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El reencuentro de Silvia (Parte 1)

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En una medianoche de soledad, le mandé un email a Silvia para decirle que estaba escribiendo sobre las aventuras de nuestro corto, pero intenso amorío. Le pedí no permiso para relatar nuestro romance, sino para mantener su nombre en el cuento. No esperaba que me contestara y se lo deje a ella si quería saber más sobre este proyecto. Pasó más de un mes para saber su respuesta. Le entró la curiosidad sobre lo que había escrito. Yo curioso de saber sobre su vida en estos 5 años sin verla. Antes de mandarle uno de los 4 relatos ya publicados, quise saber de su vida y después de unos minutos de chatear por el Messenger, resultó que se casó un par de años atrás con alguien mucho mayor y según ella, estaba feliz (¿Pero por qué la curiosidad sobre mis relatos eróticos?).

En ese momento, las cosas con Mirna se enfriaron. Ya no visitaba seguido su trabajo y ella parecía estar con un gringo, su compañero de trabajo. Quizás quería ponerme celoso o hacerse la difícil. No le di importancia, me excitaba que ella viniera a buscarme y no viceversa. Mi objetivo era que Mirna se ofrezca entera.

Me comporté como siempre con Silvia, coqueto y haciéndola reír. Quedamos en que le iba a mandar el primer relato al cortar el chat porque no le tenía a mano (Mentira). No fue hasta las 10 de la noche del día siguiente que se lo mandé, sabía que a esa hora iba a estar en cama y deseaba que se excitara cuando estaba al lado de su esposo, el cual no habla español. Le mandé el link por WhatsApp para saber que recibió y leyó el mensaje... A las 10:17 pm, de la noche de un martes, Silvia leyó, pero no me comentó nada hasta la tarde del miércoles.

-Dijiste que ya tienes escrito 4 historias? - Silvia preguntó por WhatsApp.

-Si- respondí casi de inmediato. -Qué opinas?

-Me haces ver como casi una puta. - Me dijo, esquivando un poco la pregunta.

-Tú lo dijiste: “Una mujer recatada en público y una...”- Escribí de vuelta

-PUTA EN LA CAMA. - Replicó con una carcajada virtual.

Durante la semana, le mandé a Silvia nuestras historias restantes. No le pregunte su opinión, pero si conversábamos de rato en rato sobre nuestras vidas diarias. En una de esos chats, me dijo que ya no vivía en el apartamento cuando estaba soltera. El apartamento era suyo y estaba tratando de alquilarlo, pero se le hizo difícil encontrar inquilino por la pandemia, así que lo tenía vacío pero amoblado.

-Dijiste que no tuviste tiempo de hacerme cosas ricas. - Comentó Silvia

-Siempre fuiste mi fantasía. - Le dije por escrito, a pesar que me llamo por teléfono.

No quise contestarle, no quise escuchar su voz. Era más erótico hacerla leer mis textos que escuchar mi voz.

-Cómo todavía mantienes tu apartamento voy a relatar lo que te haría si quieres verme otra vez. - Escribí con el morbo encrespando el pelo detrás de mi cuello. - Quieres que te cuente? - Le pregunte sin tener nada que perder.

-Sigues siendo un niño malo... ¿Qué me harías? - Dijo la casi cincuentona de ahora grandes caderas y con unos pocos kilos de más.

-Esto sería al pie de la letra lo que te pasaría- Le dije a Silvia asumiendo su sumisión en el relato y dejando la puerta abierta para que lo fuese en la vida real.

Ya estaba estacionado fuera del apartamento de Silvia con ansias de ver si seguía manteniendo su buen culo. Le pedí el código de la puerta principal del edificio, le indique que deje su puerta sin llave y que se vaya a la sala a esperarme en pose de perrito con su culo en dirección a la puerta. La noche anterior ordené que, vista faldita corta, estilo tutu, con calzón de hilo dental y con solo el top de su “Prenda Mágica”, la ropa interior que usan los mormones. Que esté atenta cuando la puerta se abra pero que no tiene permitido voltear ni hablar hasta que yo le dé permiso.

Eran las 7 pm y todavía abajo le dije que se ponga en su posición. Silvia tenia mala una pierna, la de su accidente, pero no me importo hacerla esperar 15 minutos en esa posición. Más los años, esos 15 minutos esperándome debieron ser difíciles... Su castigo por los años perdidos. Llegó la hora de entrar y felizmente el código funcionó, porque llamarla para que repita el código hubiese matado el morbo y ansias por estar juntos otra vez. Ya en su puerta, giré la manija y como había estado pre establecido, estaba sin llave.

La puerta de entrada da a la cocina y es separada con la sala por una pared que no deja ver los muebles en ese ambiente. Cerré la puerta, puse el seguro y silenciosamente comencé a entrar a la sala. Al asomarme me encontré con el culaso de la vieja. Estaba más llenita pero redondita, con su faldita que con las justas cubría su coñito abultado, el cuál que se podía ver al otro lado de la tanga. Sin agacharme mucho, mi mano fue directamente a su sexo introduciendo mi mano por atrás, entre sus piernas.

-Ohhh Baby!!! - Suspiró Silvia

-TAS!!!- Con una palmada fuerte en su culo le dije que se calle.

-Nadie te ha dicho que hables o me mires- Le dije en voz alta evitando con mi mano que su cara voltee a verme.

Silvia obedeció suspirando, su sexo caliente haciendo notar que el latigazo con la mano fue efectivo. Su calentura aumentó. Pase minutos manoseando su vagina completamente depilada por encima del calzón y por ratos mordiendo sus ricas nalgas. Luego completamente vestido, acerqué mi pelvis a su culo y ella salto con sorpresa al sentir la frialdad de la hebilla de mi cinturón. Le di dos palmadas intensas y la pegué al bulto de mi pantalón, mientras metía mi mano abajo del top blanco, acariciando sus senos, más grandes por la subidita de peso que adquirió. Silvia mantuvo la mirada al frente o al piso cuando le exprimía con pasión sus senos, haciéndole doler un poco, recordando que le gustaba el dolor de mis mordiscos a sus pezones.

Su culo comenzó a moverse sobando con sus nalgas mi pene. Me separé de inmediato y le di dos cachetadas a su culo redondo y ahora rojizo. Ella no estaba en control, no tenía que tomar la iniciativa del placer. Dio un grito perdiendo el aliento, pero sin voltear después de las bofetadas

-Voy hacerte algo ahora, que me he aguantado por más de 10 años.- Le dije mientras recogía su faldita para posarla encima de su cintura.

Con el culo todo expuesto y el apartamento en completo silencio, excepto por la música del vecino, la exaltada respiración de Silvia llenaba todos mis sentidos. Silvia nunca me había dejado ver su ano, algo que solo pude apreciar cuando la cogía por atrás, pero aun así se avergonzaba. Le indique que abra las piernas, y con unos de mis dedos arrime el hilo dental dejando al descubierto su delicioso orificio. Le puse una mano en la nalga derecha indicando que, si se negaba, le iba a mandar una nalgada más fuerte que las anteriores. Cuándo no hubo objeción, le abrí sus cachetes delicadamente para concretar una de mis fantasías. Silvia seguía tratando de mantener el aliento con cada respiración y al introducir mi lengua en su ano, exhaló bruscamente con un instantáneo temblor de piernas.

Me estaba comiendo el culaso de la vieja mientras ella iba cambiando de mano seguido para poder mantener el equilibrio y posición, gozando con cada entrar y salir de mi lengua. Silvia estaba chorreando de placer. Note que quería masturbarse, sobar su clítoris, pero no podía mantener su equilibrio porque el placer la tumbaba. Me separé de ella para poner su cabeza en el sentadero del sofá y así, con cabeza y brazos encima de este, seguí comiéndome su culo. Le quite la mano de su clítoris, introduje tres dedos en su sexo para encontrar y sobar su punto G y hacerla venir.

Mi lengua hacia círculos en su culo en total coordinación con el movimiento de mis dedos dentro de su cuerpo.

Silvia se había limpiado todita, oliendo rico de pies a boca. No creo que se haya esperado que me comiera su culo de esta forma tan pasional, tan salvaje, con tantas ansias. El clímax venia y ella me agarró la mano que tenía dentro de ella y cerrando con fuerzas sus piernas, clavó sus uñas en mi brazo. Esta viejita, en modo perrita, se vino completa en mi mano, desplomándose para atrás con mi mano adentro. Recibí su espalda en mi pecho hasta que el temblor pasara y con mi mano izquierda apreté su garganta, evitando una directa mirada.

-Quien es mi perrita? - Le susurre al oído sin dejarla voltear, poniendo presión en su garganta.

-Yo soy. - Replicó recolectando su aliento.

-Eres qué? - Le pregunte más fuerte.

-YO SOY TU PERRA. - Me dijo a los ojos.

Le di un beso...

-Ahora quiero tu boquita- Le dije y la puse de rodillas frente a mi, dejándole la iniciativa que abra mi pantalón y saque mi miembro.

Estando erguida, pero en rodillas, mi perra comenzó lentamente a desabrocharme mi pantalón, mordiéndose el labio y mirándome a los ojos. Esa mirada coqueta me fascinaba y ella lo sabía. Mientras lidiaba con mi pantalón, les daba cachetadas a sus senos y ella saltaba distrayéndose de su tarea.

No solo saco mi pene erecto, pero también me bajo el pantalón y el calzoncillo. Mi miembro estaba mojado, y esta tía culona, de ricos labios y sonrisa coqueta, comenzó a comerse mis jugos. Con calma se comía mi miembro, metiendo casi todo en su boca y después jugando con su lengua sobre mi glande. Agarré mi pene y lo tiré para arriba exponiendo mis bolas para que se las coma. Metía una por una en su boca y Silvia se las comía enteras intercalando su rico juego de lengua. Junte con una mano mis dos bolas para que se las meta, pero no pudo. Esa tarea no era para hoy.

-Quién eres tú? - Le pregunte acercando mi cara a la suya.

-Soy tu perra. - dijo Silvia respirando hondo porque sabía que algo se venía.

La senté con las piernas abiertas en el suelo, apoyando su espalda en el sofá...

-Cómetela toda- Le dije poniendo la punta del pene en sus húmedos labios.

El recuerdo más morboso de nuestra antigua relación fue escuchar cómo se atoraba con mi pene cuando le follaba su boca. Sin perder el tiempo, metí lentamente mi pene a su boca haciéndola mirar para arriba. Me ponía a mil como se atoraba, pero no desistía a metérsela toda ni tampoco rechazaba mis empujes. No le quitaba la mirada y ella tampoco. Comencé lento, pero no tarde mucho en aumentar el ritmo.

-Gurp... Gurp- Se escuchaba desde su garganta. -Abre más linda-Le indique al hacer una pausa y darle un beso.

Silvia se sorprendió una vez que la besara después que me haya dado una mamada, y eso la ponía más loca. Yo sabía que ese beso la iba a poner más ardiente.

Con manos en mis nalgas, Silvia trataba de comerse toda mi polla, atorándose, pero nunca parando y soportando todas mis embestidas que no la dejaban respirar. La estaba dominando y le encantaba que no le quitase la mirada. Ya estaba cerca de expulsar mi semen, ya casi en el clímax y ahora sí, quitándole la mirada deje que el placer me lleve. Empujé más fuerte mi pene en su boca y diciéndole fuerte: “Saca más la lengua linda”. Silvia estaba soportando mis idas y venidas, con lengua afuera y con lágrimas corriendo por la atragantada. Soltó las manos de mis nalgas para ponerlas en mi pecho, llena de placer, dejándome el control total. Ya estaba en el punto de no regreso y saque mi miembro y apoyando su cara en mi pelvis, con mi pene apuntando hacia abajo… Expulse mi semen en sus senos.

-Hoy no te toca semen, será la próxima- Le dije mientras recuperábamos el aliento.

Me puse de rodillas para encontrar su rostro, le sequé las lágrimas y nos besamos por unos minutos.

-Hora de bañarse- Le dije dándole una palmadita en el culo cuando iba al baño. -No vayas a salir sin mí.

Pasaron unos 10 minutos y entre a ducharme con Silvia. Los dos nos manoseamos con el jabón de forma juguetona. La puse de espaldas, mi pene empujando sus nalgas... La lleve a una esquina y le baje un poco su torso para que su culo sobresalga y así tener fácil acceso a su vagina. Se la metí lentamente, disfrutando cada centímetro. Ella volteó con una sonrisa seductora y después de recuperar la sorpresa me dijo:

-Eres terrible niño- Mientras mis bolas rebotaban con su cuerpo.

Un día después de mandarle este relato, Silvia me contesto en una sola línea:

"TE VEO ESTE VIERNES 7 PM".

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