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El regalo de cumpleaños para un sumiso

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Es un relato corto, y para entenderlo mejor deberán de leer otro relato que publiqué hace tiempo llamado ‘El Cabrón, la puta y el voyeur’.

Era mi cumpleaños, Arleth me invitó un café y un pequeño pastelito. A veces es tierna conmigo, cuando no me usa como su juguete. Aunque tierna no es la palabra que usaría para describir a la maldita de mi mejor amiga. Ella se vistió como toda una puta de calle: botas, mini falda negra y una blusa escotada de color rojo. Tanto la falda como la blusa le quedaban apretado, reluciendo sus senos y su culo, y al caminar se le levantaba un poco la falda, dejando expuesto una parte de sus prietas nalgas. Ese culo, como amo ese culo que nunca será mío, ella lo sabe, por eso se vistió así, para torturarme. Aunque es bueno pasear por la plaza y que todos crean que me follo a esta puta, aunque solo lo hago en mis sueños.

Entramos a una cafetería algo vacía. Ordenamos y platicamos algunos minutos, de manera normal, hasta que ella empezó a contarme de sus amantes, del tamaño de sus vergas y de la manera en que se la follaban.

—El otro día me deje coger por un chavo, no me acuerdo de su edad, pero sí de su vergota. Una herramienta de verdad, no como la salchicha que tienes tú. —dijo eso justo cuando llegó el mesero. Arleth continuó hablando como si nada—. Este chico si supo tratar a una perra como yo, me dio pura verga en mi culito por casi una hora. Es increíble cómo alguien menor que tu sea mucho mejor en el sexo.

El mesero se fue riendo en voz baja. Me sentía mal, pero también me sentía excitado. Ya tenía la verga dura con todo lo que me había contado Arleth. Ella continuó hablando de sus romances mientras comía mi pastel. Me contó sobre un primo lejano que vino de visita, de cómo él se bajó el pantalón y ella de inmediato de abrió de piernas.

—Me hipnotizó la verga de mi primo. Es que yo veo una buena verga y en automático abro las piernas para que me utilicen.

Me habló de la verga de su profesor y de cómo obtuvo un diez a cambio de una cogida.

—El cabrón invitó a otro maestro mucho más viejo. No me desagradó del todo, me dieron verga por la boca y el coño. Lo que si fue una lástima es que no tuviera ninguna clase con el viejito, me pude haber ganado dos dieces, pero en vez de eso me gane un diez y dos vergas que me rellenaron de leche.

Me excitaba demasiado sus historias, sean reales o no, pero viniendo de ellas si la creo capaz de hacer todo eso, pero jamás lo haría conmigo, le encanta recordármelo. Me imagino cada detalle de sus historias, me la imagino siendo clavada por cada uno de sus machos, ese prieto culo bañado en semen. Me masajeaba el pene el cual ya tenía muy duro. Quería sacármelo del pantalón y masturbarme como de debe, jalándomela con desesperación mientras escucho las burlas de Arleth por el tamaño que tengo.

—Iré al baño. No te termines el café hasta que regrese.

Asentí como idiota y me percaté que los demás clientes, tanto hombres como mujeres, voltearon a verle el culo mientras se iba. Se me hizo raro ya que al entrar me fije que el baño tenía una señal en su puerta avisando que estaba fuera de servicio, pero Arleth no entró sola, lo acompañó uno de los meseros: un hombre alto y moreno, de brazos fuertes y una sonrisa estúpida.

Fue capaz de hacer eso, en mi cumpleaños. No sé porque me sorprendo. Tampoco sé porque me enojo si esto sucede porque yo la dejo. Podía irme de aquí, alejarme de las risas de todos los meseros que se burlan a escondidas, pero no puedo por dos motivos: Me he corrido cuando vi a Arleth entrar al baño con el mesero, porque la idea que ella me dejara en mi cumpleaños para coger con un desconocido me encendió hasta un silencioso orgasmo que dejó una notable mancha que traspasó mi bóxer y mi pantalón. El otro motivo es que simplemente Arleth es mi ama, y hago lo que me pida. Por eso la espero sin acabarme el café, el cual ya se ha enfriado.

Los minutos pasaban, los clientes venían y se iban, los meseros seguían burlándose de mí, sonriéndome con hipocresía, y mi verga ya se había erguido de nuevo. Me sentía mal y excitado a la vez. No conté el tiempo, no quería hacerlo. En un momento a otro reapareció Arleth. Sonreía demasiado, con el rostro sudado y los pezones erectos. Estaba agitada y contenta, toda una zorrita. Se sentó muy cerca de mí, quería que la oliera, que aspirara el olor a verga de su rostro.

Arleth sacó su celular y me mostró una foto de ella con una gran verga metida en su boca. Fue pasando las fotos, en otra esta ella chupando los huevos, en otra esta la verga del mesero golpeando en su cara y la última foto es de la verga del mesero insertada en lo más profundo de su culo.

Estaba caliente, humillado y confundido, porque ella no hablaba. Me fije que tiene los cachetes inflados y los labios muy húmedos.

—¿Tienes algo en la boca?

Ella sonrió más ante mi pregunta, como si estuviera esperando a que la formulara. Agarró mi café, lo acercó a sus labios y abrió la boca. Un líquido espeso y blanco descendió desde la boca de mi mejor amiga hasta mi café.

—¿Eso es…?

—Semen. Rico y nutritivo semen para ti. Feliz cumpleaños, mejor amigo.

—¿Quieres que me lo tome?

—Por supuesto. Café con leche, mucha y deliciosa leche de macho. Ya quisiera tomar eso cada mañana.

—Esto…ya es cruzar una línea.

—Qué línea ni tu puta madre. Fue una gran corrida que ese cabrón dejó en mi boca, no la desperdicies. —Metió uno de sus dedos en el café y empezó a moverlo en su interior—. Este dedito estuvo en mi coño, es lo más cerca que estarás de él. Así que débetelo lentamente y disfruta de cada gota, como el perro sumiso que eres.

Era indignante y excitante. Contemplé el café con leche, después dirigí mi mirada hacia Arleth. Hice lo que me pidió, me lo bebí con lentitud. No sabía feo pero si raro, demasiado raro. Una mezcla de sabores inundó mi paladar, ahogando mi orgullo y mi hombría, pero mi verga se endurecía más por cada gota que me tragaba.

—Eso es. A las perras sumisas les encanta tragar leche. ¿Cómo estuvo?

—Rico —le dije sin saber si era mentira o verdad.

Mi mejor amiga me abandonó para follar con un desconocido en un baño y después me hizo tragar su semen como regalo de cumpleaños. Me duele admitir que fue un buen cumpleaños.

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