anchos que eran sus shorts pude meter mis dedos por debajo y acariciar su coñito, era extremadamente suave, depilado y muy húmedo, de primeras pasé mis dedos sobre sus labios superiores los cuales eran muy agradables al contacto, se sentían sedosos y esponjosos. Luego abrí sus labios para acariciar sus labios inferiores y pasar mis dedos entre ellos.

Tras frotar ligeramente mis dedos en su vulva los introduje dentro de su vagina para comenzar a masturbarla muy sutilmente, sintiendo el calor de su suave vagina en mis dedos. Tras ello quisimos ir a más, ella se abrió de piernas aun estando de espaldas, yo me saqué mi erecta polla y la colé entre sus shorts para llegar a su vulva y penetrarla lentamente, Carmen soltó un profundo suspiro durante mi introducción, pude sentir sus labios abrazando mi miembro mientras se deslizaba hacia lo profundo de ella. Puse mis manos sobre su cintura y comencé a embestirla contra la encimera suavemente y con un silencio extremo, pero a la vez con un ritmo adecuado y satisfactorio para los dos.

Me estaba follando a mi exalumna a escasos metros de su madre que a la vez era amiga mía, la adrenalina del momento y la excitación era algo que jamás había sentido antes, tenía miedo, pero estaba disfrutando como nunca. Moví mis manos a sus pechos notando sus pezones los cuales estaban muy duros. Su cuerpo por detrás era hermoso, su espalda, la cual estaba ligeramente tapada por su largo pelo, acababa en su precioso culo que rebotaba sin parar, sus piernas temblaban, su respiración se notaba agitada y acelerada y a pesar de todo ello podíamos hablar con cierta claridad y coherencia.

La situación se me hacía extremadamente excitante, su suave y húmedo coñito no oponía resistencia alguna, sentir mi pene dentro su vagina me excitó tanto que me corrí dentro de ella a la vez que Carmen llegó también al orgasmo soltando suspiros muy agitados y silenciosos. Eyaculé todo mi esperma dentro de su vagina, saqué mi palpitante miembro terminando así nuestro muy arriesgado sexo.

Compartir relato
Relato anterior
Relato siguiente
Autor

Comparte y síguenos en redes

Populares

Novedades

Más de este autor

Comentarios

La sección de comentarios se encuentra en proceso de elaboración.